Crisis o soberanía energética. Buscar soluciones locales
Conversan Carlos Vicente y Joao Pedro Stedile del Movimiento de los Sin Tierra brasilero (MST) sobre agrocombustibles y las nuevas formas de lucro del capital internacional: "Es una gran alianza entre tres tipos de capitales transnacionales: las petroleras, las automovilísticas y las empresas del agro que quieren seguir monopolizando el mercado mundial de productos agrícolas. Ahora, ese imperio del capital internacional quiere hacer una alianza con los grandes propietarios, los terratenientes del sur, en especial en Brasil, y utilizar grandes extensiones de tierra para producir"
CV. ¿Cómo ve el mst el avance de los proyectos de producción de agrocombustibles en Brasil?
JPS . Los vemos con gran preocupación. Es una gran alianza entre tres tipos de capitales transnacionales: las petroleras (que quieren disminuir la dependencia del petróleo), las automovilísticas (que quieren seguir con ese patrón de transporte individual para sacar ganancias) y las empresas del agro (como Bungue, Cargill, Monsanto) que quieren seguir monopolizando el mercado mundial de productos agrícolas. Ahora, ese imperio del capital internacional quiere hacer una alianza con los grandes propietarios, los terratenientes del sur, en especial en Brasil, y utilizar grandes extensiones de tierra para producir agrocombustibles. Quieren producir una mercancía que sólo interesa por mantener sus tasas de ganancia y sus modos de vida. No tienen ninguna preocupación por el medio ambiente, el calentamiento global u otras cosas, que nosotros los simples humanos tenemos. El capital tiene un único objetivo: reproducirse en sus tasas de ganancia.
CV. ¿Por qué llamarlos agrocombustibles y no biocombustibles?
JPS. Hemos estudiado y compartido en el foro mundial de soberanía alimentaria en Malí, África, que hay una gran manipulación por parte de ese capital, en ponerle a los combustibles de origen vegetal, renovable, el prefijo bio, que significa vida. Es una aberración, porque todos los seres vivos tienen el componente bio. Entonces podríamos llamarnos bio-personas, bio-joaopedro, bio-soja. Pero ellos utilizan el prefijo bio para dar a entender que es una cosa buena, políticamente correcta. Por eso, en La Vía Campesina Internacional hemos acordado llamarlos por su verdadero concepto: combustibles o energía, producidos en el agro; por tanto el término correcto es agrocombustibles o agroenergía. Si su producción es más adecuada que la de la energía fósil del petróleo y el carbón, eso es otro tema. Pero no pueden utilizar el prefijo bio como señal de algo bueno, automáticamente.
CV. ¿Qué impactos hay sobre la agricultura, la alimentación y la tenencia de la tierra?
JPS. En la agricultura capitalista las reglas de la economía política funcionan para toda la producción agrícola basada en las tasas medias de ganancia. Si el etanol o el agrocombustible de otros orígenes vegetales dan más ganancia al productor capitalista que el maíz, el algodón, el trigo, el fríjol, por supuesto que habrá una migración de cultivos alimenticios, que por lo general tiene una tasa de ganancia más baja (porque los consumidores tienen baja renta) y migrarán hacia cultivos de agrocombustibles. Ésa es la regla capitalista. Nadie necesita predecir o planificar. Ya está ocurriendo en Brasil. La caña avanza sobre áreas cultivadas de fríjol, de maíz, de ganado lechero. También se ampliarán las áreas de monocultivo. Grandes extensiones de tierra fértiles serán dominadas por el monocultivo de la caña o la soja para producir energía, sea alcohol, etanol u óleo combustible. Y la producción agrícola de monocultivo es por sí sola perjudicial para la naturaleza. Destruye otras formas vegetales, la biodiversidad. En soja y caña hay estudios que comprueban que en Brasil su monocultivo altera el equilibrio de las lluvias, que se concentran más en un periodo del año y se vuelven más fuertes, más torrenciales. Además, esas aguas —como no tienen la biodiversidad para equilibrar y abastecerse de ellas—, corren con más intensidad a los ríos o al manto freático subterráneo. Hay estudios que muestran el aumento de la temperatura media en esas regiones. Y el aumento de la incidencia de las sequías en regiones de monocultivo. En el caso de la caña, tenemos el agravante de las quemadas que hacen (con eso lanzan gas carbónico a la atmósfera) y las pésimas condiciones de trabajo de los obreros asalariados, que por lo general traen de regiones distantes para evitar que se organicen y luchen.
Por supuesto hay un enorme impacto en la concentración de la propiedad de la tierra. Como se estimula el monocultivo por grandes empresas, es evidente que —en alianza con el capital financiero e internacional— invierten en Brasil comprando grandes extensiones de tierra. En los últimos meses, Cargill ya compró la planta más grande de alcohol en Sao Paulo con 36 mil hectáreas continuas de caña. Es ya la mayor área cultivada continua de caña.
En el estado de Sao Paulo había hasta el año pasado 4 millones de hectáreas de caña; con los planes de expansión de muchas usinas, quieren en sólo tres años pasar a 7 millones de hectáreas. Otros estados cercanos, como Goias, el sudoeste de Minas y Mato Grosso do Sul, están ampliando los cultivos de caña para instalar en los próximos 5 años 77 nuevas usinas. Y Petrobras empezó la construcción de dos alcoholductos. Uno sale de Cuiaba (capital de Mato Grosso en el centro-occidente) y va al puerto de Paranaguá (Paraná) y otro en las cercanías de Goiania (capital de Goias) va a Santos. La región será tomada por grandes propiedades de caña. Una concentración impresionante, con presencia de capitales internacionales, como Cargill. Muchas inversiones extranjeras, controladas por ejemplo por Soros, están puestas en acciones de empresas brasileñas que operan en alcohol.
CV. ¿Qué experiencia hay en Brasil tras más de 30 años produciendo alcohol a partir de la caña de azúcar?
JPS. La producción de alcohol de caña para autos tuvo un impacto positivo en la balanza comercial de Brasil. En ese entonces disminuyó la importancia del petróleo y logró equilibrar los precios de los combustibles. Pero trajo consigo innumerables problemas ambientales, porque al contrario de lo que abogaban muchos científicos —que la producción fuera en pequeñas unidades, integrada con los campesinos, para la soberanía energética de cada municipio—, la dictadura de entonces optó por el monocultivo y grandes usinas. Muchos municipios se volvieron inmensos cañaverales, totalmente dependientes de importar comida de otros lugares. Y no disminuyó la polución. Primero porque la misma producción de caña necesita diesel, y derivados de petróleo para los fertilizantes. Así aumenta en 25% el consumo de petróleo en esas regiones. Segundo, los automóviles con mezcla de gasolina con alcohol siguen calentando el clima, por la sobrepoblación de autos y personas en grandes ciudades, sin resolver ningún problema ambiental o de carbono en la atmósfera.
Muy al contrario: se agravaron los problemas sociales, por la concentración de la propiedad, por la disminución del trabajo en el campo, con el éxodo rural, etcétera. Las regiones cañeras de Brasil son las regiones de mayor concentración de riqueza y mayor existencia de pobreza. Por ejemplo el municipio de Ribeirao Preto, en el centro de Sao Paulo, considerado por la burguesía como la California brasilera, por su elevado desarrollo tecnológico en la caña. Hace 30 años, producía todos los alimentos, tenía campesinado en el interior y era una región rica con distribución equitativa de la renta. Ahora es un inmenso cañaveral, con unas 30 usinas que controlan toda la tierra. En la ciudad hay 100 mil personas que viven en favelas. Y la población carcelaria es de 3 813 personas (sólo adultos), mientras la población que vive de la agricultura y tiene trabajo allí son solamente 2 412 personas contando los niños. Ése es el modelo de sociedad del monocultivo de la caña. Hay más gente en la cárcel, que en la agricultura.
CV. ¿Cómo piensan ustedes que debe enfrentarse la crisis energética?
JPS. Decimos que hay que tener un gran debate con toda la sociedad, y enfrentar el problema en varios niveles. El primer y más importante nivel es que tenemos que cambiar la matriz de transporte. Sustituir los autos individuales que consumen mucha gasolina y alcohol por transporte colectivo que utilice gas, energía eléctrica y otras formas menos contaminantes. Segundo, ir cambiando las fuentes de la matriz energética de toda la sociedad, estimulando todo tipo de alternativas, de menor escala, como pequeñas y medianas hidroeléctricas, que causan menor impacto en el ambiente, energía del agro, eólica, y otras. Tercero, tenemos que concebir la soberanía energética. Que cada pueblo y municipio busquen sus propias soluciones locales, y no depender de energía transportada de otras localidades.
Es cierto, las grandes ciudades ya no lo lograrán, pero podemos disminuir en mucho esa crisis y si combinamos con las alternativas anteriores, sí se pueden encontrar formas no contaminantes y de equilibrio con el ambiente.
Esperamos que las consecuencias perversas del calentamiento del planeta, que ya siente la población urbana, puedan llevar a un proceso de concientización de las personas, para presionar a los gobiernos a realizar cambios. Porque las empresas y los capitalistas no tienen ningún compromiso con la gente, sólo con sus tasas de ganancia.
CV. ¿Qué acciones plantea el mst en relación al avance de los agrocombustibles como política de Estado?
JPS. En el mst y La Vía Campesina estamos en un proceso permanente de discusión. El primer paso es frenar el avance del monocultivo de caña y soja, frenar el avance del capital transnacional. Aumentar el debate con la sociedad. Defender la idea de que el comercio de la energía, y de la agroenergía, debe estar en manos de alguna empresa estatal, pública, que desarrolle una política de acuerdo con los intereses de la población y no del capital. Será una larga y difícil lucha. Pero ya estamos en ella. Y el futuro de la humanidad se decide en esas batallas.