El dragón asiático en Centroamérica
"China continúa actuando y afirmando su influencia política en la arena internacional mientras expande su esfera de influencia. Centroamérica es una de las regiones donde la presencia del dragón asiático es reciente, generando tensión en uno de los espacios de dominio histórico estadounidense."
Desde hace varios años China inició su proceso de consolidación como potencia mundial, una coyuntura que ha generado un sin número de tensiones y preguntas en distintas esferas de las sociedades. Ante la poca claridad las preguntas respecto al ascenso de China van desde las probabilidades de guerra con Estados Unidos hasta la posibilidad de una “alternativa política” en el dragón asiático.
En medio de la incertidumbre, China continúa actuando y afirmando su influencia política en la arena internacional mientras expande su esfera de influencia. Centroamérica es una de las regiones donde la presencia del dragón asiático es reciente, generando tensión en uno de los espacios de dominio histórico estadounidense.
En términos geopolíticos, la cintura de Nuestra América posee dos atributos geográficos fundamentales. El primero refiere a la noción de puente entre las grandes masas territoriales del Norte y el Sur, mientras que el segundo versa sobre su Istmicidad, es decir, sobre la conexión entre los Océanos Atlántico y Pacífico. Este último cobra especial importancia en la época de la invasión y la Colonia, donde las conexiones primaban lo marítimo en virtud del invasor foráneo. Ante ello, ideólogos estadounidenses como Alfred Mahan denominan “Mare Nostrum” al Mar Caribe y Nicholas Spykman denomina la región centroamericana como la “América Mediterránea” en función del reconocimiento de las rutas estratégicas de la región y la necesidad del control estadounidense sobre la misma para potenciar su despliegue hegemónico.
En este sentido, disputar el control de esta región sería desafiar directamente a la potencia norteamericana.
China no ha pasado por alto estas condiciones geopolíticas a lo que aúna la posibilidad de disminuir el reconocimiento político de la causa taiwanesa, pues de los 22 Estados que reconocen a Taiwán, 5 forman parte de la región centroamericana (1).
Solamente Costa Rica y Panamá reconocen diplomáticamente a China, mientras que las demás naciones tienen Tratados de Libre Comercio con Taiwán.
La cintura centroamericana se conformaría entonces de territorios en disputa geopolítica siendo China y Estados Unidos las que cuentan con mayor influencia. La prioridad china en la región ha sido la agenda comercial y económica.
Países como El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua poseen Cámaras de Comercio integradas por ambas partes. Éstas se encargan del fortalecimiento del intercambio comercial que, para el año 2011 alcanzó los 12 mil 700 millones de dólares, según el prestigiado instituto internacional de economía INCAE.
Los flujos comerciales se caracterizan por continuar las tradicionales estructuras entre norte y sur. Es decir, mientras que se importan manufacturas chinas, Centroamérica exporta bienes de muy poco valor agregado —a excepción de Costa Rica. (2) En comparación con el resto de la región, Centroamérica no exporta materias primas en las dimensiones de Argentina o Brasil. Sin embargo, uno de los principales intereses de China es la incursión en la energía hidroeléctrica. En Honduras, ya se encuentra vinculada al proyecto hidroeléctrico sobre el Río Patuca con la empresa Sinohydro (3). Este interés refiere a la sed insaciable del dragón asiático por bienes comunes para sostener su modelo económico y el modo de vida de su población. Pues, China es hoy el principal consumidor de bienes comunes en la arena internacional.
Para el caso de Costa Rica, luego de establecer las relaciones diplomáticas en 2007, China desarrolló la construcción del Estadio Nacional, fundó un Instituto Confucio en la Universidad de Costa Rica y posteriormente, construyó el Barrio Chino sobre el Paseo de los Estudiantes en San José (4). Este tipo de proyectos son claves para la estrategia china pues le permiten presentarse como una potencia benevolente y de buenas intenciones —contrastándose con Estados Unidos.
En 2010, Costa Rica y China firmaron un Tratado de Libre Comercio que fue considerado como un instrumento que genera un “balance ideológico” entre Estados Unidos y China. (5) Posteriormente, el dragón asiático intentó construir una refinería en el Caribe costarricense con el objetivo de refinar el petróleo proveniente de Venezuela. De esta forma, China construiría la ruta estratégica para subsanar su sed por bienes comunes. El proyecto de la refinería no fue culminado debido a diversas denuncias presentadas en su contra por faltas al debido proceso, además de conflictos de intereses en el estudio de impacto ambiental. Por tanto, la intención de la construcción de una refinería en Centroamérica sigue abierta a segundos países (6).
En función a la ruta estratégica en la región, China negoció —indirectamente- (7) la construcción del Canal Interoceánico en Nicaragua, a través de la Ley 840, Ley que cede prácticamente el territorio y soberanía nicaragüense al no establecer límites para la concesionaria.
Frente al sin número de incertidumbres respecto al canal nicaragüense, a partir del establecimiento de relaciones diplomáticas con Panamá, China acordó la inversión de 200 millones de dólares en infraestructura —monto económico más que suficiente para la ampliación del canal. Además, acordó la suscripción de un TLC, apoyó el fortalecimiento de zonas francas, la construcción de almacenes, una terminal de carga y un tren a la frontera con Costa Rica, entre otros. Además, Panamá se adhirió al proyecto de “la Franja y la Ruta” que pretende revitalizar la Ruta de la Seda y extenderla a América Latina (8).
China opta por una agresiva estrategia que prioriza la construcción de infraestructura que le garantice el control sobre bienes comunes y rutas geoestratégicas para su transporte. De esta forma, América Latina sería, según China, un enorme banco de bienes comunes —mal llamados, recursos naturales— para subsanar la demanda de su modelo económico y de vida. En ese sentido, China representaría una radicalización de las políticas extractivistas y de muerte en la región, a pesar de que distintos mandatarios presenten la potencia como una alternativa política frente Estados Unidos. La pregunta sería, entonces, ¿la alternativa a la que aspiramos es contra sistémica o contra hegemónica?
Por Nery Chaves García
Julio, 2018
Notas:
(1) La condicionalidad de China ante el reconocimiento a Taiwán refiere al conflicto entre las partes en virtud de que la primera sostiene la pertenencia de la nación taiwanesa a China. Ante ello, el no reconocimiento de China responde a una herencia de la influencia estadounidense de la Guerra Fría; herencia que Costa Rica y Panamá ya no reconocen.
(2) Costa Rica exporta chips integrados producidos por la transnacional Intel, por lo que las ganancias finales tampoco quedan en el país centroamericano.
(3) Ver aquí
(4) Este lugar fue nombrado en conmemoración de una de las luchas protagonizadas por estudiantes contra la dictadura de Tinoco. Hoy una pequeña placa, en medio del barrio chino, conmemora a las personas caídas de esa gesta.
(5) Según las palabras del ex-canciller, Bruno Stagno, quien negoció la apertura de relaciones diplomáticas entre China y Costa Rica. En estas negociaciones la suscripción de un Tratado de Libre Comercio fue uno de los puntos más sensibles en el diálogo entre las élites político-económicas de ambas partes.
(6) Éste es uno de los proyectos más importantes para China en la región.
(7) Indirectamente debido a que el gobierno no ha respaldado públicamente el proyecto del Canal.
(8) La Ruta de la Seda fue una de las rutas comerciales más importantes de la región euroasiática en la antiguedad, y hoy se revitaliza como proyecto global chino.