Desde lo local a lo mundial en defensa de los bosques
"Nuestra estrategia central en la defensa de los recursos parte del espacio local, pues la gente que está siendo directamente afectada quiere defender su vida y sus recursos. Sin embargo, para enfrentar el poder transnacional, se requiere que lo local incida en lo nacional y lo nacional en lo internacional, para poder luchar en condiciones más ventajosas. Las organizaciones que trabajan a nivel internacional tienen que servir a lo local. Nosotros, por ejemplo, no negociamos ni con las empresas ni con los gobiernos. Nuestro objetivo apunta a darle más visibilidad y fuerza a la lucha de la gente de los bosques, porque los miembros de las comunidades afectadas deben ser quienes negocien y no, como ocurre con ciertas organizaciones, que otros negocian a nombre de poblaciones que ni siquiera conocen."
Ricardo Carrere
Cuando estaba preparando esta presentación, me acordé de la pregunta de un profesor que tuve en el liceo, y que me quedó muy grabada en la memoria: “¿Ustedes saben por qué los egipcios producían papel con papiro?” –nos preguntó. Nadie pudo darle una respuesta; así que nos dijo: “Pues muy sencillo: ¡porque había papiro!” En el caso de la defensa de los recursos naturales, podríamos preguntarnos algo similar al papiro de Egipto: ¿Por qué tenemos que hablar de estrategias de defensa de los recursos naturales o de defensa de la gente que habita en ellos? La respuesta es igualmente sencilla: porque en la actualidad existe una estrategia de ataque contra la totalidad de los recursos naturales y contra las poblaciones que dependen de ellos.
La problemática de los bosques
El Movimiento Mundial para los Bosques Tropicales (World Rainforest Movement) surgió en los años ochenta cuando había una preocupación muy grande por la destrucción de los bosques y en particular de los bosques tropicales. Nuestro movimiento partió del principio de que en todos los bosques del planeta existen muchos pueblos que habitan en ellos y que éstos son los primeros en querer conservar su hábitat y los primeros en tener derecho sobre su uso. Por ello, para nosotros la defensa de los bosques implica ante todo la defensa de los derechos de sus habitantes.
Las industrias que depredan los bosques son de distinta índole: maderero comercial, la explotación petrolera, la minería, las represas hidroeléctricas, las granjas camaroneras, la industria forestal que tala los bosques para plantar palma aceitera, eucaliptos, pinos, etc. El desarrollo de muchas de estas industrias es alentado e instrumentado por organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), etc.
Estrategias de defensa
Nuestra estrategia central en la defensa de los recursos parte del espacio local, pues la gente que está siendo directamente afectada quiere defender su vida y sus recursos. Sin embargo, para enfrentar el poder transnacional, se requiere que lo local incida en lo nacional y lo nacional en lo internacional, para poder luchar en condiciones más ventajosas.
Las organizaciones que trabajan a nivel internacional tienen que servir a lo local. Nosotros, por ejemplo, no negociamos ni con las empresas ni con los gobiernos. Nuestro objetivo apunta a darle más visibilidad y fuerza a la lucha de la gente de los bosques, porque los miembros de las comunidades afectadas deben ser quienes negocien y no, como ocurre con ciertas organizaciones, que otros negocian a nombre de poblaciones que ni siquiera conocen. Por otra parte, el trabajo a nivel internacional debe hacérselo en coordinación con las redes existentes. Por ejemplo, nosotros nos involucramos en el tema petrolero en la medida en que esta actividad destruye los bosques y los pueblos ahí asentados, sin embargo, participamos como grupo de apoyo para otras organizaciones – como, por ejemplo, Oilwatch- que trabajan centralmente en este tema. Del mismo modo apoyamos a organizaciones mundiales que denuncian la explotación minera o la destrucción del manglar por parte de las camaroneras, aportando en lo que podemos aportar.
La lucha contra las plantaciones
En los últimos años, hemos puesto especial énfasis en la lucha contra plantaciones de –por ejemplo- eucalipto, pino o teca. Esto puede parecer contradictorio, pues no todos entienden cómo una organización que defiende los bosques puede estar en contra de una actividad que se propone plantar árboles. Para entender esto debemos remontarnos a la lucha que empezó en la década de los ochenta, particularmente en la India y en Tailandia, donde las comunidades locales empezaron a resistir los monocultivos de eucaliptos. Ahí fue donde surgieron las primeras evidencias de los efectos negativos de este tipo de monocultivos. Los campesinos locales empezaron a organizar grandes manifestaciones: arrancaron los eucaliptos plantados y prendieron fuego a los viveros de las empresas o del Estado. Hubo grandes represiones a manera de represalia. Toda esta experiencia fue recogida en un libro: “Auditoría Ecológica del Eucalipto” (Ecological Audit of Eucalyptus), una de cuyas autoras integraba el WRM (Vandana Shiva).
Desde entonces, comprendimos que las plantaciones de eucalipto y de pino implicaban la deforestación de bosques nativos, que eran talados o incendiados para sustituirlos por estos monocultivos, muy rentables para las empresas, pero que no servían de nada a la gente local, que muy por el contrario era privada de sus tierras, su flora y su fauna, empobreciendo de este modo a toda la comunidad. Empezamos a investigar más el tema, y confirmamos que esto ocurría también en otros países como Sudáfrica, Chile, Brasil, y empezaba a ocurrir en Colombia, Venezuela y Uruguay. Sin embargo, a pesar de sus graves impactos sociales y ambientales, hoy en día las plantaciones de árboles en nuestros países continúan siendo catalogadas como “bosques plantados”. Por esta razón, la idea principal de esta campaña es convencer a la gente de que las plantaciones no son bosques, sino que son monocultivos. Para esto hemos hecho grandes esfuerzos por documentar estas luchas locales y difundir los testimonios de la gente, pues uno de nuestros puntos de partida es: nosotros creemos más en lo que dice la gente que en lo que dicen los científicos, muchas veces al servicio de las empresas forestales.
Pueden mencionarse numerosos países en África, Asia y América Latina donde las comunidades locales dan respuestas idénticas sobre los efectos destructivos de los monocultivos. Por ejemplo, ante la pregunta de si estas plantaciones han afectado el agua, la respuesta es unánime, pues no hay quien no confirme con su testimonio que a raíz de las plantaciones, las fuentes de agua se han reducido significativamente o simplemente se han secado.
Una ciencia al servicio de las empresas
Sin embargo, los técnicos de estos países sostienen que las afirmaciones de las comunidades no son ciertas, que el eucalipto o el pino no generan ningún impacto sobre el agua. Entonces, resulta que su supuesta verdad científica se contradice con la vida real, con la experiencia concreta de estas comunidades que aseguran que el agua se ha secado. Lo mismo ocurre con la biodiversidad y con otros temas. Por ello, una tarea importantísima es combatir a los científicos que están siendo pagados por las empresas para demostrar lo indemostrable y para defender sus intereses profesionales.
Yo he sido testigo de cómo, en las plantaciones de Aracruz Celulosa (una gigantesca empresa de celulosa instalada en Brasil), no se encuentra ni un solo pájaro. Así también he sido testigo de que los remanentes de bosque que cuidan las comunidades indígenas están llenos de pájaros. Sin embargo, científicos muy reconocidos de la Universidad de San Pablo “demuestran” que hay más pájaros en las plantaciones de monocultivos que en los bosques. Por esta razón, gran parte de nuestra lucha es denunciar a esta pseudo ciencia al servicio de las empresas. Lo lamentable es que, en todos los países en los que existen monocultivos, se escuchan discursos similares. En Tailandia, por ejemplo, un ingeniero forestal sostiene, al referirse a las plantaciones, las mismas falsedades que un ecuatoriano, un uruguayo o un sudafricano. Por ello, nosotros publicamos hace algunos años un libro titulado “10 respuestas a 10 mentiras”, en el que documentamos con la mayor seriedad posible todos los impactos registrados por esta actividad para, de esta manera, poder contrarrestar cada una de esas mentiras.
Otras situaciones nacionales en el tema de las plantaciones
Existen dos tipos de situaciones en los países que han dado cabida a las plantaciones en el mundo actual, y, en particular, en América Latina. La primera abraca a aquellos países en los que el modelo de los grandes monocultivos de árboles ya está establecido. Este es el caso de Chile, que tiene más de 2 millones de hectáreas; Brasil, que por lo menos tiene 6 millones de hectáreas; y Uruguay, que se acerca al millón.
La segunda es la que empiezan a vivir países como Colombia, Perú, Bolivia, Argentina y Ecuador, en donde la industria forestal recién está comenzando a sembrar ese tipo de plantaciones. Estos países se encuentran en la fase en la que las empresas y el Estado van a las comunidades con el mismo discurso mentiroso de que las plantaciones van a generar empleo y desarrollo; que van a permitir construir más escuelas, más carreteras y más hospitales; y que esto, además, va a ser ambientalmente beneficioso porque se van a plantar bosques. Por eso, nuestro reto en estos países es alertar a las comunidades en riesgo de ser afectadas por plantaciones, dándoles a conocer el testimonio de otros pueblos y comunidades que ya han sido terriblemente afectadas por este tipo de actividad.
El caso de Ecuador es un ejemplo bastante exitoso en lo concerniente al trabajo en redes, el cual se ha venido realizando desde hace varios años. Dicho trabajo consiste en ir documentando los impactos de las plantaciones existentes en Ecuador, en particular aquellas de la empresa holandesa FASE, que estableció plantaciones de pino en comunidades indígenas de los Andes, con el supuesto argumento de que dichas plantaciones iban a contrarrestar el cambio climático, absorbiendo el CO2 de la atmósfera. En la actualidad, la documentación de los impactos generados por estas plantaciones en la gente de la localidad ha dado lugar a un proceso para detener la expansión de las plantaciones de esta empresa. Por tanto, ha resultado muy exitoso mostrar las evidencias de dichos impactos para, de esta forma, obstaculizar la expansión de estas plantaciones.
También se documentaron otros dos casos más en Ecuador, en los que los impactos de los monocultivos afectaron a la población. El primero se refiere a las plantaciones de pino que se sembraron en el Altiplano, promovidas por el FEPP (Fondo Ecuatoriano Populorum Progressio), organización que apunta al desarrollo local con apoyo de la Iglesia. En este caso también recorrimos las plantaciones y recogimos el testimonio de los impactos que ha generado la industria agroforestal en esta región. La evidencia de dichos impactos es tal que la población local está arrepentida de haber aceptado el proyecto y está decidida a no continuar más con él. El tercer caso corresponde a la empresa Eucapacific, que opera en la provincia de Esmeraldas. Aquí se levantó un proceso de resistencia “ilegal”, por llamarlo de alguna manera, pues las comunidades locales entraron sin permiso a las plantaciones de la empresa para cortar los eucaliptos. “Ilegal” -digo- porque esos eucaliptos fueron plantados de forma ilegal, cerca de los cauces de los cursos de agua. Se han escuchado rumores de que la empresa japonesa estaría pensando en retirarse del Ecuador debido a la resistencia que ha despertado su actividad.
Este es un buen ejemplo de cómo la tarea de compartir experiencias de Tailandia, Sudáfrica, Chile y Brasil con Ecuador, junto a un gran trabajo de las organizaciones ecuatorianas para transmitir diferentes testimonios en lenguaje local, ha permitido que las poblaciones locales entiendan rápidamente los riesgos que traen este tipo de plantaciones para su subsistencia. Ahora que ellos pueden percibir estos impactos, pueden también enfrentarse a los ingenieros forestales y a las autoridades de gobierno y desmentir sus engaños.
El escenario internacional
Otro aspecto importante que hay que rescatar en la resistencia es la incidencia internacional, en un mundo globalizado, donde los intereses mundiales pesan, y mucho. Nosotros participamos activamente en los foros de Naciones Unidas sobre bosques, y lo único que puedo decir es que es en gran medida una pérdida de tiempo. En este ámbito, las Naciones Unidas no expresan sino un conjunto de intereses vinculados a las empresas forestales, a las que tanto los bosques como su gente les interesan muy poco. Hemos visto personalmente que los delegados gubernamentales están, en su mayoría, dispuestos a promover los grandes monocultivos como si fueran bosques, porque lo que ven en ellos es dinero. Esta es la razón por la que hemos llegado a la conclusión de que es inútil participar en este tipo de espacios, o si lo hacemos tiene que ser, por lo menos, acompañados de una presión popular significativa, antes y después de las reuniones.
Es importante señalar que nuestros gobiernos han firmado una serie de convenios y acuerdos internacionales para defender la biodiversidad, para combatir el cambio climático, para impedir la destrucción de los bosques, para reducir la pobreza, etc. A estas convenciones las llamamos “del tipo blando”, pues luego ningún gobierno las aplica y nada les obliga a hacerlo. En cambio, existen otro tipo de convenciones, a las que llamamos “duras”, que tienen que cumplirse obligatoriamente. Estos son, por ejemplo, los acuerdos que se firman en la OMC (Organización Mundial de Comercio), o los TLC (Tratados de Libre Comercio).
Como vemos, en el ámbito internacional nos enfrentamos ante dos escenarios diferentes: en los “blandos”, por más avanzados acuerdos que se firmen, no pasa nada si no ejercemos presión en nuestros países para hacerlos cumplir; y con respecto de los acuerdos “duros” debemos evitar firmarlos a toda costa, porque éstos sí se van a cumplir de cualquier forma y son los peores desde el punto de vista social y ambiental.
También es necesario distinguir entre aquellos países permeables e impermeables. Es decir, un gobierno permeable es, por ejemplo, aquel que cede ante la crítica internacional, mientras que a los gobiernos impermeables les da lo mismo recibir veinte cartas o veinte millones de cartas de objeción a alguna actividad. El gobierno colombiano, por ejemplo, es un caso de gobierno impermeable, y no porque sea más “soberano”, sino porque es insensible. En cambio, el gobierno holandés es un poco más permeable a las críticas. Por esta razón, es importante tener claro cuáles son los gobiernos a los que podemos presionar internacionalmente, con cierto éxito, y cuáles son aquellos que son una pérdida de tiempo y con los que se requiere otro tipo de presión.
Instrumentos jurídicos
En consecuencia, no se debe depositar demasiada confianza en los instrumentos jurídicos internacionales, sin desconocer que lograr introducir algo positivo en ellos puede servir; sin embargo, esto no garantiza ningún éxito. Por ejemplo, en la Cumbre de Desarrollo Sustentable en 2002, en Sudáfrica, se logró introducir en la Declaración de la Cumbre un breve inciso que planteaba la necesidad de “reconocer y apoyar sistemas de manejo comunitario de bosques”. Pero, a pesas de ello, a ningún delegado oficial le interesó realmente el tema. La única forma de que dicho inciso tenga alguna relevancia es exigir a nuestros gobiernos el cumplimiento de aquello en lo que estuvieron de acuerdo y se comprometieron a promover. Y, por supuesto, para obtener resultados positivos en esta gestión, debemos tener el respaldo de un movimiento social fuerte para, de esta manera, lograr que los gobiernos apoyen el manejo comunitario del bosque. Pero, sin este proceso de resistencia local fuerte, que genere verdadera presión, no pasará nada, y ni siquiera los gobiernos se acordarán de que existe el convenio. En otro caso, nosotros comprobamos que entre las 145 propuestas de acción sobre el tema bosques, acordadas en el Panel Intergubernamental sobre Bosques de Naciones Unidas, solo diez fueron positivas para los bosques y su gente.
El tema a nivel nacional y regional
Por otro lado, hay que tener en cuenta que los instrumentos jurídicos nacionales son más relevantes en la lucha, por la simple razón de que normalmente se cumplen más. Por ejemplo, es muy probable que la legislación forestal que se aprobó recientemente en Ecuador, o aquella que está siendo impulsada en Colombia, Perú y Paraguay, se cumpla, porque está siendo promovida desde los intereses madereros e implicará la expropiación de bosques por parte de las empresas - grandes concesiones y grandes plantaciones de palmas, de eucaliptos, de pinos, etc. - y la apropiación de grandes extensiones de tierras de pueblos indígenas o campesinos. Por tanto, se viene un proceso de resistencia muy fuerte a nivel nacional con apoyo internacional contra la aprobación de esas leyes.
Para ello, a nivel regional contamos con un instrumento: RECOMA (Red Latinoamericana Contra los Monocultivos de Árboles), la cual coordina actualmente un trabajo a nivel de todos los países de América Latina para compartir información y testimonios de presiones sobre los gobiernos, para denunciar el tema de los monocultivos, para reclamar por la conservación de los bosques y por los derechos de las personas que viven en estas zonas. Sin duda, es importante que esta red se una a los esfuerzos que realizan otras redes de resistencia de la lucha petrolera, camaronera y minera, porque son procesos vinculados a una estrategia de apropiación de todos nuestros recursos. La lucha es una sola.
Ricardo Carrere es Coordinador Internacional del Movimiento Mundial para los Bosques Tropicales, una red internacional de grupos ciudadanos del Sur y del Norte, involucrados en esfuerzos por defender los bosques del mundo y los derechos de los pueblos que allí habitan.
-Este artículo fue elaborado para el libro, de próxima publicación: “Territorios y Recursos Naturales: el saqueo versus el buen vivir” (ALAI / Broederlijk Delen, Quito, abril 2008).
Fuente: CLOC, 4-4-08