Debemos enfrentar el calentamiento global con realismo y sin engaños
El calentamiento global llegó para quedarse. La amenaza es mundial y la situación empeora por los intereses económicos que atropellan los derechos humanos y la vida en general, y por nuestras omisiones y falta de percepción. Las grandes corporaciones crean cortinas de humo, anuncios engañosos y discursos falsos empujan el problema hacia años venideros evitando los cambios urgentes.
Este artículo forma parte de la revista Biodiversidad, sustento y culturas #111
En Brasil hay una concomitancia de grandes inundaciones en cientos de municipios de Minas Gerais y Bahía, con sequía en el sur e incendios récord (más de 100 mil focos en 2021) en el norte. Las nubes de vapor, históricamente conducidas por los llamados “ríos aéreos” del Amazonas, refrenadas en su desplazamiento, se derraman en exceso en el centro del país. Mientras se reducen los bosques en el norte, aumentan los problemas de sequía en los campos del sur. Algo semejante ocurre en Bolivia, Argentina y Perú.
Desequilibrios provocados por el sistema de saqueo afectan los grandes biomas, comprometen sus conexiones y los desfiguran. El metabolismo del ecosistema planetario está en crisis mientras avanza la minería depredadora y la agroindustria ecocida. Una agroindustria que homogeniza y estandariza el territorio con grandes plantaciones que aceleran el calentamiento terrestre.
La biodiversidad de plantas y animales capta y retiene el calor, pero el modelo de producción y consumo está liberando fuentes de calor almacenadas a lo largo de la historia de la vida. Al quemar combustibles fósiles, la energía acumulada al ritmo de las eras geológicas se libera a un ritmo que supera la capacidad metabólica de los biomas. En su destrucción, los biomas se vuelven focos emisores, dejando de ser sumideros de gases con efecto de invernadero.
Dos puntos son esenciales: hay desequilibrio entre la capacidad de absorción y la emisión de gases que aumentan la temperatura de la tierra; y hay un límite operativo a la capacidad de retención de gases en cada bioma, un límite que depende de la temperatura externa al bioma. La diversidad que se liquida retendría calor y la homogeneidad, que se expande, lo emite.
La población no reacciona, porque no se da cuenta que hay que garantizar, al mismo tiempo, un bloqueo a las fuentes que emiten gases y una rápida activación/ampliación de los mecanismos que favorecen su retención.
Las soluciones existen, pero filtradas por intereses similares a los que nos imponen una dependencia hacia grupos interesados en la devastación de nuestros biomas, y que controlan la geopolítica global. Se difunden pseudo-soluciones que podrían, en el mejor de los casos, aventar a después el problema del calentamiento global. Así las nuevas generaciones no tendrán futuro, lo que nos obliga a reflexionar y actuar según nuestros valores.
Los “mecanismos de compensación” propuestos conducirían a metas de “cero emisiones netas”: los poderosos dicen contener el calentamiento con mecanismos de mercado. Dicen que las empresas y países responsables de emitir gases deben “comprar” o “alquilar” territorios y biomas capaces de absorber esos gases, a fin de mantener y “compensar” tales emisiones con las “absorciones” ocurridas en los territorios “alquilados” para este fin. El saldo neto sería cero y según dicen no estarían calentando el planeta y todo estaría bien. Las empresas y los países ricos, los principales contaminadores, “utilizarían para sí” amplias zonas de los países pobres, y los espacios que hoy contribuyen a reducir la tasa de calentamiento y aún garantizan la supervivencia de las poblaciones pobres se convertirían en sumideros de gases al servicio de quienes contaminan. ¿Y esas poblaciones pobres? Serían “recompensadas” con una partecita de los ingresos de los ricos, que mantendrían sus actividades con un sello de “cero emisiones netas”.
Suena interesante, mas es criminal y engañoso. Porque la “participación” de la gente pobre en el planeta es insuficiente para compensar el derroche energético de la gente rica. El “mercado de carbono” no alcanza a resolver el problema aun sin considerar el genocidio que implica la inhumana apropiación de las tierras de los pueblos del Sur global. Ya con las emisiones actuales, la capacidad de retención de gases de los biomas disminuye.
Necesitamos dejar de quemar energías fósiles a la brevedad posible. Tenemos que cambiar el modelo de producción y consumo. Otra falsa solución pide programas de control de la natalidad destinados a reducir la población y, por tanto, las necesidades energéticas para mantenerla. Pero aun si se eliminara a 50% de la población planetaria, pensando en la cantidad enorme de pobres en el mundo, no se reduciría ni un 10% la emisión de gases.
Un simple cambio de hábitos, recortando beneficios y despilfarros del 1% más rico del planeta, daría mejores resultados. Pero son quienes están a cargo, para ellos produce la economía, y no quieren que pensemos en esto.
Quienes se creen dueños y dueñas del planeta también recomiendan la “conversión” de las fuentes de energía actuales. Suman la idea de la “compensación” a realizar inversiones que expandan las fuentes de energía eléctrica. Prestarían dinero para que todos construyeran plantas y capturaran energía de los rayos del sol, los vientos y las mareas, y ampliaran hidroeléctricas y termonucleares.
Mas no hay suficiente material en el planeta para construir las estructuras necesarias para la reconversión. Las ciudades y sus conexiones, y la gama de servicios que en ellas se realizan, dependen de equipos que usan la energía para los que fueron diseñados, sin planificación: redes tan caóticas que no pueden reemplazarse a corto plazo. Y el corto plazo, aquí, apunta a 2030, ya 2 grados más en la temperatura media del planeta.
Lo peor es que las últimas reservas minerales necesarias para activar sus equipos están debajo de las áreas de biodiversidad restantes, donde viven pueblos originarios y comunidades tradicionales. En Brasil, es claro que buscarán destruir la Amazonía que emana los ríos aéreos, que recicla el agua, que capta gran parte de los gases, con tal de extraer los minerales necesarios para construir megacentrales eólicas y solares. Esto acelerará la conversión de nuestros biomas, y su multidiversidad, a regiones homogéneas y a cultivos de agroindustria dependientes de agroquímicos que agudizan el calentamiento del planeta.
Hay caminos peores, como la geoingeniería: oscurecer el cielo, que nos lleguen los rayos solares con menor intensidad; excavar profundo y enterrar bolsas comprimidas de gases no deseados en el agujero, esperando que nunca escapen, por ejemplo.
Poco se habla de alternativas efectivas, viables, porque exigen un mayor respeto por la vida, exigen conciencia y acciones afines con la Naturaleza, que evoluciona expandiendo la biodiversidad. Necesitamos de las diferencias entre seres que articulen sus formas de ser, vivir y ocupar los territorios. Necesitamos apoyar a la Naturaleza contra la homogenización.Los pocos y enormes monocultivos que calientan el planeta deben reemplazarse por un gran número de pequeñas áreas biodiversas, que lo enfríen. Requerimos amplios programas de reforma agraria, articulados en agro-bosques asociados a la producción animal, imitando los sistemas naturales y utilizando los saberes ancestrales de los pueblos tradicionales en cada bioma.
Necesitamos recuperar la democracia y la equidad en el acceso a bienes comunes fundamentales. Emprender sistemas de base agroecológica que contengan la deforestación; reemplazar los modelos de producción y consumo, que homogenizan los territorios y dependen de pesticidas e insumos químicos.
El ciclo del agua y la vida de los suelos es un indicador fundamental de nuestro logro como especie aplicada a colaborar con la Naturaleza. En términos prácticos, y entre muchas otras cosas, hay que desenmascarar las falsas soluciones y los intereses tras ellas. Necesitamos políticas e incentivos que conduzcan a suspender el uso de combustibles fósiles y a desplegar fuentes de energía alternativas. Dejemos de mercantilizar los bienes y recursos comunes fundamentales para el metabolismo planetario. Repensemos las ciudades, el transporte, los residuos, los materiales no biodegradables y los alimentos ultraprocesados. Establezcamos amplios programas de sensibilización, formación y movilización, aclaremos los retos existentes, los enfrentamientos y sacrificios necesarios. ¡No será fácil, pero es más que necesario!
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