Carlos Vicente: presidente honorario del Tribunal Ético Popular contra los Ecocidas
Carlos Vicente, compañero de tantos caminos, cuesta mucho despedirte. De tan sencilla que era, que es, tu querida presencia, una termina creyendo que siempre estarás a nuestro lado, codo a codo, inclusive sin que te lo pidamos. Una siente que estarás con tu lucidez, con tu palabra pedagógica, con tu abrazo fuerte, con tu generosa manera de acompañar cada esfuerzo, con tu complicidad de hermano mayor -no mayor por la edad, sino mayor porque así actuabas, acompañando, enseñando, sugiriendo con sensibilidad, acuerpando cuando era necesario-.
No es posible despedirte de manera individual. Porque siempre nos encontramos entre compañeras y compañeros, entre proyectos y sueños, sabiendo que el yo se vuelve nosotras, nosotros, nosotres, inmediatamente, en cada lucha. Te despedimos entonces así, junto a compas de Pañuelos en Rebeldía y de tantos movimientos que sentimos entrañablemente hermanos, por caminar a la par, por pensar dialogando, por caernos y levantarnos las veces necesarias.
Sabíamos siempre que podíamos contar con vos, con tu aporte, para lo que fuera, no hacía falta explicar demasiado. Compartíamos horizontes, afectos, y sobre todo una manera de estar en el mundo. Algo hablamos sobre eso cuando con dolor despedíamos a otros imprescindibles, como Javier Rodríguez Pardo, como Andrés Carrasco. Todavía entre lágrimas, y con la bronca de que nos arrancaran a los tipazos que eran, que siguen siendo, decíamos en voz baja que ellos estaban del lado de los buenos. Porque no alcanza con tener discursos ideológicos claros, como Andrés, como Javier, como vos. No alcanza con explicar fácil y sencillo temas complejos y difíciles. Es necesario también ser buenos, generosos. Ser ejemplo de humildad, como ustedes lo eran. Como lo son. Porque los seguimos pensando, leyendo, sintiendo presentes.
En este juicio a los ecocidas nos vas a faltar. Vos ya habías confirmado tu participación en el Tribunal Ético Popular. Me dijiste que volvías de las vacaciones con ánimo y energías renovadas. Tendremos ahora que mirar con detalle cada momento de nuestra experiencia, con la rigurosidad que le daría tu presencia.
Por egoísmo tal vez, y por un deseo intenso, Carlos, te pedimos que sigas cerquito nuestro, porque necesitamos tu apoyo y tu cariño de hombre bueno. ¡Qué tiempos éstos Carlos! El hombre nuevo es, sobre todo, el hombre bueno. Ahora luchamos por crear hombres, mujeres, buenos, buenas, y también tortas, maricas, travas, y en general, seres humanos nuevos, nuevas por buenos, por buenas. Biodiversos los cuerpos, los sentires, las cosmovisiones, así como los territorios que habitamos.
Cómo nos ayuda pensar la vida desde lugares que vos fuiste abriendo como quien desmaleza los campos. Aprender la biodiversidad como modo de vida, del buen vivir, nos ayuda no sólo a descolonizar, sino también a despatriarcalizar nuestras miradas del mundo, descentrando el lugar de superioridad del hombre, y poniéndonos en diálogo de saberes como modos permanentes y sistemáticos de la educación popular. Por eso aprendimos no solo a cuidar de las comunidades, a defender los derechos humanos, sino también a cuidar de todas las formas de vida, a defender los derechos de la naturaleza. Y a sumar, a tejer redes y alianzas de quienes nos reconocemos diferentes, y no pretendemos homogeneizar nuestras experiencias.
Hay muchos secretos que tejimos en el caminar, que no vale decirlos. Los conoce bien Lucía, nuestra amiga y compañera. Eso queda entre nosotros, entre nosotras. Pero se resume en las palabras primeras. Siempre, pero siempre, contamos con vos, para lo que fuera.
Te imagino ahora estallando de risa, porque vos sentías que todo lo que dabas o compartías, no era nada más que hacer camino al andar, y creías que no es necesario ponernos solemnes ante una muerte que finalmente, nos tocará a todas, a todos, a todes. Especialmente a quienes siembran y cultivan la vida nueva, la vida buena.
Te quiero Carlos, te queremos, y seguiría contándote lo que no te dije nunca, creo, por eso de que finalmente somos setentistas, y no nos permitimos excesos de ternura. Tampoco nos endurecimos lo suficiente, como nos pidió el Che. Pero sabemos cuidar los fuegos encendidos por los sueños de las, les, los compas.
Entonces vamos a trabajar, Carlos, a comenzar este nuevo episodio, este Juicio Ético Popular a los señores de la muerte. Un espacio político pedagógico que no podemos, que no queremos hacer sin tu ayuda.
Serás el presidente honorario del Tribunal, si las compañeras y compañeros así lo deciden. Porque seguimos creyendo en la Asamblea para tomar las decisiones, y en los gestos colectivos para la lucha y para la siembra. Hasta siempre Carlos. Hasta la victoria. Hasta este nuevo momento de trabajo compartido.
(La propuesta fue aclamada por todos/as/es quienes te amamos).
Fuente: Desinformémonos