La expansión de los cultivos de soya y sus impactos en el Cono Sur. Boletín N° 120 de la Red por una América Latina Libre de Transgénicos
El principal cultivo que usa semillas genéticamente modificadas es la soya. Esta se dedica fundamentalmente a la producción de aceite comestible y a la alimentación animal y beneficia a 4 empresas transnacionales. En este boletín compartimos con ustedes dos textos que dan razón de los impactos que el cultivo de zona tiene en la región del Cono Sur. El primero se refiere a los ecosistemas naturales que han sido transformados para dar paso a los cultivos de soya, y el segundo, hace referencia a los impactos en el suelo, especialmente de la soya producida a través de siembra directa
RED POR UNA AMERICA LATINA LIBRE DE TRANSGÉNICOS
BOLETÍN 120
El primer texto es el resumen de un trabajo hecho para la Iniciativa de Conversión de Bosques de la WWF. Aunque no coincidimos con las propuestas y conclusiones que se plantean es ese estudio, la información que se presenta es útil para entender la problemática de la soya en el Cono Sur.
En un número posterior, presentaremos una crítica completa a la propuesta de la WWF.
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LA EXPANSIÓN DE LOS CULTIVOS DE SOYA Y SUS IMPACTOS EN EL CONO SUR (1)
INTRODUCCION
El 88% de la soya que se comercializa a nivel mundial se utiliza para la producción de aceite, y con los residuos se hace pasta de soya que es usada como forraje. El 25% del aceite comestible proviene de soya. Cuatro empresas dominan el mercado mundial de la soya. Tres son de Estados Unidos: ADM, Bunge y Cargill. La cuarta empresa es francesa, Louis Dreyfuss. Estas empresas comprar soya para vender aceite y harina a los productores de alimentos animal y piensos y a compañías que hacen detergentes y químicos. Ellas controlan el 43% de la capacidad de elaboración de aceite en Brasil y el 80% de la Unión Europea, y las tres empresas de EE UU controlan el 75% del mercado de soya en su país. Es decir que, indistintamente de quien produzca la soya, son estas 4 empresas las que verdaderamente se benefician del negocio de la soya.
Los principales productores de soya son:
-Estados Unidos que produce el 35% de la soya a nivel mundial, con una productividad de 2,5 toneladas por Ha. El 80% de la soya sembrada es genéticamente modificada.
-Brasil con el 27% (2,8 toneladas por Ha)
-Argentina produce el 17% de la producción mundial. El 98% de la soya sembrada es genéticamente modificada
-China 9%. Todo es para autoconsumo
-Paraguay 2%. El 80% de la soya sembrada es genéticamente modificada
-India 2%
-Bolivia 1%. Se ha mantenido libre de transgénicos
En cuanto a las exportaciones, Brasil es el líder mundial, que ocupa el 31% del mercado mundial, Estados Unidos con el 29% y Argentina con el 28%.
En cuanto a los importadores, el primero es la Unión Europea con 36,9 millones de toneladas de soya al año, seguido por China con 19,4 millones al año, de los cuales 18 millones lo importa como grano y 1,4 millones como aceite). Otros importadores importantes de harina de soya son Japón, México, Taiwán, Tailandia, Indonesia, Corea del Sur.
Por otro lado, Irán, Bangladesh, Rusia, Marruecos y Egipto son los principales importadores de aceite de soya.
A pesar de los niveles de consumo actual, se prevé que la demanda por soya va a crecer, especialmente en China y la Unión Europea, por lo que los que discuten sobre el futuro de nuestros países han empezado a identificar qué lugares del Planeta son idóneos para la expansión de la soya por el tipo de suelos, clima, porque la tierra es barata y abundante, y las leyes laxas. Estos países son Angola, Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Congo y Sudán. Los países del Cono Sur tienen más infraestructura vial y financiero, por lo que se ven como los lugares ideales.
Hay tres modelos de producción de soya en América del Sur
-Con arado y rotación de cultivos (por ejemplo sorgo, maíz, o soya), con o sin semillas genéticamente modificadas. Cuando se necesita riego, se puede rotar con algodón. Este modelo se practica en algunos lugares del Argentina
-Siembra directa, sin semillas transgénicas, los residuos del cultivo de los da al ganado. Este modelo se practica en el Centro Oeste del Brasil. Se requiere mucho uso de herbicidas
-Siembra directa con semillas tolerantes al glifosato (soya RR de Monsanto). Se hacen dos campañas de soya al año.
LA SOYA EN EL CONO SUR
Desde la década de 1970 el Cono Sur ha vivido un proceso de expansión del cultivo de soya, especialmente Brasil, Argentina, Paraguay y Bolivia, a un costo ambiental muy alto. Entre 1970 y 1980 prácticamente ha desaparecido la Mata Atlántica en Brasil, y hoy se atenta con este ecosistema en Paraguay. Se han afectado también los bosques Chiquitanos, las Yungas, el Pantanal, el Cerrado y la selva amazónica para dar paso a las plantaciones de soya, esto, fundamentalmente para alimentar al ganado europeo y beneficiar a las 4 empresas que controlan el mercado mundial de la soya.
A continuación se hace una descripción de la situación en cada uno de estos países.
BRASIL
En Brasil, después de la segunda guerra mundial, se desarrolló una política de autosuficiencia en la producción de aceites, por lo que el gobierno promocionó el cultivo de la soya. Esta se concentró en la zona sur del país, y estaba a cargo de pequeños agricultores con unidades productivas de entre 15 y 50 Ha.
Luego, se logró adaptar la soya a zonas más cálidas, lo que significó la expansión del cultivo a la región Centro Oeste y Norte del país. La unidad productiva aumenta a 300 hasta 10.000 Ha.
Hoy, apenas entre el 15 y 20% de la producción sigue en manos de pequeños agricultores, pues a partir de 1990, la soya se transforma en un commodity de exportación. En el Mato Grosso la unidad productiva promedio es de 1.000 Ha, pero se encuentran cultivos de hasta 10 mil y 50 mil Ha. en este modelo de producción se emplea un trabajador cada 200 Ha.
Hasta el momento 21 millones de Ha brasileñas están dedicadas al cultivo de la soya. El programa Avança Brasil promueve la construcción de infraestructura para facilitar la exportación de soya, y se planea dedicar entre 70 y 100 millones de hectáreas al cultivo de soya. Entre 30 y 40 millones de Ha podrían ser de cerrado y 7 millones de bosques tropicales.
ARGENTINA
El cultivo de soya empezó en 1970. Hasta 1998 las plantaciones se limitaban a las provincias de Buenos Aires, Córdova y Santa Fé. Desde ese año se expandieron a Entre Ríos, Santiago del Estero, Salta y Tucumán. En el 2001 la soya invadió zonas que no son tradicionales para este cultivo como es El Chaco. En la zafra 2003/04 14,3 millones de Ha fueron sembradas con soya. Las soya ocupa más extensión que todos los cultivos del país.
Se ha impactado la Pampa Húmeda, las Yungas y el Chaco.
Desde el 2003 el sector agrícola Planea incrementar la producción a 100 millones de toneladas al año hasta la próxima década, es decir, duplicar la producción.
BOLIVIA
Se empezó a cultivar soya en 1967. en 1980 el Banco Mundial financió un programa de expansión de la soya en la región de Santa Cruz. En el año 2000 había 600.000 Ha sembradas con soya a expensas de los bosques chiquitanos y las Yungas. El 92% de las exportaciones están destinadas a la Comunidad Andina. Las exportaciones se hacen a través de la hidrovía Paraná – Paraguay.
La soya es el principal producto agrícola de exportación en Bolivia, y representa el 27% de las exportaciones. En los últimos años no ha habido una expansión muy significativa de la soya, pero el Plan Bolivia Competitiva desea duplicar las exportaciones de soya en 10 años.
PARAGUAY
En Paraguay la producción de soya se inició en 1970, en la zona de la Mata Atlántica. En la década de 1980 habían 650.000 Ha sembradas con soya. Desde 1995 se inició un agresivo proceso de expansión del cultivo y en la zafra 2003/04 había 1.750.000 Ha con soya.
Un millón 200 mil Ha de tierra paraguaya está en manos de migrantes brasileños que reexportan la soya al Brasil y desde ahí la venden a Europa o a China, lo que les libera del pago de impuestos en ambos países.
Los ecosistemas afectados por la soya en Paraguay son el Pantanal, la Mata Atlántica y el Chaco.
Los productores de soya esperan que el área soyera aumente en 250.000 a 350.000 Ha. en los próximos años, hasta tener 2 millones de Ha en 2006 y tres millones 500 mil en el 2008.
(1) Fuente: Managing the Soy Boom: Two scenarios of soy production expansion in South America. Commissioned by WWF Forest Conversion Initiative
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¿QUIÉN SE ACUERDA DEL SUELO?
Mayores lluvias encuentran un suelo que no absorbe por la agriculturización.
El suelo tiene nutrimentos que se pierden en todo proceso de trabajo de la tierra, incluso en la siembra directa. Sin embargo esa degradación no es tenida en cuenta a la hora de analizar los réditos de la cosecha.
Hoy, el mismo suelo posee menos nitrógeno, potasio y calcio si se lo compara con otro igual, hace 20 años atrás. Además, tienen notablemente menos capacidad para captar agua, lo cual redunda de manera negativa en los periodos de sequías y favorece las inundaciones.
Entre las virtudes de la siembra directa, dicen sus defensores, esta la de preservar variables importantes que determinan la calidad del suelo, principalmente la materia orgánica; y la de aprovechar otros elementos, como el agua, que se conserva al ser escasos los movimientos de tierra.
Sin embargo, otros componentes sí se modifican con el uso de este sistema de cultivo. Se trata del nitrógeno, fósforo y potasio, tres elementos fundamentales cuyas concentraciones pueden disminuir con la siembra directa y el sistema de labranza convencional y que deben ser reemplazados por fertilizantes que devuelvan al suelo sus propiedades originales.
Además, dicen los expertos, tras años de monocultivo el suelo tiene mucha menos capacidad para captar agua y también para aprovecharla: el líquido escurre superficialmente hacia la napa, favoreciendo las crecidas de los ríos e impidiendo que las plantaciones resistan a periodos de sequía.
“El suelo santafesino tiene una excelente calidad, pero estamos despilfarrando la herencia que recibimos”, indicó el Ingeniero Agrónomo Miguel Pilatti, del departamento de Edafología de la FCA (UNL). Sucede que diferentes estudios han demostrado que, tras años de trabajo en la tierra, los suelos santafesinos perdieron nutrimentos esenciales, son más ácidos y más compactos, y ya no pueden retener los excesos de agua que- por ejemplo- quedan tras periodos de intensas lluvias.
Distintos trabajos han demostrado que los suelos pierden sus características originales en la medida que son usados para la producción agropecuaria.
Según un estudio de la Estación Experimental del INTA de Marcos Juárez, la disminución de carbono, nitrógeno, potasio y azufre como sulfatos en suelos representativos de explotaciones agropecuarias del área de Pergamino son índice de una situación que se repite con similar intensidad en toda la región pampeana.
Este proceso-indica el estudio- se vio agudizado notablemente en el último cuarto de siglo, junto a la intensificación de la producción agrícola y al desplazamiento de la ganadería a zonas marginales.
LOS DEFECTOS DE LA SIEMBRA DIRECTA
Al sembrar directamente sobre el rastrojo del cultivo anterior, sin previa remoción de la tierra, el suelo conserva ciertas características positivas. Una de ellas es la materia orgánica, que se descompone más lentamente al dejar de roturar el suelo (a mayor materia orgánica, mejor calidad del suelo). Las remociones de tierra propias de los sistemas de labranza convencionales hacen que la materia orgánica quede más expuesta al aire y a los microorganismos, los que provocan que se pierda más rápidamente.
Pero paralelamente muchos de los nutrientes que necesita la planta son producto de la misma descomposición de la materia orgánica; por lo tanto dejan de existir en el caso de los suelos sometidos a siembra directa.
En el caso del nitrógeno, uno de los componentes esenciales de los suelos para la producción de los cultivos. “Esta falta, como la de otros nutrimentos, se compensa con mayores dosis de fertilizantes que tienden a salvar esas pérdidas” indicó Pilatti.
Estudios realizados por la cátedra de Edafología de la FCA (UNL) demostraron que hoy los suelos tienen en sus primeros 30 cms. una cantidad de nitrógeno equivalente a 11 toneladas por hectárea de Urea, el fertilizante nitrogenado más empleado en los cultivos. Antes el nivel de nitrógeno equivalía a 15 toneladas de Urea por hectárea, 2,4 toneladas menos.
Según evalúan los investigadores, actualmente un productor necesita aproximadamente 100 kg.más de Urea por hectárea y por año para compensar esas perdidas, “un 20 % más de nitrógeno que antes proveía la materia orgánica” graficó Pilatti. Esto demuestra, continuó, “cuanto nitrógeno ya se ha exportado con la producción agropecuaria y se ha perdido en los cursos de agua, cálculo que puede imitarse en otros minerales”.
Efectivamente, si se compara un suelo actual con otro de hace 20 añosa también se verifican pérdidas en otros componentes, como el potasio, el fósforo y la acidez, cada vez más pronunciada ( a menor acidez, mayor calidad de suelos).
“La acidez se corrige con el encalado, y eso tiene un costo. El problema es que pocos lo hacen, la tendencia a la acidificación es evidente” pronosticó el profesional, siendo aún pocos los esfuerzos para revertirlo.
EL MONOCULTIVO, UN PROBLEMA MÁS
Dejar de remover el suelo periódicamente, característica de la siembra directa, trae una consecuencia fácilmente comprobable: la compactación. “Es cierto que el suelo ofrece más resistencia, se endurece y las raíces no pueden explorarlo fácilmente” indica Pilatti.
“Pero por otro lado-agrega- es cierto que las raíces que están explorando el suelo dejan galerías, y los cultivos que vienen después las aprovechan sin hacer huecos nuevos. Entonces, el efecto negativo de la compactación del suelo se compensa con que las raíces pueden abrirse camino entre las galerías existentes”. Esto ocurre, por ejemplo, si un cultivo de soja o girasol, se siembre después de otro como la alfalfa, una planta con raíces pivotantes capaces de explorar los suelos hasta tres metros de profundidad: las nuevas raíces encontrarán una manera sencilla de desarrollarse, aprovechando las galerías abiertas por la alfalfa. Pero si la soja rota con trigo (la elección más común), o con más soja, el camino se cierra, porque ambos tienen raíces que apenas se extienden poco más de un metro y medio desde la superficie.
“La diversidad de cultivos tiene efectos que no siempre han sido bien valorados”, indica Pilatti. Entre ellos se encuentra otro pocas veces analizado por la bibliografía especializada: la capacidad de los suelos de absorber el excedente de agua de lluvia.
UNA GRAN ESPONJA
Si bien es probado que la siembra directa aprovecha mejor el agua que los sistemas de labranza convencionales, no es igual de cierto que retenga los excedentes como sí lo hace el suelo de un bosque, por ejemplo.
Para graficar el problema, puede recurrirse a una metáfora: pensar en que el suelo contiene dos grandes esponjas superpuestas, encargadas de retener los excedentes de agua. Una de esas esponjas llega hasta los metros de profundidad; la otra, desde allí hasta los cuatro metros. Los cultivos anuales, como la soja, aprovechan el agua solo de la primera esponja porque sus raíces no le permiten explorar más allá del metro de profundidad. En cambio, los árboles y las pasturas plurianuales pueden usar también lo almacenado en la segunda esponja, que es hasta donde pueden desarrollarse sus raíces.
Esta dinámica permite mantener un delicado equilibrio ambiental: en periodos de sequías los cultivos ”utilizan” el agua que el mismo suelo reservó; y, en caso de lluvias intensas, se evita aquella que llegue directamente hacia las napas, provocando la crecida de los ríos.
“Si hay un periodo de mucha lluvia, en un monte el excedente de agua no llega a la napa; se acumula al nivel de las raíces de los árboles. Pero los cultivos como la soja y el trigo, cuyas raíces exploran apenas 1,5 a 2 metros de profundidad, no alcanzan a absorber ese excedente” graficó Pilatti.
De esta forma “la región pierde una dinámica importantísima: si hubiere rotación de cultivos (con alfalfa, ciertas pasturas o vegetación natural), estos podrían explorar con sus raíces el suelo a mayor profundidad, van a encontrar humedad disponible, la van a consumir, y el suelo va a liberar excesos de agua”, dijo Pilatti, algo que ahora no ocurre. Una prueba está en “la velocidad con que se eleva el nivel de las napas tras una lluvia intensa, y eso es porque no tenemos capacidad de almacenar agua en el suelo”, completó
UN CAPITAL INVISIBLE
La siembra directa puede ser un buen camino para revertir el deterioro de los suelos, siempre que esté acompañada por balances de nutrimentos equilibrados que compensen las pérdidas producto de las sucesivas cosechas. Una obligación que, en muchos casos, no se cumple.
“El dueño del campo es dueño de usar el recurso: ni de mal usarlo, ni de despilfarrarlo” comentó Pilatti y se preguntó:¿Qué pasa si antes el suelo tenía una determinada concentración de nitrógeno y ahora tiene una menor? ¿Dónde quedó lo que falta? ¿Quién se lo llevó? ¿Qué se entrega a las generaciones siguientes? ¿En qué condiciones?
Para el experto, para ser reales los números de la soja o de cualquier otra actividad agropecuaria se deberían contemplar los gastos que resultan del cuidado del recurso suelo, pocas veces tenido en cuenta a la hora de calcular las posibles ganancias y tomar decisiones sobre esa base. “Hoy muchos prefieren hacer soja porque suponen que les da más ingresos, pero es mentira: si la ecuación se mira a nivel de región y a nivel de mediano plazo, el resultado es engañoso y, seguramente, no es sostenible”.
Fuentes: C.Galarza, V.Gudelj, P.Vallote. Nuevas tendencias de fertilización de sistemas agrícolas: balances de nutrientes y su impacto en los contenidos de materia orgánica. EE INTA Marcos Juárez, Área suelos y Producción Vegetal, septiembre 2003. M.Pilatti ¿Son sustentables nuestros suelos? Presentado en las Jornadas Debate ¿Es sustentable nuestra agriculturización? Abril de 2004.
Publicado en revista ConCiencia Nro.13 Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, agosto 2000