“Enfrentar la guerra todos juntos”: Marichuy, vocera del Concejo Indígena de Gobierno
La apuesta del CNI es encontrar caminos posibles de resistencia y rebeldía para sobrevivir a la guerra del dinero contra la humanidad y contra la Madre Tierra, “para renacernos junto con cada semilla que sembremos, con cada sueño y con cada esperanza que se va materializando en grandes regiones en formas autónomas de seguridad, de comunicación, de gobiernos, de protección y de defensa de los territorios”.
En 1999 los zapatistas advertían sobre la IV Guerra Mundial: el neoliberalismo, que ya entonces amenazaba con destruir todo lo que obstaculizara al mercado. Diecisiete años después, en octubre de 2016, el V Congreso Nacional Indígena, que cumplía 20 años de haber sido creado, comenzó con una declaración en la que se anunciaba que era el momento de los pueblos, el momento de pasar a la ofensiva y hacerlo por la vía pacífica.
En los sueños de María de Jesús Patricio Martínez, Marichuy, se anunciaba la llegada del tiempo de los pueblos. Hace meses, esta mujer de origen nahua (1) comenzó a soñar que una delegación de zapatistas e integrantes del pueblo wixárika llegaban a Tuxpan (ubicado en el sur de Jalisco) en tiempos de fiesta. Ahí se reunían con ella y con nahuas de la región. Sentados en círculo, discutían asuntos en común mientras en las calles continuaba el jolgorio. En ese entonces, Marichuy aún no sabía que iba a ser elegida como vocera del Concejo Indígena de Gobierno —emanado del Congreso Nacional Indígena (CNI) y con respaldo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN)—, ni tampoco que se buscaría inscribir su nombre como candidata independiente en las boletas electorales para la presidencia de México en 2018. Aquellos sueños con los zapatistas fueron una revelación, una suerte de premonición, que Marichuy tuvo mucho en cuenta al momento de aceptar ser la portadora de la palabra de los pueblos indígenas: los interpretó como una señal de que ya era el tiempo de convocar a una gran organización nacional.
En los pueblos indígenas los sueños son considerados sagrados y reveladores. En el caso de Marichuy también pueden ser tomados como anuncios: la madrugada del 6 de diciembre de 2011 soñó con gente que comía carne cruda. Ya por la mañana interpretó que ese día podía correr sangre: estaba angustiada por las familias de la comunidad hermana de Santa María Ostula, en la costa de Michoacán. El comunero Trinidad de la Cruz Martínez Crisóforo, líder moral de la lucha por la tierra en Ostula y amigo cercano de la familia de Marichuy, regresaba ese día a su pueblo —se encontraba desplazado porque ya habían intentado asesinarlo—, para participar en una asamblea donde discutirían el tema agrario y las amenazas que había en su contra. En el camino lo interceptaron cinco sicarios y lo asesinaron. El terror que se vivía en aquellas tierras era tan grande que incluso paralizó por meses al Congreso Nacional Indígena.
Casi seis años después de aquel sueño, y ante los tiempos que se avecinan, su corazón le dice a Marichuy que avance; que no ganará la Presidencia de México, porque ése no es el objetivo, pero que los pueblos podrán organizarse “y que estaremos junto a la sociedad civil para planear qué hacemos por esta tierra que se llama México, para enfrentar la guerra todos juntos”.
Marichuy es reconocida por sus conocimientos en medicina tradicional. Desde esa mirada, diagnostica que México está enfermo por el virus del capitalismo, un virus que acaba con la vida de la gente, de la tierra, del agua, de los animales, de los pueblos. Se trata, dice, de una enfermedad contagiosa que sólo podrá erradicarse si en todos los rincones del país las personas “nos organizamos para curarnos de ese monstruo”.
La Asamblea Constitutiva en la que se integró el Concejo Indígena de Gobierno tuvo lugar los pasados 27 y 28 de mayo en el Centro Indígena de Capacitación Integral Fray Bartolomé de las Casas, A.C. Universidad de la Tierra (Cideci-UniTierra), en San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Tras una serie de deliberaciones, Marichuy fue anunciada como vocera del Concejo. A ella y a los demás integrantes se les tomó protesta. Al recibir el cargo, anunció que la lucha era por la vida, y que esto incluye “la tierra, el territorio, el agua, los árboles, todo, porque se lo están acabando. Si queremos que los pueblos sigan existiendo, si queremos que siga habiendo vida para todos, si queremos que eso que nos heredan nuestros antepasados seguirlo conservando, por eso hemos decidido dar este paso y participar para invitar a todos esos sectores, a la sociedad civil organizada, a la no organizada, a que unamos los esfuerzos y podamos destruir este sistema que nos está acabando a todos”.
La que habla es la voz colectiva de los pueblos que integran el CNI, que recibe por igual a los antiguos que a los recién llegados: es una casa a la que pueden acudir cuando quieran. Una de las voces presentes en el Congreso es la de los wixaritari, que desde hace años han recibido en sueños el mandato de rescatar a la tierra de la destrucción a la que está siendo sometida, (2) “porque es la madre la que alimenta y da de beber, y a la madre no se le maltrata ni se le mata con proyectos mineros, petroleros, ganaderos o de represas, o echándole veneno”.
Marichuy interpreta los calores extremos en México como un grito de la tierra para que “regresemos” a ella, para ponerle atención, para hacer un alto e imaginar qué “tenemos que hacer juntos. […] Los pueblos no tienen la poción mágica, pero entre todos la vamos a buscar, cada quién desde donde está”.
En un mundo donde rige la idea del “progreso” y se ve a la tierra como mercancía, resguardar la naturaleza y la vida implica tomar un camino espiritual. El registro de una mujer indígena como candidata independiente —vocera del Concejo Indígena— es tan sólo una estrategia que busca arruinar “la fiesta de los de arriba” (las elecciones), una fiesta, dice Marichuy, “basada en nuestra muerte. Queremos hacer la propia, basada en la dignidad, la organización y la construcción de un nuevo país y un nuevo mundo”. (3) El recorrido por los territorios adoloridos llamará a sanar en colectivo a un país enfermo de muerte y a soñar cómo regresar la vida a la tierra.
Pasar a la ofensiva
En 1999 los zapatistas advertían sobre la IV Guerra Mundial: el neoliberalismo, que ya entonces amenazaba con destruir todo lo que obstaculizara al mercado. Diecisiete años después, en octubre de 2016, el V Congreso Nacional Indígena, que cumplía 20 años de haber sido creado, comenzó con una declaración en la que se anunciaba que era el momento de los pueblos, el momento de pasar a la ofensiva y hacerlo por la vía pacífica.
Los pueblos indígenas hablan de la agudización de la guerra del capital. En el comunicado titulado “Llegó la hora” señalan: “Nos encontramos en un grave momento de violencia, de miedo, de luto y de rabia […] Vemos el asesinato de mujeres por el hecho de ser mujeres, de niños por el hecho de ser niños, de pueblos por el hecho de ser pueblos. La clase política se ha empecinado en hacer del Estado una corporación que vende la tierra que es de los pueblos originarios, campesinos, urbanos; que vende a las personas como si fueran una mercancía que se mata y se entierra como materia prima de los cárteles de la droga, para venderlas a las empresas capitalistas para que las exploten hasta que enfermen o mueran, de venderlas en partes para el mercado ilegal de órganos”. El comunicado agrega que a todo esto se suma el dolor de los familiares de las personas desaparecidas, que deben buscar por su propia cuenta a su seres queridos, ya sea que esperen encontrarlos en vida o en fosas. Y ante toda esa “repugnancia”, plantea el comunicado, “nos siguen diciendo que votemos, que creamos en el poder de arriba, que sigan dibujando e imponiendo nuestro destino”.
Carlos González, integrante de la coordinación del CNI, explica que la guerra que viven los pueblos se da en dos sentidos: por un lado, la invasión física, con el despojo permanente de tierras y territorios, los asesinatos y las desapariciones, las migraciones masivas, el desplazamiento de las poblaciones por la violencia. Por el otro lado tiene lugar un extermino cultural, que se manifiesta, por ejemplo, en la pérdida de las lenguas originarias: en Baja California ya no hay hablantes de cochimí; el kiliwa sobrevive en menos de 50 personas; en el pueblo kumiai son menos de mil indígenas quienes resguardan su lengua, pero la mayoría ha dejado sus tierras originarias; el rarámuri ha ido decreciendo con las nuevas generaciones.
Por otra parte, los despojos se han multiplicado en todos los territorios. Los recuentos crecen en cada encuentro de pueblos. Carlos recuerda de memoria las tierras del pueblo cucapá, ocupadas para basureros; la ocupación física del territorio rarámuri, “donde el narcotráfico ha sido despiadado, como la punta de lanza coordinada con militares para el despojo de comunidades”. En la costa de Michoacán, la Marina se posicionó en 2010, cuando la Familia Michoacana y luego los Templarios ocuparon el territorio y causaron terror con 36 asesinatos y seis desapariciones. A esto siguió el robo de maderas preciosas y de minerales. En la sierra wixárika ha comenzado una situación parecida a la de Ostula, ya que los cárteles han ocupado todas esas montañas del norte de Jalisco, territorio estratégico para la producción de goma de opio y para el trasiego de drogas al norte del país.(4) La guerra de la que habla el CNI continúa por el Golfo de México, con amplios territorios concesionados para proyectos energéticos, “desde Tabasco hasta la sierra potosina. En tierras popolucas, en el sur de Veracruz, ya hay concesiones para fracking y apenas es la etapa inicial de la reforma energética de Enrique Peña Nieto”; en territorio zoque hay licitación de lotes petroleros y de gas; en el istmo de Tehuantepec la presión es por proyectos eólicos y mineros. “Y así todo el territorio y el agua están siendo vendidos para proyectos altamente destructivos para la naturaleza, para las comunidades y para su gente”, dice Carlos, y advierte además que esa guerra también se manifiesta en las ciudades, en los pueblos, contra toda la población sin excepción (5)
La apuesta del CNI es encontrar caminos posibles de resistencia y rebeldía para sobrevivir a la guerra del dinero contra la humanidad y contra la Madre Tierra, “para renacernos junto con cada semilla que sembremos, con cada sueño y con cada esperanza que se va materializando en grandes regiones en formas autónomas de seguridad, de comunicación, de gobiernos, de protección y de defensa de los territorios”. Por ello es que el Concejo Indígena de Gobierno aspira a que en cada rincón se instituyan pequeñas o grandes juntas de gobierno locales, donde se repliquen formas de autogobierno que ya practican pueblos como Cherán y Santa María Ostula, cuyos procesos de seguridad comunitaria han logrado detener el despojo de sus tierras y el asesinato y las desapariciones de su gente.
El llamado es a todas y todos los mexicanos, de todos los rincones del país, que no quieren más muerte y que imaginan un mundo nuevo.
La llama de la región Centro Pacífico
“Si alguien del CNI puede ser vocera del Concejo Indígena de Gobierno, ésa es Marichuy”. La frase es repetida lo mismo por indígenas que por mestizos, desde el occidente hasta las montañas del sureste de Chiapas. Las razones son transparentes: esta mujer nahua es fundadora del CNI; mantuvo activas por años las reuniones de la región Centro Pacífico (también llamada región Centro Occidente) (6) del Congreso y, además, cuenta con toda la confianza del EZLN.
Aunque a la asamblea para conformar el Concejo Indígena de Gobierno llegaron concejales de varios pueblos con grandes posibilidades de convertirse en la vocera, cuando la coordinación del CNI y el mismo EZLN propusieron a María de Jesús Patricio Martínez la propuesta fue aceptada por los 848 delegados y delegadas de los pueblos indígenas presentes. Al anunciar su nombre, las comandantas zapatistas resumieron con esta frase por qué confían en ella: “La compañera Marichuy no se vende, no claudica y no se rinde”.
Tuxpan es conocido como el Pueblo de la Fiesta Eterna, y la familia de María de Jesús Patricio Martínez tiene un cargo importante en las festividades que tienen lugar los días 20 y 27 de enero y 2 de febrero y se dedican a San Sebastián, para que proteja a la gente de la peste. Ellos son padrinos de San Sebastián “El Abajeño” (nombramiento que se hereda de generación en generación) y se organizan cuadrillas de danzas de chayacates y sonajeros. En aquella región del sur de Jalisco (a una hora y media de Guadalajara), los nahuas perdieron la tierra colectiva y la lengua. El resguardo de las danzas ha sido una manera de resistir como pueblo, y por eso siguen vivas fiestas como la de Corpus Christi, que coincide con el inicio de la siembra; en septiembre y octubre, previo a la llegada de las ánimas, se realizan los “enrosos” a todas las imágenes protectoras de Tuxpan para que protejan la siembra; el 7 de enero es la fiesta del Santo Niño, con danzas de paixtles y moros, así como pastorelas, para agradecer por lo que ha dado la tierra.
Después de la aparición pública del EZLN en 1994, llegó a Tuxpan la invitación para participar en el Foro Nacional Indígena, que se realizó en enero de 1996 en San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Marichuy fue elegida para asistir como representante y esa actividad le transformó el pensamiento. “Creíamos que éramos sólo nosotros [los nahuas de Tuxpan] y allá vi que había indígenas de toda la República. Los escuché y pensé: ‘Eso es parecido a lo que pasa con nosotros’. Sentí así como que era mi espacio, un lugar donde platicar con gente de problemas similares, todos sedientos de justicia […] Sentí que era importante seguir participando: había encontrado lo que tanto había buscado. Desde entonces pensé que sólo si los pueblos estamos unidos podemos cambiar algo”. Y es que si algo trajo el alzamiento armado del EZLN fue visibilidad para los pueblos indígenas de Jalisco, donde prácticamente se negaba su existencia.
Después del Foro Nacional Indígena se creó el Congreso Nacional Indígena en octubre de 1996, espacio que fue imaginado como la casa de los pueblos. En su fundación participaron tanto María de Jesús Patricio Martínez como don Juan Chávez, del pueblo purépecha de Nurío y quien falleció en 2012.
La vocera del Concejo Indígena
Marichuy nació el 23 de diciembre de 1963. Cursó el bachillerato y dedicó su vida al resguardo de la medicina tradicional y la herbolaria. Desde hace 20 años encabeza la Casa de Salud Calli Tecolhuacateca Tochan, y desde el sur de Jalisco fue de las más activas para mantener las reuniones del CNI en la región Centro Pacífico, aun en tiempos en que el propio EZLN dejó de participar y cuando otras regiones dejaron de funcionar regularmente. Durante el recorrido de La Otra Campaña, en 2006, la comandancia del EZLN destacó que el CNI siguió existiendo gracias a la región Centro Pacífico. Además, siempre destacaron el papel de Marichuy por su participación continua.
La razón por la que no claudicó fue porque tenía la esperanza de que los pueblos dieran otro paso. “Siempre soñé que naciera algo juntos, yo misma no sabía por dónde, sólo sabía que teníamos qué hacer algo. Las armas no, porque nos van a matar, tenemos que ser estratégicos”. A la pregunta directa sobre si cree que ha llegado el momento, responde: “Sí”.
Quienes conocen el andar de Patricio Martínez en el CNI destacan su integridad al defender sus posturas éticas y políticas, como no permitir la cooptación ni entrar a puestos de gobierno. Durante su administración, Vicente Fox convocó a crear un consejo nacional indígena que asesorara a la presidencia para resolver los problemas de los pueblos originarios. Cuando la propuesta se discutió al interior del CNI, la mayoría estaba a favor de que un wixárika entrara como empleado de esa estructura. Marichuy de inmediato se movió para debatir esas posturas y señaló que de ninguna manera podían entrar. No obstante, en el camino vio cómo algunos compañeros abandonaban el CNI para aceptar cargos públicos.
El 29 de marzo de 2001 habló en el Congreso de la Unión en nombre de las mujeres indígenas de México, con el propósito de mostrar que el proceso de reconstitución integral de los pueblos indígenas del país es una tarea que incumbe a hombres y a mujeres por igual, “en una misma lucha por lograr nuestra liberación”. En esa ocasión fue la única mujer no zapatista que tomó la palabra, y tal vez ninguna otra mujer ha tenido un papel tan activo en el CNI desde su origen.
Un Concejo Indígena de Gobierno para México
Después de que los Acuerdos de San Andrés fueron traicionados por el Estado mexicano al aprobar una contrarreforma indígena, el movimiento nacional se dispersó. Carlos González, quien también es abogado agrario de varias comunidades de Jalisco y Michoacán, recuerda que “muchas comunidades se desilusionaron y hubo quienes consideraron que la ley que se aprobó era suficiente, y muchos compañeros se incorporaron a cargos públicos. Hubo un repliegue en la lucha”.
Con la Sexta Declaración de la Selva Lacandona del EZLN, que en 2006 llamó a conformar una fuerza política anticapitalista y de izquierda, se convocó al IV Congreso Nacional Indígena, que tendría lugar durante mayo en San Pedro Atlapulco, Estado de México. Pero justo en esos días ocurrió la represión de Atenco.
Ya desde 2001 había vuelto a operar el CNI, cuyas reuniones se reactivaron con una idea clara: había necesidad de ejercer la autonomía por la vía de los hechos. La convocatoria del EZLN a través de La Otra Campaña reactivó a la región Centro Pacífico, especialmente a los pueblos de Jalisco y Michoacán. Carlos González tiene clara esa etapa: “Con la delegación zapatista hicimos un trabajo de crecimiento en la región noroeste, que no había participado. En Sinaloa no avanzamos mucho, pero los nexos siguen vivos y ahora están ayudando a darle soporte nacional al CNI. La región Centro Pacífico siguió caminando, tratando de mantener viva la llama del Congreso hasta que se vino la represión fuerte contra Santa María Ostula, en 2010, y quienes éramos el soporte de esa región no tuvimos condiciones ni ánimo de seguir generando organización. Pienso que para mediados de 2011 ya se había agotado”.
Ese año, en Ostula mataban o desaparecían a un comunero cada quince días, en promedio. El asesinato de don Trinidad de la Cruz fue tal vez el hecho que más forzó el repliegue, y esa zona entró en el terror y el silencio. Lo importante en ese entonces era seguir con vida. En diciembre de 2012, unos seis mil indígenas de Chiapas se movilizaron en una marcha silenciosa por el inicio de la nueva era maya y convocaron a la Cátedra Tata Juan Chávez Alonso, donde se intentó reactivar el CNI.
En octubre de 2016, durante el V Congreso Nacional Indígena, la comandancia del EZLN advirtió que el CNI estaba por desaparecer y propuso la iniciativa de la vocera indígena y su Concejo Indígena de Gobierno. En esa reunión hubo posiciones de todo tipo, pero luego se reflexionó que las iniciativas del EZLN debían masticarse bien para que se pudieran comprender. Comenzó entonces una etapa de consulta en los pueblos indígenas para que dijeran si le entraban o no a esta propuesta. La respuesta fue sí, y los delegados se llevaron la tarea de que en las asambleas de cada pueblo se nombrara a los concejales que integrarían el Concejo Indígena de Gobierno.
De este modo, a la Asamblea Constitutiva del Concejo Indígena de Gobierno (CIG) para México llegaron cerca de mil delegadas y delegados indígenas, quienes tuvieron reuniones el 27 y el 28 de mayo. Más de 400 eran de Chiapas, muchos de ellos ex zapatistas o que incluso tenían distancia de los procesos autonómicos. Llegaron representantes de pueblos que nunca habían asistido al CNI pero que, al conocer esta iniciativa, quisieron acercarse. Por esta situación, y ante el riesgo de que haya quienes sólo estén buscando posiciones de poder, los concejales fueron advertidos de que serán vigilados: aquel que no cumpla con el mandato será echado de la estructura. El CIG se constituyó con 71 concejales, número al que se podrán ir sumando mujeres y hombres que en el camino designen las asambleas de sus comunidades.
Filo, profesor mixteco de Puebla y ahora concejal del CIG, inconfundible porque siempre se amarra en el rostro paliacates bordados, reivindica la idea de que esta iniciativa es tan importante como el alzamiento de 1994. Ante los medios, explicó que “aun con todas nuestras contradicciones, este movimiento va, pues a los pueblos nos debemos. Si bien queremos estar en las boletas electorales en 2018, nuestra lucha será por la organización, para seguir existiendo”. Para él, el día del anuncio de la vocera del CIG fue “el día más grande de nuestra historia. Nos tomó 20 años conocernos. Durante cinco siglos estuvimos en resistencia y hoy estamos haciendo el alzamiento indígena más grande en la historia, y es no violento. Abajo vimos que sí hay con qué y con quién levantar un nuevo país, vimos que ya se mira el horizonte”.
Más allá de las voces a favor y en contra de esta iniciativa del CNI y el EZLN, para sus protagonistas es claro que se trata de dar batalla al sistema capitalista que está colapsando al mundo entero. Cuando las voces de los pueblos indígenas se unen al grito de “Nunca más un México sin nosotros”, transmiten la sensación de que éste es un tiempo de ruptura. Marichuy lo sabe, y también tiene claro que la lucha es más grande que una contienda electoral. “Nuestra participación es por la vida, por destruir este sistema. Queremos proponer que nos podemos gobernar de modo distinto, con el principio de mandar obedeciendo, de servir y no servirse, cuidando a la naturaleza. Se trata de una propuesta para el mundo entero”.
1. Según la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, “el término nahua hace referencia a una comunidad lingüística compuesta por una serie de grupos que hablan la lengua mexicana y que, herederos de las grandes culturas del altiplano central, llegaron a dominar la cuenca de México y la región mesoamericana en la época prehispánica. Actualmente los pueblos nahuas están distribuidos en el territorio nacional desde Durango hasta el sur de Tabasco. Son pueblos agricultores que tienen un profundo respeto por la naturaleza”. Consultado en bit.ly/cdi-nahuas
2. Esta idea emergió en las ceremonias de Wirikuta, en 2011, en el Cerro del Quemado. También en la recuperación de tierras de San Sebastián Teponahuaxtlán, realizada el 22 de septiembre de 2016, el marakame Juan Hernández decía que la Madre Tierra le dice en sueños que, debido a la sobreexplotación ganadera, “la tierra está lastimada, tenemos que cuidarla y venerarla. Aquí en la zona tiene que haber ceremonias”.
3. “Llegó la hora”, comunicado del CNI y el EZLN, 28 de mayo de 2017.
4. El 22 de mayo pasado fueron asesinados el excomisariado de Bienes Comunales, Miguel Vázquez, y su hermano Agustín. El primero encabezó la recuperación de tierras en los límites de Jalisco y Nayarit, en septiembre de 2016.
5. En la “Segunda declaración de la compartición CNI-EZLN. Sobre el despojo a nuestros pueblos” se describen con detalle estos procesos contra los pueblos indígenas.
6. En un tiempo en que no se realizaron reuniones en otra parte del país.
Texto publicado en la revista Magis del Iteso de Guadalajara, Jalisco
Fuente: Desinformémonos