Disruptores endocrinos: la interferencia de los Estados Unidos
Desde 2013, los Estados Unidos se han opuesto por todos los medios posibles a la regulación europea sobre estas sustancias químicas en nombre del libre comercio.
Los Estados Unidos no lo ocultan. En algunos casos, les gustaría escribir las leyes europeas en lugar de dejar el asunto en manos de Europa. Un ejemplo es el de los alteradores endocrinos, sustancias químicas que están presentes en nuestro entorno cotidiano y pueden interferir con el sistema hormonal de los seres vivos. Desde 2009, la Comisión Europea ha estado trabajando en su regulación. El tema es muy sensible porque esta regulación no tendrá precedentes e impondrá nuevos criterios para el resto del mundo. Todos los interlocutores comerciales que deseen seguir exportando sus productos a la UE, incluidos los Estados Unidos, deberán cumplir los criterios.
En documentos muy técnicos, el gobierno estadounidense expresa su postura mediante críticas sin reservas y peticiones que rayan en la interferencia política. Cabe destacar este texto, presentado a la Comisión el 16 de enero de 2015 en el marco de una consulta sobre las diversas opciones reguladoras contempladas, que dice: «Si se proporcionan a la Comisión pruebas que respalden una opción que no esté entre las contempladas, ¿serían consideradas?» La pregunta es compleja, pero la insinuación es clara: los Estados Unidos no solo proponen modificar la legislación, sino que también cuestionan el propio principio de la regulación en lo que se refiere a los alteradores endocrinos.
El origen del conflicto está en el reglamento europeo sobre plaguicidas, de 2009, muy estricto y que prevé la prohibición de los plaguicidas con propiedades de disrupción endocrina. Este principio de «evaluación del peligro» a priori choca con el gobierno estadounidense. «La aplicación de cualquier opción con poder “privativo” podría tener graves consecuencias en lo referente a las importaciones de productos agrícolas de EE. UU. por parte de la UE». En contra de la voluntad política de Europa, el gobierno estadounidense solicita una vuelta al planteamiento tradicional de «evaluación del riesgo», que se realiza a posteriori.
La presión estadounidense sobre la UE comenzó en junio de 2013 en la reunión del Comité de Obstáculos Técnicos al Comercio de la Organización Mundial de Comercio, OMC. El representante estadounidense transmitió la «preocupación» de su gobierno, pero también las de su industria, que temía «importantes e injustificados problemas para el comercio». En los meses que siguieron, la preocupación estadounidense se trasladó a otro comité de la OMC responsable de plaguicidas y productos alimentarios. Los «duros y bien orquestados ataques» quedaron reflejados en una nota interna de la Comisión Europea de agosto de 2015, publicada por Le Monde. No hay duda, hay una persecución clara.
Es en estos comités de la OMC donde surge la cuestión del incumplimiento de las «medidas sanitarias y fitosanitarias internacionales», conocidas como MSF. Según un informe de marzo de 2016, Canadá considera que la regulación «únicamente sirvió para socavar el comercio internacional de productos agropecuarios y contravino el principio fundamental del Acuerdo MFS de la OMC, que consistía en fundamentar las medidas en las evaluaciones científicas del riesgo, y no mantenerlas sin justificación científica». De hecho, otros países se han puesto del lado de los Estados Unidos: en el verano de 2016, esta heterogénea alianza contaba con más de veinte países, incluidos China, Togo y Jamaica.
Teniendo en cuenta que la propuesta que tanto disgustó fue adoptada en 2009, ¿por qué EE. UU. esperó hasta 2013 para quejarse de ella en el marco de la OMC? Porque 2013 fue un momento crucial en el proceso europeo de toma de decisiones sobre los alteradores endocrinos. A comienzos de 2013, la Comisión marcó un camino muy diferente. Su Dirección General de Medio Ambiente (DG-ENV), que dirigía el informe, acababa de proponer la opción elegida. De acuerdo con la clasificación utilizada para las sustancias químicas carcinogénicas, las sustancias se pueden dividir en dos grupos: alteradores endocrinos «sospechosos» y «conocidos». Esta opción contaba con el respaldo de la comunidad científica, organizaciones no gubernamentales y algunos Estados miembros, como Francia, mientras que la industria se oponía abierta y claramente a ella. En junio de 2013, se lanzó una ofensiva de presión de los lobbies.
Se trató de una carta de CropLife America, el lobby que representa a la industria estadounidense de los plaguicidas, que primero sugirió a las autoridades estadounidenses que cuestionaran la opción con ayuda de las normas de la OMC. «El gobierno estadounidense debería defenderse mediante el poder que le otorga el Acuerdo MFS de la OMC si la UE sigue adelante con el nuevo régimen normativo que propone, sin un planteamiento basado en la evaluación del riesgo», escribió CropLife America, el 10 de mayo de 2013 a la oficina del representante comercial de los Estados Unidos. La carta añadía que: «CropLife America está en disposición de facilitar documentos justificativos».
Sorprendentemente, la hostilidad de los Estados Unidos y de sus aliados ha cambiado poco, en tanto que la postura de la Comisión ha cambiado sustancialmente. La opción de la DG-ENV, que desde entonces se ha desligado del expediente, fue enterrada en julio de 2013. La nueva propuesta de la Comisión anunciada el 15 de junio de 2016, aunque se considera muy proteccionista con los intereses de las empresas, sigue sin agradar a la industria ni a las voces críticas de la OMC. Una delegación de embajadores para la UE se desplazó hasta la oficina del Comisario Europeo para la Salud en julio de 2016 a fin de transmitir su descontento. A finales de agosto, se hizo una última advertencia a través de la OMC. Mientras que Canadá apeló al «efecto negativo, innecesario e injustificado sobre el comercio», el gobierno estadounidense continuó cuestionando la «validez del planteamiento de la UE». Como documentos justificativos, se incluyeron las cartas de varias organizaciones industriales, como el Consejo Americano de Química (ACC) y CropLife America.
Por Stéphane Horel
Este artículo ha sido traducido por Nuria Laguna, miembro de Traductoras/es en Acción, la red de traductoras/es e intérpretes voluntarios/as de Ecologistas en Acción a partir de la versión original francesa, disponible en: http://www.lemonde.fr/...
Este artículo que se publicó originalmente en francés el 29 de noviembre de 2016 en LeMonde, se trata de la parte 3 (de una serie de tres), acompañada de comentarios firmados por casi 100 científicos:
Carta abierta: Paremos las manipulaciones de la ciencia
Alteradores endocrinos: la fabricación de una mentira (parte 1)
Alteradores endocrinos: la negación del estado de la ciencia (parte 2)