Casa de los Saberes del pueblo garífuna. Para que las cosas funcionen tiene haber algo de caos
Cada vez que le preguntan por la “universidad garífuna”, Miriam Miranda responde que su nombre es Casa de los Saberes, se entusiasma y no para de explicar de qué se trata. El Centro está en plena construcción y esperan abrirlo este mismo año. Lo están levantando varones y mujeres de la comunidad Vallecito o Faya en lengua propia, cerca de la costa hondureña en el municipio de Limón.
Vallecito puede considerarse “tierra liberada” o “tierra prometida”, según Miriam, donde todo un pueblo se enfrenta a las amenazas de los hacendados que cultivan palma de aceite y al narcotráfico, en una zona que tiene la maldición de ser una de las tierras más fértiles del país. Por eso el pueblo garífuna afronta más de 50 asesinatos en los últimos años, en una oleada de violencia que no parece remitir.
Miriam es coordinadora de la Organización Fraternal Negra Hondureña (Ofraneh) y se empeña en recordar que ellos no ocupan tierras sino que re-ocupan lo que se pertenece para seguir resistiendo. Lleva mucho tiempo denunciando, casi a diario, los intentos de exterminio de su pueblo por parte de un Estado que sólo sirve para defender los intereses de los grandes propietarios, del sector turístico en expansión y del crimen organizado.
En Vallecito recuperaron 1.200 hectáreas donde ahora viven casi 200 personas que desmontaron el monocultivo y volvieron a los cultivos tradicionales garífunas, cientos de plantas de coco crecen donde antes funcionaba una marco-pista para avionetas. Pero no se quedan en denunciar ni en recuperar, sino que también construyen el futuro. Quizá la mejor muestra de ese empeño, además de la fábrica de aceite de coco, es la creación de la Casa de los Saberes.
La obra es circular porque responde a la cosmovisión garífuna en la que los tres anillos están interconectados, lo que hace posible que los jóvenes y las jóvenas puedan trabajar e investigar colaborando entre ellos y ellas porque buscan la no separación, la integridad y complementariedad. En el centro está el árbol que dio las medidas de toda la construcción. Todas las entradas al recinto son iguales porque no hay una entrada “principal”. El centro del edificio no es la sala de la rectoría (no hay rector ni autoridades), ni el aula magna (que tampoco existe) sino ese árbol que representa la vida.
En estos momentos están apelando a la solidaridad para poder colocar el techo, que será de tejas tradicionales, coronando un proyecto que promueve una profunda transformación social para que todo un pueblo siga siendo pueblo.
– ¿Porqué crear un centro de saber garífuna y porqué no llamarle universidad?
– Centro de Saberes porque pretendemos que sea un espacio en el que no exista una jerarquía entre alumnos y maestros, como es en cualquier universidad. Queremos un espacio en el que todas y todos tenemos que aprender, una de la otra, unos de los otros, y entender que el conocimiento se construye colectivamente. Y se recrea colectivamente. Lo que yo sé le sirve otros en un compartir de conocimientos.
La educación debe liberarnos, ayudarnos a ser mejores personas, ese debe ser el verdadero sentido de la educación y para eso necesitamos romper con el sistema educativo que no sólo adormece a las personas y las destruye, sino que destruye sobre todo los saberes ancestrales de los pueblos indígenas. Pero no sólo los indigenas tenemos conocimientos ancestrales, porque durante la pandemia hemos visto que hay personas que no son de nuestros pueblos que saben cómo combatir una gripe, una dolencia. Cómo podemos desenterrar y conectar en un engranaje todos esos conocimientos para que el ser humano pueda sobrevivir en este planeta.
Esa debe ser la misión de la educación y con el Centro de Saberes queremos recuperar saberes y lograr que la juventud no se sienta avergonzada de aprender de sus abuelos y abuelas aquello que nos ha hecho ser garífunas. Que entiendan que somos garífunas por algo, que somos diferentes pero que eso no debe hacernos menos personas sino hacernos sentir orgullosos de lo que somos. Porque el sistema se ha dedicado a separarlos de su herencia, de la comunalidad, de este principio tan importante de nuestro pueblo.
El sistema de las universidades tradiciones consiste en generar competitividad para que la gente gradúe y se profesionalice para competir con otras personas, no para humanizarse. Es muy grave que el saber se divida, que se separe una cosa de la otra. Nuestro Centro de Saberes es circular porque todo está interconectado, los jóvenes deben conectarse con los saberes de los adultos, que compartan lo que van aprendiendo. En muchos casos es reaprender lo que sabían nuestros antepasados, por eso no necesitamos matrícula, sino que vengan por el deseo de aprender y compartir conocimientos. Y por estas razones la Casa es circular, porque es nuestra visión del mundo, porque circulan los saberes.
Es importante alimentarnos material y espiritualmente, sin excluir saberes; saber qué significa el tambor y los cantos de nuestras ancestras, entender porqué en el mundo garífuna existen líderes y lideresas, saber cómo surgió nuestro pueblo. Este es el punto central, porque en los centros de estudio estatales se nos ha negado esta posibilidad.
-¿La casa del saber es una decisión de Miriam o es una decisión de la comunidad Faya o de quienes?
– El Centro de Saberes es algo que ha sido demandado por los abuelos y las abuelas en las reuniones de la Ofraneh. Hace ya más de 20 años vienen diciendo que hace falta un espacio para que los jóvenes aprendan a hacer tambores, a hacer casabe que ya no se hace en muchas comunidades porque ya no hay tierra suficiente para sembrar y para hacer cayucos. O sea las mismas comunidades decidieron que se creara este espacio. Porque fueron viendo que los jóvenes garífunas cuando van a la universidad se integran en el sistema que los oprime, y lo reproducen. Es parte de una lucha para combatir el sistema, pero en base al contenido y que no sea discurso.
- Quienes trabajan en la obra son personas de la propia comunidad. ¿Esa es una decisión política?
- Son jóvenes garífunas bajo la dirección de un señor mayor garífuna. Aquí no hubo ingenieros ni arquitectos. Pero surgió una señal de cómo debería ser, dirigida por el conocimiento ancestral que nos indicó cómo debía ser su forma y cómo construirla. La persona que dirige la obra es un constructor con mucha experiencia, pero que no es un profesional, que aceptó hacerla de forma circular. Nos llena de orgullo ver que nuestra gente y el pueblo pueden hacer las cosas bien, porque no era fácil ponernos a hacer una construcción circular de ladrillos. Esperamos terminarla este año. Queda en evidencia que no necesitamos pagar un profesional para hacer nuestra Casa.
Es básico poder poner en práctica los saberes ancestrales que hemos tenido siempre, pero estaban negados, es una forma de liberación y de darle contenido a lo que hacemos. Porque a veces creemos que estamos haciendo algo positivo y nos limitamos a perpetuar el sistema colonialista, racista y machista, que nos hace ver que los que tienen el poder económico son los que pueden tomar decisiones y los demás apenas seguirlos. El planeta está colapsando y tenemos que pensar qué vamos a salvar y a reconstruir nuestro planeta, y el desafío es precisamente ese, hacer algo diferente.
-¿Habrá una junta directiva? ¿Quiénes se encargarán de la dirección del centro?
- Para que las cosas funcionen tiene haber algo de caos. Nos han estructurado para que haya compartimentación, separación, pero cuando se llega a ciertos niveles de especialización se está destruyendo el todo. Para nosotros todo tiene que estar relacionado, las áreas especializadas deben ser complementarias con otras y eso pasa por luchar contra la vanidad, el protagonismo, el egoísmo que nos han destruido como humanidad. Llegamos al punto en que todo tiene precio y eso hace que los saberes no se compartan de manera solidaria.
Este es uno de los grandes problemas del sistema educativo. Se trata de correr todo el tiempo sin saber hacia dónde. De hecho se corre hacia lo que quieren los poderosos, los que destruyen la naturaleza para ganar más, aún sabiendo que no hay planeta B, dejando a la mayoría en medio de la destrucción. Por eso es importante soñar con algo diferente, entender que tenemos que detenernos. Esto llega incluso a la gente más cercana, a los familiares, a los compañeros, porque muchos creen que de ese modo son importantes.
Cuando escuchan que hablo con los cocos para pedirles que crezcan porque es nuestra planta sagrada, cuando digo que se puede disfrutar de las plantas y la naturaleza, de la vida sencilla, no es fácil que entiendan que eso no puede ser pecado ni locura, que podemos vivir en un mundo de paz y tranquilidad.
-¿Cómo se financia la construcción del Centro?
- Los fondos provienen de a Ofraneh, de los grupos y personas que nos apoyan. La forma de funcionar la vamos a determinar en la comunidad. El Centro reúne y concentra las actividades que ya se hacen en Vallecito, no es algo diferente ni se va a inventar algo desde afuera. Aquí se cultiva coco y se fabrica aceite de coco. Se trabaja con plantas medicinales. Con el mar, con la lucha territorial, con los saberes de los abuelos, cómo poder mejorar la salud, serán los temas del Centro de Saberes que también acogerá la construcción y el arte de los tambores.
Se trata de que el Centro nos permita trabajar lo que hemos sido, lo que somos y lo que queremos ser. Los modos de trabaja consisten en hacer juntanzas de cada área de trabajo. En el caso de los cocos nos reunimos los que siembran, los que producen aceite, para debatir los problemas de las plantas, las razones de porqué se mueren los cocos, las bacterias y plagas, y apelar a los saberes ancestrales para resolverlos, juntos a los saberes especializados de afuera.
Tenemos escuelas y colegios y con ellos vamos a trabajar para avanzar en la producción, la re-ocupación de tierras y territorios, para mejorar la que se hace y presentar propuestas para mejorar. También queremos que se mejore nuestra organización que es el instrumento de nuestro pueblo para reproducirse y seguir siendo garífunas.
Fuente: Desinformémonos