Caminando hacia una agricultura sustentable. Ley de Semillas en Argentina
Vivimos en un sistema siempre al borde del colapso, siempre regenerativo, siempre en contradicción. Un sistema basado en el consumo pero que se esfuerza constantemente en excluir del consumo. Un sistema que inventa lo que ya está inventado. Que privatiza todo lo que se puede envasar.
Por Victoria Santagada
Durante más de diez mil años el ser humano construyo una cultura agrícola basada en el respeto por la tierra, en sus tiempos naturales, en el intercambio de saberes y de materias primas, en convivencia con el ecosistema. En otras palabras, construyo una agricultura sustentable.
Como en un cuento, Carlos Vicente imagina esas primeras veces, en un lugar del mundo o en varios a la vez, cuando una semilla silvestre fue plantada por una mujer, o por un hombre, cerca de su casa. Sin saberlo, esas mujeres y esos hombres iniciaban la historia de la agricultura.
Carlos Vicente es farmacéutico, y como tantos otros, allá por el 76´se encontró con otra forma de interpretar y de transitar el mundo. Comenzó a buscar alternativas a la agricultura industrial, comenzó a pensar otra forma de cuidar la salud basada en el uso popular de las plantas medicinales. Se encontró con la necesidad de recomponer el vínculo entre el hombre y la naturaleza, de volver a conectar con la madre tierra.
Hoy acompaña desde la investigación a movimientos sociales y campesinos en sus luchas por lograr sistemas alimentarios basados en la biodiversidad frente al avance de la agricultura industrial.
La crisis que ha producido la agroindustria es tal que,en el 96´la FAO – Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura- anunciaba una pérdida del 75% de las semillas que la humanidad genero en diez mil años de agricultura. En cincuenta años se destruyo un patrimonio de la humanidad que es la base para la soberanía alimenticia de los pueblos.
La libertad siempre es un peligro para los grandes negocios. El poder que ejercen las corporaciones sobre el mercado mundial de semillas –el 60% del mercado en manos de seis corporaciones- parece no alcanzar y hoy el ataque también va por vías legales. La presión esta puesta sobre la Ley de Semillas.
¿Qué es la Ley de Semillas? – La presión de las corporaciones sobre la naturaleza
No es novedad que los Estados priorizan los intereses de las empresas por sobre los intereses del pueblo. La sociedad de consumo promueve una cultura cortoplacista donde el beneficio y el lucro a costa de los que sea parecereinar.
La agroindustria es un modo de explotar la tierra donde el monocultivo, los agrotóxicos, el desperdicio, los excesos de agua y la erosión de los suelos toman protagonismo en pos de una producción masiva de alimentos exportables.
No solo la tierra está en manos extranjeras sino también las semillas, el primer eslabón de la cadena.
¿Qué es la Ley de Semillas?
Lo que hoy se conoce como la Ley Monsanto de Semillas es una propuesta de modificación de la actual Ley de Semillas y Creaciones
FitogenéticasN° 20.247/73. Desde el año 2003 las grandes semilleras y comercializadoras vienen ejerciendo presión en los gobiernos para efectivizar las modificaciones.
El principal propósito de la modificación de la ley es legalizar la privatización de las semillas. Si una empresa presenta una semilla que es distinta a otras puede tener el monopolio de explotación sobre ella es decir, el derecho de ostentor. Esto es que cada vez que alguien utiliza esta variedad debe pagar una regalía.
Dentro de la lógica mercantil suena razonable, “si lo creo, lo exploto y lo usufructo”. Pero analicemos un poco más…
Las semillas son el primer eslabón de la cadena alimentaria. Quien tenga el monopolio sobre ellas podrá controlar el precio, su distribución y su producción en pos de su propio beneficio.
El monopolio sobre las semillas es parte del agro negocio que es un modelo de explotación que para consolidarse promueve: la desaparición de bosques nativos para poder cosechar, la expulsión de pequeños productores agrarios de sus tierras y la eliminación del empleo rural debido a la fuerte tecnologización, la fumigación de cosechas y de pueblos que traen consecuencias mortales para la comunidad y los consumidores.
La situación que hoy vive Argentina se replica como un calco en distintos países de Latinoamérica, donde el desmonte y la persecución son legitimados por los Estados donde las multinacionales ejercen su presión.
“La semilla es un bien común que pertenece a la humanidad. No puede ser objeto de apropiación por parte de intereses privados, ni por parte del Estado. Al igual que el aire, el sol, o la sonrisa de nuestros hijos, pertenece por igual a cada ser humano sobre el planeta, y no puede ser tratada como un recurso estratégico por parte de ninguna nación o interés en particular.
El acceso a la semilla es un derecho humano básico, e incluye el derecho a adquirir, adaptar, mejorar, multiplicar, intercambiar, regalar y vender las semillas. Y lo es además por razones prácticas: de este derecho dependen la soberanía alimentaria hoy y la alimentación futura de nuestra especie.”
Este es el primer punto de la Declaratoria del Foro “Semillas y Soberanía Alimentaria en Riesgo” integrado por movimientos campesinos, indígenas, montubios, afrodescendientes y organizaciones sociales del Ecuador realizado en julio de 2016. Declaratoria en respuesta a los debates que se están dando en torno a la Ley de Semillas promovida por la Asamblea Nacional del Ecuador, órgano que ejerce el poder legislativo en el país.
Reconstruir el vínculo con la Madre Tierra
La historia de la agricultura es la historia de la circulación libre de las semillas. El intercambio de saberes, de variedades, de métodos es la materia prima de los avances y la evolución.
El avance de los monopolios agroindustriales sobre los poderes legislativos se sustentan sobre una serie de mitos, entre ellos:
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La baja productividad es causada por el uso de semilla sin certificar.
El agotamiento de los suelos y el ecosistema es fruto del modelo agroindustrial que le exige a la tierra más de lo que puede dar en condiciones artificiales. La productividad depende directamente de la adaptación de una semilla a las condiciones locales, labor que vienen realizando los campesinos desde el inicio de la agricultura. La agroindustria le exige a cualquier suelo, en cualquier clima un mismo rendimiento.
Por otra parte la productividad desde el agronegocio es medida en toneladas y valor comercial. Sin embargo existen otros valores como la cantidad real de nutrientes por hectárea. Valor que en las huertas y fincas agroecológicas es ampliamente mayor siendo las unidades más productivas del planeta. -
El libre flujo de semillas representa una amenaza sanitaria pues la semilla no certificada lleva plagas y enfermedades.
No existen aún estudios científicos que lo demuestren. Por el contrario existe la evidencia empírica de que el campesinado nunca ha dejado de intercambiar semillas y esto no ha generado epidemias. Si el suelo es fértil y la semilla ha sido adaptada localmente tiene las suficientes defensas para convivir sin inconvenientes con los organismos considerados plagas y enfermedades.
Por el contrario la erosión de los suelos, causada por el monocultivo, el uso de agrotóxicos y el uso de semillas mal adaptadas, es decir la aplicación del modelo agroindustrial, han generado la expansión de organismos a nivel de plagas y enfermedades
En la web de Monsanto podrán encontrar uno de los argumentos más populares que esgrimen las grandes empresas “La población mundial continúa creciendo más rápido que nuestra capacidad de alimentarla”.
Tal vez sea ese el problema, no necesitamos multinacionales que nos alimenten, necesitamos conocimiento, necesitamos reencontrarnos con la tierra y con el tiempo para generar nuestro propio sustento.
O tal vez debamos preguntarnos ¿Cómo es que la humanidad ha llegado hasta aquí antes de la existencia de la agroindustria?
También valdrá la pregunta por nuestro lugar como consumidores. Habiendo espacios destinados para la comercialización de productos agroecológicos a lo largo de todo el país y de las grandes ciudades, por qué seguimos eligiendo alimentos transgénicos fumigados con veneno.
Frente a este panorama nos encontramos con movimientos campesinos, sociales e indígenas que rescatan el modelo histórico de producción agrícola con la mirada puesta en recuperar el vínculo armónico entre el hombre y la tierra. Cantidad de ferias y espacios destinados a comercializar sus productos y acercar la alimentación saludable a las grandes ciudades.
En palabras de Carlos Vicente, la crisis es peligro y oportunidad. La oportunidad de encontrar nuevos valores, de reencontrarnos con la prosperidad del entorno a partir de la observación.
Cuando parezca que ya nada nos puede salvar, ahí estará nuestro poder de desobedecer. De mirar de reojo lo que se impone y seguir por un camino a construir. Con certezas e incertidumbres.
Escrito, Investigación y redacción Victoria Santagada.
Fuentes:
Ley de Semillas: Dime quién te apoya y te diré qué quiere. 8300 web. 2016.
“Declaratoria del Foro: Semillas y Soberanía Alimentaria en Riesgo”. Quito, Ecuador. 2016.
Publicado por Radio Solar