De maíz y soberanía en El Salvador
Biodiversidad entrevista a Manuel de Jesús Morán Hidalgo: "Nuestra lucha es recuperar esa cultura de maíz, porque somos hombres de maíz. Que la gente tenga el maíz para comer, que las familias no estén comprando el maíz y mucho menos maíz industrial (...); los programas de agricultura sostenible son ahora el fundamento del programa de soberanía alimentaria. Si se siembran transgénicos, la resistencia social va a ser muy grande"
Me gustaría que me cuentes del trabajo que haces con las comunidades
Yo empecé trabajando con el programa Nutrición y soja, es un programa que ayuda a los pequeños campesinos a tener alimentos nutritivos y accesibles en las comunidades pobres; he trabajado siete años, y luego me integré a Cáritas; en Cáritas tuvimos la oportunidad de hacer un trabajo más amplio en el programa de la soja sólo trabajábamos promoviendo la soja, el consumo y el cultivo. Cuando llegué a Cáritas pude hacer un trabajo más integral; veíamos granos básicos, ganadería y veíamos la parte de la seguridad alimentaria, que era con huertas familiares. Hasta ese tiempo, yo era un fiel creyente de los híbridos, y defendía a toda costa la producción con maíces híbridos, semillas híbridas, hortalizas con semillas híbridas y fui experimentador de la compañía más grande de semillas de Centroamérica que se llama Cristiani Burkad (quien, por cierto, fue hace dos períodos, presidente del país).
Posteriormente, cuando llegué a Cáritas, empecé a aprender con los campesinos de sus semillas, de sus cosas, me metí mucho más y fui viendo que en las comunidades había mucho potencial genético que se estaba desaprovechando. Y afortunadamente conocí a Roberto Rodríguez, de Colombia, que es un metodólogo, es un ingeniero agrónomo que cree mucho en esto de los recursos locales y empezamos la conversión de toda esa idea de las semillas híbridas a las semillas nativas; así fue que me fui metiendo en el trabajo de la mejoras genéticas con los agricultores y hemos llegado hasta donde estamos ahora, en todo este tiempo.
¿Y cuál fue el trabajo con el maíz?
Nosotros hacemos mucho intercambio de semillas dos veces al año, cuando entra el invierno y cuando sale el invierno, para que tengan semillas en las comunidades. Entonces ahí pude ver yo variedades de maíz muy muy lindas, muy grandes las mazorcas, y a la gente le gustaba mucho sembrarlas por resistencia a las sequías, a las plagas, a las enfermedades. Entonces empecé a rescatar de todo el país todas las semillas que a mi criterio y de la gente también eran variedades promisorias, variedades que tenían potencial para mejorarlas, y empecé a plantar en mi parcela una pequeña parcela las catorce primeras variedades que yo pude colectar de las más promisorias. Entonces, de las catorce, la que mejor respondió fue la del maíz SANTA ROSA, una variedad que está en la zona de nosotros.
Las colecté y empecé a trabajar con mazorcas que tuvieran más de catorce carreras hileras de granos que tienen las mazorcas; que tuvieran de catorce a veinte algunas tienen hasta veintidós y empezamos a hacer un trabajo de mejoras. Y por el tamaño del grano, que es otra cosa clave en el país porque a la gente le gusta un grano cholotón (un grano grande); y el maíz tenía todas esas características. Yo encontré el maíz con un productor que sembraba 10 hectáreas y sacaba 400, 500 quintales de maíz; entonces me llamó la atención que él me contó que había sembrado ya doce años ese maíz y que elegía las mazorcas simplemente de una parva de maíz.
¿Cuántos años hace?
Él había sembrado 14 años ese maíz, entre 12 y 14 años y me llamaba la atención que él nada más hacía la parva de mazorcas y ahí apartaba las más grandes y así sembraba al año siguiente. Para ese momento, ya nosotros teníamos algo de idea de lo que era la mejora. Así nos había enseñado un campesino de Honduras. Pues empezamos con los conocimientos de genética que yo aprendí en la universidad y sobre todo más por entusiasmo que por saber, a mejorar, a apartar plantas fuera de serie, mazorcas pe queñas, mazorcas deformes, y sobre todo a bajarle la altura el maíz era alto y la gente lo quería más bajo, a tratar de mejorar genes que tuvieran capacidad de tener plantas más bajas.
¿Pero todo esto hecho en trabajo de campo y con los campesinos?
Sí, en trabajo de campo con las comunidades. El trabajo básico que yo hice fue sacar la semilla Santa Rosa como promisoria, y de ahí la tiramos a los campesinos y empezamos a estudiar juntos... "A mí se me dio muy alto", me decían ellos, "A mí se me quedó más bajo", y empezamos a hacer un círculo con ellos de qué era lo ideal, hasta lo que hemos llegado ahora, a tener una caracterización oficial de lo que es el maíz Santa Rosa, cuáles son según ellos y según nosotros- las características ideales del maíz Santa Rosa: altura de planta, altura de mazorcas, tamaño de las mazorcas, grosor de las cañas, de enraizamiento. Eso es el documento que tenemos. Así, después de 5 años de trabajo, nosotros tenemos más de 3 mil manzanas sembradas de maíz Santa Rosa a nivel nacional.
¿Cuántos agricultores aproximadamente?
Los agricultores que militan en el programa son más de 500, sólo del programa de Cáritas de Santa Ana. Pero a nivel nacional nosotros hemos distribuido 206 quintales de maíz Santa Rosa sólo en este año. Estamos hablando de que por cada agricultor organizado en nuestros grupos, hay dos afuera de nosotros que no se asocian, pero siembran el maíz; serían 1600 sólo en nuestra Diócesis, y son 14 programas a nivel nacional. ¿Te imaginas cuantos campesinos son ya? O sea, además de lo nuestro, hay unas mil manzanas fuera de nuestros programas que tienen en todas las Cáritas del país; o sea, el maíz Santa Rosa se ha convertido prácticamente en el símbolo de la lucha por las semillas en el país, el programa nuestro es el faro que va alumbrando y que va llevando alternativas. Y en todo eso nos hemos ido llevando las semillas de pepino, semillas de tomate, semillas de chile, de bambú nativo también mejorado y vamos haciendo bastante.
El maíz éste ¿es para autoconsumo?
Originalmente, nuestra lucha es que la gente tenga maíz para comer, nosotros siempre pensamos en seguridad y en soberanía alimentarias. Para nosotros eso es lo más importante: que la gente tenga maíz. Porque el problema es que estamos en un país donde la migración es demasiado alta y aunque tiene "algo de recursos", están dejando de comer maíz y están comiendo maíz industrial con nombres comerciales MASECA y NIXTAMASA. Entonces nuestra lucha es recuperar esa cultura de maíz, porque somos hombres de maíz. Que la gente tenga el maíz para comer, que las familias no estén comprando el maíz y mucho menos maíz industrial, porque no hay acceso, no lo tenemos.
¿Y cómo llegan con el maíz a la soberanía alimentaria?
Originalmente nosotros creíamos que el problema era el maíz, y el problema es la tenencia de la tierra. El problema de la soberanía no es por el maíz, es por no tener tierras; hoy nos estamos enfrentando a que los campesinos tienen maíz pero no tienen tierras. Estamos arrendando uno en una parcela, otro en otra; entonces estamos en la lucha de que los agricultores tengan una parcela; esa es la lucha, en realidad, pero a través del maíz hemos llegado. Hay que tener tierras; tenemos que luchar por un ideal más grande: que los que no tienen parcelas, tengan por lo menos una manzana, que es la que nos da sustento para tener maíz durante todo un año, frijoles y arroz. En una manzana una familia puede producir 30 quintales de maíz, que son suficientes para una familia de 9 hijos, un papá y una mamá. Y frijoles suficientes para vender y comer.
Y ahora tú coordinas un programa nacional de soberanía alimentaria…
Exactamente. La idea original no era un programa de soberanía alimentaria, era uno de seguridad alimentaria. Nosotros lo veíamos en la línea de promover huertas caseras, pero luego nos dimos cuenta que era mucho más grande el problema, que la soberanía alimentaria era un problema político, no era un problema técnico. Decíamos "Bueno, teniendo maíz, teniendo frijoles, teniendo arroz, ¿cómo no van a tener resuelto el problema?". Nos dimos cuenta que no era cierto, era un problema político. Y nosotros éramos agrónomos somos agrónomos y de lo que menos conocemos es de política; entonces tuvimos la dicha de encontrarnos con mis amigos Guillermo Alemán e Iván Linares, que son muy hábiles en esta línea, y empezamos a construir la idea de lo que sería un programa de soberanía alimentaria, cómo articularlo. Entonces pasamos de la parte técnica a la parte política, sin querer, y nos fuimos metiendo ya en la parte de estudiar el acceso a los alimentos, la disponibilidad, el Consenso de Washington, los TLC, todo lo que es el ALCA, incluyendo el Plan Puebla Panamá. Y nos hemos dado cuenta que el problema de la soberanía alimentaria es más que un problema sencillo, es un problema eminentemente político que interesa a muchos gobiernos menos al nuestro. El programa está dando una cobertura nacional con todas las sedes de Cáritas; tenemos ocho sedes a nivel nacional y seis organizaciones más ligadas a organizaciones de la Iglesia que no son Cáritas. Por ejemplo, Fe y Trabajo, que es liderada por un sacerdote; COIDESAM que es una organización católica fundada por un obispo y trabaja junto a una sede de Cáritas que empuja muy bien el trabajo desde la óptica pastoral. Nosotros lo vemos como un compromiso evangélico; para nosotros es un desafío evangélico porque somos militantes en parroquias y el problema lo vemos desde esa óptica. No puede ser evangélico que la gente esté pasando hambre, que la gente esté comiendo semillas, alimentos transgénicos. Si tenemos alimentos de buena calidad ¿porqué vamos a comer alimentos que llamamos chatarra o basura o alimentos no aptos para consumo humano? Esa es la filosofía.
¿Y con qué metodología lo trabajan así en las comunidades?
Como estamos cansados de la politiquería barata que se nos vende y entre ellos muchas ONG que dicen ser agentes de cambio pero en la realidad son organizaciones fantasmas que hacen grandes bullangas, hacen grandes cosas públicas pero en la práctica no hay nada, no hay comunidades de base, analizando todo ese trabajo decíamos nosotros que hay que hacer un trabajo diferente, alejado un poco de los partidos políticos. Sí un trabajo político pero no pegado a los partidos políticos, y alejado un poco de la estructura de las parroquias, de los párrocos, de los obispos, que en realidad no son muy estratégicos en esta línea. Y la otra es la organización de las comunidades desde abajo. Nosotros trabajamos en grupos pequeños por comunidades y tenemos grupos de prevención de riesgo, el riesgo de padecer hambre, el riesgo de padecer desnutrición, pobreza y maltrato; entonces los agricultores se reúnen en grupos y cuando viene el tiempo de la siembra y cuando viene el tiempo de las cosechas, visitamos casa por casa para que la gente no vaya a sembrar maíces dudosos, que siembren lo que se comen, que coman lo que siembran, y en el verano que guarden lo que se va a comer y que tengan garantizada la selección de su semilla; eso es básicamente lo que hacemos. Trabajamos en la parte técnica, somos 38 agrónomos a nivel nacional y el trabajo básicamente se llama "círculos de reflexión", esa es la palabra, círculos de reflexión; la idea es crear pensamiento estratégico en la gente, más que el trabajo de sembrar maíz. Cómo ver más allá, que el maíz no es meramente la mazorca de maíz sino una cuestión estratégica, política. Eso es básico; luego nos vamos amarrando. Y otro trabajo que para nosotros ha sido excelente es romper con el protagonismo de las organizaciones y que el protagonismo sea de los agricultores. O sea, apartarnos, saber apartarnos, para que la gente tome el papel. Realmente sucede que muchas veces uno es el superhéroe y la gente va atrás de uno cuando debería ser al revés: nosotros vamos atrás y ellos van adelante. Siempre estábamos así: "¿Cuándo vamos a poner un logo de Cáritas aquí?". No importa que ponga un logo. "La comunidad Palo Verde dice no a los transgénicos" y listo. No tiene porqué decir "Cáritas dice no a esto"; eso es por lo que estamos luchando, que haya un protagonismo mucho más auténtico de la gente y no de las organizaciones que aglutinan a la gente.
¿Cómo llegan desde el trabajo con soberanía alimentaria y este trabajo con los círculos de reflexión a trabajar contra los transgénicos?
Es que originalmente el proyecto se llamaba "Proyecto transgénicos". Yo había estado en Alemania y ya el pleito de los transgénicos era grande allá. Ya Greenpeace y Misereor estaban luchando lo de las patentes en Munich, y yo dije: "¿Cómo puede ser que esta gente esté peleando lo del maíz aquí y nosotros, que tenemos origen del maíz, no estemos haciendo casi nada o muy poco?" Vine con la ilusión de montar ese programa. Habíamos hablado con la gente de Misereor y Heinz Oelers me había dicho que sí, que le entráramos, que de hecho era una cosa urgente. Hasta entonces, no se llamaba Soberanía Alimentaria, se llamaban "Programas de agricultura sostenible". Entonces los programas de agricultura sostenible siguen siendo programas de agricultura sostenible, lo que incorporamos es el componente político, que nos ha costado mucho porque, como te digo, somos agrónomos y dentro de la estructura de la Iglesia decir "política" es algo bien delicado. Entonces, los programas de agricultura sostenible son ahora el fundamento del programa de soberanía alimentaria, como un componente político que hoy se llama Incidencia política y participación ciudadana. Así hemos llegado a ese punto de manera tal que nosotros decíamos, "Si el problema es político y nuestras propuestas son técnicas, es muy poco lo que podemos hacer". Entonces tenemos que hacer también propuestas políticas; y por eso es que los transgénicos no son una propuesta técnica, son una propuesta política, y ahí es que nos hemos enredado todos en ese lío de los transgénicos.
¿Cómo es la lucha contra los transgénicos en El Salvador?
Bueno, una lucha encarnizada... La ventaja es que El Salvador perdió hegemonía agrícola, es una tremenda ventaja para nosotros porque el país se ha vuelto seudo-industrial y eso es vital para la agricultura, porque ya no es la agricultura hegemónica que teníamos hace veinte años, donde había cultivos extensivos de algodón, de maíz, de soja y caña de azúcar. Entonces esa es la cosa que nos ha beneficiado. Pero hay muchas organizaciones; en El Salvador hay más ONGs que gente que necesite ayuda, las ONGs son una plaga realmente y ahí hay gente que en lugar de ayudar, atrasa... Pero en la lucha contra los transgénicos nosotros creemos que estamos haciendo un trabajo totalmente diferente, porque muchas organizaciones que luchan contra los transgénicos están muy pegadas a la izquierda, a los partidos de izquierda y eso les ha hecho perder credibilidad y les resta. Nosotros, por un lado, medio pegados a la iglesia medio pegados porque somos parte de la iglesia, porque Cáritas es parte de la iglesia, es la iglesia misma, pero nos vamos normando por nuestras ideas propias, de nuestra organización que es la plataforma que aglutina a toda esta gente. Entonces, la plataforma de agricultura que la mayor parte de sus miembros son contraparte de Misereor quiere tener una identidad propia en la lucha contra los transgénicos; y ahí pues nos articulamos con la Red Ciudadana frente a los Transgénicos, que es una de las más fuertes en el país y aglutina a bastantes organizaciones. Y nosotros trabajamos en paralelo, pero hacemos un trabajo complementario, no hacemos lo mismo, siempre pensamos que es más estratégico así. Pero está muy fuerte la lucha, yo creo que los campesinos a nivel nacional, como el país es pequeñísimo, es muy fácil organizar de un extremo al otro del país. Nosotros ya hemos llegado al punto crucial en que, si se siembran transgénicos, la resistencia social va a ser muy grande, de manera tal que se tomen medidas como la quema de cultivos, de sabotear todo lo que sea semilla, como lo estamos haciendo hoy con los alimentos que llegan del PMA.
Así está la situación.
Entrevista realizada por Carlos Vicente. Manuel Morán es agrónomo, integrante de Cáritas, y trabaja en la Diócesis de Santa Ana, El Salvador.
Publicado por: Revista Biodiversidad, sustento y culturas N° 44