Cancún: venturosa ruptura de pláticas, por Anuradha Mittal
"Se acabó. Las pláticas se derrumbaron y no hay acuerdo", expresó George Ong'wen, delegado keniano a las pláticas de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en Cancún. Su decisión de levantarse de la mesa y marcharse, la noche del domingo, orilló al presidente de la sesión, Luis Ernesto Derbez, a declarar que las negociaciones se habían roto
Así terminaron las esperanzas de que los 33 países asistentes pudieran dar nuevo impulso a las negociaciones tendientes a lograr un nuevo pacto mundial de comercio.
Las pláticas fracasaron, por segunda vez en cuatro años, por una sencilla razón: diferencias inconciliables entre los ricos, las naciones desarrolladas, y las naciones pobres en desarrollo. Los ricos que forman 20 por ciento de la membresía de la OMC siguen olvidando todas las promesas hechas al otro 80 por ciento. En una ocasión la táctica de brazo fuerte de los países ricos obligó a los pobres a volver a sentarse a la mesa, dispuestos a firmar acuerdos. Esa táctica ya no funciona. Y entender por qué es nuestra única esperanza de encontrar un camino hacia adelante.
La mayoría de los países en desarrollo se oponen a emprender nuevas negociaciones sobre las llamadas reglas de Singapur -propuestas sobre inversión, competencia, facilidades al comercio y transparencia en compras gubernamentales que los países ricos están desesperados por imponer para proteger los intereses de las trasnacionales en el mundo en desarrollo- hasta que no se resuelvan asuntos más esenciales. Estos temas básicos son las añejas diferencias respecto de los subsidios agrícolas de los países desarrollados.
Cancún vio el surgimiento de un nuevo grupo de poder, el G21-plus, alianza de naciones en desarrollo en torno a Brasil, India y China. Este grupo demanda que la Unión Europea y Estados Unidos eliminen sus subsidios agrícolas, los cuales alcanzan mil millones de dólares diarios. Calificado con desdén de "grupo de los paralíticos" por Robert Zoellick, representante comercial estadunidense, el G21-plus representa más de la mitad de la población mundial y alrededor de dos terceras partes de los campesinos del planeta. De hecho, el comentario despreciativo de Zoellick aseguró que las demandas del grupo se escucharan con fuerza y claridad.
Entre tanto en las calles, fuera de las pláticas, los manifestantes de la sociedad civil expresaban sus propios pronunciamientos vigorosos. En el Campo Lee, campesinos de todo el mundo marcharon día y noche, entre ellos coreanos que conmemoraban la muerte de Lee Kyung Hae, quien se inmoló hundiéndose una navaja en el pecho mientras llevaba un letrero que decía "La OMC asesina campesinos". Su muerte en Cancún, junto con manifestaciones y movilizaciones nacionales en capitales de varios países, reforzó la determinación de los delegados del G21-plus de ser fieles a la voluntad de sus pueblos.
En los primeros tres días, la conferencia se enfocó sobre todo en el controvertido tema agrícola. Y de hecho las naciones ricas hicieron algunas concesiones superficiales; se revisaron textos.
Luego el conflicto se intensificó por la insistencia de Europa en resolver los temas de Singapur sin un consenso explícito de los países miembros para empezar las negociaciones. Las naciones en desarrollo se indignaron de que sus preocupaciones sobre la agricultura se hubieran hecho a un lado.
Durante mucho tiempo la OMC ha estado plagada de negociaciones secretas y del uso de la fuerza bruta. La transparencia y la rendición de cuentas son esenciales para un proceso democrático de toma de decisiones. Las revisiones de redacción, pues, sólo tuvieron el efecto de intensificar los sentimientos de polarización, en vez de aminorarlos.
El colapso de las pláticas plantea preguntas fundamentales acerca del futuro de la OMC. Si bien varios ministros han expresado el compromiso de seguir adelante, el fracaso de Cancún es un severo golpe no sólo para esa organización, sino también para otros acuerdos comerciales multilaterales como el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA).
En la conferencia de prensa que siguió al derrumbe de pláticas, Pascal Lamy, comisionado europeo de Comercio, llamó a la OMC "organización medieval" y demandó una reforma fundamental del grupo de 146 miembros. Por conveniencia pasó por alto que, después de las pláticas previas en Doha, las naciones en desarrollo habían planteado propuestas para que las pláticas futuras fuesen más participativas y transparentes. Fueron Estados Unidos y otros países desarrollados quienes bloquearon estas propuestas.
Poco antes de Cancún, las naciones en desarrollo y las ONG trataron nuevamente de plantear los temas de transparencia interna y mayor participación en la OMC. Sin embargo, los países ricos han desdeñado todo intento por democratizar a la organización u obligarla a rendir cuentas.
La falta de atención a las demandas y los intereses legítimos de los países en desarrollo muestra que la promesa del libre comercio se ha incumplido a los más pobres y vulnerables de nuestra sociedad. También ha desilusionado a los grupos de la sociedad civil en las naciones ricas.
Pero Cancún no es un fracaso, pues ofrece una lección: las tácticas de brazo fuerte no funcionarán más. Y es mejor ningún acuerdo que un mal acuerdo.
* Anuradha Mittal es Codirectora del Instituto por una Política de Alimentación y Desarrollo, con sede en California. Estuvo presente en Cancún.
Traducción: Jorge Anaya