Cómo hacer trampas con el clima
"Los países industrializados, comenzando por Estados Unidos, gastan entre 57,000 y 100,000 millones de dólares cada año en subsidiar a la industria petrolera. Si este dinero se usara para financiar energías renovables en los países en desarrollo no sólo cumplirían con su obligación sino que, además, ayudarían a solucionar el problema de fondo."
Desde el Lazarillo de Tormes en el siglo XVI hasta la entrañable niña Tatum O’Neill en la película “Paper Moon” de 1973, la literatura y el cine siempre han simpatizado con el pícaro que hace trucos al contar dinero para quedarse con algún sobrante… siempre que el estafado sea rico, el timador pobre y las sumas en cuestión insignificantes.
Cuando se trata del cambio climático, los países más poderosos del planeta están comportándose igual que aquellos pícaros, pero las sumas en juego son enormes y los engañados son los pobres.
En los pasillos del Hotel Maritim de Bonn, donde los diplomáticos y expertos de todo el mundo están reunidos esta semana para preparar la próxima gran conferencia sobre cambio climático en Durban, activistas de grupos ciudadanos están distribuyendo un panfleto que lista “consejos” para engatusar a los negociadores del Sur.
En primer lugar, cuente la ayuda al desarrollo ya desembolsada como contribución a mitigar los efectos del cambio climático, luego compute como contribución el valor total de los préstamos, aunque éstos tengan que ser reembolsados, y no sólo el componente “blando” (intereses por debajo de los del mercado) de los mismos, agregue luego el valor de anuncios ya hechos en anteriores conferencias como si fueran nuevos, añada los gastos que de todas maneras tendría que hacer para mitigar los efectos del clima en su país como si fueran ayudas a los países más pobres, calcule el dinero movilizado de fuentes privadas en los propios países pobres, pero manejado a través de instituciones del Norte, como si fuera una contribución de los países ricos, genere luego con fondos ya existentes nuevos fondos con nuevos nombres, mezcle bien… y el resultado es que los países industrializados, que causaron el desastre climático con sus emisiones de gases acumuladas desde los orígenes de la revolución industrial, anuncian en la antigua capital alemana haber cumplido con sus compromisos, cuando en realidad sólo movilizaron 5,000 millones de dólares de los 30,000 millones que habían prometido en Copenhagen en 2009 y reafirmaron en Cancún el año pasado.
Para peor, estos 30,000 millones son insuficientes. La propia Hillary Clinton había anunciando en Copenhagen que 100,000 millones de dólares anuales -o sea aproximadamente el doble del monto total actual de la ayuda al desarrollo- serían trasferidos del Norte al Sur cada año antes del fin de la década. Y el británico Nicholas Stern, ex economista jefe del Banco Mundial y ex asesor del premier Gordon Brown, acaba de revisar al alza sus cálculos de 2006 y ahora nos dice que para evitar los peores efectos del cambio climático el mundo debe invertir unos 600,000 millones de dólares al año, o sea un dos por ciento del producto global bruto. Las pérdidas por tornados, sequías, inundaciones y otras catástrofes ya están siendo mucho mayores y se estima en más de cuarenta millones las personas que han sido desplazadas de sus hogares en 2010 como consecuencia de fenómenos originados en el cambio climático.
¿De dónde saldrá tanto dinero? Después de haber movilizado sumas mucho mayores para rescatar a los bancos en quiebra a partir de la crisis de 2008, los países más ricos, que son además los causantes del problema, dicen ahora que no hay dinero para el clima. Estados Unidos, Canadá y Japón se han negado a discutir las fuentes y los montos del financiamiento exigiendo, en cambio, que se acuerde primero que sea el Banco Mundial quien administre el dinero para el clima. Lo cual puede explicar los persistentes rumores sobre la aspiración de Hilary Clinton a convertirse en la primera presidenta mujer del Banco Mundial cuando Robert Zoellick abandone el cargo en 2012.
Pero si sabemos que los países más ricos sufren una crisis de deuda y reconocemos, además, que el mecanismo de crear un mercado de carbón donde se compran y venden permisos de contaminar no ha dado resultados, ¿de dónde puede salir tanta plata?
En primer lugar, un pequeñísimo impuesto a las transacciones financieras -una idea a la que se ha sumado ahora Christine Lagarde, la ministra de Finanzas francesa y candidata a la jefatura del FMI- podría generar 650,000 millones de dólares al año de inmediato.
El FMI, por su parte, podría emitir Derechos Especiales de Giro (una moneda internacional de reserva) como ya lo hizo en 2009. De los 250,000 millones de dólares emitidos en ese momento para paliar la crisis, 165,000 millones fueron a los países ricos, que en realidad no los necesitaban y bien podrían transferirlos a los países pobres, sin costo alguno para sus contribuyentes.
Los países industrializados, comenzando por Estados Unidos, gastan entre 57,000 y 100,000 millones de dólares cada año en subsidiar a la industria petrolera. Si este dinero se usara para financiar energías renovables en los países en desarrollo no sólo cumplirían con su obligación sino que, además, ayudarían a solucionar el problema de fondo.
Y finalmente están los 1.6 billones (millones de millones) de dólares que el mundo dilapidó en 2010 en gastos militares. Reencauzar parte de este dinero a mitigar la devastación climática no dejaría a nadie más vulnerable, ya que como dijeron en pronunciamiento público militares y almirantes de Estados Unidos, “el cambio climático vuelve al mundo un lugar más peligroso cada año”.
Fuente: Red del Tercer Mundo