Ecuador: al filo de la selva, en el centro del mundo
Pareciera que no hay nada que sorprenda ya a la actual sociedad globalizada de Occidente acostumbrada en su cotidianidad a temas escabrosos como nanotecnología, organismos genéticamente modificados y otros; en estos términos no es raro que la sorpresa venga de lo más simple, de lo esperado, de lo que no se nos hace posible pensar, de la existencia de otras culturas, de otros pueblos, de otras gentes movidas con un pensamiento diametralmente distinto al nuestro.
De esta manera, cuando desde la televisión o la web aparecen imágenes de pueblos que mantienen una vida en donde “Occidente” y su influencia no existe o es rechazada, nos confrontamos con la existencia del “otro” y su derecho de ser diferente. “La colonialidad del poder como modo de imposición de un estilo de vida concreto pautado por las deformadas tendencias del eurocentrismo, ha devorado los hábitos y formas de vida de otros pueblos y comunidades (1).”
Se puede considerar a los pueblos en aislamiento voluntario en Ecuador como “los restos de grupos indígenas amazónicos, antaño más numerosos, que por vivir en lugares remotos y casi inaccesibles de la selva, quedaron, ya desde el tiempo de la Conquista, fuera del contacto con los conquistadores y también con los otros indios que se adaptaron con mayor o menor resolución a la evolución de la zona. (2)”, a más de lo anterior hay que considerar que la condición de aislamiento voluntario no es el resultado de una condición casual o geográfica, sino el resultado de una decisión meditada y analizada, tomada en ejercicio de la libre autodeterminación de los pueblos y basado en el conocimiento de un contexto hostil y violento. Por otra parte, la situación de aislamiento voluntario es, por parte de estos pueblos, la expresión y concreción del reconocimiento del derecho de posesión y propiedad de las tierras y territorios que ocupan.
Su existencia ha significado una molestia a los Estado-nación que preferirían una Amazonia vacía para poder extraer con libertad los recursos naturales que en ella se encuentran. Es por esto que en diferentes épocas de la historia republicana de los países de América Latina se ha negado la existencia de estos pueblos. Aún ahora, sus territorios se encuentran en disputa y los límites de los mismos se acuerdan más por las necesidades de las empresas extractivas que por los registros que se tengan de su presencia. De esta forma el genocidio en contra de estos pueblos no es sólo expropiante de sus vidas y dignidad, sino también de tierras, territorios, recursos naturales como condiciones indispensables para la producción, reproducción y desarrollo de la identidad y cultura indígena.
El destino de los pueblos en aislamiento voluntario va de la mano de la historia colonizadora de la humanidad y su estado de vulnerabilidad extrema nos recuerda los atropellos acaecidos siglos atrás y que en el momento actual no pueden ser repetidos.
Son los Estados-nación, que se conformaron y aparecieron mucho después de que estos pueblos con su cultura ya estén consolidados dentro de sus territorios, quienes ahora se arrogan la potestad de reconocer o no “derechos” a sus habitantes originales. Se discute si negocian los derechos a su territorio, desde dónde va éste y hasta dónde, si tienen derecho a las riquezas de su subsuelo o sobresuelo, a mantener su cultura, su idioma o el derecho de permanecer aislados. Se han dando casos críticos en donde los gobiernos simplemente y a rajatabla niegan la existencia de estos pueblos y proceden a adueñarse de los recursos de estas tierras.
También está la muy real amenaza de nuestra sociedad globalizante que todo lo busca absorber y reconvertir en forma de artículos de compra y venta; las empresas petroleras han buscado adueñarse con distintas estrategias de los ricos yacimientos que se encuentran en los territorios. En los años setenta la táctica fue irrumpir abruptamente y esperar que el estruendo de las armas de fuego fuera suficiente argumento para disuadirlos.
Nos enfrentamos entonces a un sistema económico, político, ideológico que parecería imparable, imposible de confrontar o detener, un aparato que pasa por encima de vidas humanas, de ecosistemas naturales sin ningún escrúpulo en su afán de adueñarse de las riquezas de la tierra. La imposibilidad anega los brazos de los testigos que sienten que no existen garantías que valgan para detener al monstruo, que el sistema internacional de derechos humanos es inservible, que desde la sociedad civil no existen voces con el poder suficiente para hacer que se respete la vida.
Los avances en Ecuador en esta materia han sido lentos, los derechos de los pueblos aislados tagaeri y taromenane, emparentados con el pueblo waorani han sido recientemente reconocidos en la Constitución del 2008 tras una larga lucha del movimiento indígena del país. Su territorio ha sido sólo parcialmente reconocido en la conformación de la Zona Intangible Tagari Taromenane, cuyos límites se establecieron más en negociación con las empresas petroleras del lugar que atendiendo los patrones de movilidad y asentamiento de estos pueblos.
De esta manera encontramos hoy que sucesos violentos ocurren fuera de la Zona Intangible y que existen amenazas reales tanto para los pueblos indígenas como para las poblaciones colonas. Las explosiones de la “sísmica” de la actividad petrolera ha irritado a los habitantes ancestrales y éstos han salido en defensa de sus territorios, mientras el Estado es sorprendido sin herramientas adecuadas para responder.
El Territorio Tagaeri/Taromenae, hoy denominado por la actividad petrolera como “campo Armadillo” ejemplifica la historia de estos pueblos. El Estado ecuatoriano, plenamente conocedor y bien informado de la existencia de clanes tagaeri/taromenane en el lugar, decide dar paso a la explotación petrolera de Armadillo, pese a que esta actividad podría significar el genocidio de estos pueblos y pasa por encima de la existencia de garantías y derechos en la Constitución del país, a ser signatario de tratados y convenios internacionales de derechos humanos y a la existencia de medidas cautelares emitidas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Los motivos son única y claramente económicos.
Nathalia Bonilla es parte de Acción Ecológica AC
1 Martínez de Bringas Asier, Pueblos indígenas no-contactados. Una identidad emergente, entre la memoria pisoteada y los derechos perdidos. Cicame, Quito, Ecuador 2005.
2 Cabodevilla Miguel Ángel, en Pueblos no contactados ante el reto de los derechos humanos, Cicame, Quito, Ecuador 2005.