El planeta por encima de las ganancias - Una sola Tierra
"La salida está en la reconstrucción de la relación entre los seres humanos y la naturaleza, donde la vida, el buen vivir colectivo y los tiempos ecológicos guíen a naciones y pueblos, no la codicia, el lucro y la propiedad privada. Es una salida a partir de la producción agroecológica de alimentos, la democratización del acceso a la tierra a partir de la reforma agraria, el cuidado de los bienes comunes como el agua, la biodiversidad y la tierra, y la transición hacia una matriz energética que responda a las necesidades reales de la clase trabajadora con la justicia social y ambiental, de superación del patriarcado y el racismo".
Los seres humanos sólo tenemos un planeta donde vivir. Y solo sobreviviremos en alianza con los demás seres vivos, animales y vegetales.
La extracción y explotación desenfrenada de los bienes de la naturaleza, solo en búsqueda de ganancias por parte de grandes corporaciones, y la lógica del sistema capitalista ha llevado a nuestro planeta al agotamiento.
El poder destructivo de la etapa actual del capitalismo, en su fase financiera, no tiene precedentes. Las empresas transnacionales aumentan su capacidad de explotación de los bienes comunes, avanzando la minería, la deforestación, apropiación privada del agua, entre otras formas. En la agricultura aplican el modelo del agronegocio basado en el monocultivo y la aplicación de agrotóxicos, que destruye la biodiversidad y altera el clima. El imperialismo estadounidense y los demás países del Norte global avanzan sobre los países periféricos buscando privatizar estos bienes comunes que los pueblos, sus verdaderos dueños, cuidaban en cada país.
El resultado es evidente: estamos viviendo la peor crisis ambiental de la historia de la humanidad y toda la humanidad puede verse comprometida si continúa esta dinámica insana del capital. El cambio climático ya afecta a los pueblos de diversas partes del mundo, pero desgraciadamente no es la única consecuencia de la crisis ambiental. Las aguas del mundo están contaminadas por plásticos y pesticidas, y los manantiales se han agotado. La biodiversidad se enfrenta a un ritmo brutal de extinción, además de ser objeto de grandes circuitos de biopiratería. Los suelos se están degradando por la deforestación y el monocultivo, y grandes regiones están siendo completamente destruidas por la minería a gran escala.
La pandemia de COVID es la última cara de esta crisis ambiental y del sistema. El origen de los superpatógenos está directamente relacionado con la destrucción de los ecosistemas históricamente conservados por los pueblos campesinos y tradicionales. Devastación que libera microorganismos que estaban en equilibrio dinámico en su hábitat y que cuando se encuentran con las gigantescas instalaciones de escala industrial, sobrepobladas de especies de animales, confinadas y bombardeadas intensamente con antibióticos y hormonas, son seleccionados y se reproducen como patógenos; luego se encuentran con grandes aglomeraciones humanas y con personas inmunodeprimidas por la constante contaminación agroquímica de los alimentos y por la propia comida completamente industrializada. Así es como la deforestación y eliminación de los hábitats de animales silvestres provoca la migración de patógenos hacia los seres humanos. Todo indica que, si este modo de producción continúa, tendremos innumerables nuevos virus, que se transformarán en más pandemias.
Todos los seres humanos estamos siendo afectados, especialmente los más pobres, las mujeres, los niños y los pueblos originarios en todo el mundo. Además, tenemos hoy más de 134 mil especies de fauna y flora en peligro de extinción.
Es importante señalar también el papel nefasto que juegan las actividades militares en la destrucción del planeta. El ejército de los EE. UU. y sus aliados, además de las agresiones constantes en contra la vida de los pueblos, son uno de los mayores contaminadores del mundo, dejando un legado tóxico en forma de uranio empobrecido, petróleo, combustible para aviones, pesticidas, defoliantes como el Agente Naranja y plomo, entre otros.
Una parte de las corporaciones en vez de combatir las causas, se dedica a organizar el capitalismo verde, transformando los bienes de la naturaleza en nuevas mercancías y fuente de especulación, como los papeles de crédito de carbono, los bonos de preservación ambiental y otras falsas soluciones que no darán respuestas a las necesidades sociales y ecológicas de los pueblos. El Imperio ha tratado de reestructurar su base económica con proyectos basados en el mercado que tienen en su ADN la necesidad de aumentar la explotación de los bienes comunes de los países del Sur para producir una nueva base tecnológica supuestamente "verde".
Este camino conducirá inevitablemente a la destrucción de la humanidad y de la naturaleza tal y como la conocemos. Es un proyecto de muerte, dominación y destrucción.
La salida está en la reconstrucción de la relación entre los seres humanos y la naturaleza, donde la vida, el buen vivir colectivo y los tiempos ecológicos guíen a naciones y pueblos, no la codicia, el lucro y la propiedad privada. Es una salida a partir de la producción agroecológica de alimentos, la democratización del acceso a la tierra a partir de la reforma agraria, el cuidado de los bienes comunes como el agua, la biodiversidad y la tierra, y la transición hacia una matriz energética que responda a las necesidades reales de la clase trabajadora con la justicia social y ambiental, de superación del patriarcado y el racismo.
Parar la barbarie capitalista es la tarea central de nuestro tiempo. Necesitamos enterrar la dominación del capital sobre la vida, construir un mundo justo, igualitario y hermoso, para que todas y todos podamos vivir bien y en paz.