Editorial
La portada nos muestra banderas mapuche, con orgullo en su historia y su identidad, gente dispuesta a defender su presente y su futuro de la violencia que se cierne sobre las comunidades de este y tantos pueblos. |
operando sus propias urdimbres de muerte, tantos lazos letales se amarran para cercar a los pueblos. Para incapacitarlos, desmemoriarlos, acobardarlos con pretextos, con mentiras, con el ejemplo lacerante que se inflige a los vecinos, sobre la gente querida.
Violencia es también el férreo control que le roba a la gente la posibilidad de decidir, que abusa de un poder inventado para disminuir a las otras personas. Para ejercer un desprecio, invocar una culpa, socavar la confianza de los otros. Violencia es fragmentar, burlarse, proferir palabras hirientes, con o sin razón.
Se ha vuelto moneda de cambio a últimas fechas al extremo de que los pueblos, con sus comunidades y organizaciones, tienen que hacerle frente de cualquier modo que les sea posible, para seguir existiendo. Muchas comunidades o familias aisladas huyen sin rumbo, con tal de escapar de los extremos asesinos de esa violencia.
Pero volvemos a decirlo. Se ejerce violencia verbal, violencia en cada eslabón de la cadena de vida donde está sumergida la gente. Puede ser la desaparición de sus papeles agrarios, el cálculo digital que cambia de manos hectáreas de tierra, los contratos con que se les quiere convencer de recibir un dinero que los va a enganchar a legitimar a quienes los quieren despojar. La avalancha de agroquímicos y el cobro de cada paso del quehacer agrícola que antes era entre amistades y vecinos y que ahora lo controlan delincuentes, acaparadores, “coyotes”, les dicen en varias partes del continente.
Por si fuera poco están los cuerpos represivos, ejército y policía, la infantería de marina, guardia nacional o como se le llame según los países. Y claro, los paramilitares, sean sicarios del crimen organizado, gente contratada por los cacicazgos o las compañías, sean fervientes devotos de sectas encontradas, están estrangulando la vida de todo lo que se cruce a su paso.
Pero la gente tiene su entereza, su claridad, y se organiza. Sea en la CLOC, en Vía Campesina, el MST, el zapatismo y en un innumerable abanico de comunidades que desde sus regiones está reconstituyendo sus lazos, sus proyectos de vida, sus nociones, sus certezas, su amor por sus territorios.
Y hoy cuentan con proyectos integrales como los IALAS, como los centros de formación multicultural, las universidades indígenas y literalmente miles de proyectos independientes que van también tejiendo al contrario de la violencia, hilos de entendimiento, propuesta, mutualidad y siembra, mucha siembra de semillas y razones, cultivos y sentimientos, resonancia y comunidad, soberanía alimentaria y agroecología de raíz campesina.