De pandemias, OMS y la magia en la industria farmacéutica
"Hoy la OMS, con una historia a cuestas de más de setenta años y considerada todavía como la máxima autoridad mundial en materia sanitaria, no es como muchos suponen, una organización médica, es más bien una agencia especializada de la ONU más cercana con la política. En sus orígenes desempeñó un papel importante en la erradicación de enfermedades como la viruela y por sus aportes innegables en el control de la tuberculosis, poliomielitis y otros padecimientos; pero en épocas recientes esta organización ha entrado en una etapa de descrédito creciente, no solo por sus alertas sanitarias exageradas e infundadas, sino además, por las conocidas y estrechas relaciones que funcionarios, científicos, asesores y expertos ligados con ella, han tenido o tienen con laboratorios de la gran industria farmacéutica".
“Ciento cincuenta millones morirán al final de esta pandemia”, era el pronóstico apocalíptico que en el año 2005, hacía la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre las consecuencias que dejaría la Gripe Aviar. Sin embargo, por esa causa solo se reportaron en todo el mundo solamente 262 muertos. Casi cinco años después, en abril de 2009, la OMS vuelve a encender la alarma mundial con predicciones de varios millones de muertos, con la pandemia de la gripe H1N1, misma que dio por concluida en agosto de 2010, sin que se cumplieran ni uno solo de sus vaticinios.
Curiosamente durante esta última gripe, la OMS sin justificación alguna, decidió en mayo del 2009 modificar su definición de pandemia, con la inclusión de la expresión “infección simultánea en varios países” y borrar de sus rasgos la expresión de “mortalidad”. Es decir, que desde esa fecha para declarar una pandemia lo que le importa a esta organización, no es que esté muriendo una parte significativa de la población del planeta, sino el grado o velocidad de expansión que esté alcanzando la enfermedad en el mundo. Esta nueva definición tan vaga de una pandemia, parece ajustarse perfectamente a los intereses del gran negocio farmacéutico.
Hoy la OMS, con una historia a cuestas de más de setenta años y considerada todavía como la máxima autoridad mundial en materia sanitaria, no es como muchos suponen, una organización médica, es más bien una agencia especializada de la ONU más cercana con la política. En sus orígenes desempeñó un papel importante en la erradicación de enfermedades como la viruela y por sus aportes innegables en el control de la tuberculosis, poliomielitis y otros padecimientos; pero en épocas recientes esta organización ha entrado en una etapa de descrédito creciente, no solo por sus alertas sanitarias exageradas e infundadas, sino además, por las conocidas y estrechas relaciones que funcionarios, científicos, asesores y expertos ligados con ella, han tenido o tienen con laboratorios de la gran industria farmacéutica. Esto último resulta sumamente grave, cuando las naciones están obligadas jurídicamente, a acatar las directrices sanitarias que la OMS adopte. Desde muy temprano, tanto las actividades dudosas, como los oscuros lazos financieros y los cada vez más frecuentes conflictos de interés, que comenzaron a hacerse notorios en el seno de la Organización Mundial de la Salud, despertaron la preocupación de muchos. Ya en la década de los 60, esta organización estuvo fuertemente vinculada con la Fundación Rockefeller, en el financiamiento e investigación de vacunas para reducir o regular la fertilidad a escala masiva.
En el 2004 se conoció que en la campaña de vacunación de la OMS contra la poliomielitis en Nigeria, se habían utilizado vacunas que estuvieron contaminadas con sustancias contra la fertilidad. Ese mismo año varios importantes científicos, que trabajaron en un Plan de la OMS para enfrentar una posible pandemia, habían recibido previamente apoyos económicos de las compañías farmacéuticas Roche y GlaxoSmithKline (GSK), fabricantes de antivirales y vacunas. Hoy la propia organización internacional de salud no oculta que recibe un financiamiento para sus actividades, de la Fundación de Bill y Melinda Gates y de multinacionales farmacéuticas.
A esta conducta de poca ética y escaso mérito, se le suma la denuncia penal que la periodista austríaca Jane Burgermeister hiciera ante el gobierno de Austria y el FBI contra la OMS, laboratorios farmacéuticas y otras organizaciones de salud, donde los acusa de confabularse para ejecutar un genocidio a través de la vacuna anti-influenza y hacer propaganda de la falsa pandemia del H1N1. Para ello Burgermeister aporta dos memorandos oficiales de esta organización, donde según esta periodista científica, se demuestra que desde hace largo tiempo hay un fuerte interés, por encontrar un procedimiento eficaz para matar seres humanos a través de vacunas.
Hasta la propia Comunidad Europea no pudo quedar indiferente ante una OMS tan desacreditada y abrió a principios del 2010 una investigación judicial contra ella, por la alarma infundada que esparció sobre la pandemia H1N1, sus vínculos con los principales laboratorios farmacéuticos y la promoción de vacunas innecesarias para la gripe porcina. Suficiente fundamento hay en esta investigación, cuando la Organización Mundial de la Salud al hacer pública la composición de los consejeros del Comité de Emergencia de esta pandemia, reconoció que algunos de ellos, entre los que se encontraba su asesor principal para el virus de la influenza, habían recibido dinero de las firmas farmacéuticas que más se habían beneficiado de la supuesta pandemia.
Esta colusión entre la OMS y la industria farmacéutica, ya había sido advertida en junio del 2009 por la revista médica British Medical Journal. Tal vez por exhibir una historia donde las preocupaciones hacia la salud, suelen estar frecuentemente manchadas por relaciones interesadas con compañías biofarmacéuticas, llevó a Donald Trump a acusar recientemente a la Organización Mundial de la Salud y a su director general, de mantener lazos de complicidad y complacencia con China, a raíz de la aparición del virus SARS-CoV-2.
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