Juicio contra Monsanto. Entrevista a la jurista argentina Eleonora Lamm
Un tribunal ambientalista realiza un simulacro en La Haya. La jurista integra el tribunal que realiza el simulacro de juicio a Monsanto, que hoy dará su fallo.
Por Franco Spinetta
Monsanto está en la mira de la comunidad ecologista internacional desde hace tiempo. Hoy se darán a conocer las conclusiones de un simulacro de juicio inédito en el terreno ambiental, del que participaron más de mil organizaciones y 30 testigos de todo el mundo. Durante el proceso, que se llevó a cabo el 15 y 16 de octubre de 2016, se reunieron pruebas sanitarias y jurídicas contra la multinacional que es acusada de “ecocidio”, una figura que este tribunal de opinión pide que se incorpore a los delitos que juzga la Corte Penal Internacional de La Haya.
Desde aquella ciudad holandesa, PáginaI12 dialogó con Eleonora Lamm, la “jueza” argentina que forma parte del tribunal. Lamm es jurista especializada en bioética, integrante del Conicet y subdirectora de Derechos Humanos de la Corte Suprema de Mendoza.
Del simulacro de juicio participaron referentes ecologistas de renombre internacional como la filósofa y escritora india Vandana Shiva, la periodista y escritora francesa Marie-Monique Robin -realizadora del documental ‘El mundo según Monsanto’-, y el biólogo francés Gilles Eric Séralini, entre otros.
La conclusión del tribunal, que se conocerá a las 10, hora argentina, será transmitida en vivo en el salón “Arturo Illia” del Senado de la Nación por la Comisión de Ambiente de la Cámara alta.
–¿De qué se trata y cuál es el objetivo del Tribunal Internacional Monsanto?
–Es importante destacar que . Los primeros tribunales extraordinarios que se crearon en el mundo fueron por iniciativa de Bertrand Russell y Jean Paul Sartre, con el objetivo de juzgar cuestiones relativas a la guerra de Vietnam. A partir de allí, se fueron creando distintos tribunales de opinión en el mundo, como el Tribunal Permanente de los Pueblos, que ha tomado intervención en numerosos casos, como la situación de los tamiles en Sri Lanka, violaciones de derechos humanos en Argelia o Colombia. Es decir, estos tribunales se crean para tratar cuestiones que no están teniendo recepción o que cuesta que ingresen a la Justicia ordinaria, porque quizá no gozan de marcos legales propicios para su tratamiento. Este Tribunal busca generar un avance en el marco legal internacional sobre las cuestiones ambientales y poner de manifiesto una determinada situación que merece la atención de la sociedad. Esperamos que tenga peso suficiente como para modificar el Estatuto de Roma que es el que rige a la Corte Penal Internacional de La Haya.
–¿Cómo llegó a ser designada en el tribunal y qué significa para usted formar parte de este proceso?
–Recibí una invitación vía e-mail de parte del comité que está a cargo de la organización, que se propuso tener una representación lo más internacional posible. Los otros jueces y juezas son de distintos países: Canadá, Senegal, Bélgica y México. Es decir, jueces de distintos lados, que a su vez están afectados o tengan alguna controversia con Monsanto. También se buscó una representación variada, con distintas especialidades: penal, bioética, derecho comercial o administrativo. La presidenta del tribunal es, además, la ex presidenta del tribunal europeo de Derechos Humanos. Me llena de orgullo y de satisfacción formar parte de este proceso histórico. La sociedad está advirtiendo que no podemos seguir viendo delante de nuestros ojos cómo grandes empresas destruyen el planeta, con objetivos económicos muy claros y los costos que esto tiene para la población. Este tribunal es un gran avance. A su vez, siendo argentina y sabiendo la incidencia que tiene Monsanto en nuestro país, creo que es significativo tener presencia en lo que defina el tribunal.
–¿Qué revelaciones se produjeron durante el “juicio”?
–Durante las audiencias se escucharon testimonios de todas partes del mundo: Argentina, Bangladesh, México, Canadá, Sri Lanka, Francia, Burkina Faso, India… se pusieron de manifiesto violaciones de derechos humanos que sufren los pueblos a causa del accionar de Monsanto. Todos los testimonios están disponibles en la web del tribunal, como así también los documentos de estudio. Puedo destacar dos casos. Lo que está sucediendo en la India con el algodón genéticamente modificado: en lugar de aumentar la producción, disminuyó a causa de las condiciones ambientales de la India, que no son las apropiadas para ese cultivo, a pesar de lo que había dicho Monsanto al proponer la siembra. Esta situación de reducción drástica, provocó un alto índice de suicidios entre los campesinos. Otro caso es el de los productores de miel de México, que como consecuencia de la polinización que llevan a cabo las abejas a través de plantas genéticamente modificadas, la miel que producen está también genéticamente contaminada. Entonces se les cerró el mercado europeo, que exige que no haya modificaciones genéticas en la miel.
–En la Argentina, el modelo agrícola no sólo está afectando la salud de las poblaciones rurales, sino que también está produciendo un cambio en la composición del suelo.
–Una persona precisamente de Argentina contó cómo, a consecuencia del mayor uso del glifosato en plantaciones de soja transgénica, se había provocado una compactación de su tierra. Esto por supuesto está acompañado de numerosos estudios que demuestran cómo el glifosato, que se utiliza cada vez más por la difusión de los cultivos transgénicos, provoca una compactación del suelo que le quita absorción.
–En una corte de San Francisco, en EE.UU., se revelaron documentos que muestran cómo opera Monsanto: realización de investigaciones pagadas para las que contrataban académicos que sólo aportaban la firma, un contacto fluido con los organismos de control, que les avisaban sobre estudios y medidas con anticipación. ¿Este comportamiento se repite en el resto del mundo?
–Efectivamente es un punto de la opinión consultiva que se emitirá mañana (por hoy) y que habla de la afectación de la libertad de información. El caso que se dio a conocer en San Francisco en marzo de este año pone de manifiesto cómo esta información se manipula, investigadores que no son tales que firman informes de Monsanto o están envueltos en distintas estrategias para hacerle decir a la ciencia lo que ellos quieren que diga o para que la ciencia no diga lo que no quieren. Se trata de un poder económico muy fuerte y, al comprar a la ciencia, no sólo se está violando el derecho a la información, sino también se está afectando el derecho a la salud, a la vida, al ambiente. Si la ciencia nos dice que el glifosato no es malo, entonces se usa, pero estamos afectando una innumerable cantidad de derechos. Es bastante peligroso lo que está sucediendo, porque hay una manipulación de la ciencia que tiene repercusiones graves en otros ámbitos.
–¿A qué le atribuye el éxito económico de una empresa tan cuestionada?
–El éxito de esta empresa se debe a una combinación casi perfecta. Generalmente se habla del glifosato pero, por otro lado, Monsanto fabrica semillas genéticamente modificadas para tolerar el uso de ese producto. Entonces se siembran estas semillas y pueden usar glifosato sin destruir ese cultivo, matando toda la otra maleza. Lo que está demostrado es que estas semillas provocan una resistencia natural al glifosato y el entorno contaminado se vuelve genéticamente resistente, lo que demanda más uso de glifosato: hay un incremento enorme de su aplicación. A su vez, hay estrategias económicas, de marketing; se oculta información y se difunde un discurso que sostiene que las semillas transgénicas pueden solucionar el hambre en el mundo. El argumento es erróneo: el mundo genera alimentos para que nadie se muera de hambre, pero están desigualmente distribuidos. Recurrir a un modelo como este, con su impacto sobre la salud y el ambiente, sobre la base de este argumento, es cargarse a las generaciones futuras. Apelar a un sistema agroecológico es lo deseable hoy en día y los estudios demuestran que este sistema genera suficientes alimentos de calidad y sustentables para toda la población, sin riesgos y sin afectar ningún otro derecho humano.
Fuente: Página 12