Chico mendes, precursor del ecosocialismo
"Chico Mendes fue un precursor del ecosocialismo, porque logró unir las reivindicaciones vitales y laborales de la gente de la selva con la defensa irrestricta de esta última, sin despreciar ninguno de estos dos frentes de lucha anticapitalista. Su acción se inscribió en la órbita del “ecologismo de los pobres”, un término que se emplea para enfatizar que la defensa de los ecosistemas y la preservación de unas condiciones adecuadas de vida no es un privilegio de los países industrializados ni de las clases medias de los diversos países del mundo."
Por Renán Vega Cantor
“Al principio pensaba que estaba luchando para salvar a los trabajadores del caucho, después pensé que luchaba para salvar la selva amazónica. Ahora percibo que estoy luchando por la humanidad”.
Chico Mendes
El 22 de diciembre de 1988, cuando acababa de cumplir 44 años, fue asesinado Francisco Chico Mendes, por unos pistoleros a sueldo de grandes terratenientes del Brasil. Este hijo y habitante de la selva amazónica se destacó porque fue el primero que vislumbró la importancia de librar una lucha política de tipo ecológico, en la que se defendiera tanto a los ecosistemas como a los trabajadores y a los habitantes más pobres, lo cual lo impulso a forjar una Alianza de los Pueblos de la Selva como mecanismo para luchar por su preservación. Esto lo convirtió en un luchador anticapitalista que abrió sendas en pos de un proyecto ecosocialista.
LA SELVA FUE SU ESCUELA
Chico Mendes nació el 15 de diciembre de 1944 en el siringal Porto Rico, en Xapuri en el Estado El Acre, territorio amazónico de Brasil, fronterizo con Bolivia y Perú. Su padre, Francisco Mendes, había llegado en 1926 a ese Estado para trabajar como cauchero. Realizaba la labor diaria de “desangrar” 100 o 200 árboles de latex, recoger la savia lechosa y procesarla luego en su casa a fuego lento hasta convertirla en una bola de caucho. Iraci Lopes Filho, hija y nieta de siringueiros, fue la compañera de Francisco y la madre de Chico Mendes.
Al terminar la Segunda Guerra Mundial la miseria aumentó en las zonas productoras de caucho del Brasil, porque se redujo la demanda del latex que tan necesario había sido durante la confrontación bélica. Como consecuencia cayeron los precios y por física hambre y desnutrición murieron unos 25 mil caucheros. En un ambiente de miseria y carencias se crió Chico Mendes. Tuvo suerte de sobrevivir porque todavía en la década de 1960 de cada 1.000 niños que nacían en El Acre 838 morían durante el nacimiento o su primer año de vida.
Igual que su padre, Chico se hizo también siringuero (trabajador del caucho) desde niño. Como en las plantaciones de caucho no existían escuelas, nunca tuvo contacto con un aula de clase ni con un maestro. Que los trabajadores fueran iletrados era un objetivo de los terratenientes para explotarlos y asegurar el control sobre la tierra y la fuerza de trabajo. Su escuela fue la selva, de la que aprendió lo fundamental para sobrevivir, a través del trabajo cotidiano que empezó a realizar desde temprana edad acompañando a su padre en las labores de desangrar los arboles de caucho. Aprendió a distinguir las plantas, los sonidos de los pájaros y de los animales, a conocer los ritmos, ruidos y silencios de la jungla, a distinguir las plantas útiles de las venenosas…
Cuando tenía 14 años de edad, Chico Mendes tuvo una experiencia que le cambió la vida, porque aprendió a leer y a escribir y recibió las primeras lecciones de política, y de política marxista, de una forma inesperada. A la región llegó Euclides Fernando Tavora, un perseguido político que se refugió en la selva, cerca del hogar de la familia de Chico Mendes, personaje que le proporcionó los rudimentos de la alfabetización. Tavora contaba con una dilatada trayectoria como luchador revolucionario, ya que había participado en el levantamiento de Luis Carlos Prestes en 1935, en la Revolución de Bolivia de 1952 y había conocido la cárcel y el destierro. Esa influencia marxista fue decisiva para que Chico Mendes pudiera discernir las razones sociales y económicas de la desigualdad y la explotación.
Tavora le enseñó a leer y a escribir, le mostró periódicos en los que se hablaba de los problemas de Brasil y del mundo, y en una pequeña radio escuchaban programas de emisoras de varios lugares del mundo. Su mentor le repetía que los caucheros tenían derechos como los demás habitantes de Brasil y debían organizarse para defenderlos. Esa lucha no podía ser individual, sino que se necesitaba de una acción colectiva que los llevara a crear sus propios sindicatos. Fue la primera vez que en este lugar de la selva amazónica del Brasil se pronunció la palabra sindicato.
La teología de la liberación fue otra influencia política que recibió un poco después Chico Mendes, por medio de la palabra y acción de sacerdotes que en plena dictadura se convirtieron en un foco de resistencia y oposición, y promovieron la organización de la gente pobre en las Comunidades Eclesiales de Base (CEB). En particular, el obispo Moacyr Grechi, quien llegó al Acre en 1971, se convirtió en un impulsor de las CEB, a una de las cuales pertenecía Chico Mendes, aunque sin mucho fervor religioso, pero si político. Con este y otros sacerdotes, Chico participó en actividades de concientización política de los habitantes de la selva e inició su lucha como sindicalista, que lo llevó a fundar y ser escogido como el primer secretario del Sindicato de Trabajadores Rurales de Brasiléia en 1975.
SUS PRIMERAS LUCHAS
Los habitantes de la selva amazónica brasileña, entre ellos Chico Mendes, se vieron confrontados desde mediados de la década de 1960 a la destrucción de su hábitat natural, de sus condiciones de vida y de trabajo, como resultado de la política de colonización que impulsaba la dictadura militar (1964-1985) y que significó la expropiación de seis millones de hectáreas de tierra a los indígenas y seringueiros. La deforestación era alabada como una política de poblamiento, bajo el supuesto que la selva era una “tierra sin hombres para los hombres sin tierra” y era necesario ocupar, poblar y colonizar para integrar todo el territorio nacional porque era mejor “integrar que entregar”, con lo que los militares querían dar a entender que ellos eran los defensores de la soberanía nacional, algo que no pasaba de ser pura propaganda.
Como parte de ese proyecto se planeó la construcción de la carretera Transamazónica de 5.000 kilómetros de extensión, alrededor de la cual se ofrecía a los colonos una tierra que se anunciaba como fértil, productiva y deshabitada. No era nada de ello, porque el suelo de la selva es muy frágil y no es adecuado ni para la agricultura intensiva ni para la ganadería, y cuando llueve el agua arrastra la delgada capa vegetal dejando al suelo yermo y desértico, y, además, sí que estaba habitado por comunidades indígenas y por caucheros. La construcción de la carretera impactó en forma directa a 96 grupos tribales, entre ellos los nambiqwara, admirados por el antropólogo Claude Lévi-Strauss, y exaltados en su célebre libro Tristes Trópicos. Estos pasaron de 20 mil miembros a 650 tras el trazado de una carretera por sus territorios ancestrales.
La construcción de carreteras venía acompañada o precedida de la deforestación y de los incendios, que eran producidos en forma consciente para despejar el terreno y sustituir el bosque milenario por “modernas haciendas”, en las cuales se criaba ganado vacuno, con el objetivo de producir carne como materia prima para las hamburguesas de McDonald’s. Junto con el fuego, los terratenientes organizaron bandas de asesinos para obligar a los indígenas y siringueros a desocupar la tierra. El despojo también se cubría con un manto en apariencia legal, puesto que se obligaba a los caucheros a firmar papeles de venta. Chico Mendes los exhortaba a no caer en esta trampa de falsa legalidad cuando les decía: “No firméis nada Esta tierra es vuestra. Cuando la transformáis en dinero, perdéis la posibilidad de sobrevivir. La tierra es la vida”.
La quema de la selva amazónica adquirió un carácter dantesco en 1987, cuando se presentaron 200 mil incendios que afectaron un territorio tan grande como Suiza, con lo cual se lanzaron a la atmosfera 500 millones de toneladas de carbono, que correspondían a un 10 por ciento de los gases de efecto invernadero que se producen anualmente. Tal fue la magnitud de la catástrofe que las fotografías de los satélites registraban las llamas que consumían el bosque tropical. En ese contexto de destrucción de la selva y de persecución de sus habitantes, Chico Mendes puso en práctica las lecciones aprendidas años atrás sobre organización sindical y política y junto con otros siringueiros, entre ellos Wilson Pinheiro, participó en la fundación del primer sindicato de Trabajadores Rurales en Acre, el primer paso que sigue en los años siguientes con la fundación de otro sindicato en Xapurí, el lugar donde vivía Chico Mendes y su familia. Así mismo, en 1985 participó activamente en la creación del Conselho Nacional dos Seringueiros (CNS). Durante este período de febril actividad política y sindical, Chico Mendes militó en diversas organizaciones de izquierda y resultó elegido como concejal a la Cámara Municipal de Xapuri en 1977, en representación del Movimiento Democrático Brasileño (MDB), la única oposición legal tolerada por el régimen militar. En el desempeño de ese cargo cumplió un notable papel de denuncia sobre la destrucción de la selva y la persecución de los indígenas y los caucheros y abrió ese espacio a la participación de sindicalistas y sacerdotes. Sin el apoyo del MDB, adelantó su labor de denuncia, en razón de lo cual se le acusó de realizar actividades subversivas, se le encarceló en varias ocasiones y en una de ellas se le sometió a torturas. Durante este período participó en la fundación de la Central Única de Trabajadores (CUT) y del Partido de los Trabajadores (PT).
EN DEFENSA DE LA SELVA Y SUS HABITANTES
Chico Mendes fue un ecologista espontáneo, aunque él nunca hubiera escuchado ese término, porque aprendió desde niño a respetar a la selva, a no destruirla ni contaminarla. Entendió el significado profundo de mantener limpia y habitable la casa natural de los seres humanos (la tierra y la selva), porque nos proporciona cobijo, alimento y bienestar. Esta concepción ecologista de Chico Mendes se manifestó en el programa de lucha que emprendieron los sindicatos de trabajadores rurales en los que participó y orientó, cuyo objetivo principal se centraba en impedir la deforestación de la selva, porque con ello se mataba también a sus habitantes. A esta realidad se enfrentaban los sindicatos rurales de los que hacia parte Chico Mendes, que inventaron un repertorio de lucha conocido como empate (término que en portugués significa suspender, estorbar o, según dice Michael Löwy, “la palabra brasileña significa literalmente ‘juego de igualdad’”), un dispositivo pacífico de resistencia con el cual los trabajadores se oponían a la deforestación de la selva mediante la ocupación colectiva del lugar que iba a ser deforestado por terratenientes y empresarios. Los trabajadores se tendían en el suelo, abrazaban los árboles de caucho y construían barricadas humanas en los sitios por donde iban a pasar las máquinas devoradoras de selva. De esta manera, se enfrentaban a las retroexcavadoras, a las motosierras, y a las armas que portaban los encargados de matar a la selva y a sus habitantes.
Este repertorio de lucha se sustentaba en una concepción que enaltecía la vida y labor del seringueiro, en la que se reivindicaba no su relación con la tierra –como en los campesinos y colonos– sino con el monte, con la selva, como fuente de vida y subsistencia. Por esta razón, Chico Mendes y los sindicatos de siringuerios no querían que se les entregara tierra, ya que ellos luchaban por preservar la selva como medio de trabajo. El empate, como forma de lucha para proteger la selva y el trabajo de los caucheros, no era una ocurrencia retrograda contra el progreso y la modernización de la que tanto presumían los militares y los terratenientes –y junto con ellos las empresas transnacionales y los promotores de los agronegocios– sino un mecanismo de defensa que se sustentaba en el conocimiento de la selva y sus ciclos de vida, así como en la convicción política de preservar la fuente de sustento de los trabajadores del caucho. Por eso, decía Chico Mendes: “Los que amenazan el Amazonas son los grandes terratenientes, la política de especulación territorial y la deforestación masiva cuyo objetivo es la substitución del hombre por el ganado”.
Los empates se convirtieron en una frecuente forma de lucha y resistencia de los siringueiros y sus familiares, hasta el punto que el propio Chico Mendes afirmo que había participado en forma directa en decenas de ellos. Este repertorio de lucha tenía un profundo significado porque involucraba cuestiones políticas, sociales, económicas, laborales y ambientales, con lo que se evidenciaba que la destrucción de la selva afectaba el presente y el futuro no solamente de las comunidades que allí habitaban sino de toda la humanidad. El primer empate se efectuó el 10 de marzo de 1976 y desde ese momento se realizaron decenas, los que dejaron un saldo de 400 detenidos, 40 torturados y varios muertos y con ello se logró impedir la deforestación de más de un millón de hectáreas en la selva amazónica. Algunos de estos empates no alcanzaron sus objetivos de preservación, pero el solo hecho de que se llevaran a cabo demostraba que la selva si tenía habitantes y que una parte de ellos estaban en disposición de defender su hogar.
En el curso de la lucha de los siringueiros a Chico Mendes se le ocurrió la idea que era posible preservar la selva, junto con sus habitantes –indígenas y caucheros– mediante la constitución de “reservas extractivas”, una idea original y realista. Debe aclararse que el término extractivo no es idéntico al uso que en la actualidad se le da, que está referido a la imposición de formas económicas de extracción desaforada de bienes comunes de tipo natural con consecuencias nefastas para el hábitat y los territorios. Para el luchador popular del Brasil, el vocablo quería decir que debían mantenerse los tipos de trabajo y subsistencia de los caucheros sin destruir los arboles ni arrasar con los ecosistemas circundantes, de tal manera que les permitiera seguir extrayendo frutos de la naturaleza en forma sostenible. La noción de Reserva Extractiva involucraba todos los principios ideológicos que defendió Chico Mendez, “puesto que cada familia tenía la prerrogativa del usufructo de su casa, solar y veredas de recolección de seringa pero, al mismo tiempo, la tierra y la selva eran de uso comunitario: todos en la comunidad podían cazar y recolectar en los espacios entre las veredas de cada familia, una idea comunitaria inspirada en las Reservas Indígenas” (1).
Esa propuesta nació al calor de la lucha, y no al margen ni fuera de ella, en el año de 1985 cuando se efectuó el primer encuentro nacional de caucheros. Allí se anunció el objetivo de lograr la expropiación de la tierra para evitar la colonización agrícola y la deforestación, y convertir esa tierra recuperada en reserva extractiva, en la que los caucheros e indígenas siguieran realizando sus actividades tradicionales. No se trataba de convertirlos en propietarios individuales ni mucho menos, como en las clásicas luchas de los campesinos, sino de oponerse al estilo de desarrollo depredador que impulsan los terratenientes y agroindustriales del Brasil. Con las reservas se quería hacer uso de la selva en forma racional, sin destruirla, y éstas pertenecerían a las comunidades, que tendrían el usufructo pero no la propiedad. En esas “reservas extractivas” se aprovecharía el caucho, los frutos y los saberes relacionados con la medicina silvestre, si se recuerda que existen miles de plantas de la selva que contienen propiedades para combatir múltiples enfermedades. En términos estrictamente económicos y cuantitativos, los impulsores de las “reservas extractivas” demostraron que una hectárea de selva resulta más productiva si se le deja tal y como es que si se destina a la ganadería, además se regenera constantemente, a diferencia de esta última actividad que seca y erosiona los suelos. Chico Mendes explicaba con claridad los fines de su propuesta: “Los seringueiros no estamos interesados ni queremos títulos de propiedad, no queremos ser dueños de nuestra tierra […] Estamos presentando una alternativa económicamente viable, que da prioridad a los productos de extracción que existen en la Amazonía, lo que hoy en día están amenazados y que nunca fueron tenidos en cuenta por el gobierno brasileño”.
SU LEGADO
La de Chico Mendes era una muerte anunciada, porque estaba claro que los terratenientes no iban a tolerar que prosperara la lucha en la que él participaba y de la cual era un ejemplo y un símbolo. Chico Mendes era consciente de ese hecho, como lo manifestó el 6 de diciembre de 1988 –dos semanas antes de caer asesinado– cuando en la Universidad de San Pablo manifestó: “No quiero flores en mi tumba porque sé que irán a arrancarlas a la selva. Sólo quiero que mi muerte sirva para acabar con la impunidad de los matones que cuentan con la protección de la policía de Acre y que desde 1975 han matado en la zona rural a más de 50 personas como yo, líderes seringueiros empeñados en salvar la selva amazónica y en demostrar que el progreso sin destrucción es posible”.
En efecto, los terratenientes, los promotores de los agronegocios, los empresarios de la madera, los ganaderos eran declarados enemigos de Chico Mendes y de los trabajadores organizados, a cuyos principales activistas y dirigentes han perseguido y asesinado desde el mismo momento en que empezaron a luchar. Como parte de esa persecución en 1980 fue asesinado Wilson Pinheiro, quien había sido el fundador del sindicato de Brasiléia.
Estos enemigos además estaban organizados políticamente en la Unión Democrática Ruralista (UDR), una fracción política de extrema derecha, que financiaba y auspiciaba la configuración de grupos de matones con el objetivo de asesinar a los que consideraba como opuestos al progreso, voceros del comunismo internacional y enemigos del Brasil.
El asesinato de Chico Mendes no fue ni el primero ni el último que se efectuó en la amazonia brasileña, puesto que miles de dirigentes sindicales, militantes de izquierda, sacerdotes de la teología de la liberación, abogados e indígenas han sido asesinados desde finales de la década de 1970 en un desangre permanente que se mantiene hasta la actualidad en toda la selva amazónica brasileña y más allá.
Como suele ser habitual en este continente, el pretexto para justificar la persecución y asesinato de los luchadores populares es el del anticomunismo y Chico Mendes no fue la excepción, porque a él se le acusaba de ser un comunista y enemigo de Brasil que era alentado y financiado por intereses extranjeros. Incluso, en lo que parece ser un chiste, en una ocasión lo acusaron de ser un comunista financiado por las empresas imperialistas de Estados Unidos y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), agregando además que era un enemigo del Brasil, por su campaña internacional en defensa de la selva amazónica –por la cual le concedieron varios premios internacionales. Como parte de esa campaña, Chico Mendes denunció en una reunión del BID la magnitud de la destrucción de la selva, que se financiaba con los préstamos de esa entidad y exigió que esos dineros no llegaran al gobierno de Brasil.
Chico Mendes fue un precursor del ecosocialismo, porque logró unir las reivindicaciones vitales y laborales de la gente de la selva con la defensa irrestricta de esta última, sin despreciar ninguno de estos dos frentes de lucha anticapitalista. Su acción se inscribió en la órbita del “ecologismo de los pobres”, un término que se emplea para enfatizar que la defensa de los ecosistemas y la preservación de unas condiciones adecuadas de vida no es un privilegio de los países industrializados ni de las clases medias de los diversos países del mundo. Este ecologismo de los pobres defiende los ríos que son contaminados por las empresas mineras o petroleras, se enfrenta a las empresas que vierten desechos tóxicos en los barrios pobres de las ciudades o en las zonas rurales que habitan los campesinos e indígenas, se niega a aceptar que sean destruidos los ecosistemas como fuentes de vida y subsistencia para convertirlos en desiertos contaminados por los residuos de las transnacionales que los destruyen para sacar oro o plata… Estas luchas las adelantan campesinos, indígenas, mujeres pobres, trabajadores precarizados sin que ellos sepan, e incluso nunca hayan escuchado hablar de ecología.
Chico Mendes fue un representante de este ecologismo de los pobres.
Como parte de su legado debe rescatarse la radicalidad política y anticapitalista de su lucha, algo que se esconde y tergiversa, puesto que hasta entidades como el BID (Banco Interamericano de Desarrollo), caracterizada por ser genocida y ecocida a la vez, se presentan como continuadoras de la obra del luchador brasileño y sostienen que ahora si se está defendiendo la selva, bajo la orientación del BID y de las ONG que ese banco patrocina. Con esto simplemente se quiere borrar el sentido profundo de la lucha de Chico Mendes quien junto lo local y lo global, lo verde y lo rojo, lo social y lo ecológico y para ello constituyó un frente de lucha y resistencia contra los terratenientes y la agroindustria, como fue la Coalición de Pueblos del Bosque en defensa de la Amazonia brasileña. Fue a la vez socialista y ecologista, no un tecnócrata ambiental al servicio del capitalismo y tampoco un burócrata sindical que se reducía a la acción puramente reivindicativa sin relacionarla con la defensa del medio ambiente, ni un político socialista que se desentiende de la destrucción de la naturaleza, como si esa no fuera una lucha política.
Un aporte de larga duración radicó en su esfuerzo organizativo que condujo a la unidad entre los seringueiros y trabajadores que vivían de la extracción de otros frutos (como castaño, yute y algunas nueces), junto con los campesinos y los indígenas en la fundación de la Alianza de los Pueblos de la Selva, para enfrentar el latifundismo y al capitalismo agrícola y pecuario. Chico Mendes expreso al respecto: “Jamás uno de nuestros camaradas va a hacer correr la sangre de otro, juntos podemos defender la naturaleza que es el lugar donde nuestras gentes aprendieron a vivir, a criar a sus niños, y a desarrollar sus capacidades, en un pensamiento en armonía con la naturaleza, con el ambiente y con todos los seres que viven aquí”.
Además, el legado de Chico Mendes sigue vivo por la sencilla razón que, pese a algunas conquistas menores como la creación de algunas Reservas Extractivas, la destrucción de la selva y de sus habitantes continúa sin freno a la vista. Como lo ha indicado un estudio de investigadores de Brasil y de los Estados Unidos en el 2020 solamente se conservara un 5% de la selva en estado virgen. No se puede pensar algo distinto si se sabe que anualmente se destruyen 20 mil kilómetros cuadrados de selva.
En conclusión, Chico Mendes fue un pionero práctico del ecosocialismo porque en su vida relacionó en forma adecuada “socialismo y ecología, reforma agraria y defensa de la Amazonia, luchas campesinas y luchas indígenas, la supervivencia de las poblaciones locales humildes y la protección de un patrimonio de la humanidad -el último gran bosque tropical no destruido todavía por el ‘progreso’ capitalista-“ii. El proyecto ideológico y político de Chico Mendes se basaba en un principio de largo alcance, hoy más actual que nunca, que se puede sintetizar en una máxima sabía: “No hay defensa de la selva sin la defensa de los pueblos de la selva”, con lo que se sintetiza la necesaria confluencia de una lucha anticapitalista contra la explotación y contra la destrucción ambiental. Por todo ello, su ejemplo de lucha es una fuente de inspiración para afrontar los retos de la explotación y la destrucción ambiental que lleva a cabo el capitalismo, algo que se realiza indistintamente en Brasil y en el resto del mundo.
Notas:
1. Carlos Walter Porto-Gonçalves, “Chico Mendes, un ecosocialista”, en Cultura y representaciones sociales, año 3, No. 9, marzo de 2009.
2. Michael Löwy, Ecología y socialismo: el combate de Chico Mendes, disponible aquí
BIBLIOGRAFIA SUGERIDA
Revkin, Andrew, Chico Mendes. Su lucha y su muerte por la defensa de la selva amazónica, Ediciones Paidós, Barcelona, 1992.
Moro, Javier, Senderos de libertad. La lucha de los indígenas por la defensa de la selva amazónica, Editorial Seix Barral, Madrid, 1993.
Renán Vega Cantor Profesor Universidad Pedagógica Nacional
Texto publicado en papel en Revista CEPA, No.19, agosto-diciembre 2014.
Fuente: Rebelión