Iván Ilich, el humanista radical
"Ya existen hombres y mujeres austeros, conviviales, que controlan las herramientas y no son controlados por ellas. El horizonte apunta a una humanidad en simplicidad voluntaria, que ama más a la tierra y a la libertad de la gente que a las mercancías y los espejismos del progreso material."
Por Ricardo Venegas
Ya hay hombres capaces de renunciar al poder de la “megamáquina” del capital, dice el gran pensador. Promotor cultural, docente, filósofo, matemático, arquitecto egresado del Autogobierno de la Facultad de Arquitectura de la unam, Braulio Hornedo participó en diversos seminarios con el doctor Iván D. Illich en el Centro Intercultural de Documentación (1971-1975) Cidoc de Cuernavaca. Es doctor en Filosofía y Premio Iberoamericano a la excelencia educativa 2008, sus líneas de investigación comprenden las tradiciones del pensamiento político mexicano siglos XVII-XX, filosofía e historia del pensamiento político.
-A propósito de la antología que elaboraste, Un humanista radical (Fondo de Cultura Económica/Ediciones La Llave, 2016), que reúne cinco libros de Iván Ilich, ¿cómo seleccionaste los textos, con qué criterio trabajaste?
–Seleccionar los textos de un autor que cuestiona y crítica las creencias y valores que el común de las personas damos por verdaderos, no fue fácil. La antología no es una selección de lo “mejor” de los textos publicados por Iván Illich. ¿Quién puede establecer qué es lo mejor de una compleja, extensa y variada obra? Me pro-puse, en cambio, con esta selección basada en mis propias lecturas y conjeturas, brindar una visión panorámica de una etapa clave en la biografía intelectual de un lúcido pensador anticipado a nuestro tiempo.
–Adviertes en la antología que “técnicamente Ilich no es un filósofo o historiador; ni un sociólogo o antropólogo; ni un urbanista o psicoanalista; ni pedagogo o profesor de tiempo completo”, y te aproximas a él como un “filósofo poeta en la práctica”, ¿podrías abundar en los matices que describen a Ilich como pensador?
–Illich está inscrito en una antigua tradición del pensamiento (la del pensamiento humanista libertario, con vigorosos predecesores y numerosos epígonos). Esta es una de las tradiciones más antiguas en la historia de la cultura occidental. Una tradición del pensamiento es un fenómeno histórico complejo. Las tradi-ciones se expresan a través de una continua conversación entre las diferentes generaciones, sociales y culturales, de diversas épocas históricas. Esta tradición le da vigor y sustento a sus ideas en el presente, como consecuencia de reconocerse parte de una tradición que posee una “cierta y peculiar mirada en el espejo del pasado”. Este instante presente sin tiempo, fugaz y eterno, “es el hoy y mañana y ayer juntos” del que habla Quevedo en un memorable verso.
Iván Illich es un pensador inclasificable en las especialidades de los claustros académicos. Su reflexión crítica tiene variados frentes, su pensamiento trasciende las disciplinas y enfoques en la intrincada variedad compleja de sus análisis. Su pensamiento contiene esos puntos de vista especializados y otros no enlistados. Quizá “filósofo poeta en la práctica” sea una aproximación ligeramente conveniente, en el sentido que le da Santayana a sus Tres poetas filósofos, y Gabriel Zaid a su libro La poesía en la práctica.
–Un pensador del siglo xx que ha sido comparado con la importancia de Marx en el xix parece regresar a mostrarnos alternativas de una vigencia sorprendente. ¿A qué le atribuyes que sólo hasta recientes fechas se estén reeditando sus obras?
–Illich es una lectura incómoda porque pone en duda nuestras más profundas certezas. Esto no abona para que sus obras sean un éxito editorial en todo tiempo. Algo parecido le sucedió a Marx en su momento. Esta comparación no es gratuita, pues Illich, al igual que Marx, logró ir hasta las raíces en su crítica al capitalismo moderno. Illich lo hace en la etapa más reciente del modo de producción industrial ecocida, esto es, durante la segunda mitad del siglo xx. Mientras Marx se ocupa de la relación del trabajo con el capital y la incipiente transformación de los valores de uso en valores de cambio, Illich logra demostrar cómo el imperio de la mercancía se apropia de los ámbitos de comunidad y de esta forma engulle el ámbito vernáculo comunitario y lo transforma en “trabajo fantasma”.
–A las aspiraciones de todo “universitario bien escolarizado” de poseer un título universitario y un automóvil propio, y ser empleado en una gran corporación transnacional, Ilich opone al hombre capaz de poner límites al desarrollo de las burocracias políticas y las técnicas científicas, ¿no estamos ante una distancia abismal entre dos modelos en una sociedad que sería más que complejo remover?
–La misma distancia abismal que existe entre el México profundo y el México imaginario del que habla Guillermo Bonfil en su libro. De lo que se trata es que el México imaginario, el que sólo mira para el norte, aprenda a mirar hacia abajo, hacia el México profundo. Eso es lo que significa en Illich La sociedad desescolarizada, que fue uno de sus libros más populares en los años setenta. Illich en ningún momento invita al abandono de la escuela, tampoco propone su desaparición o reforma. Su crítica se enfoca en la remoción de las extendidas creencias y valores que convalidan el tinglado de la producción y el consumo en la modernidad capitalista. Creencias imbuidas eficazmente por la escuela en nuestras mentes. En el mismo sentido, la tesis de los planificadores y políticos “progresistas” es que la educación obligatoria es el mejor remedio para atenuar las desigualdades sociales. Sin embargo, el resultado visible es que logra justamente lo contrario de lo que ofrece.
–Iván Ilich duda de la modernidad que ha florecido en la cultura del progreso, habla de un hombre que ha vivido y que aprende del pasado, del origen, ya viene de regreso, ¿habrá hombres capaces de re-nunciar al poder de la megamáquina del capital?
–Ya existen hombres y mujeres austeros, conviviales, que controlan las herramientas y no son controlados por ellas. El horizonte apunta a una humanidad en simplicidad voluntaria, que ama más a la tierra y a la libertad de la gente que a las mercancías y los espejismos del progreso material. Ya lo dijo Gandhi: “Si quieres combatir la miseria, aprende a cultivar la pobreza.”•
Fuente: La Jornada