"Elegimos la agroecología porque era práctica y solucionaba los problemas de la gente durante la crisis"
Cuando Antonio Lattuca empezó, a principios de los años 80, la agroecología en Argentina era casi desconocida. Tres décadas después, Lattuca, 70 años, puede decir que fue uno de los precursores de la agricultura ecológica en el país.
Antonio Lattuca: "Elegimos la agroecología porque era práctica y solucionaba los problemas de la gente durante la crisis"
Es ingeniero agrónomo y fue coordinador de los programas de agricultura urbana de Rosario; ciudad en la que nació y a la que dedicó su trabajo como agroecólogo.
Lattuca, junto con los vecinos y vecinas de Rosario construyeron centenares de huertas urbanas en tierras inservibles, un trabajo que fue premiado internacionalmente por su resiliencia contra el cambio climático y la pobreza. Para el agroecólogo, en entrevista con Carbono News, los premios sirven para poner en agenda pública el tema, "la agroecología es aún incipiente, yo digo que para la vida de una persona, 34 años son muchos, porque hace estos años que empecé, pero para una idea, no", cuenta. Lattuca es hoy una referencia de soberanía alimentaria, ecología y participación ciudadana.
-¿De dónde viene su motivación por la agricultura ecológica?
-Mi abuelo fue huertero sin tierra, así que desde pequeño estuve relacionado con el tema. Pertenezco a una generación interesada en el cambio social, de hecho, estudié agronomía justamente para ayudar en el cambio social. Lo primero que se me ocurrió para ayudar a la gente que estaba pasando hambre, fue trabajar en una villa miseria, llamada el Mangrullo, en la ciudad de Rosario, allí construimos la primera huerta ecológica y lo hicimos con los vecinos del barrio.
-¿Cómo salió esa primera experiencia?
-Fue relativamente exitosa. A los dos años, como queríamos ampliar la huerta, hicimos una reunión con los vecinos y ellos nos pidieron dividir la huerta en parcelas. Al principio nosotros no estábamos de acuerdo con esta propuesta, porque trabajábamos todos juntos, pero escuchamos a los vecinos e hicimos lo que querían. Después, nos dimos cuenta de que era una cosa muy práctica porque cada uno podía elegir el momento de trabajar, tenían más independencia y podían elegir qué plantar. Además, muchos vivían de changas, con horarios distintos, entonces la propuesta de los vecinos funcionaba mejor. Años después, es la forma de trabajo que llevamos a cabo en las huertas y los distintos espacios comunitarios en Rosario, están divididos en parcelas por familia o parcelas donde trabaja cada organización.
-¿Cómo consiguieron el apoyo institucional para diseminar las huertas ecológicas por la ciudad?
-En el 90 nosotros queríamos que lo que era una iniciativa voluntaria, se transformara en algo estatal. Entonces, fuimos a proponerle al municipio que tomara la experiencia. El intendente se interesó y el día que nos estaban por contratar a mí y a otros dos compañeros para empezar, apareció el INTA y nos contó que tenían un programa que se llamaba ProHuerta. Así empezó. Rosario fue la primera ciudad de Argentina que firmó un convenio con este programa para empezar con las huertas ecológicas. En aquellos años, Rosario era casi rural, en las villas de la ciudad había espacio para crear huertas familiares. Fue una etapa donde pusimos en marcha muchas huertas familiares y escolares.
-En esos años nadie hablaba de agroecología.
-No, nadie, ni siquiera yo. Éramos cuatro locos que trabajábamos en el tema. Se llamaba huerta ecológica u orgánica, sin insumos de afuera.
-¿Cómo recuerda estos primeros años donde poca gente conocía la agroecología? ¿La gente se interesaba, había resistencia?
-Una particularidad de nuestra forma de actuar siempre fue en la línea de lo que plantea la agroecología de "aprender haciendo y trabajar aprendiendo". No tanto desde la teoría sino más bien desde la implementación en el territorio. Nosotros fuimos los primeros que lo llevamos a la práctica. En esa época lo que había era una teoría de lo ecológico pero no se había casi implementado en el terreno. Al principio, lo hacíamos en los barrios con lo que teníamos. Siempre para solucionar un tema concreto. En el comienzo era para solucionar el hambre, después con la crisis del 2001 fue el tema de la desocupación. Tratamos de construir la agroecología con la gente y con la mayor cantidad de instituciones y organismos posibles.
-¿Por qué se decantaron por la agroecología?
-Nos parecía lo más práctico, sin necesidad de comprar insumos de afuera. El abono lo hacíamos con lo que había en el lugar y con las herramientas que teníamos. Se planteó como algo concreto y que solucionaba problemas.
-En Rosario convirtieron tierras inservibles en huertas. ¿Cómo lo hicieron?
-Todos los lugares en los que empezamos la tierra era malísima, si hubiera venido un ingeniero agrónomo convencional hubiera dicho: acá no se puede hacer nada. Y sin embargo, con las ganas y aportando materia orgánica todo se transforma y en muy poco tiempo lugares que eran basurales se transformaron en jardines. Es impresionante cómo la naturaleza responde cuando empezamos a actuar. En seguida la tierra mejora. Incluso se ha estudiado en Rosario la aparición de pájaros e insectos que se creían que ya no existían más en la ciudad. Cuando se crean las condiciones va apareciendo todo, se va transformando rápidamente. Así como el compost se hace con lo que se descarta la ciudad, con el estiércol, hojas, restos de comida vegetales, la gente vulnerada por el sistema transformó estos basurales en jardines y se transformó eso y nos transformó a todos, transformó a la ciudad y nos transformó a nosotros. Eso es lo más mágico.
-¿Cómo se empezó a conocer lo que ustedes estaban haciendo en la ciudad?
-Fue todo un periodo en el que desarrollamos una forma de trabajo que fuimos haciendo intuitivamente. Para conectarnos con la gente recorríamos las villas y en casi todos los lugares había alguna planta. Muchos eran migrantes del norte de Argentina que habían llegado a Rosario y se habían llevado una planta de su lugar de origen, como una forma de llevarse un pedacito de su tierra. Recorríamos y golpeábamos la puerta para preguntarles si querían sumarse a hacer huerta y se fue produciendo un efecto de contagio. Empezaba un vecino y después otros vecinos se iban uniendo.
-Los migrantes que habían llegado a Rosario trayendo plantas de su tierra, ¿de qué forma aportaron al desarrollo de la agroecología en Rosario?
-Aportaron muchísimo, yo aprendí mucho con ellos. En esa época hubo toda una migración a Rosario proveniente de Goya, de Corrientes. Era gente muy relacionada con el tema de la tierra. Muchos tenían conocimiento de formas diferentes de trabajar la tierra. A pesar de que ellos migraron a la ciudad para olvidarse de la tierra, porque siendo campesinos habían sido desdichados, cuando se les dio la oportunidad, florecieron. No podían creer que pudiendo desarrollar lo que ellos ya conocían, podrían sentirse útiles. De ellos aprendí mucho sobre las plantas medicinales, traían todo un conocimiento en torno a ese tema.
La agricultura urbana de Rosario floreció en las distintas crisis que hubo en Argentina y se plasmó gracias también a estos migrantes campesinos, que junto con la visión de nuestros abuelos europeos y técnicas de la ecología fuimos construyendo una forma de trabajo.
- Comenta que la crisis del 2001 terminó por cristalizar la agricultura urbana en Rosario, ¿por qué?
-La crisis del 2001 fue una etapa de mucha movilización en las calles y de mucha desocupación. Pero también fue un momento en el que hubo una gran actividad huertera. Nuestra propuesta fue que la gente buscara terrenos baldíos en el barrio en el que viviesen y los ocuparan para cultivar la tierra. En aquel momento, Rosario tenía una ordenanza por la cual se podían usar los terrenos y se les eximía del impuesto; nadie veía mal que se hicieran las huertas. En esos años de crisis llegó a haber 700 huertas. Después vino la reactivación económica y muchos de estos espacios se perdieron.
-¿De qué forma se dio el salto a los parques- huertas que hoy son un éxito en la ciudad y una referencia mundial?
El primer parque-huerta surgió en una villa que no tenía espacio para hacer huerta. Estábamos trabajando en un comedor y al lado había un lugar que iba a ser un parque y ahí surgió la idea de colocar también una huerta. Al poco tiempo vino una persona de Holanda y nos contó que en Ámsterdam ya existían los parques- huerta, esta experiencia previa de Holanda posibilitó la aceptación de la idea. Fue un proceso costoso porque necesitábamos la tenencia segura de la tierra, cuando lo logramos, en el 2008, fue un gran paso.
-¿Cómo son estos parques- huertas?
-Los parques- huertas se diseñaron en lugares no construibles, en los costados de la autopista, el costado del ferrocarril, los costados de los dos arroyos grandes y fue en esos lugares donde se instalaron los parques- huertas. Son lugares permanentes, socio-productivos que tienen entre dos y cuatro hectáreas. En este momento hay siete parques- huertas agroecológicas que equivalen en total a 37 hectáreas a las que hay que sumar 10 hectáreas de huertas familiares en casas particulares. Después se extendió a la zona periurbana, donde muchos quinteros se fueron pasando a la agroecología, ahora hay unas treinta hectáreas fuera de la ciudad.
En la actualidad hay unas 4000 personas que tienen huertas en sus casas, en torno a 200 familias que trabajan directamente en los parques- huerta y muchas huertas agroecológicas en las escuelas.
-¿Cómo surgió la idea de las ferias, algo que por entonces no era común en Argentina a diferencia de otros países como Uruguay o Brasil?
-Nosotros veníamos del congreso de agroecología que se había hecho en Porto Alegre y allí había ferias ecológicas de pequeños productores rurales de agricultura familiar ecológica. Esta experiencia nos sirvió como inspiración y empezamos a promover que personas que estuvieran desocupadas pudieran transformarse en huerteros no solo para comer el alimento que producían sino también para recibir un ingreso por la venta de los productos que cultivaban. Fue un éxito. En la primera feria se vendió todo en un rato.
En las ferias pasa algo muy interesante y es que se da el encuentro entre las personas de las villas, la mayoría mujeres y la gente del centro de la ciudad. Las personas que viven en los barrios populares piensan que todos los que vivimos en el centro somos "pitucos" y la gente del centro piensa que toda la gente de la villa son vagos, que no quieren trabajar, siempre hay un prejuicio. En las ferias se dio todo un diálogo entre el centro y la ciudad, fue muy importante. Hace 20 años que empezaron las ferias y actualmente hay lazos de amistad entre las feriantes con la gente del centro. Además, la gente del centro descubrió aromas y plantas medicinales que ya no existían más en la ciudad, descubrieron lo que eran los alimentos sin químicos a los que ya no estaban acostumbrados.
- Recientemente el proyecto de agricultura urbana ganó un premio mundial. ¿Este último reconocimiento, podría inspirar a otras municipalidades de Argentina?
-Yo busco eso desde hace tiempo. No puedo creer que no se haga en otros lugares. Creo que el gobierno tendría que impulsarlo más junto con el INTA y otras instituciones. Tenemos tierra disponible en todas las ciudades, hay gente que no tiene trabajo, hay planes sociales, hay movimientos sociales, estamos en un momento que esto se podría multiplicar muchísimo. Hoy se dan todas las condiciones.
-¿Por qué aún cuesta la agroecología?
El mayor problema se da en el plano de las ideas. Todavía falta que en la universidad se estudie agroecología, actualmente es algo marginal. Todos los institutos de investigación, tanto el INTA, el INTI, el Conicet, fueron creados con el paradigma de la agricultura industrial y siguen enseñando la agricultura industrial en un 90% de los casos. En el mundo pasa lo mismo, el porcentaje que se dedica a investigación de la agricultura ecológica es muy pequeño. Necesitamos cambiar esto. Hoy con la pandemia es evidente que necesitamos cambiarlo. Creo que ya hemos predicado mucho y estamos en el momento de construir.
Necesitamos acción. La teoría es muy fácil, en un papel resiste cualquier cosa, uno puede hacer varias revoluciones en el papel, el tema es cómo se implementa. Y falta derribar algunas barreras, porque hay gente que aún piensa que no se puede, cuando la agricultura ecológica es muy fácil, aunque necesita el apoyo del Estado para poder tener la tierra y para poder tener máquinas.
-¿Con qué condiciones contaba Rosario para que se pudiera dar la agricultura urbana?
-Una de las condiciones somos nosotros, nosotros persistimos en los momentos de crisis y en los momentos que hubo menos apoyo y siempre buscamos la forma de seguir. La otra condición es que existe una política pública. Por otro lado, también influyen las características de la ciudad, Rosario es una ciudad progresista y que aprovechó los conocimientos de las personas migrantes.
-Más de la mitad de su vida la dedicó a la agroecología. ¿Qué se lleva?
-El otro día fui a uno de los parques- huertas que hace mucho que no iba y me reencontré con un huertero de mi edad, este huertero tiene un problema de rodilla, pero igual estaba ahí y cuando nos encontramos fue muy emocionante. Las relaciones que se dan son muy profundas, son contactos humanos de verdad. Porque la gente sencilla se relaciona por lo concreto, más que por las palabras. Hay gente que trabaja con personas empobrecidas, que no creen que puedan mejorar. Si uno no cree en el otro, no se transforma. Si uno no cree en lo que está haciendo, no sucede nada.
Fuente: Carbono News