Efectos de los Agroquímicos en la Salud
Este artículo nos muestra algunos de los efectos más graves de los agroquímicos en la salud, para que podamos opinar con datos reales.
La salud deberá enfrentar por mucho tiempo los efectos de los venenos agroquímicos sobre el ambiente y los animales que formamos parte de él. El agricultor va a entender tarde y mal que la ecuación económica de los agroquímicos no se sustenta en el tiempo y va dejar secuelas terribles sobre los campos y sobre su propia familia.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que cada año se producen 25 millones de intoxicaciones por venenos agroquímicos en el mundo, y alrededor de 20.000 muertes provocadas por ellas, calculándose que el 99% ocurren en las naciones “en desarrollo”, como las nuestras.
Un pueblo que tiene alterada su fecundidad y su desarrollo sexual, inhibida su capacidad de absorber nutrientes vitales para su correcto desarrollo físico e intelectual no requiere ni siquiera tecnología militar de última generación para ser vencido, controlado y esclavizado.
Vivimos en un sistema en el que desde otro lugar se decide no solo qué se va a producir y comercializar sino además de qué van a enfermar y morir los habitantes de los países emergentes. Es necesario, entonces, conocer para prevenir estas patologías derivadas del uso de venenos sin precaución.
Pretender, una vez mas, que los actores políticos, que son los que tienen el poder de decisión, no fueron advertidos de la catástrofe en ciernes solo tendrá sentido si quienes denunciamos estos problemas no usamos todas las herramientas que la realidad pueda poner a nuestro alcance para que la gente conozca el riesgo a que está expuesta y haga su elección en libertad. Porque solo puede hablarse de libertad de elección cuando el elector tiene la posibilidad de acceder a toda la información, en forma absoluta y veraz. No es demasiado absurdo suponer que con una información completa de los hechos y sus consecuencias las decisiones de la gente del campo serían diferentes.
Pero además, los gobiernos sucesivos, deberán tener la madurez y la responsabilidad de implementar políticas agropecuarias coherentes que sean económicamente rentables pero, a la vez, ecológicamente sostenibles.
La industria de los agroquímicos ha tenido su desarrollo creciente después de la segunda guerra mundial y tuvo su cenit con la revolución verde, cuando como respuesta al desarrollo capitalista la gestión del ecosistema fue sacar el máximo producto a los cultivos, llevando a la pérdida de un capital genético y cultural necesario, poniendo a producir a toda máquina a las industrias de venenos para el agro, permitiendo el florecimiento de los grandes emporios transnacionales. Pero la aplicación de estos insumos sintéticos, variedades mejoradas, pesticidas y demás han creado graves problemas, no solo en el deterioro del suelo y del ecosistema en general, sino también en la economía del agricultor, traduciéndose esto en incrementos cada vez mayores en costos de producción en los diferentes cultivos, y en costos de salud.
Veamos los efectos de algunos de los agrotóxicos más comunes:
1. El Glifosato
El glifosato es un herbicida sistémico que actúa en post-emergencia y en barbecho químico (preparación del suelo con herbicidas previo a la siembra directa), no selectivo, de amplio espectro, usado para matar plantas no deseadas como pastos anuales y perennes, hierbas de hoja ancha y especies leñosas. El glifosato es un ácido, pero es comúnmente usado en forma de sales. Al principio se lo catalogó como levemente tóxico para ir posicionándolo en categorías más peligrosas a medida que su uso demostraba sus efectos. Es mas peligroso por vía dérmica (piel) o inhalatoria (respirado) que por ingestión, muy irritante para las membranas mucosas, especialmente ojos y boca. Sus efectos sobre los ojos hicieron que Agencia de Protección Medioambiental lo reclasificara como muy tóxico.
En humanos, los síntomas de envenenamiento incluyen irritaciones en la piel y en los ojos, náuseas y mareos, edema pulmonar, descenso de la presión sanguínea, reacciones alérgicas, dolor abdominal, pérdida masiva de líquido gastrointestinal, vómito, pérdida de conciencia, destrucción de glóbulos rojos, electrocardiogramas anormales y daño o falla renal. Están probados sus efectos carcinogénicos y de alteración reproductiva en animales.
Por otro lado, los residuos presentes en los cultivos consumidos como alimento tienen un potencial tóxico muy difícil de evaluar dado que las víctimas no se presentan como pacientes expuestos a fumigaciones.
Es importante resaltar que este producto facilita la aparición de malezas resistentes que crecen sin competencia dada la eliminación del resto, y que deberán ser fumigadas con productos de toxicidad creciente. Se ha reportado en Dinamarca, donde su uso está muy extendido, una capacidad de filtración hacia las fuentes de agua potable muy superior a la esperada.
El glifosato no atraviesa las membranas como la piel, por ello requiere de productos que actúan como transportadores para que puedan penetrar en plantas y animales. Estos productos, como la polietilendiamina (POEA) tienen toxicidad propia además de multiplicar la del herbicida y se notan sus efectos especialmente a nivel de las mucosas como la conjuntiva ocular. Se considera que el transportador que lleva un conocido herbicida comercial es el causante principal de la toxicidad de su formulación. El POEA tiene una toxicidad aguda más de tres veces mayor que la del glifosato, causa daño en el aparato digestivo y al sistema nervioso central, problemas respiratorios y destrucción de glóbulos rojos en humanos. Además está contaminado con 1-4 dioxano, el cual ha causado cáncer en animales y daño a hígado y riñones en humanos.
La formulación del famoso herbicida al cual nos referíamos tiene además algunos “ingredientes inertes” que en realidad son también altamente tóxicos. He aquí algunos de ellos y sus efectos sobre la salud, según el Doctor Jorge Kacksewer, docente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires:
Sulfato de amonio: Irritación de los ojos, náusea, diarrea, reacciones alérgicas respiratorias, daño irreversible en exposición prolongada.
Benzisotiazolona: Eccema (irritación de la piel con costras), fotorreacción en individuos sensibles.
3-yodo-2-propinilbutilcarbamato: Irritación severa de los ojos, mayor frecuencia de aborto, alergia en la piel.
Isobutano: Náusea, depresión del sistema nervioso, dificultad en la respiración.
Metil pirrolidinona: Irritación severa de los ojos, aborto y bajo peso al nacer en animales de laboratorio.
Acido pelargónico: Irritación severas de piel y ojos, irritación del tracto respiratorio.
Polioxietileno – amina (POEA) : Ulceración de los ojos, lesiones en la piel (eritema, inflamación, exudación, ulceración), náusea, diarrea.
Hidróxido de potasio: Lesiones irreversibles en los ojos, ulceraciones profundas en la piel, ulceraciones severas del tracto digestivo, irritación severa del tracto respiratorio.
Sulfito sódico: Irritación severa en ojos y piel, vómitos y diarrea, alergia en la piel, reacciones alérgicas severas.
Acido sórbico: Irritación en la piel, náusea, vómito, neumonitis química, daño en la garganta, reacciones alérgicas.
Isopropilamina: Sustancia extremadamente cáustica de membranas mucosas y tejidos de tracto respiratorio superior. Lagrimeo, laringitis, jaquecas severas, náusea.
2. El 2-4-D
Es uno de los productos que intervienen en lo que se conoce como barbecho químico. No es otro que el agente naranja. Este producto, junto al 2-4–5-T y mezclado con gas oil u otro hidrocarburo fue utilizado durante la guerra de Vietnam por el ejército de EE.UU., devastando las selvas. Los dos herbicidas (2-4-D) y (2-4-5-T) tienen una estructura química similar. Destruyen las plantas de “hoja ancha”, pero no las gramíneas (hierbas y cereales). Son, por esto, muy utilizadas como herbicidas en cultivos de arroz.
La maldición de Vietnam y del agente naranja, acompañó a los soldados estadounidenses de regreso a sus casas produciendo cáncer y atrocidades genéticas sobre su descendencia. En el propio Vietnam se estima que alrededor de 500.000 niños han nacido con alteraciones incompatibles con la vida, fruto de las fumigaciones de la guerra.
3. El Endosulfan
Actúa como disruptor endocrino, es decir como una sustancia química que suplanta a las hormonas naturales, bloqueando su acción o elevando sus niveles, trastornando los procesos normales de reproducción y desarrollo y provocando efectos de símil estrógeno en los animales. Es decir, produciendo en niños una feminización que ya es habitual para los profesionales de los hospitales infantiles más importantes en Argentina, que encuentran una alta incidencia de ginecomastia (desarrollo de mamas) en varones que han sido expuestos a fumigaciones o bien al consumo de soja como alimento, o a ambas cosas. De la misma manera, en niñas, la aparición a destiempo de hormona sexual femenina o su imitador provoca desarrollo sexual anticipado con aumento del riesgo de patologías malignas del tracto genital.
Los Disruptores Endocrinos: alterando el sistema hormonal
Dos libros, Primavera silenciosa y Nuestro futuro robado, denuncian que productos químicos artificiales se han difundido por todo el planeta, contaminando prácticamente a todos sus habitantes, cualquiera sea su especie. Presentan pruebas del impacto que dichas sustancias sintéticas, como por ejemplo endosulfán, tienen sobre las aves y demás fauna silvestre. Los disruptores endócrinos son delincuentes de la información biológica que destruyen la comunicación entre el cerebro y los órganos causando toda clase de estragos.
Dado que los mensajes hormonales organizan muchos aspectos decisivos del desarrollo, desde la diferenciación sexual hasta la organización del cerebro, las sustancias químicas disruptoras hormonales representan un especial peligro antes del nacimiento y en las primeras etapas de la vida.
Los efectos de los disruptores endocrinos varían de una especie a otra y de una sustancia a otra. Sin embargo, pueden formularse cuatro enunciados generales:
– Las sustancias químicas disruptoras pueden tener efectos totalmente distintos sobre el embrión, el feto o el organismo perinatal que sobre el adulto;
– Los efectos se manifiestan con mayor frecuencia en las crías (hijos), que en el progenitor que fue expuesto al envenenamiento;
– El momento de la exposición en el organismo en desarrollo es decisivo para determinar su carácter y su potencial futuro;
– Aunque la exposición crítica tiene lugar durante el desarrollo embrionario, las manifestaciones obvias pueden no producirse hasta la madurez.
Se ha descubierto que cantidades insignificantes de estrógeno libre pueden alterar el curso del desarrollo en el útero; tan insignificantes como una décima parte por billón. Las sustancias químicas disruptoras endocrinas pueden actuar juntas y cantidades pequeñas, aparentemente insignificantes, de sustancias químicas individuales, pueden tener un importante efecto acumulativo.
Causa gran preocupación la creciente frecuencia de anormalidades genitales en los niños, como testículos no descendidos (criptorquidia), penes sumamente pequeños e hipospadias, un defecto en el que la uretra que transporta la orina desde la vejiga, no se prolonga hasta el final del pene.
En zonas como la soyera en Argentina donde se emplea el endosulfan y otros venenos, se han registrado un alto número de casos de criptorquidias. Algunos estudios con animales indican que la exposición a sustancias químicas hormonalmente activas en el periodo prenatal o en la edad adulta aumenta la vulnerabilidad a cánceres sensibles a hormonas, como los tumores malignos en mama, próstata, ovarios y útero.
Entre los efectos de los disruptores endocrinos está el aumento de los casos de cáncer de testículo y de endometriosis, una dolencia en la cual el tejido que normalmente recubre el interior del útero se desplaza al abdomen, los ovarios, la vejiga, los intestinos o los pulmones, provocando crecimientos que causan dolor, copiosas hemorragias (ya que este tejido depende de las hormonas y sangra con el ciclo menstrual femenino), infertilidad y otros problemas como mortalidad perinatal y embarazo anembrionado. Esta última patología es verdaderamente sorprendente.
Consiste, ni mas ni menos, en un embarazo en el que, luego de producida la fecundación, se forma una placenta, una bolsa de aguas, pero no hay bebé. Generalmente, este producto es expulsado al segundo o tercer mes de gestación sin secuelas importantes desde el punto de vista físico. Pero si imaginamos la situación de salud mental de una joven pareja que pretende construir su familia y fracasa reiteradamente por esta patología, entenderemos que el embarazo anembrionado no es tan benigno como se ve a simple vista. La endometriosis afecta hoy a cinco millones de mujeres estadounidenses, cuando a principios del siglo veinte era una enfermedad prácticamente desconocida.
El signo más espectacular y preocupante de que los disruptores endocrinos pueden haberse cobrado ya un precio importante se encuentra en los informes que indican que la cantidad y movilidad de los espermatozoides ha caído en picado en el último medio siglo. El estudio inicial, realizado por un equipo danés encabezado por el doctor Niels Skakkebaek y publicado en el Bristish Medical Journal en septiembre de 1992, descubrió que la cantidad media de espermatozoides había descendido un 45 por ciento, desde un promedio de 113 millones por mililitro de semen en 1940 a sólo 66 millones por mililitro en 1990. Al mismo tiempo, el volumen del semen eyaculado había descendido un 25 por ciento, por lo que el descenso real de los espermatozoides equivalía a un 50 por ciento. Durante este periodo se había triplicado el número de hombres que tenían cantidades extremadamente bajas de espermatozoides.
En España se ha pasado de una media de 336 millones de espermatozoides por eyaculación en 1977 a 258 millones en 1995. El descenso amenaza la capacidad fertilizadora masculina. De continuar la tendencia actual, dentro de 50 años los hombres podrían ser incapaces de reproducirse de forma natural, teniendo que depender de las técnicas de inseminación artificial o de la fecundación in vitro.
Consideraciones finales
Las normas actuales que regulan y permiten la comercialización de productos químicos sintéticos son inadecuadas. Se han desarrollado sobre la base del riesgo de cáncer y de graves taras de nacimiento y calculan estos riesgos a un varón adulto de unos 70 kilogramos de peso. No toman en consideración la vulnerabilidad especial de los niños antes del nacimiento y en las primeras etapas de vida, y los efectos en el sistema hormonal. Las normas oficiales y los métodos de prueba de la toxicidad evalúan actualmente cada sustancia química por sí misma. En el mundo real, encontramos complejas mezclas de sustancias químicas a las que se agregan los insecticidas domiciliarios, los conservantes agregados a los alimentos y diferentes tipos de radiaciones a que nos somete el hecho de vivir rodeados de aparatos electrónicos, nunca hay una sola.
Los fabricantes utilizan las leyes de protección de secretos comerciales para negar al público el acceso a la información sobre la composición de sus productos. Con 100.000 sustancias químicas sintéticas en el mercado en todo el mundo y 1.000 nuevas sustancias más cada año, hay poca esperanza de descubrir su suerte en los ecosistemas o sus efectos para los seres humanos y otros seres vivos hasta que el daño esté hecho. Una política adecuada para reducir la amenaza de las sustancias químicas que alteran el sistema hormonal requiere la prohibición inmediata de plaguicidas como el endosulfan o el glifosato.
La agricultura ecológica, sin plaguicidas y otras sustancias químicas, es la única alternativa sostenible, el único modelo que logra elevar los niveles de producción de alimentos y eliminar la necesidad del uso de estas toxinas artificiales.
Bibliografía:
– Elsa Nivia. Efectos sobre la salud y el ambiente de herbicidas que contienen glifosato.
– The Ecologist. Agente Naranja: el envenenamiento de Vietnam.
– José Santamaría. La amenaza de los disruptores endocrinos.
– T. Colborn, Dianne Dumanoski, y John Peterson Myers. Nuestro futuro robado (1997); Ecoespaña y Gaia-Proyecto 2050, Madrid.
– T. Colborn y C. Clement, eds.(1992). Chemically Induced Alterations in Sexual and Functional Development: The Wildlife-Human Connection, Princeton Scientific Publishing, Princeton, New Jersey.
- Soto, A.M., K.L. Chung, and C. Sonnenschein (1994). “The pesticides endosulfan, toxaphene, and dieldrin have estrogenic effects on human estrogen-sensitive cells”. Environmental Health Perspectives 102:380-383.
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- R. Bergstrom et al., “Increase in Testicular Cancer Incidence in Six European Countries: a Birth Cohort Phenomenon,” Journal of the National Cancer Institute, vol. 88, pp. 727-33 (1996).
- Carlsen, A. Giwercman, N. Keiding y N. Skakkebaek (1992), “Evidence for Decreasing Quality of Semen During Past 50 Years”, British Medical Journal 305:609-13.
Tomado del libro LA SOJA, LA SALUD Y LA GENTE, por el Dr. Darío Roque Gianfelici.
Médico General y Familiar, Especialista en Geriatría.
Fuente: Allpa