La zozobra que les tienen prometida
"Hay una guerra abierta contra el estudiantado, contra jóvenes (mujeres y hombres). Desde ser niños y niñas la sociedad actual está empeñada en utilizarles, abusar de ellas y ellos, esclavizarles para que trabajen o someterles a la desmesurada carrera profesional educativa por convertirles en mercancía rentable a la cual explotar tras haberla aparcado en los estacionamientos para la niñez disfrazados de centros de saber y cultura y formación —como habría dicho hace ya mucho Iván Illich."
Cuántos hilos se agolpan haciendo nudos en la complejidad que son ésas y ésos que llamamos jóvenes.
Escuchando a John Lennon hace años, tal vez no alcanzábamos a entender los varios sentidos de una canción tan simple como Héroe de la Clase Obrera (Working Class Hero). La misma traducción nos estorbaba para entender lo que Lennon buscaba decir: que está tremendo lograr ser un héroe de la clase obrera, que la clase obrera se la pasa en una existencia heroica que nadie nota, es decir, donde hay un cúmulo de esfuerzos cotidianos, microscópicos que, entreverados, conforman una vida a contrapelo de todo lo que el sistema nos quiere negar, aplastar, derruir, deshabilitar, además de imponernos dependencias y sojuzgamientos sin fin. “Tan pronto naces te hacen sentir pequeño, al no concederte tiempo alguno en vez de todo el posible”, decía Lennon, “hasta que el dolor es tan grande que ya no sientes nada”. Y continuaba: “te odian si eres inteligente y te desprecian si eres idiota, hasta estar tan loco que ya no puedes seguir las reglas. Tras torturarte y espantarte por veintitantos años, entonces asumen que escogerás una carrera. Y cuando ya no funcionas, terminas repleto de temores”. Lennon remataba lapidario que aunque la gente se sintiera muy libre y muy desclasada, seguía siendo parte de lo que jodía a los campesinos, haciéndonos conscientes de la maquinaria de sojuzgamiento que toda la sociedad le impone al campesinado que le da de comer.
Y es que sí. Hay una guerra abierta contra el estudiantado, contra jóvenes (mujeres y hombres). Desde ser niños y niñas la sociedad actual está empeñada en utilizarles, abusar de ellas y ellos, esclavizarles para que trabajen o someterles a la desmesurada carrera profesional educativa por convertirles en mercancía rentable a la cual explotar tras haberla aparcado en los estacionamientos para la niñez disfrazados de centros de saber y cultura y formación —como habría dicho hace ya mucho Iván Illich.
El furor de control de las instituciones y las corporaciones está implantando condiciones inaguantables de confusión y angustia en las familias al punto en que la vida cotidiana general se está hundiendo en las miasmas de la acumulación del capital normalizada como agresión diaria. Y esto repercute directamente en la juventud
Según datos de 2017, en México unos 3 millones 600 mil niños sobreviven trabajando, de los cuales “uno de cada seis busca maneras de subsistir informal pero honestamente”. Con todo, 40 por ciento de niñas y niños que trabajan no recibe remuneración alguna. Un 90 por ciento de esos trabajos se mueve casi siempre en ámbitos de ilegalidad, una que está normalizada e invisibilizada en extremo. Esta cifra de niños trabajadores representa el 50 por ciento de los niños que trabajan en América Latina.
Para entender el desprecio tan grande hacia las mujeres y las niñas que cunde en nuestra sociedad patriarcal, baste el amargo recordatorio del malhadado “refugio” para niñas en San José Pinula, Guatemala, donde un incendio arrebató la vida a más de cuarenta niñas.*
No sólo los capataces esclavistas y los traficantes de personas predan la niñez y la juventud. La policía y la delincuencia por igual se ensañan con ellas. La policía puede hostigarles, detenerles, golpearles. Hay videos donde se mira a cinco policías rodeando contra la pared a un joven que es golpeado por dos de ellos mientras los otros tres se burlan y lo insultan o lo escupen. Hay escenas donde soldados del ejército tienen golpeando a hileras de jóvenes uno por cabeza, pero armados, uniformados, y se los turnan para que no haya quien se salve un poco si el militar fue condescendiente.
Eso cuando los agarran como animales, por cualquier razón, por beber en la calle, por traer el pelo largo o corto, por traer un piercing o un tatuaje, una patineta o una mochila sospechosa, por hablar por celular o contestar un mensaje. Por vender en la calle las ochenta mil diferentes mercancías que un joven puede vender. Hay tantísima juventud cuyas protecciones de dinero y relaciones de poder no les dan más que lo precariamente indispensable para sobrevivir en el día. Por eso es realmente una vileza extrema que sean a ellos o ellas a quienes se amedrenta, se reprime o se extorsiona.
Hablamos de jóvenes (hombres y mujeres) que van a trabajar en los basureros o en los camiones de basura con sus papás, por lo menos dos días a la semana —y pueden a veces ir a la universidad de todas maneras. Otras chavas le hacen las uñas a las señoras en su domicilio, entre familiares y vecinas; venden peluches, agua embotellada, semillas y frituras empaquetadas hasta en el periférico, se están ahí despachando en los tianguis, barren banquetas, lavan carros. Hay chavales que son cobradores en microbuses o diableros en los mercados.
Claro que son blanco de los asaltos y en la zona de Tláhuac, Iztapalapa, Neza, en Ecatepec, en el norte de la ciudad y en otras muchas colonias de la orillada deefeña eso ocurre a diario. Es muy torcido que los asaltantes vayan por ellos y ellas cuando hay otra gente que podría tener más riquezas que estos chavos y chavas. Porque traen apenas los dineros del día. Porque no es gran ciencia entender que tienen muchos gastos irremontables (desde fotocopias de libros, comer, el transporte que es un dineral si va uno sumando. Si van a la escuela pueden tomar entre ida y vuelta unos seis transportes, es decir 50 pesos mínimo).
No se piensa que fácil el 80 por ciento de las chavas de veinte años tiene niños, mamás solteras que viven en casa de sus familias teniendo que salir al paso de lo que resulta urgente en su cotidianidad desquebrajada, con la ayuda de otras mujeres en sus redes amorosas.
Por si fuera poco se dice que a los estudiantes la policía les trae puesto el ojo, ya no sólo para amedrentarles, sino porque corre la leyenda de que a los policías les dan dinero por chavo apresado en sus comandancias, con eso de bajar los índices de la delincuencia y demostrarle a los jefes que se trabaja, pero también porque son las presas fáciles de un pillaje bastante mezquino.
En el caso de Marco Antonio Sánchez Flores, de 17 años, que estuvo desaparecido cinco días tras haber sido levantado por “elementos de seguridad”, se sabe que tomaba fotos de unos grafiti, como tanto estudiante o joven que labora en proyectos autogestionarios de variado tipo, en zonas difíciles. Su caso no es único y documentar la realidad ha llevado a muchos chavales a destinos muy innobles y al estar documentando lo que ocurre están más expuestos. Porque algunos son chavos a los que no les pasan desapercibidas las relaciones que ocurren en ciertas zonas y no conviene que anden de metiches. Prefieren “callarlos”, aunque tengan amigos de la infancia que están ya en el teje-maneje de la delincuencia y la policía, o tal vez por eso.
Sin embargo, no debe quedar duda que en el caso de Marco Antonio Sánchez hubo sobre todo un elemento de odio inculcado a los cuerpos policiacos quién sabe por quién. Según la investigación de Animal político se sabe que “durante los cinco días en que Marco Antonio Sánchez Flores, de 17 años, estuvo desaparecido, funcionarios públicos de la Ciudad de México y el Estado de México incurrieron en ‘omisiones graves’ que entorpecieron la inmediata localización del joven y que deben ser considerados para la investigación, para deslindar responsabilidades, sostiene el equipo legal que asiste el caso”. Se considera que hubo vacíos en el relato del procurador Edmundo Garrido de lo que ocurrió y hasta la fecha no se sabe con certeza qué ocurrió en esas 120 horas que Marco Antonio estuvo desaparecido.
“No se ha explicado cómo es que Marco, visiblemente aturdido, fue localizado a 40 kilómetros del lugar donde fue visto por última vez; tampoco las razones del notable cambio físico del joven que aún permanece en un estado de confusión, ni los cambios de ropa en cada punto”.
Para Simón Hernández, abogado del Instituto de Justicia Procesal Penal (IJPP), existen ocho irregularidades u omisiones que deben ser consideradas, para entender lo ocurrido, Tales irregularidades arrojan luz sobre el alevoso actuar de los cuerpos policiacos y las autoridades que parece los encubrieron.
- Según Simón Hernández, los policías que detuvieron a Marco lo acusaron de un robo de celular y, cuando éste se inconformó y quiso desmarcarse fue perseguido hasta ser detenido con más policías. Pese a no existir “causa penal”, porque no traía encima ningún celular, lo amagaron lo golpearon en la cabeza con el casco y lo patearon en el suelo.
- Tras la aprehensión, lo subieron a la patrulla pero no lo llevaron al ministerio público sino que desde ahí desapareció.
- Pese a la evidencia de que los policías se lo llevaron, la agencia 40 se negó a “dar información sobre el paradero del joven tras la detención”. Se quiso levantar una denuncia por desaparición y el MP la denegó.
- Pese a existir denuncia ante la Comisión de Derechos Humanos, “la autoridad no activó protocolos de búsqueda para la debida diligencia. Incluso, la alerta que funciona para la pronta localización de menores de edad fue activada hasta el viernes 26 de enero, tres días después de su desaparición”.
- Una Fiscalía Anti Secuestro informó que había sido detenido en el Edomex por intento de suicidio días después de desaparecido, el 27 de enero. Ahí se le liberó por no encontrar elementos de “presunción de delito”, y volvió a desaparecer.
- Pero ni siquiera registraron “la aprehensión del joven en sus archivos porque supuestamente el joven no quiso decir su nombre y tampoco atendieron la alerta que ya había para la localización de Marco. El juez calificador también ignoró el visible estado de confusión y a las lesiones físicas que presentaba y lo liberó sin proporcionarle asistencia médica o jurídica. Tampoco aplicaron el protocolo de tratamiento para un menor de edad que consiste en buscar a sus padres”.
- El 28 de enero, Miguel Ángel Mancera negó que el caso de Marco se tratara de una desaparición forzada, e insistió en que sólo se trataba de un extravío, lo cual agrava las irregularidades porque “puede afectar la imparcialidad de la investigación”.
- Por si fuera poco, al momento de que Marco se encontró con sus padres difundieron una foto que no debió haberse filtrado. Ésta es una precaución en el caso de los menores que no se sabe por qué no se cumplió.**
¿Qué ocurrió con Marco Antonio? Qué entreveros de vileza cruzan esta aprehensión y luego su abrupta liberación. Parecería que ante la alarma desatada por la desaparición, los policías decidieron aventarlo a la calle en un lugar lejano. En las condiciones de una posible tortura, pudo haber deambulado y en esas circunstancias ser aprehendido de nueva cuenta en el Edomex. ¿Cuál es la causa real de la aprehensión de Marco Antonio? Su caso habla de la absurda aplicación de la justicia y de la turbia y cotidiana actuación de la policía en la ciudad de México y su zona conurbada en el Edomex. Pero esto no es sino un caso.
Otro extraño caso que nos retrata la persecución de jóvenes y jovencitas (y la invisibilidad de las redes de tráfico de personas) es el de Belén Monserrat Cortés Santiago, estudiante de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM).
Al respecto de ella hay varias teorías, pues desapareció y al reaparecer tras semanas de búsqueda, las autoridades afirmaron que ella no quería ser contactada, pero muchísima gente que ha seguido el caso pone en duda esta supuesta resolución, tan parecida en postura e impostura a las “verdades históricas” que le gusta proferir a la Procuraduría Federal de Justicia.
Nunca se supo si realmente apareció o si, como afirman sus familiares, sus amigas y las propias autoridades de la UACM, nunca se volvieron a cruzar físicamente con ella, pese a que desde las autoridades policiales se insistió en que ella era la que no quería contacto con su familia y que estaba bien y bla-bla-bla.
Durante semanas, sus compañeras y compañeros de la universidad, incluido el profesorado y las autoridades universitarias, emprendieron una denodada búsqueda por hallarla. Tanto que hasta una marcha se hizo en su nombre encabezada por el rector de la UACM, Hugo Aboites. Cuando las esperanzas parecían perdidas, la Procuraduría anunció que se le había hallado pero en ningún momento la pusieron en contacto con su familia.
De acuerdo con desinformémonos.org, “Ocho días después de que la Procuraduría capitalina anunció que Belén Montserrat Cortés Santiago, estudiante de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) fue hallada en el estado de Hidalgo”, su familia dudó de la certeza de su aparición pues “sólo les mostraron una fotografía de mala calidad y ninguna credencial oficial que avalara que era Belén quien realmente declaró”.***
Pero Belén no es la única chica que ha desaparecido en esa colonia y según el profesor Samuel Cielo que participó en las brigadas de búsqueda de la estudiante Belén Cortés, se sabe que otras muchas familias han denunciado desaparición de sus hijas. “Son tantas que perdimos la cuenta”, señaló el profesor.
Aunque supuestamente se presentó a declarar públicamente, en realidad nadie la vio y tampoco hubo constancia de una credencial que acreditara su identidad. Una foto blanco y negro en mal estado fue la única evidencia proporcionada.
Dice el reportaje de desinformémonos: “En la rueda de prensa, la madre de Belén, Leticia Santiago, precisó que los funcionarios del Centro de Atención a Personas Extraviadas y Ausentes (CAPEA) ‘nos dijeron que el caso está cerrado. La pregunta que nos hacemos todos, mencionó, es: ¿dónde está Belén? La queremos de vuelta en casa y en su universidad’”.
Como tantas otras jóvenes estudiantes, Belén vendía pastelería o productos caseros, en su caso pastes, y tras su supuesta aparición muchos de sus condiscípulos desconfían de la versión oficial que afirma que está bien y no quiere ver a su familia, pues “es mayor de edad”. A esta versión la califican de patraña.
Lo cierto es que entre 2013 y 2015, como consta en Sexto Informe del Observatorio para Prevenir y Combatir la Trata de Personas (2016), se registraron unas 3 mil 839 desapariciones de mujeres en la ciudad de México.
¿Cuál es el nuevo destino de la niñez y la juventud en México?
Según el Huffington Post, tan sólo en 2017 se perpetraron hasta agosto mil 055 feminicidios, y las víctimas son jóvenes de entre 20 y 30.****
La zozobra que nos tienen prometida es el aumento en el tráfico de personas, el secuestro de niñas y niños para predar sus órganos o para la pederastia, la persecución de jóvenes y jovencitas emprendido por las autoridades que deberían protegerles y por los grupos delincuenciales que trasiegan personas para alimentar las ansias de morbo en Europa del Este o Medio Oriente, mientras importan mujeres jóvenes a los círculos del poder de todo el país: en México, Guadalajara, Monterrey, Juárez, Veracruz, Nuevo Laredo o Culiacán, en un abanico de actividades que va de supuestamente servir de chicas “estéticas” (modelos para embellecer la clientela de los bares) hasta prestar favores especiales de alto nivel, con hilos demasiado turbios e invisibles.
Cómo entender la tendencia estadunidense de asesinatos sin miramientos dentro de las escuelas.
Cómo digerir las palabras del secretario de agricultura Calzada cuando afirma que regresará a los jóvenes al campo a que trabajen en los invernaderos cuando sabemos que ahí las condiciones de trabajo son de las peores del planeta.
Sirva este texto como primera entrega, primera paleada de tierra en un terreno fangoso, sobre la niñez y la juventud en un país como México afligido por el destino de sus hijas e hijos, mientras las condiciones materiales y la certidumbre de la vida se van erosionando con cada caso, con ese torrente oscuro que recorre cada tramado de ignominias que puede ser familiar, barrial, en ciudades y ámbitos rurales por igual, pero sobre todo es estructural y sistémico.
Ya no es posible negar la consigna que cunde desde Ayotzinapa (tan en el centro de las interrogantes que giran como remolino en torno al maltrato y la zozobra que a nuestra niñez y juventud le tienen prometida): fue el Estado y su entramado de muerte, ni duda cabe.
Notas
* Ver Gloria Muñoz, “Las niñas de Guatemala”, Los de abajo, La Jornada, 10, marzo, 2018, aquí
** Ver aquí
*** https://desinformemonos.org...
**** https://www.huffingtonpost.com.mx...
Por Ramón Vera - Editor, investigador independiente y acompañante de comunidades para la defensa de sus territorios, su soberanía alimentaria y autonomía. Forma parte de equipo Ojarasca y Grain
Fuente: Desinformémonos