Contra la sostenibilidad
"Será necesaria una visión relacional y procesual, que dé cuenta del desarrollo de dinámicas de poder en la apropiación social de los territorios; donde la misma delimitación del espacio o la región, es decir, la definición de la escala del fenómeno a ser estudiado, constituye una disputa por la visión del mundo social (Bourdieu, 2006), que incluye la visión de las cuestiones ambientales".
COLUMNA DISPUTAS POR EL TERRITORIO, TENSIONES ENTRE LA GUERRA Y LA PAZ
Por Gustavo Adolfo Muñoz Gaviria
En el caso colombiano, el Plan Nacional de Desarrollo (PND) del actual gobierno no escapa a la apropiación retórica del término sostenible. Es posible encontrar figuras retóricas tales como: “Consolidar al sector minero como impulsor del desarrollo sostenible del país, con responsabilidad social y ambiental” (pág. 238), “promover el desarrollo de una minería responsable para minerales estratégicos en las zonas geográficas de la altillanura de conservación…” (pág. 877), entre otras.
Pocos años después de la llamada “Cumbre de la Tierra”, realizada en Rio de Janeiro en 1992, ya algunos analistas señalaban los problemas de la noción de sostenibilidad que se venía naturalizando desde la década del 1980. Rodríguez (1994) advertía sobre el peligro del uso retórico de la noción, que podría acompañar acciones en pro de la conservación pero también acciones francamente nocivas al medio ambiente. Por su parte, Naredo (1996) se refería a su uso generalizado ambiguo y banal. Todo apunta a que hoy esa noción se ha convertido efectivamente en comodín para que el proceso de acumulación capitalista (concentrador, desigual, discriminador, individualista y depredador) garantice su continuidad y busque legitimidad.
Vale la pena recordar cómo, desde su surgimiento, la noción de desarrollo sostenible estuvo en el centro de las disputas por la imposición de sentidos, es decir de la disputa simbólica por establecer lo que había de entenderse por problemática ambiental.
El ecodesarrollo, noción politizada (que identificaba las diferencias entre naciones del centro y la periferia en lo a niveles de consumo de bienes y servicios, diferencias en el acceso a recursos naturales y generación de daños al ambiente), promovida en la Declaración de Cocoyoc, México (1974) [ii], acabaría siendo derrotada, según Naredo (1996), por influencia del gobierno norteamericano, para dar paso a la noción de “desarrollo autosostenido”, más armónica con las concepciones desarrollistas de la época, que promovían la senda lineal de crecimiento económico.
De allí derivaría la noción de “desarrollo sustentable” que contenía el ideal contradictorio del cuidado del ambiente sin abandonar el crecimiento económico, que buscaba (y como lo verifican los hechos, ha conseguido) legitimarlo frente a amplios sectores de la sociedad, llegando a convertirse en el paradigma de desarrollo hegemónico.
Entre los sectores de la sociedad que adhirieron a la noción de “desarrollo sostenible”, institucionalizada en el Informe Brundtland en 1987 como camino para acción y como nueva utopía de una sociedad “planetaria”, se encuentra una parte de la academia. Específicamente, en la década de 1990, fueron creados programas de ciencias ambientales y centros de investigación, erigiendo un campo de saber que acabó por orientar las políticas referentes a las cuestiones ambientales, como instrumento tecnocrático para darle soporte al discurso de la sostenibilidad.
La fuerza del paradigma de la sostenibilidad se ha revelado tal, que, a pesar de las evidencias de la insostenibilidad, los académicos continúan hablando de cosas como: “indicadores de sostenibilidad”, “ciudades sostenibles”, “crecimiento verde”, etc. A modo de ejemplo, en el caso colombiano, Agudelo (2002) [iii], constata con sus análisis la insostenibilidad da ciudad de Medellín (segunda mayor ciudad de Colombia) y su área metropolitana. El autor llega a presentar datos tan contundentes como que dicha área metropolitana, con más de 7.5 millones de habitantes, sólo podría albergar, en condiciones de auto-suficiencia, poco más de 44 mil personas. Sin embargo, a pesar sus propias conclusiones, el mismo autor continuó teorizando sobre “La ciudad sostenible” (Agudelo, 2010).
En buena medida, es con fundamento en este tipo de estudios, que el paradigma se reproduce. Así, los denominados Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS), invaden y monopolizan el espacio representacional de la cuestión ambiental, pero, más grave aún, se instalan en los planes públicos de acción nacional y subnacional.
Ejemplo de esto lo constituye la incorporación de los ODS en los Planes Nacionales de Desarrollo (PND).
En el caso colombiano, el PND del actual gobierno no escapa a la apropiación retórica y banal del término sostenible. Dicho plan contiene un línea denominada “Desarrollo urbano y sistema de ciudades para la sostenibilidad, la productividad y la calidad de vida” [iv]. La retórica del término se evidencia al constatar que ni los objetivos, ni las estrategias de tal línea incluyen, al menos, algún tipo de consideración ecológica; y que, lo que allí se configura es una estrategia de acumulación para el mercado inmobiliario, basada en procesos de “renovación urbana” y por medio del uso de “asociaciones público privadas” y “estrategias y alternativas de captura de valor de suelo”, como se lee en dicho plan. Más aún, la descarada apropiación del calificativo “sostenible” se evidencia por su inexistencia en los únicos dos indicadores formulados, a saber: “Área de suelo habilitado” y “Área construida de proyectos inmobiliarios desarrollados” (pág. 1130).
Para el caso de la Amazonía colombiana, el PND 2014-2018 (COLOMBIA, 2014) [v] revela también la contradicción y el uso descarado de la jerga de la sostenibilidad para justificar, incluso, lo injustificable. Es posible encontrar figuras retóricas que más bien parecen oxímoros, tales como: “Consolidar al sector minero como impulsor del desarrollo sostenible del país, con responsabilidad social y ambiental” (pág. 238), “… promover el desarrollo de una minería responsable para minerales estratégicos en las zonas geográficas de la altillanura de conservación…” (pág. 877), entre otras.
Y es que tal vez sea momento de cambiar de referente, de nombrar la situación actual más por lo que la evidencia, incluso la más plegada al mainstream, revela claramente en toda la Amazonía, pero también otras periferias regionales y urbanas: racismo, exterminio, despojo, desigualdad, desequilibrio.
Más vale recordar, con Acselrad (2020), que la racionalidad dominante que genera las desigualdades ambientales y que quedó evidenciada en el famoso “Memorando Summers” (en el que Lawrence Summers, economista-jefe del Banco Mundial afirmaba que “es racional transferir todas las prácticas dañinas para las localidades habitadas por gente de baja renta, donde los costos de la vida y la muerte son menores” [vi]), sigue siendo aplicada en nuestras geografías encarnada en los procesos depredadores del actual extractivismo.
A estos abordajes de las cuestiones ambientales, y de las territoriales en general, será necesario oponer visiones menos reificantes del espacio, ir más allá de la concepción del territorio como plataforma de recursos, como soporte para el establecimiento de actividades y objetos. Será necesaria una visión relacional y procesual, que dé cuenta del desarrollo de dinámicas de poder en la apropiación social de los territorios; donde la misma delimitación del espacio o la región, es decir, la definición de la escala del fenómeno a ser estudiado, constituye una disputa por la visión del mundo social (Bourdieu, 2006), que incluye la visión de las cuestiones ambientales.
Gustavo Adolfo Muñoz Gaviria es docente investigador en temas territoriales. Ingeniero Ambiental, Especialista en Economía, Magister en Gobierno, Doctor en Planeación Urbana y Regional del Instituto de Investigación y Planeación Urbana y Regional (IPPUR) de la Universidad Federal de Rio de Janeiro (UFRJ) Brasil. Miembro del Grupo de Investigación Autónomo Kavilando, Colombia. Email: gamgaviria@yahoo.es
Referencias:
Agudelo, L. C. (2002). INDICADORES DE SOSTENIBILIDAD Y ORDENACIÓN DEL TERRITORIO. Obtenido de https://sostenibilidadurbana.files.wordpress.com/2008/12/indicadoresdesostenibilidadyordenaciondelterritorio.pdf
Agudelo, L. C. (2010). La ciudad sostenible. Medellín: Línea Investigaciones. Obtenido de https://issuu.com/carloslopezpiedrahita/docs/librolaciudadsostenible24_03_10
Bourdieu, P. (2006). La identidad y la representación: elementos para una reflexión crítica sobre la idea de región. Ecuador Debate, 165-184 .
COLOMBIA. (2014). Plan Nacional de Desarrollo 2014-2018. Obtenido de https://colaboracion.dnp.gov.co/CDT/Prensa/PND%202014-2018.pdf
COLOMBIA. (2019). Bases del Plan Nacional de Desarrollo 2018-2022. Obtenido de https://www.dnp.gov.co/Plan-Nacional-de-Desarrollo/Paginas/Bases-del-Plan-Nacional-de-Desarrollo-2018-2022.aspx
Naredo, J. M. (1996). Sobre el origen, el uso y el contenido del término sostenible. Cuadernos de Investigación Urbanística(41).
Rodríguez, M. (1994). El desarrollo sostenible: ¿utopia o realidad para colombia? En La política ambiental del fin de siglo: Unaagenda para Colombia (págs. 15-43). Bogotá: CEREC.
Notas:
[ii] Ver documento en: https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/34958/S7800686_es.pdf?sequence=1&isAllowed=y
[iii] https://sostenibilidadurbana.files.wordpress.com/2008/12/indicadoresdesostenibilidadyordenaciondelterritorio.pdf
[iv] PND Colombia (2018-2022): https://www.dnp.gov.co/Plan-Nacional-de-Desarrollo/Paginas/Bases-del-Plan-Nacional-de-Desarrollo-2018-2022.aspx
[v] PND Colombia (2014-20182): https://colaboracion.dnp.gov.co/CDT/Prensa/PND%202014-2018.pdf
[vi] Acselrad (2020): https://aterraeredonda.com.br/o-antiambientalismo-de-resultados/