Disputas frente al poder corporativo en la nueva normalidad
"Asistimos así a un momento de reconfiguración de roles y aceleración de tendencias preexistentes para, en el marco de notables seísmos, mantener posiciones y adaptarse a un escenario crecientemente convulso. En esta lógica de que todo cambie para que nada cambie, éstas parecen ser las claves exacerbadas por la nueva normalidad: disputas geopolíticas en escalada; deudas incontroladas; procesos de centralización de capitales; transformaciones en los liderazgos corporativos; propuestas de revisión del papel del estado; redefiniciones de los trabajos y de sus condiciones; gestión securitaria de las emergencias sociales; militarización de territorios; y, finalmente, la necropolítica como dilución de facto del marco internacional de los derechos humanos".
La vieja normalidad consistía en un modelo de sociedad global pergeñado en torno a un capitalismo en crisis sistémica, incapaz tanto de responder a su necesidad natural de acumulación y crecimiento incesante, como a la pretensión de hacerlo en un contexto de colapso ecológico. Una quimera en cuyo empeño la vida se precarizaba y tornaba insostenible, las des-igualdades aumentaban, los mínimos democráticos se desmantelaban y las tensiones geopolíticas se acrecentaban. Una normalidad, en definitiva, muy vulnerable, sostenida únicamente sobre los pies de barro de una economía financiarizada, así como del supuesto horizonte de promisión de la cuarta revolución industrial.
La nueva normalidad vendría a ser como la vieja, pero en realidad aumentada y deformada. Una versión más grotesca de un capitalismo obligado por el coronavirus a transitar a través de los espejos cóncavos del «callejón del gato», siguiendo la metáfora que Valle-Inclán convirtió en imagen del esperpento en Luces de Bohemia. De este modo, el estallido pandémico —de impacto incierto pero profundo en cualquier caso— estaría actuando como un «gran acelerador» de las mismas contradicciones que aquejaban a la vieja normalidad, alterando en consecuencia las reglas globales de juego.
Asistimos así a un momento de reconfiguración de roles y aceleración de tendencias preexistentes para, en el marco de notables seísmos, mantener posiciones y adaptarse a un escenario crecientemente convulso. En esta lógica de que todo cambie para que nada cambie, éstas parecen ser las claves exacerbadas por la nueva normalidad: disputas geopolíticas en escalada; deudas incontroladas; procesos de centralización de capitales; transformaciones en los liderazgos corporativos; propuestas de revisión del papel del estado; redefiniciones de los trabajos y de sus condiciones; gestión securitaria de las emergencias sociales; militarización de territorios; y, finalmente, la necropolítica como dilución de facto del marco internacional de los derechos humanos.
En conclusión, mutaciones significativas mediante las cuales las élites globales —comandadas por las empresas transnacionales— pretenden sostener su hegemonía en una nueva normalidad en gestación, marcada muy probablemente por una sucesión de estallidos financieros, ecológicos y sociales, sin descartar los de carácter epidémico. De esta manera, las multinacionales, pese a la recesión en ciernes, a la vulnerabilidad mostrada por las cadenas globales de valor de las que se nutren, a la fragilidad de sus balances, fruto del endeudamiento, y a la crisis manifiesta de sectores corporativos clave, aspiran a incrementar su poder global, haciendo valer para ello su fuerza y dinamismo. Partirían en este sentido de una posición privilegiada para ofrecer respuestas a un mundo que el covid-19 parece empujar definitivamente hacia la digitalización y la automatización, la transición energética, la redefinición del mundo laboral y la gestión securitaria de una escalada de conflictos.
Así, dentro de la maraña de quiebras y adquisiciones que se avecinan (la «destrucción creativa» de la que hablaba Schumpeter), estaría tomando cuerpo una alianza previamente en ciernes que, bajo el liderazgo de las corporaciones big tech (Morozov, 2018), aglutina a las finanzas, al complejo industrial-militar y al capitalismo verde. Este sería el ave fénix del capitalismo del siglo xxi, el sujeto corporativo renovado y ultracentralizado, empeñado en imponer la mercantilización y corporativización definitiva de la vida como respuesta a la crisis actual. Aunque todavía no habría hecho realidad ni de lejos su pretensión de generar, de la mano de la cuarta revolución industrial, una onda expansiva de productividad generalizada, inversión y crecimiento, sí que estaría en todo caso en capacidad de navegar la complejidad de un capitalismo estancado, partiendo de su control sobre aspectos tan estratégicos hoy en día como los datos, los bienes naturales, las fuentes de financiación y la maquinaria securitaria.
Si esta nueva normalidad corporativa se impusiera, el horizonte de los pueblos del planeta, de las mayorías sociales y de la clase trabajadora sería funesto. Los mercados y el poder corporativo no son la solución, sino la génesis de la contradicción sin solución entre crecimiento capitalista, por un lado, y sostenibilidad e igualdad, por el otro, por lo que nos conducirían a una distopía autoritaria y de mayores asimetrías. No obstante, la partida no ha hecho sino comenzar. Al mismo tiempo que el poder corporativo hace gala de su vigor, también cada vez son más evidentes sus grietas. Sobre éstas debemos construir una nueva normalidad emancipadora, que lo confronte desde la defensa del bien común y la reproducción ampliada de la vida.
El presente artículo ofrece precisamente una serie de hitos sobre los que centrar esta disputa, partiendo previamente del análisis de las principales tendencias que trata de imponer el poder corporativo, cuyo desmantelamiento es estratégico y urgente.
Gonzalo Fernández es investigador del Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL) - Paz con Dignidad.
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Fuente: Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL)