Boletín N° 163 del Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales
"Hace muchos años que el WRM denuncia que es inaceptable certificar plantaciones industriales de monocultivos de árboles en gran escala. El blanco principal ha sido el FSC, por presentarse al mundo como el sello más confiable y respetado para productos madereros, incluso porque cuenta entre sus miembros con varias organizaciones no gubernamentales."
NUESTRA OPINIÓN
- La certificación definitivamente no es el camino
Hace muchos años que el WRM denuncia que es inaceptable certificar plantaciones industriales de monocultivos de árboles en gran escala. El blanco principal ha sido el FSC, por presentarse al mundo como el sello más confiable y respetado para productos madereros, incluso porque cuenta entre sus miembros con varias organizaciones no gubernamentales.
El FSC ya certificó millones de hectáreas de monocultivos de árboles y continúa con dicha práctica. Un ejemplo es la certificación prevista para febrero/marzo de este año de Chikweti Forests of Niassa, una empresa que ha causado muchos problemas a las comunidades campesinas en la provincia de Niassa, en el norte de Mozambique ( ver aquí)
Generalmente, las comunidades directamente afectadas son unánimes en afirmar que es imposible certificar los monocultivos de árboles en gran escala. Hace mucho tiempo que experimentan los perjuicios y la destrucción que causan estas plantaciones. Algunas de estas comunidades pudieron hablar de ello en una película reciente de dos periodistas belgas y que trata de la certificación FSC de Veracel Celulose (lea más en el artículo sobre Veracel y el FSC en este boletín). Otras comunidades impactadas, como las comunidades Mapuche de Chile, dicen en esta edición que el problema fundamental es que las empresas certificadas no quieren cambiar su ‘modelo’ de producción, basado ‘en la gran escala, el monocultivo expansivo y excluyente’. Por ello, son incertificables.
Sin embargo, la cuestión de la certificación de monocultivos de árboles continúa dividiendo a activistas, ONGs y consumidores en los países industrializados, donde está la mayor parte del consumo de productos de papel. Muchos dicen que reconocen que hay problemas, pero que el FSC todavía es la mejor opción. ¿Pero será que ese es realmente el camino a recorrer?
Es bueno recordar cómo surgió la idea de la certificación. Para ello, precisamos retornar a los años ’80 en Europa, cuando la cuestión ambiental surgió como un tema político relevante. En aquella década, ONGs europeas organizaron grandes acciones de boicot a la madera tropical, con el fin de evitar su consumo, ya que habían analizado que el consumo de esta madera estaba provocando la destrucción de los bosques en el mundo. Fue una época en la que quedó claro también que la explotación de los recursos naturales en los países del Sur para abastecer al Norte y su patrón de producción y consumo estaban causando daños irreversibles, como el calentamiento global, un fenómeno que afectará a todas y todos, pero principalmente a los más pobres.
Un resultado de la preocupación global con respecto al medio ambiente fue la Conferencia sobre este tema en Rio de Janeiro en 1992, que buscó discutir cómo llevar el mundo a una producción ‘sustentable’. A partir de allí, las empresas, en vez de asumir su responsabilidad y transformar su modo de producción radicalmente, comenzaron a proponer un ‘desarrollo sustentable’ a su modo. Los problemas detectados fueron, casi milagrosamente, transformados en ‘oportunidades’ para un nuevo ciclo de crecimiento, esta vez ‘sustentable’. Para las empresas que promueven las plantaciones en gran escala, la certificación era una solución perfecta porque podría definir sus prácticas como ‘sustentables’, valorizar sus productos y calmar a los consumidores preocupados con la cuestión ambiental en el planeta, sin afectar sus planes de expansión y, principalmente, sus ganancias.
Los gobiernos y parte de las ONGs dieron sustento a ese ‘mensaje positivo’ de que era posible ‘modernizar ecológicamente’ el modo de producción. Surgieron certificaciones para productos de madera (FSC) y también, a lo largo de los años, para productos provenientes de otros monocultivos, como la Mesa Redonda de Aceite de Palma Sustentable (Round Table for Sustainable Oil Palm Production) y la Soja Responsable. Al adquirir fuerza la certificación, también se fortaleció la idea, en el imaginario de los consumidores de que ahora se podría consumir, pero siempre que fuera ¡‘sustentable’, ‘certificada’! La época de los boicots había quedado en el pasado.
Pero a medida que cada vez más plantaciones de monocultivos eran certificadas, aumentaban también las críticas. Es interesante recordar que esas críticas no provienen solamente del Sur, sino que también vienen del Norte. Varias ONGs ya dejaron al FSC, como Robin Wood de Alemania. Incluso un estudio reciente publicado por la Comisión Europea ( vea aquí) argumentó que el FSC no necesariamente reduce la presión sobre la deforestación, un argumento muy usado por los defensores del certificado. Y recientemente, un proyecto para jóvenes de organizaciones belgas y finlandesas, llamado ‘Movimiento Justo’ (Fair Move), escogió la cuestión de los sellos y las certificaciones como tema de debate y reflexión. Querían saber si los sellos que están en el mercado, como el FSC, son realmente confiables. Qué bueno que justamente los jóvenes cuestionan un sello que, (¡)hace más de 10 años(!) garantiza ‘sustentabilidad’.
Otros sellos, por ejemplo, para soja ‘sustentable’, también sufrieron críticas. Un ejemplo es una carta publicada recientemente en un diario belga por un grupo de activistas de organizaciones belgas, dirigida a ONGs holandesas que participan de la Mesa Redonda de Soja Responsable (RTRS). El grupo dice en la carta que “un sello RTRS para la soja industrial no aporta nada importante al ser humano ni al medio ambiente. Engaña al consumidor que compra productos con el sello del RTRS, también en Bélgica. Y maquilla de verde a empresas como Monsanto, Cargill y Unilever.”
Las críticas realizadas a los sellos como FSC apuntan nuevamente al debate que quedó en segundo plano con la práctica de la certificación: el patrón de consumo excesivo. Hay necesidad urgente de reducir el consumo de papel e incentivar el reciclaje y producción regional en escalas menores con mayor diversidad de árboles y beneficios para comunidades locales.
El FSC no cuestiona si los innumerables productos descartables que resultan de una plantación certificada son realmente necesarios para el bienestar de las personas, y mucho menos lo hace la empresa certificada que está, sobre todo, preocupada por aumentar sus ventas y ganancias. Más de la mitad del papel consumido en el mundo es descartable, o sea, poco sustentable y cuestionable en términos de aumentar la ‘calidad de vida’. Además, la universalización del patrón de consumo occidental es imposible, aunque pase por la certificación.Sin embargo, las empresas continúan estimulando el consumo, incluso de nuevos productos, llamados ahora ‘sustentables’, como si el consumo desenfrenado no hubiese ya causado innumerables problemas al mundo como el calentamiento global. Y como si todo eso no bastase, el FSC también ha certificado plantaciones de monocultivos para almacenar carbono, siendo connivente con las falsas soluciones para enfrentar el calentamiento global, como comenta el artículo sobre la empresa Plantar en este boletín.
Para finalizar, nuestra primera tarea -y esto nos lleva de vuelta al motivo de dedicar nuevamente algunos artículos de este boletín al tema de la certificación- es alertar al lector y motivar a las ONGs y consumidores en general a posicionarse sobre el tema. Es necesario evaluar críticamente qué trajo de hecho la certificación a lo largo de los años: un debilitamiento de las luchas de las comunidades locales por sus derechos y recursos naturales y un fortalecimiento de empresas que estimulan exactamente el consumo excesivo, con vistas a obtener ganancias. Es necesario recorrer otros caminos que no sean el de la certificación.
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FSC CONTINUA CERTIFICANDO LO INCERTIFICABLE
Dentro del sistema de certificación de proyectos todo puede terminar recibiendo un “sello verde”, en la medida que se cumplan determinadas formalidades.
Pero la esencia, las principales características de proyectos destructivos permanece incuestionado. Se trata, en el caso de las plantaciones de árboles, de características como la gran escala y su continua lógica de expansión, el monocultivo y el consiguiente uso de productos químicos peligrosos, etc. Resulta un modelo que lleva a la destrucción, a la extinción de biodiversidad, la exclusión y marginación de comunidades, la alteración del clima.
Por eso debemos volver una y otra vez a preguntarnos: ¿qué ha dejado la certificación? En el caso de los monocultivos forestales nuestra respuesta es que ha contribuido a fortalecer a las empresas que estimulan el consumo excesivo, sin importar sus secuelas, con miras a maximizar sus ganancias. Por otro lado, la certificación debilita las luchas de las comunidades locales en defensa de sus derechos y recursos naturales, enfrentadas a esas grandes empresas que avanzan con sus “sellos verdes”.
Dentro del sistema de certificación maderera destaca la responsabilidad que ha tenido el FSC en la expansión de millones de hectáreas de monocultivos de árboles en todo el mundo.
Ya es hora de que eso resulte meridianamente claro, y a eso apuntan los siguientes artículos de este boletín.
- FSC y Veracel Celulose: certificación no confiable y no independiente
En el año 2007, la empresa SGS inició el proceso de certificación de Veracel Celulose S/A en Bahia, Brasil, siguiendo los principios y criterios del FSC. Veracel es una empresa de propiedad de la transnacional sueco-finlandesa Stora-Enso y de Fibria (ex Aracruz). Tiene en su poder unas 100 mil hectáreas plantadas con monocultivos de eucaliptos para celulosa de exportación, dentro de un área total de más de 200 mil hectáreas. Está en fase de duplicación de su fábrica y plantaciones.
A partir del año 2004, el FSC había iniciado una revisión de su práctica de certificar plantaciones de monocultivos de árboles, una práctica muy criticada por movimientos y ONGs, incluido el WRM. Esto porque dichas plantaciones causan grandes impactos negativos, según relatan hace muchos años comunidades vecinas de estas plantaciones, estudios y relevamientos en todos los países donde existe este tipo de plantaciones. Por ello, la certificación de Veracel en 2007, una empresa grande en el ramo, era considerada un caso de ‘prueba’ para estos movimientos y ONGs, para ver si el FSC había cambiado su práctica.
Pero el FSC no había cambiado. En el año 2008, SGS concedió a Veracel el sello FSC, ignorando diversas manifestaciones y protestas por parte de movimientos sociales y ONGs de Bahia, del resto de Brasil y del mundo, que denunciaban que esa empresa lesionaba gravemente los principios y criterios del FSC (1). Inclusive, el Consejo del FSC fue invitado a visitar la región y las comunidades impactadas, pero se negó (carta disponible sólo en inglés aquí). Actuando a través de la empresa certificadora, que según el FSC es una organización ‘independiente’, Veracel recibió el sello y consiguió, desde 2008, exportar millones de toneladas de celulosa, con el certificado del FSC.
Sin embargo, la manera en que se realizó la certificación sólo fue cuestionada nuevamente algunos años más tarde, después de una denuncia presentada a nivel internacional. En el año 2010, dos periodistas belgas, Leopold Broers y An-Katrien Lecluyse, tuvieron la idea de realizar un trabajo de campo durante tres meses en las áreas que rodean a Veracel. El objetivo era verificar si la empresa merecía o no el sello FSC. Contrariamente a la práctica de SGS y de muchos periodistas de hacer solamente algunos días de trabajo de campo, estos periodistas pasaron algunos meses visitando a las comunidades y conversando con pobladores, además de oír también a la empresa.
El resultado de este profundo trabajo fue un artículo publicado en la revista socioambiental MO-Magazine de Bélgica y un documental de 40 minutos que se estrenó en enero de este año en la ciudad belga de Gand. Este último evento contó con la asistencia de 250 personas. Además de la exhibición del documental, hubo un debate posterior, con la participación del propio FSC y WWF-Bélgica, entre otros.
Tanto el artículo como el documental constituyeron una gran contribución a las comunidades y movimientos sociales que resisten y/o luchan contra el poder y los impactos de Veracel. Representantes de estas comunidades y movimientos sociales adquirieron voz, tanto en la película como en el artículo, a diferencia de la forma en que son tratados normalmente por las autoridades, incluso por la certificadora SGS del FSC. Consiguieron, mediante el trabajo de estos periodistas, hacerse oír en Europa. Y les dejaron un mensaje muy claro a los consumidores: los están engañando.
Lo que llamó la atención de los presentes durante el debate fue que los representantes que salieron en defensa del FSC hablaron de la ‘independencia’ de la certificadora, en este caso SGS, y de la confiabilidad del sello, mientras que el documental mostró claramente que el sello está lejos de ser confiable como lo atestiguan las graves denuncias que registra. Por lo tanto, resulta complicado considerar que SGS es una empresa ‘independiente’, aun más sabiendo que es Veracel quien contrata a la empresa certificadora. O sea, Veracel pagó a SGS por dicho servicio.
La falta de independencia de la certificadora se volvió todavía más evidente luego del reclamo oficial, presentado al FSC por los periodistas en base a las denuncias relevadas. El FSC realizó, en base al reclamo, una auditoría sobre el trabajo de SGS. El resultado de esta auditoría se publicó en el mes de enero de 2011, curiosamente al mismo tiempo en que se estrenó el documental de los periodistas. La recomendación de la auditoría del FSC es suspender la acreditación de SGS para realizar certificaciones en Brasil para el FSC, debido a su actuación considerada ‘insatisfactoria’.
A pesar de este resultado positivo para las comunidades y movimientos impactados, quedan varias preguntas en el aire: ¿continuará Veracel teniendo el sello FSC? ¿Y por que recién ahora, luego de que Veracel ya está hace casi tres años con el sello, el sector de auditoría del FSC resolvió declarar que SGS hizo su trabajo incorrectamente, dando indicios también de que se trata de una empresa que realmente no cumple los principios y criterios del FSC? ¿Es preciso un artículo, una película y un reclamo en Europa para que eso suceda? ¿Cuánto tiempo más continuará el FSC con la práctica de dejar que empresas como SGS hagan las evaluaciones para certificación, incluso siendo pagadas por la empresa a ser certificada? ¿Y qué pretende hacer el FSC en otros casos de zonas certificadas donde las comunidades no tienen ninguna posibilidad de hacerse oír internacionalmente?
En vista de todo ello se concluye que retirar el sello a Veracel y a todas las empresas certificadas por el FSC que mantienen plantaciones de árboles en gran escala es fundamental para que el FSC, de hecho, pueda hacer la diferencia entre los diferentes sellos de ‘sustentabilidad’. Mantener el sello de de Veracel Celulose y de empresas semejantes torna evidente para el mundo que el FSC practica el “maquillaje verde” y, por lo tanto, no es confiable.
(1) Ver aquí.
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- Brasil: el caso Plantar - el FSC al servicio de la venta de créditos de carbono
Las empresas que promueven el monocultivo de árboles en gran escala no buscan el sello del FSC solo para valorizar su producto final. Existen empresas que usan el FSC con un objetivo bien específico y bien diferente: obtener la certificación para vender créditos de carbono. Es el caso de la empresa Plantar S/A en el estado de Minas Gerais, Brasil.
Hace más de 10 años, la empresa Plantar presentó un proyecto de venta de créditos de carbono al Fondo Prototipo de Carbono (PFC- Prototype Carbon Fund) del Banco Mundial. Este Fondo pretendía reunir proyectos pilotos de comercio de carbono a través del MDL (Mecanismo de Desarrollo Limpio) en diversos sectores productivos, para que estos ‘buenos' ejemplos se pudieran multiplicar posteriormente.
En el proyecto original, Plantar argumentaba que necesitaba dinero de la venta de créditos de carbono para plantar 23.100 hectáreas de monocultivo de eucalipto para no verse 'obligada' a usar carbón mineral, otra fuente de energía que, según Plantar, era más barata para producir arrabio (materia prima para producir acero) en su central siderúrgica de la ciudad de Sete Lagoas. Plantar afirmaba que el uso del carbón mineral, un combustible fósil, emitiría más carbono que el uso de carbón vegetal. Este último, según la empresa, es un 'combustible renovable’, alegando que se produce a partir de eucaliptos, que serían replantados varias veces. Como el proyecto involucraba plantaciones de eucalipto y se trataba, para el Banco Mundial, de un proyecto de referencia, recibió el sello FSC, que garantizaba que se trataba de ‘buen proyecto’ que practicaría un ‘buen manejo forestal’ en esas 23.100 hectáreas.
Plantar comenzó a ser certificada por el FSC desde 1997. Cabe destacar que en ese momento se divulgó la noticia de que Plantar quería el certificado para producir carbón para ser usado para asar carnes. Sin embargo, este argumento era extraño ya que solo una pequeña parcela de toda la producción de las áreas certificadas sería destinada a este fin mientras que la mayor parte del carbón se destinaría a la central siderúrgica de Plantar en Sete Lagoas. Además, esta certificación, como muchas otras de monocultivos de árboles, fue muy criticada debido a sus impactos negativos sobre el medio ambiente y las comunidades locales (1). Cada vez se hizo más evidente el interés de Plantar por vender créditos de carbono y para ello necesitaba al FSC.
Llama la atención que el FSC, en su página web, afirma que “brinda un vínculo creíble entre la producción y el consumo responsable de productos forestales, haciendo posible que consumidores y empresas tomen decisiones de compra que benefician a la gente y al medio ambiente”. A pesar de esta afirmación, el FSC, hasta el momento, no adoptó ninguna posición clara en relación con empresas como Plantar, que usan al FSC desde hace años para garantizar la comercialización de sus créditos de carbono. Incluso porque no es posible que los créditos de carbono entren en la categoría de 'consumo responsable'. Los proyectos de comercio de carbono se ubican en una categoría bien diferente: la de las falsas soluciones para la crisis climática.
En un documento específico sobre el ‘carbono forestal’, el FSC declara en diciembre de 2010 que el "FSC no debería evitar que sus beneficiarios certificados tengan acceso a mercados de carbono, pero tiene que garantizar que eso no ponga en riesgo la reputación del FSC” (2’). Sin embargo, la venta de créditos de carbono por parte de Plantar de sus plantaciones certificadas por el FSC es otro factor que contribuye a erosionar la credibilidad del FSC.
En septiembre de 2010, decenas de organizaciones y movimientos sociales de Brasil y del mundo entregaron nuevamente una carta al Consejo Ejecutivo del MDL de la Conferencia Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), en protesta contra el registro oficial que dio la ONU al proyecto de carbono de Plantar como proyecto MDL. Las organizaciones señalaron los impactos negativos de las plantaciones de eucalipto y también afirmaron que los eucaliptos almacenan el carbono solo de forma temporal y que "es inaceptable que el carbono almacenado en los eucaliptos justifique la emisión de una cantidad equivalente de carbono provocada por la combustión de combustibles fósiles por parte de empresas contaminadoras de Europa". El resultado es un aumento neto de emisiones de carbono, o sea que se trata de una falsa solución para resolver el problema del cambio climático. A pesar de esta nueva carta, Plantar logró registrar en setiembre pasado el último y más polémico componente de su proyecto MDL ante este Consejo Ejecutivo del MDL: las plantaciones de eucalipto como sumideros de carbono.
Recientemente, el 14 de febrero de 2011, el Comité Ejecutivo del MDL respondió a la carta de las organizaciones y movimientos sociales sobre el proyecto Plantar. El Comité manifestó que la preocupación de nuestra carta se refería a que el proyecto Plantar no contribuye al desarrollo sustentable en Brasil. Añadió que esta evaluación es responsabilidad del gobierno brasileño. Es decir, el Comité Ejecutivo del MDL se esconde detrás de la política oficial perversa de Brasil de expandir las plantaciones de monocultivos de árboles a gran escala para satisfacer los intereses comerciales, causando numerosos conflictos e impactos negativos en el país. Además, no toma en consideración lo que se expresó y argumentnó en la carta de las organizaciones y movimientos sociales sobre el hecho de que el proyecto Plantar ¡no hace más que agravar la crisis climática! Por lo menos deberían responder a eso, ya que son los "expertos" en el asunto. Pero no hubo respuesta alguna. Es una desconsideración total para con la sociedad.
Seguramente Plantar y otras empresas del sector intentarán registrar más proyectos de carbono que puedan garantizar dinero y más ganancias para sus negocios. 'Lorentzen Empreendimentos', dirigido por Haakkon Lorentzen, hijo del fundador de Aracruz Celulose S/A - la actual Fibria- se asoció con Plantar en una nueva empresa llamada Aflopar. Esta empresa ya adquirió en los últimos años por lo menos 60 mil hectáreas de tierras en el estado de Minas Gerais (3).
El objetivo de Aflopar, según Lorentzen, es producir carbón, pero el grupo también planea realizar actividades en el rubro de los créditos de carbono, o sea, vender estos créditos a empresas contaminadoras interesadas en la compra. En otro artículo, el propietario de Plantar, Geraldo Moura, afirmó lo siguiente, luego de destacar la diferencia de costos entre usar carbón vegetal y mineral: “Cuando las siderúrgicas movidas a carbón vegetal comiencen a compensar esa diferencia vendiendo créditos de carbono se van a dar cuenta que la sustitución es un buen negocio” (4)
Hace largo tiempo que denunciamos la falta de credibilidad del FSC en cuanto, en definitiva, avala los monocultivos forestales y contribuye a debilitar las luchas de resistencia de las comunidades afectadas. Si ahora certifica, además, las plantaciones que quieren lucrar doblemente con créditos de carbono, no hará más que confirmar que lo que hace su sello “verde” es contribuir a aumentar los lucros empresariales y agravar aún más la crisis climática.
(1) Ver aquí.
(2) Ver aquí.
(3) Ferreira, Rodrigo, “Bioenergia e o mercado de carbono: oportunidades para a cadeia produtiva da siderurgia”, presentación powerpoint durante el “Seminário Bases Bioenergéticas para uma Industria Verde”, 6 de abril de 2010
(4) Herzog, Ana Luísa, “Agronegócio, eles querem florestas...”, Revista Exame, 02/2008 ver aquí.
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- Chile: monocultivos forestales en territorios mapuches ¿con certificación FSC?
Desde 1974 los monocultivos industriales de árboles se han expandido en Chile, concentrándose especialmente en las regiones de Bío-Bío y Araucanía, aunque también están presentes en las regiones de Maule, Los Ríos y Los Lagos.
El decreto Ley 701 promulgado por la dictadura militar de Pinochet y vigente hasta hoy, brindó subsidios estatales a empresas privadas como forma de promover la industria forestal. Grandes extensiones de tierras y plantaciones estatales fueron pasando a manos privadas de poderosos grupos económicos como Matte y Angelini y se desarticularon los avances logrados por la Reforma Agraria en materia de distribución de la tierra. De los 10 millones de hectáreas expropiadas, se vendieron 3 millones a precios bajos y en condiciones muy favorables (1). Las empresas obtuvieron la financiación de hasta el 75 por ciento de los costos de plantar pinos y eucaliptos en territorio mapuche durante 37 años.
Desde entonces las exportaciones forestales han constituido una alta prioridad para los sucesivos gobiernos chilenos, los cuales han seguido apoyando y promoviendo la forestación. Esta drástica expansión se ha dado a costa de vulnerar por un lado suelos agrícolas y ecosistemas nativos como el bosque y por otro lado el territorio histórico del Pueblo Mapuche, soporte material y espiritual de su existencia.
En todo este período los conflictos territoriales entre comunidades Mapuche y empresas forestales, principalmente con Forestal Mininco y las empresas que agrupa Bosques Arauco, han sido una constante. Como describe Alfredo Seguel, de la Agrupación Mapuche Konapewman “para organizaciones Mapuche el conflicto con las empresas forestales no es tan solo una disputa por tierras”. Como señala la comisión forestal de la coordinación de organizaciones e identidades territoriales, “el conflicto territorial con las empresas forestales es una lucha por sobrevivir, por los derechos, dignidad, reconocimiento y las posibilidades de un desarrollo autónomo. Para la coordinación, el freno a la expansión forestal, es además, el intento de impedir que esta actividad siga introduciendo mayor empobrecimiento, daño ambiental y deterioro cultural al Mapuche y vastos sectores sociales”. (2)
El saldo ha sido un largo historial de mapuches heridos, muertos, hostigados, detenidos, procesados y condenados con sumo rigor por tribunales civiles y Fiscalías Militares, incluso con leyes creadas en la dictadura militar y que continúan vigentes, por su participación en movilizaciones en zonas urbanas y rurales tendientes a recuperar sus tierras y poner freno a la expansión de las empresas forestales.
Por otro lado, como denuncia el reciente informe llamado Monitoreo Forestal Independiente en Cuencas Hidrográficas Abastecedoras de Agua de la XIV Región de Los Ríos (3), “el incremento de procesos de emigración de la población rural hacia las ciudades es una consecuencia del nuevo régimen de propiedad en el sector rural, siendo la expansión de plantaciones forestales un factor significativo en este proceso”, que se mantiene vigente.
También se mantiene vigente el problema de la creciente escasez de agua en sectores rurales del centro sur de Chile, donde “las extensas superficies de plantaciones forestales y los métodos de cosecha utilizados modifican la regularidad de los caudales y la calidad del agua, por lo que la toma de decisiones de las empresas forestales en los territorios donde tienen su patrimonio afecta a todos los habitantes”, en especial al pueblo Mapuche, que “habita estos territorios desde tiempos inmemoriales y hasta la invasión europea mantuvo una relación armónica con el agua y la tierra”. Las empresas no consideran los efectos que tendrá el elevado consumo de agua de las especies de rápido crecimiento en zonas donde el agua es escasa, lo que, entre otras cosas, impide hacer otros usos del agua para otro tipo de producción. Tampoco lo consideran las políticas estatales que promueven la forestación.
La falta de agua que acompaña a los monocultivos de especies exóticas de rápido crecimiento ha agravado la situación de las comunidades mapuche, que ya en 2006 organizaron una gran marcha en contra de la expansión forestal en La Araucanía, entre otros, por ese motivo. La Asociación Ñancuichew de Lumaco, en conjunto con comunidades mapuche de Lumaco, Purén, Los Sauces, Traiguén, Victoria y Ercilla, habían expresado que el motivo de la movilización era la falta de agua que identificaron se debía a “la presencia de plantaciones privadas de pino y eucalipto en su territorio, entre otros problemas” y calificaron de “terrorismo ambiental” la acción de las empresas forestales. (4)
Recientemente, el alcalde de la comuna de Antuco, en la provincia del Bío-Bío, ha responsabilizado a los monocultivos de pinos y eucaliptos por agudizar la sequía que afecta a los sectores campesinos de la región. El jefe comunal considera que “la forestación intensiva está acabando con las fuentes de agua en el mundo rural, lo cual se acentúa en la temporada estival en la zona precordillerana”. (5)
A pesar de los impactos registrados por el modo de producción industrial e intensiva de árboles, los grupos forestales procuran lograr para sus plantaciones el “sello verde” del organismo certificador FSC. En un reciente recorrido por algunas comunas de La Araucanía (Nva. Imperial, Chol Chol, Galvarino, Traiguén, Lumaco, Los Sauces, Purén, Angol y Renaico), Claudio Donoso Hiriart, en comunicación directa, habla de la “devastación y desolación” que dejan las plantaciones de pino y eucalipto que “han sustituido bosque nativo y suelos agrícolas de excelente calidad y acaban con el agua y el suelo”. Relata que “la comuna más impresionante es Lumaco, donde las plantaciones ocupan un 52,5% de la superficie de la comuna siendo ésta la más pobre de la región (Mininco es el principal dueño de las tierras)”, y nos muestra también un video de una plantación de eucalipto en un suelo de aptitud agrícola donde se aprecia un letrero mostrando el sello de certificación FSC, esto último en la comuna de Chol Chol donde el problema del agua es grave.
La certificación que la empresa Forestal Mininco está tramitando ante el FSC abarcaría cultivos en las regiones de El Maule, Bio Bio, Araucanía, Los Rios y Los Lagos, sobre una superficie total de 666.581 hectáreas.
Como respuesta, el pasado mes de enero en Temuco, organizaciones y comunidades del pueblo Mapuche, reunidas en el Wallmapu Futa Trawun, una instancia autónoma y auto convocada integrada por autoridades ancestrales de comunidades, dirigentes de organizaciones, comuneros, jóvenes, hogares estudiantiles de los distintos puntos del pueblo nación Mapuche, se dirigieron a la opinión pública nacional e internacional para declarar que:
“Hoy 25 de enero hemos sostenido una reunión con el líder de la comisión certificadora auditora norteamericana (FSC) Smartwood Sr. Freddy Peña, que se encuentra recabando información y antecedentes para la certificación de la madera a la empresa forestal Mininco.
Para la empresa Forestal Mininco es muy importante su certificación para vender sus productos en mercados vitales principalmente de Europa, Asia y Estados Unidos. La empresa debe cumplir una serie de requisitos que tienen que ver con la protección del medio ambiente, buena vecindad con comunidades, respeto a leyes, convenios y cultura de los pueblos indígenas, no limitar directa o indirectamente los recursos y derechos de tenencia de los pueblos indígenas, respetar lugares sagrados, compensación por daños, conocimientos tradicionales, las comunidades cercanas deben tener oportunidades de empleos y capacitación no básicos, respetar leyes laborales de acuerdo a convenciones de la OIT, etc.
Los participantes Lonko, Machi, Werken, dirigentes y comuneros mapuches de los distintos territorios, manifestamos con profunda preocupación a esta comisión auditora de todo el daño que ha ocasionado dicha empresa en nuestros territorios. El genocidio cultural, medio ambiental y la criminalización de nuestras demandas sociales que ha realizado en contra de nuestra nación con todo el dolor provocado a miles de nuestras familias. Al mismo tiempo se le entregó un dossier de antecedentes elaborado por nuestra dirigencia y profesionales que dan cuenta de todo el impacto medioambiental, cultural, social, económico, la criminalización, la judicialización, encarcelamientos, asesinatos a comuneros que luchan por la reivindicación territorial y de la cual es responsable la empresa forestal Mininco.”
El Wallmapu Futa Trawun afirma que no debe certificarse la “empresa depredadora, Forestal Mininco” y hace un llamado a las distintas comunidades mapuche a “estar atentas e informadas de los acontecimientos que tengan que ver con el derecho propio y consuetudinario de nuestra nación mapuche y de los intentos de estas empresas que destruyen nuestro territorio, nuestro Itrofilmongén con todas las formas de vida que nuestra nación ha defendido y cuidado a través de los miles de años de nuestra historia".” (6)
Las empresas forestales podrán tratar de mejorar la forma en que llevan adelante su negocio, pero no pretenden cambiar el modelo de explotación: en gran escala, en monocultivo, expansivo y excluyente. Esto es incertificable y resulta incompatible con una política de sustentabilidad territorial de las comunidades mapuche en La Araucanía.
Artículo basado en los documentos referenciados, enviados por Paulina Veloso, Colectivo VientoSur, correo electrónico: moc.liamg@osolev.aniluap
(1) “Modelo forestal chileno y Movimiento autónomo Mapuche: Las posiciones irreconciliables de un conflicto territorial”, Alfredo Seguel, 2005.
(2) “Conflicto público de tierras y Recursos naturales”: Expansión forestal y territorialidad Mapuche (Chile), Alfredo Seguel, Agrupación Mapuche Konapewman.
(3) “Informe Nacional, Monitoreo Forestal Independiente en Cuencas Hidrográficas Abastecedoras de Agua de la XIV Región de Los Ríos”; ONG-Forestales por el Bosque Nativo.
(4) “Gran marcha mapuche en contra de expansión forestal en La Araucanía”, Aldea Comunicaciones.
(5) “Antuco: Alcalde considera que plantaciones de pino y eucaliptos agudizan la sequía”, Bío-Bío La Radio.
(6) “Declaración de Fvta Xawun Mapuche por certificación de Forestal Mininco”, comunicado de prensa nacional e internacional.
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COMUNIDADES Y BOSQUES
- ¡Los pueblos indígenas aislados de la Amazonía deben vivir!
Sydney Possuelo, defensor de los derechos de los pueblos indígenas y ex presidente de la Fundación Nacional del Indio (FUNAI) del estado brasileño, impulsó la demarcación del territorio indígena Yanomami, el más vasto del mundo, y la creación de los Frentes de Protección Etnoambientales para garantizar la existencia de los pueblos en aislamiento.
El pasado mes de diciembre, Possuelo lanzó una “carta abierta” pidiendo con vehemencia que se proteja la vida de los últimos pueblos indígenas aislados de la selva amazónica.
Es un llamamiento urgente por el destino y los derechos humanos de los aislados que viven al interior de la Amazonía continental sudamericana, y cuya supervivencia está más amenazada que nunca por el avance de las actividades extractivas como la minería, la exploración petrolera y los agro negocios, las grandes obras de infraestructura y las políticas de desarrollo que las impulsan.
Possuelo denuncia en su carta que “en los últimos cinco años, he visto intereses para sacar a los aislados de sus tierras y permitir así la invasión de empresas petroleras o mineras; he visto cómo se firman decretos y otorgan concesiones para explotar recursos naturales en zonas donde habitan estos seres humanos; he visto indígenas muertos o perseguidos por defender sus derechos; he sentido que seguimos considerando a la Amazonía y a los indígenas como un obstáculo a las estrategias de desarrollo, como la que encarna la Iniciativa de Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana”.
La referida IIRSA es un multimillonario plan que impulsan los países de Sudamérica y los bancos multilaterales para implementar mega proyectos de transporte, energía y comunicaciones para dotar a la región de la infraestructura para extraer, en dimensiones nunca antes vistas, recursos naturales, commodities para su exportación a los mercados mundiales. Para algunos, es el principio del fin de la biodiversidad amazónica, y con ella la suerte de los pueblos que dependen de ella, ya estaría echada.
Por ello, Possuelo prosigue denunciando dramáticamente que “Represas, carreteras, puentes están siendo construidos en la Amazonía, sin proponer acciones que de manera efectiva protejan los derechos de estos pueblos, y si persisten estas actitudes, el destino de los aislados ya está determinado y ellos desaparecerán”.
En la actualidad, y es sólo un ejemplo, sigue la construcción de las polémicas mega represas hidroeléctricas en el río Madeira, en el estado brasileño de Rondonia. Estos diques forman parte del llamado Plan de Aceleración del Crecimiento (el temido PAC), impulsado por el gobierno de Brasil, un engranaje más de la IIRSA citada. El 44 % de la generación hidroeléctrica planeada dentro del PAC-IIRSA afecta Territorios Indígenas legalmente establecidos. Hay más de 200 proyectos de represas a construirse. En el caso del Madeira, el principal tributario del Amazonas, la generación de energía es sólo el inicio de un vasto emprendimiento que incluye la construcción de esclusas en el río para volverlo navegable y transformarlo, enlazado a una red de carreteras, en un corredor internacional, comercial y agropecuario, productor de soya y ganadero, que arrasaría con lo poco que queda de la selva en esa área ya devastada desde finales de los 90. El complejo está afectando de manera directa a los pueblos indígenas Karitiana y Karipuna, que se están desplazando debido a la elevación del nivel de las aguas y su impacto sobre la flora y la fauna de la región ancestralmente habitada por ellos.
En la misma dirección, Possuelo alerta sobre otro mega proyecto que está a punto de concluirse: el corredor vial entre Brasil y Perú, que unirá, por primera vez en la historia, los dos océanos del hemisferio occidental: en el tramo entre Assis Brasil, en el Acre, y Puerto Maldonado, en Madre de Dios, en el Perú, una zona que colinda con Pando en Bolivia, los camiones pasarán incesante y peligrosamente muy próximos a territorios poblados por ellos. ¿Qué haremos para que esto no signifique más amenaza a la vida y más devastación del bosque? Es nuestra oportunidad para cambiar la historia para siempre, y evitar que llegue la hora fatal, la hora 25, cuando ya no se puede hacer nada más”- enfatiza el brasileño, en referencia a los pueblos en aislamiento de los ríos Tahuamanu, Las Piedras, Los Amigos y afluentes, al norte del departamento peruano de Madre de Dios.
Possuelo termina su carta con un clamor más que urgente: “La situación es crítica y todos deberíamos unirnos. No podemos permitir que una parte de la humanidad se extinga. Los aislados tienen que vivir. Son nuestra esencia más pura, nuestro impulso más vivo. Un mundo sin ellos no valdría la pena y en el futuro no habría perdón para una tragedia tan grande que nos hacemos contra nosotros mismos y el planeta”.
La carta está siendo apoyada por hombres y mujeres del mundo entero. Una vez reunidas las firmas, la misma será enviada a la ONU (Foro Permanente de Cuestiones Indígenas y Alto Comisionado por los Derechos Humanos), a todos los presidentes y a defensorías del pueblo de los países donde aún viven pueblos aislados y/o en contacto inicial o intermitente.
¡Los pueblos indígenas aislados de la selva deben vivir! Ese debería ser un compromiso de todos los seres humanos.
Para adherir a la carta enviar un correo electrónico a ra.moc.oohay@sodalsiasolbeupsoledasnefedne, indicando nombre, apellido, ocupación y país de origen.
Extractado y editado del artículo de Pablo Cingolani, correo electrónico: ra.moc.oohay@inalognicolbap, enviado por el autor. El artículo completo puede leerse aquí.
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DEFINIENDO EL BOSQUE
- Digámoslo en todos los idiomas
En el primer boletín del año y en el marco del Año Internacional de los Bosques compartimos con ustedes la idea de definir el bosque por su verdadero significado, como ecosistema diverso, sustento de formas y medios de vida, rico en colores, texturas, aromas y sonidos.
No buscamos una definición enciclopédica, rígida, definitiva. Aspiramos a construir colectivamente un mosaico de significados, experiencias y sueños, imágenes, poemas y canciones, e incluso temores, que hablen del bosque. “Si alguna vez desaparecen los bosques, ahí si conoceremos el verdadero infierno en la tierra”, nos escribió un amigo chileno del WRM.
Hemos incorporado una animación en nuestra página web ( WRM) que ilustra qué cosa no es un bosque. Tal vez sirva de inspiración. Queremos divulgarla, extender su alcance traduciéndola a todos los idiomas posibles, para lo cual contamos con ustedes.