Extirpar los transgénicos, defender abejas, milpas y territorio, germinar como pueblos
"Como pueblos indígenas que somos de maíz, seguiremos tercamente sembrando nuestras semillas nativas, no cederemos ante la presión de las empresas. Dicen ellos que somos pocos los que nos seguimos oponiendo, si así fuera, con mayor razón no cederemos."
Ka Kuxtal Much Meyaj,
Organización Indígena en Defensa de las Semillas Nativas (Hopelchén, Campeche)
Jornaleros del Valle de San Quintín en huelga marchan en la frontera con Estados Unidos para llamar la atención sobre el hecho de que los tomates y las fresas que cultivan son para su consumo en vecino país del norte. Tijuana, Baja California. Foto: David Bacon |
Las empresas capitalistas disfrazadas de gobiernos federales, estatales y municipales o disfrazados de instituciones y organizaciones de buena voluntad, llegan a nuestros territorios con el objetivo de mancillarnos y de desgarrar a nuestra madre tierra. Están llegando hasta los rincones más recónditos de nuestra adolorida geografía, la geografía de nuestros pueblos. Sus tentáculos producen minas, presas, carreteras, aeropuertos, pero también producen deforestación y monocultivos extensivos.
En nuestro territorio maya en Hopelchén, Campeche, están las empresas desde hace más de veinte años imponiendo a sudor y lágrimas la agricultura extensiva industrial; con promesas de prosperidad y bonanza se fueron apoderando de las mentes y las voluntades de nuestros hermanos y hermanas. Hoy después de tantos años, vemos a nuestro alrededor desiertos verdes, agua contaminada, lluvias escasas, animales ausentes, plantas medicinales desaparecidas y nuestra vida comunitaria violentada.
Aun así, encerrados en un círculo esclavizador de deudas por créditos agrícolas, miles de campesinos y campesinas tienen que continuar con este sistema de agricultura depredador aunque sólo les sirva para pagar sus deudas. Al día de hoy miles de hectáreas de nuestras selvas han sido destruidas, cientos de aguadas, cenotes y drenajes naturales han sido cubiertos de tierra por empresarios agrícolas foráneos y locales para ampliar sus áreas de cultivos.
Como campesinos y campesinas mayas, el maíz ha sido nuestro alimento ancestral, pero el desprecio de las políticas públicas dejó relegado desde hace muchos años nuestro modo tradicional de producción. Para el gobierno, producir nuestro maíz nativo es trabajo de flojos; quieren que todos produzcamos sus semillas, al modo que ellos imponen, pero no es un maíz para comer sino sólo para sus grandes empresas.
Ahora nos damos cuenta que sus intenciones no son sólo que en nuestro territorio se siembre su maíz hibrido, sino que lo que quieren es todo el territorio, para disponer de él y sembrar lo que se les antoje o lo que su mercado global les demande. Desde hace algunos años, dispusieron que ya no les interesa el maíz, ni siquiera el híbrido; el maíz ya sea híbrido o nativo está siendo desplazado paulatinamente por la soya transgénica, ensuciando nuestro territorio con agroquímicos, incluso prohibidos en otros países, demostrando una vez más que nuestras vidas como personas y como pueblos para ellos no vale nada.
La siembra de soya transgénica significa para nuestras comunidades la destrucción de una actividad que heredamos de nuestros abuelos y abuelas: la apicultura. La deforestación descomunal ha provocado la desaparición de muchas especies de abejas nativas y las que quedan ahora, están en riesgo de desaparecer por el uso indiscriminado de agroquímicos.
En las comunidades de nuestra región se están realizando fumigaciones aéreas de glifosato sobre las plantaciones de soya transgénica, poniendo en grave riesgo a la apicultura por contaminación transgénica, a todas las especies de abejas por intoxicación y a la vida de nuestros pueblos, pues sabemos que el glifosato se ha declarado por la Organización Mundial para la Salud, OMS, como un químico que puede producir cáncer.
De este modo las selvas, los suelos, el agua, nuestra agricultura, nuestra apicultura, nuestra salud, todo nuestro territorio y nuestra vida, están siendo agredidos por la agroindustria impulsada por las empresas semilleras transnacionales.
Por todo lo anterior:
- Denunciamos públicamente como responsables de esta situación a las empresas Monsanto, Dupont-Pionner, Syngenta y las dependencias del gobierno federal, Sagarpa, Semarnat, Sedatu y Conafor. Las empresas con estrategias sucias y corruptas imponen sus semillas y técnicas agrícolas y las instituciones de gobierno, las financian, las avalan u omiten hacer su labor cuando hay violaciones evidentes a las leyes.
- Demandamos el respeto de nuestro territorio, incluso aquel que está fuera de nuestros terrenos ejidales, ya que nuestro territorio es todo aquel que utilizamos y está reconocido en el convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, OIT.
- Exigimos la revisión y suspensión del permiso otorgado a Monsanto por la Sagarpa para la siembra de soya transgénica en nuestra región.
- Exigimos el cese inmediato de todas las fumigaciones aéreas sobre nuestras comunidades, no importa de qué tipo de agroquímico se trate, si mata a la naturaleza, también nos afectará a nosotros.
- Exigimos que se prohíba y se termine, de una vez por todas, la deforestación inmoderada de nuestras selvas para la agroindustria.
- Exigimos que cesen las perforaciones de pozos de absorción que contaminan nuestra sagrada agua, con los agroquímicos que se utilizan en los grandes monocultivos.
Declaramos que:
- Como pueblos indígenas que somos de maíz, seguiremos tercamente sembrando nuestras semillas nativas, no cederemos ante la presión de las empresas. Dicen ellos que somos pocos los que nos seguimos oponiendo, si así fuera, con mayor razón no cederemos.
- Defenderemos nuestras selvas, como ella nos arropo cuando nuestros abuelos y abuelas encontraron en ella un lugar para reconstituir nuestros pueblos fuera del alcance de las haciendas españolas. Aquí germinamos como pueblos, aquí seguiremos sembrando nuestra vida.
26 de septiembre del 2015
Fuente: Ojarasca 222