Bajo el cemento está el sustento
"Hay que recuperar en cada barrio los mercados de payés semanales que hacen posible la venta directa con precios dignos para quienes producen y con precios asequibles para quienes consumimos. El pacto también habla claramente de la necesidad de preservar y asegurar con las medidas correspondientes que no se pierda ni un palmo más de tierra agraria."
A lo que es tierra viva, fresca y alimento, le llaman 'suelo' y lo apellidan 'no urbanizable'.
Hasta hace unos poquísimos meses, quienes habitamos el barrio de Horta, en Barcelona, podíamos comprar alimentos de cercanía, de mucha cercanía, de kilómetro cero. Entre los pisos blancos que se construyeron para alojar a personal relacionado con los Juegos Olímpicos resiste el huerto del señor Marcel•lí, un agricultor profesional que en unos 2.000 metros cuadrados producía los alimentos que el clima recomendaba. Escarolas, alcachofas, tomates, coles o pimientos que, cuando llegabas a comprarlos, te pedía que fueras tú mismo a recolectarlos. Porque durante 20 años siendo uno de sus clientes, siempre vi al señor Marcel•lí manteniendo el huerto con un esfuerzo hercúleo: vestido como un motorista, con rodilleras y coderas, circulaba por los parterres en su silla de ruedas y desde el suelo, gateando, trabajaba los bancales.
GARANTIZAR LA PROTECCIÓN
Ahora el huerto está en barbecho involuntario, la tierra descansa a la espera de su destino, que no debería ser otro que el que le corresponde: ser sustento. Desconozco su situación legal, pero ¿se puede garantizar que un espacio de estas características cuente con la protección administrativa necesaria para que siga ejerciendo el digno oficio de alimentarnos?
El 15 de octubre del 2015, Barcelona fue una de las cien ciudades mundiales que firmaron el conocido como Pacto de Milán para una alimentación sostenible. Es decir, un compromiso formal para reconducir un sistema alimentario dependiente totalmente de alimentos industriales de cualquier parte del mundo --con una mochila muy pesada de injusticias ambientales y sociales-- hacia nuevos modelos donde prime la alimentación saludable, de temporada y de proximidad. Para
hacer posible dicha transición, el pacto recomienda una serie de medidas muy lógicas y factibles, como, por ejemplo, modificar las ordenanzas municipales para asegurar que las licitaciones que dan acceso a regentar cocinas de escuelas, hospitales o asilos prioricen aquellas propuestas que garanticen productos ecológicos y locales. O que
Hay que recuperar en cada barrio los mercados de payés semanales que hacen posible la venta directa con precios dignos para quienes producen y con precios asequibles para quienes consumimos. El pacto también habla claramente de la necesidad de preservar y asegurar con las medidas correspondientes que no se pierda ni un palmo más de tierra agraria.
"COMPREN TIERRA, QUE NO SE FABRICA MÁS"
Hay guerras por la tierra fértil en Ucrania, en Honduras, en el Congo... "Compren tierra, que no se fabrica más", decía irónicamente Mark Twain a los especuladores de su tiempo, y Barcelona tiene aún algunos espacios agrarios que deben seguir ejerciendo de huertos. Fíjense hasta dónde llegan las ganas de acabar con lo agrario que la clasificación de la tierra se divide básicamente en dos: suelo urbanizable o suelo no urbanizable. A lo que es tierra viva, fresca y alimento, le llaman suelo y lo apellidan no urbanizable, que, como dice el investigador Carles Soler, es el primer paso para hacerla potencialmente asfalto.
Fuente: El Periódico de Catalunya, 2 de abril de 2017