El crecimiento ¿es la prosperidad?
Tanto los políticos como la prensa contienen la respiración cada vez que se anuncian las cifras de crecimiento. Pero el producto interior bruto, que registra el aumento anual de la riqueza de un país, es una mala medida del bienestar de la población. Este indicador fetiche deja en la sombra la cuestión de su distribución y los daños colaterales ecológicos del productivismo.
"Ahora tenemos que trabajar de forma prioritaria para el crecimiento", declaró el Presidente de la República Nicolas Sarkozy durante sus deseos a los franceses el 31 de diciembre de 2011. Durante la campaña presidencial de 2012, François Hollande dijo, como si fuera un eco: "Sin crecimiento, no habrá recuperación económica, ni creación de empleo." ¿El crecimiento como principal condición y medida de progreso? Esta creencia no resiste cuatro simples observaciones.Cuando hablamos de crecimiento, nos referimos al aumento de un indicador económico: el producto interior bruto (PIB). Esto establece la suma de la riqueza (hablamos de valor añadido) producida por todos los sectores de la economía monetaria, frente a la economía no monetaria (trabajo doméstico, ayuda mutua, bricolaje, etc.). Pero, como explicó con picardía el senador demócrata Robert Kennedy en 1968, "el PIB lo mide todo... excepto lo que hace que la vida merezca la pena".
La Comisión para la Medición de los Resultados Económicos y el Progreso Social, convocada por Francia en 2008-2009 bajo la dirección del economista Joseph Stiglitz, recogió este punto de vista. El crecimiento del PIB no tiene en cuenta la evolución de las desigualdades (podemos tener un buen crecimiento que sólo beneficie al 1% más rico), ni aquellos componentes esenciales del bienestar que son las actividades domésticas o voluntarias, ni lo que se está convirtiendo en un enorme daño colateral del crecimiento: la degradación de los bienes medioambientales. Masacrar los bosques tropicales para plantar soja transgénica o cultivos para agrocombustibles es "bueno para el PIB", porque el PIB no cuenta lo que la humanidad pierde en riqueza no monetaria en el curso de esta destrucción.
Un mundo finito
¿Las personas viven mejor, y la sociedad es mejor, en los países con mayor PIB per cápita, como resultado de un mayor crecimiento en el pasado? La respuesta puede darse utilizando un gran número de variables: esperanza de vida, acceso a la educación, pobreza, desigualdad de ingresos, desigualdad de género, violencia y homicidios, etc. Para todas estas variables, el resultado es claro: si bien es cierto que, para los países pobres, existe una cierta "correlación positiva" entre estos criterios y el PIB (o producto nacional bruto, PNB, una cantidad afín) per cápita, en cambio, más allá de un umbral que hemos superado en Francia desde los años 70, desaparece. El "progreso humano" y el "progreso social" dependen entonces de otros determinantes y políticas que la riqueza y el crecimiento económicos.
En tercer lugar, el desajuste entre crecimiento y "progreso" se convierte en una contradicción cuando se consideran los criterios ecológicos. El gran economista y filósofo estadounidense de los años sesenta y setenta, Kenneth Boulding, dijo: "Cualquiera que piense que el crecimiento exponencial infinito es posible en un mundo finito es un tonto o un economista.
"Recursos explotados mucho más allá de su capacidad reproductiva"
La primera explicación de esta contradicción es la escasez de los recursos naturales esenciales para todo crecimiento. Algunos son no renovables: los minerales y los combustibles fósiles. Su agotamiento está garantizado a más o menos largo plazo. Otros son renovables (la naturaleza puede reproducirlos según sus propias leyes y ritmos, si se le da la oportunidad): el agua, la madera, la tierra cultivable, los recursos pesqueros (en los medios marinos), etc. Pero estos recursos se explotan actualmente muy por encima de su capacidad de reproducción, como refleja el indicador de la huella ecológica (véase "Repintar de verde el capitalismo").
La segunda explicación reside en el hecho de que el crecimiento va acompañado de múltiples vertidos y contaminación, sobre todo del aire y los mares, y sobre todo de una sobrecarga de la atmósfera con gases de efecto invernadero, que es la causa del calentamiento global.
Por último, es muy probable que, hagamos lo que hagamos, el crecimiento, que ha disminuido espectacularmente en Francia (véase más adelante) como en el mundo desarrollado, siga siendo muy bajo en el futuro. Por ello, el tema de la "prosperidad sin crecimiento" está más que nunca en la agenda.
Fuente: Clima Terra