La necesidad de una soberanía alimentaria
Como organismo rector de la agricultura y alimentación en el mundo, la FAO debería preocuparse por promover agricultura sustentable en diferentes países, lo cual requiere generar capacidades locales de una producción alimentaria que tenga en consideración aspectos culturales, que no sea contaminante, que sea independiente de insumos extranjeros y produzca alimentos diversos, sanos y nutritivos, a costos accesibles para la población, además esa producción alimentaria debe permitir un nivel de vida digno a campesinos y campesinas que la realizan.
21 de Febrero de 2016 / Por Ricardo Navarro
El problema es que la FAO sigue el camino opuesto y equivocado de fortalecer corporaciones en vez de fortalecer campesinos.
En un simposio recientemente celebrado en Roma y organizado por la FAO se potenció la visión corporativa de empresas biotecnológicas, productoras de transgénicos y químicos, se organizaron charlas magistrales y eventos paralelos para que las empresas pudieran lanzar su falso mensaje que los cultivos genéticamente modificados pueden alimentar a la población mundial y enfriar el planeta, cuando la realidad del caso es lo contrario, los transgénicos solo han servido para producir agro-combustibles, alimentar animales y aumentar el uso de pesticidas y de paso expulsan a campesinos de sus tierras.
El objetivo de las empresas biotecnológicas transnacionales es patentar la biodiversidad del planeta y aumentar el control de la producción alimentaria, a fin de incrementar ganancias. De hecho se están fusionando entre ellas con ese fin, como puede verse en las uniones Zeneca-ChemChina y Dow-Dupont que han colocado a la Monsanto en tercer lugar.
Esta agricultura corporativa contribuye considerablemente al cambio climático ya que la producción de insumos químicos agrícolas y la maquinaria utilizada consumen combustibles fósiles generadores de gases de efecto invernadero.
Ante la realidad del cambio climático y la voracidad de las empresas biotecnológicas transnacionales, el MAG y el MARN deberían promover un programa de seguridad y soberanía alimentaria que pudiera garantizar en el futuro el alimento de la población salvadoreña.
Para ello tendrían que capacitar a nuestros campesinos y campesinas a producir sin uso de químicos y hacer una transición paulatina a la producción agroecológica. Parte de este esfuerzo debería ser el desarrollo de santuarios de semillas para conservar diferentes especies que permitan el fitomejoramiento de variedades y contar con especies comestibles que puedan ser resistentes y adaptarse a sequías, inundaciones o fuertes vientos.
En este proceso de capacitación es necesario desarrollar con los pequeños agricultores una nueva forma de producir alimentos y construir capacidades para que puedan producir sus propias semillas, pesticidas y abonos en el marco de una agricultura sustentable, ya que no se trata de buscar un pesticida o abono orgánico para sustituir al químico, sino desarrollar toda una nueva forma de producción agroecológica.
Un programa de soberanía alimentaria va a requerir el establecimiento de reservas estratégicas de granos básicos, tanto en forma centralizada, al estilo del antiguo IRA, como en forma descentralizada en cada municipalidad, ya que el clima puede cambiar en forma tan inesperada que hay que estar preparado para hacerle frente a las adversidades.
Así mismo los santuarios de semillas deberán existir en todos los municipios, ya que la variedad agrícola es propia de cada lugar y ante una realidad cambiante del clima se va a necesitar la realización de experimentos continuos para encontrar las variedades que puedan adaptarse a los climas existentes.
Sobra decir que un programa de esta naturaleza demanda también la protección de fuentes de agua y suelos fértiles que todavía existen en el país. No se puede permitir que se sigan destruyendo fuentes o zonas recolectoras de agua lluvia por empresas constructoras o se utilicen las buenas tierras para producir caña de azúcar y luego etanol para los vehículos, cuando todavía no se ha satisfecho la demanda alimentaria de la población.
Fuente: La Prensa Gráfica