Bill Gates, reseteando el sistema alimentario sin consenso
El 11 de enero de este año salió a la luz que Bill Gates se había convertido de la noche a la mañana en el mayor propietario privado de tierras en América. Gracias a la exclusiva de Eric O’Keefe para The Land Report se supo que William Henry Gates III, más conocido como Bill Gates, y su ex esposa, Melinda Ann French, albergaban 240 mil acres repartidas en 16 estados de los Estados Unidos.
Para muchos analistas era una noticia esperanzadora para el futuro de la alimentación, ya que era mejor que la Fundación Gates se adueñara de tierras de cultivo antes de quedar en manos de uno de los monstruos agroalimentarios con la falsa promesa de alimentar al mundo. Pese al lavado de imagen generalizado, cada vez más activistas están levantando la voz para denunciar lo que consideran un intento descarado de reinicio del sistema alimentario con unas reglas a medida y sin el permiso de los protagonistas principales de esta historia, los agricultores de cada región.
“El poder de Bill Gates sobre el sistema alimentario es inmenso, y solo está creciendo. Esta tendencia de capitalistas multimillonarios que ejercen control sobre sistemas anteriormente democráticos es increíblemente peligrosa. No podemos permitir que continúe sin denunciarlo”, aseguran los portavoces de A Growing Culture en colaboración con Community Alliance for Global Justice. “Recientemente se ha hablado mucho sobre el papel de Bill Gates en el sistema alimentario, pero su influencia es más importante y peligrosa a nivel mundial. Cualesquiera que sean sus motivos, Gates tiene un gran interés en el futuro de la agricultura. Pero esta visión daña las redes descentralizadas de agricultores que guardan e intercambian sus propias semillas, cultivando una biodiversidad crucial para el mantenimiento de las culturas y la lucha contra el cambio climático”, asegura Loren Cardell como director ejecutivo de la organización.
En este sentido, si alguien ha monitorizado todos los movimientos de la Fundación Gates al detalle desde el año 2003 hasta la actualidad para establecer hasta qué punto es una noticia fabulosa o nefasta que el cerebro de Microsoft siga acaparando tierras son los activistas de GRAIN. Esta pequeña organización no gubernamental con sede en Barcelona ha podido comprobar que los tentáculos de Bill Gates se extienden más allá de las fronteras de sus dominios. “Descubrimos que, si bien las subvenciones de la Fundación Gates se centran en los agricultores africanos, la gran mayoría de su financiación se destina a grupos en América del Norte y Europa. Unas subvenciones sesgadas hacia tecnologías desarrolladas por centros de investigación y corporaciones del Norte para los agricultores pobres del Sur, ignorando por completo el conocimiento, las tecnologías y la biodiversidad que estos agricultores ya poseen. Además, gran parte de sus subvenciones se otorgan a grupos que presionan en nombre de la agricultura industrial. Y esto es malo para los agricultores africanos y es malo para el planeta”, garantizan.
A nivel cuantitativo, la cosa queda tal que así: la fundación Gates concedió 6 mil millones de dólares durante 17 años para la alimentación y la agricultura, 5 mil millones de los cuales se suponía que estaban destinados a diferentes organizaciones de África. Una buena noticia si no fuera porque algo se torció por el camino. “No hubo ningún movimiento para tratar de llegar directamente a los grupos africanos, no hubo un intento de abordar nuevos enfoques fuera del tecnológico y no hubo movimientos para adoptar una agenda política más holística e inclusiva”, asegura la investigación de GRAIN.
“La Fundación Gates afirma que el 80% de sus subvenciones están destinadas a servir a los agricultores africanos. Pero de esta supuesta financiación a estos cientos de organizaciones, un asombroso 82% se canalizó a grupos con sede en América del Norte y Europa, mientras que menos del 10% se destinó a grupos con sede en África”.
La sensación que queda en el sector más crítico es que se pretende luchar contra el hambre del Sur dando aún más dinero al Norte, y esto no ayuda a la credibilidad del modelo de Bill Gates, quizás excesivamente centrado en potenciar el sector privado y empresas tecnológicas como Imposible Foods, Beyond Meat, Memphis Meats y Hampton Creek Foods, startups de producción de carne vegetal en la que ha inyectado 50 millones de dólares para expandir sus productos. “Gates ha invertido mucho dinero en la Alianza para una Revolución Verde en África (AGRA), una organización que él mismo ayudó a fundar y que está trabajando hacia un sistema en el que los pequeños agricultores dependen de costosas semillas corporativas, fertilizantes químicos y pesticidas”, alegan desde A Growing Culture. “Queda poco espacio para soluciones lideradas por campesinos, indígenas y agricultores que sean más apropiadas a sus contextos y necesidades locales. La conclusión es que Bill Gates no debería tener el poder de definir las narrativas del sistema alimentario”.
En el trasfondo subyace una idea peligrosa, la del hombre blanco como salvador de los países "desfavorecidos", "subdesarrollados" o del "Tercer Mundo”. Un tema controvertido para los activistas, debido a posibles vínculos con el neocolonialismo. “La gran mayoría de los agricultores africanos todavía utilizan métodos agrícolas autosuficientes basados en semillas autóctonas y enfoques de bajo coste para mantener la tierra. Según Gates, este es el verdadero problema, no la pobreza estructural. Gates considera que los agricultores podrían producir más con mejores tecnologías, lo que los sacaría de la pobreza (y, como resultado, resolvería el hambre). Esta es una afirmación ridículamente equivocada, teniendo en cuenta que actualmente producimos suficientes alimentos para alimentar a 1,5 veces la población mundial. En el mejor de los casos, es ignorancia deliberada; en el peor de los casos, es un deseo de lucrarse perpetuando el problema”.
Million Belay y Bridget Mugambe, dos africanos que trabajan en puestos de dirección en The Alliance for Food Sovereignty in Africa (AFSA), la organización que representa a más de 200 millones de agricultores, pescadores, pastores, pueblos indígenas, mujeres y consumidores en casi todos los países africanos, son aún más contundentes al respecto. “Bill Gates debería dejar de decir a los africanos qué tipo de agricultura necesitan los africanos”, dice su artículo de denuncia escrito conjuntamente. “Esta transformación tiene inmensas implicaciones adversas para la nutrición, la salud, el medio ambiente, la cultura y el derecho a la alimentación de los africanos. Pedimos que Gates permita a los productores y consumidores de alimentos del continente trazar nuestros propios caminos hacia prácticas y dietas agrícolas sostenibles y saludables”, confluyen en un alegato en favor de la agroecología y la soberanía alimentaria.
Nadie duda que Bill Gates pretende mejorar el futuro de la alimentación en un mundo superpoblado, pero si lo que realmente quiere es ayudar a mejorar el sistema alimentario, el equipo de A Growing Culture aconseja otro punto de vista más humanístico. “Que dejen de dirigir esfuerzos que tratan a los campesinos como beneficiarios, en lugar de innovadores activos. No hay ninguna solución única para la agricultura. Ninguna aplicación, algoritmo informático o técnica agrícola será la bala de plata que resuelva todos los problemas del sistema alimentario”.
Fuente: La Vanguardia