Las dinámicas y los procesos de cambio en la Amazonía peruana: aprendiendo de los pueblos Kechwa–Lamas
El gobierno afirma que la agricultura a pequeña escala es la responsable de la deforestación. Pero esta afirmación ignora las políticas del gobierno en conducir cambios en el uso de la tierra y mercados destructivos (palma aceitera, secuestro de carbono, etc.) así como la exclusión de los pueblos indígenas con la creación de reservas.
Perú tiene la séptima mayor área de bosque del mundo. Su desbosque comenzó más tarde que en Brasil y las tasas de pérdida de bosques han sido bajas en comparación. La expansión del estado hacia la Amazonía comenzó en la década de 1980 a través de proyectos de colonización subvencionados. Con el gobierno neoliberal de Fujimori, (1990-2001) la Amazonía se abrió aún más a través del desarrollo vial, resultando en migración a gran escala de poblaciones de los Andes. Además, se lanzaron varios proyectos a gran escala para la extracción de minerales, petróleo y gas natural.
El gobierno peruano afirma que la agricultura a pequeña escala o “migratoria” es la responsable del 90% de la deforestación. Pero esta afirmación tiene debilidades tanto metodológicas como conceptuales. En primer lugar, la mayoría de la data sobre deforestación en el Perú se ha recopilado a nivel agregado a través de la teledetección (vía satélite) y los datos a nivel regional se han basado en opiniones recabadas de funcionarios gubernamentales y trabajadores de ONG. Esto ha reflejado la narrativa oficial y carece de evidencia empírica o análisis de los factores que determinan los cambios en el uso de la tierra.
En segundo lugar, la terminología de la agricultura “migratoria” es confusa y agrupa dos procesos distintos en el uso de bosques. El primero es el de sistemas de tala y quema practicados por grupos indígenas y por mestizos o ribereños que por lo general no conduce a la conversión permanente de bosque a tierra agrícola. El segundo es el desmonte completo del bosque para uso agrícola, practicado en gran parte por los migrantes. La distinción entre ambos procesos, los actores implicados, sus motivaciones y efectos es de importancia para comprender mejor los factores que impulsan la deforestación y determinar qué respuestas podrían ser apropiadas. Culpar a la pequeña agricultura como la principal causa de la pérdida de los bosques niega el papel de las políticas y los programas agrícolas del gobierno en conducir cambios en el uso de la tierra. También ignora las competencias del gobierno sobre los derechos al acceso, uso y control de la tierra.
La conservación y la agroindustria: dos aristas del despojo
La región de San Martín, en la Amazonía peruana, estuvo relativamente inaccesible hasta la década de los sesenta, cuando se inauguró la carretera principal Fernando Belaunde Terry. En la década de los ochenta, la coca se había convertido en un importante cultivo comercial que atrajo migración a gran escala, cambios en el paisaje con el desmonte de bosque y un “boom” económico. La producción de coca en combinación con las actividades de dos grupos guerrilleros (el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru y Sendero Luminoso) provocó inestabilidad y alto nivel de violencia. Esto condujo a una presencia militar fuerte que limitó la separación de la tierra en lotes individuales o comerciales. Después de 1995, al reducirse la presencia militar, la deforestación fue en aumento. Se estima que el 30% del territorio regional había sido deforestado para el 2000. Esto coincidió con el proceso de descentralización de 2002, cuando el gobierno regional asumió el desarrollo económico y los recursos forestales.
Habían expectativas de que los gobiernos regionales serían capaces de proporcionar una gobernanza más eficiente y más sostenible, fortalecer cada vez más la democracia, incluyendo a la población local en los procesos de toma de decisiones, así como mejorar los servicios públicos para los ciudadanos. Sin embargo, el partido de Nueva Amazonia, que estuvo en el gobierno regional de 2007 hasta 2015, desarrolló una visión de producción agrícola intensiva combinada con “conservación” y desarrollo ecoturístico, y promovió a San Martín como la “Región Verde”. Se emprendieron grandes inversiones en infraestructura, se incrementó la producción de café y cacao y se abrió terreno para el cultivo agroindustrial de jatropha y palma aceitera.
Asimismo, el 70 por ciento del territorio de la región de San Martín se delimitó, con escaza consulta a los pueblos, para la “conservación”. Hasta ahora se han fijado 1.340.000 hectáreas, persiguiendo un objetivo de 2.5 millones de hectáreas que fue establecido por el Programa Nacional de Conservación Forestal para Mitigación del Cambio Climático. La finalidad es lograr el control sobre el acceso y uso de los bosques. El Área de Conservación Regional (ACR) Cordillera-Escalera y las Zonas de Conservación y Recuperación de Ecosistemas (ZoCREs) se han superpuesto en gran medida a territorios indígenas y, hasta el momento, el gobierno regional no ha abordado la problemática de los derechos de las comunidades indígenas amparados por la ley.
La conservación y los cultivos perennes, es decir, aquellos cultivos que tienen un ciclo de vida largo o permanente, han sido vistos hasta ahora como la respuesta regional a la deforestación. Sin embargo, las acciones del gobierno de San Martín para delinear y confinar bosques bajo planes de conservación constituyen una amenaza existencial para el acceso y uso de los bosques por parte de las comunidades Kechwa-Lamas. Por otro lado, el enfoque en la agricultura comercial perenne se ha convertido en un impulsador de la deforestación.
Los campesinos migrantes se trasladan a áreas de bosque despejadas para la producción de cultivos comerciales (por ejemplo, café y cacao), áreas que las comunidades Kechwa-Lamas consideran territorio consuetudinario. Las plantaciones comerciales son también una amenaza cada vez mayor. Las comunidades asentadas en zonas alejadas, muy dentro de los bosques, patrullan constantemente sus territorios para mantener alejados a los migrantes.
Algo es definitivo. Cuando la distancia entre las áreas de bosque y las comunidades aumenta, el tamaño promedio de las fincas se reduce, los patrones de cultivo cambian hacia un cultivo perenne, como el cacao, y el uso de los bosques se reduce. En contraste, cuando hay un acceso fácil, los bosques se integran en las actividades de medios de vida, proporcionando una fuente considerable de alimentos (de plantas a animales). Donde no hay bosque cercano, el uso puede limitarse a la caza ocasional en algún bosque lejano.
Es así que vemos tres dinámicas influyendo hoy los territorios de bosque en San Martín. La primera son las reivindicaciones de la población indígena, mayoritariamente Kechwa-Lamas, sobre sus territorios consuetudinarios; la segunda es la tala de bosque principalmente por las poblaciones migrantes; y la tercera, que vincula las dos primeras, es la expansión de cultivos comerciales perennes y áreas de conservación. Estas dinámicas por su parte han hecho invisible el potencial de los sistemas agrícolas locales para promover medios de vida beneficiosos y sostenibles, así como el de los bosques secundarios diversos (bosques regenerados naturalmente) que podrían resultar ser la mejor protección para el bosque nativo.
La tenencia de la tierra y el uso de los bosques
Bajo la ley de comunidades nativas, el pueblo Kechwa-Lamas tiene derecho a reclamar derechos de uso de sus bosques, aunque la remoción estatal de los derechos de propiedad sobre sus bosques consuetudinarios sigue siendo fuertemente discutida. No hay datos sobre el alcance de las reclamaciones, pero de acuerdo a una fuente informal: cuarenta y dos aldeas han reclamado tierras dentro de la ACR Cordillera-Escalera, superando las 120 mil hectáreas. El área de bosque que los pueblos han solicitado varía de 120 a 50 mil hectáreas. La comunidad de Yuri Lamas, una de las pocas que ha logrado el título de territorio de bosque tiene 31 mil hectáreas dentro de la ACR. Sin embargo, el Gobierno Regional ha sido lento en abordar estas demandas, argumentando que no es por razones políticas que no han seguido la ley, sino por razones presupuestarias y técnicas y por las dificultades de viajar a zonas remotas para realizar las mediciones necesarias.
El escaso acceso a sus derechos sobre la tierra, abre la puerta para que las comunidades busquen otras formas de titulación, como es el caso de las concesiones. Pero estas son muy diferentes. El título ofrece derechos de uso a perpetuidad, siguiendo en gran medida las prácticas consuetudinarias, aunque con algunas restricciones. El enfoque de concesión, por su parte, promueve actividades de conservación implementadas a través del apoyo técnico de organismos intervinientes, utilizando expertos, técnicas, tecnologías y reglamentos para capacitar a los habitantes en el manejo y preservación de bosques conforme a protocolos y estándares específicos. Las concesiones además vienen con derechos territoriales reducidos, el uso regulado de tierras ancestrales y con acuerdos de concesión limitados en el tiempo, sin garantía de extensión.
Por lo tanto, las opciones de los Kechwa-Lamas para mantener el control de sus territorios tradicionales pueden estar cada vez más conectadas con la necesidad de comportarse como “conservadores” o “nativos ecológicos.” Pero también hay signos de que la nueva gobernanza sobre bosques está dirigida hacia un uso de la tierra más mercantilizado para satisfacer mercados mundiales y “verdes” en expansión (por ejemplo, aceite de palma y secuestro de carbono).
¿La expansión de cultivos perennes protege los bosques?
Siempre ha habido un fuerte énfasis en la producción agrícola en los planes de desarrollo regional. El enfoque en los cultivos perennes (principalmente café, cacao y palma aceitera) se presenta a menudo como una expansión más respetuosa con el medio ambiente que los cultivos anuales y como un medio para detener la agricultura de tala y quema, reduciendo así la necesidad de abrir nuevas tierras.
Se han aumentado los cultivos comerciales permanentes en comunidades Kechwa-Lamas. Los agricultores han ampliado la producción de café y cacao, con énfasis en este último. Sin embargo, en ninguno de los pueblos los campos de cacao y café reemplazan a los campos de tala y quema. Estos últimos, con cultivos comestibles, pueden superponerse con los cultivos perennes durante el establecimiento de la capa de sombra, pero los dos usos de la tierra desempeñan papeles fundamentalmente diferentes.
¿Nuevas maneras de ver y manejar los bosques amazónicos?
Los nuevos enfoques de los medios de subsistencia en los bosques en San Martín se han desplazado desde hace 20 años hacia sistemas agroforestales y el interés creciente por productos no maderables. El gobierno regional y las universidades locales han promovido “nuevos enfoques” basados en la ciencia (cartografía, paquetes de manejo de suelo y cultivos perennes). El último desarrollo han sido los servicios ecosistémicos o ambientales. A medida que se han desarrollado programas para el pago de servicios ambientales y programas de compensación como REDD, se han producido nuevos intereses de uso de la tierra. Algunos ven este emergente mercado de servicios ecosistémicos como la razón principal de la baja aprobación de títulos de bosque para las comunidades.
En la actualidad, hay pocos proyectos operacionales de pagos por servicios ambientales en San Martín y los que están en proceso se dirigen hacia áreas de bosque que tienen otros niveles de protección y poblaciones pequeñas. Todavía no se ha establecido ningún proyecto REDD sobre territorio indígena, aunque han habido intentos de persuadir a los pueblos Kechwa-Lamas para que vendan derechos de carbono. El proceso de REDD en San Martín organizado como una mesa redonda fue considerado como el más progresivo en la Amazonía peruana, cuando se inició en 2009. Pero los grupos indígenas sintieron que estaban mal representados y varios de ellos organizaron conjuntamente una “mesa redonda indígena”. La principal crítica al proceso REDD en Perú y San Martín enfatiza que el gobierno peruano, en su afán por implementar este programa, ignoró la disputa sobre los derechos de tenencia de tierra. Las organizaciones indígenas temen que REDD y otros programas similares abran la Amazonia para la explotación de los recursos por las transnacionales (verdes) y que lancen otro auge extractivo en torno a los pagos de carbono, como sucedió con el caucho y el petróleo.
¿Paisajes de bosque o paisajes de mercado?
En el corazón de los conflictos sobre el control de la tierra están las cuestiones de derechos. Por un lado, desde la perspectiva de los Kechwa-Lamas, nuevos actores han aparecido, aplicando nuevas formas de confinamiento y privatización. El estado, representado por el gobierno regional, excluye a los pueblos indígenas mediante la creación de reservas y zonas de conservación. A través de mecanismos de división territorial –como la creación de la ACR Cordillera Escalera y las Zonas para la Conservación y Recuperación de Ecosistemas (Zocres) – se está declarando el control sobre las personas y los bosques. Estos también son una forma de crear nuevos “paisajes de mercado,” en términos de secuestro de carbono y paisajes de bosque “prístinos” para el consumo del turismo. En este proceso se descuidan además los marcos legales existentes que otorgan derechos consuetudinarios a los pueblos indígenas. Si bien el gobierno no desafía abiertamente sus derechos per se, los están socavando efectivamente a través de una inacción magistral.
Los intereses del capital agroindustrial y la globalización de la economía regional se promueven directamente e indirectamente a través de la promoción de la nueva agricultura comercial y las plantaciones de árboles. De especial relevancia son las actividades expansivas de los migrantes andinos que se benefician del desarrollo comercial de las plantaciones que promueve el gobierno. Por ende, también se está creando un “paisaje de trabajo” a través de los nuevos procesos que emergen con los cambios socioeconómicos, prácticas agrícolas cambiantes y nuevas dinámicas urbanas. Los procesos que parecieran no centrarse directamente en los bosques suelen tener enormes impactos sobre la deforestación, la recuperación de los bosques y los medios de vida de los pueblos.
Las prácticas de las familias Kechwa-Lamas, por su parte, ofrecen más esperanza para el futuro del bosque que las iniciativas de conservación del gobierno regional. La llamada conservación de los bosques y la discusión sobre REDD y el secuestro de carbono han llegado a ser tan dominantes que han oscurecido otras dinámicas en juego que son esenciales en la Amazonía. Sin bien los pueblos de Kechwa-Lamas son utilizados como una “marca” regional para promocionarse como un símbolo de la diversidad étnica y cultural, el modelo que se promueve para el uso de tierras y bosques en la región no se basa en las prácticas de los Kechwa-Lamas, sino en el rápido aumento de los cultivos comerciales, el monocultivo y las plantaciones a gran escala. Los sistemas Kechwa-Lamistas pueden ayudarnos a comprender aspectos esenciales de los sistemas de producción y usos del suelo más diversos, combinando la producción y preservación de alimentos y bosques. Lamentablemente, la población de Kechwa-Lamas se considera como un grupo étnico colorido, más no como una fuente de inspiración y conocimientos para el futuro de los bosques en San Martín.
* Este artículo está basado en la investigación realizada en 2018 bajo el título: “ Forest Dynamics in the Peruvian Amazon: Understanding Processes of Change” (en inglés).
Luis Romero Rengifo, Centro Waman Wasi Lamas, San Martín, Perú, moc.liamg@isawnamaw
Marquardt, Kristina, Pain Adam y Bartholdson Örjan, Universidad Agrícola de Suecia