Argentina: Agrotóxicos en la mesa
El 63 % de las frutas, verduras y hortalizas que se consumen en Buenos Aires y La Plata (20 millones de personas) contiene agrotóxicos, según información del SENASA, extraída bajo la presión de un amparo judicial interpuesto por “Naturaleza de Derechos” (en cuyo informe se puede acceder directamente a los documentos del SENASA) (ref.1).
Inmediatamente, el SENASA comunica la INOCUIDAD de este “hallazgo” y asegura que los niveles son mínimos, aunque no informa los niveles detectados de cada veneno y si estos superaban o no el Límite Máximo Permitido, que es la cantidad supuestamente inocua de cada veneno en cada alimento. Los controles que conocemos fueron 1949, con 1219 casos positivos en donde se detectaron residuos de agrotóxicos en frutas, verduras y hortalizas. SENASA informó solamente insecticidas y fungicidas, los herbicidas, como glifosato, atrazina, paraquad y 2.4D, no fueron notificados y son los agrovenenos más utilizados en Argentina.
¿Qué cantidad de venenos tienen los alimentos?
El SENASA no lo dice, claramente esconde la información, lo que es coincidente con su práctica productivista y no de contralor y protección de la salud pública. Pero sabemos, por la información que brindaban las cámaras empresarias de agrotóxicos, que Argentina en 2012 utilizaba 335 millones de kilos de pesticidas de todos los tipos (alcanzan 400 millones en 2016) y que el 3 % de estos se aplicaban en cultivos de cítricos, 1 % en cultivos de frutas de pepitas, 1 % en cultivos de frutas carozo y 5 % en hortalizas (incluyendo papas) (ref.2).
Así fue que 10,5 millones de kilos de químicos tóxicos se usan en cultivos de cítricos, lo que genera que el 94 % de los limones, junto con el 92 % de las mandarinas y el 84 % de las naranjas, está contaminado de clorpirifós, tiametoxan, imidacloprid, dimetoato, etc. Y también que 6,7 millones de kg se usan en frutas como manzanas y peras (contaminadas en un 86 % y un 98 % en las pruebas del SENASA con clorpirifós, tiametoxan, etc.). Y que 16,75 millones de kilos se aplican en verduras y hortalizas, para que las consumamos a pesar de contener venenos tan poderosos como el clorpirifós, tiametoxan, abamectina, metamidofos, deltametrina, que contaminan el 92 % del apio, el 63 % de las zanahorias, el 50 % de pimientos, el 44 % de los tomates, e; 42 % de la rúcula y 34% de las lechugas [1], según el SENASA.
En el mismo sentido que este Informe del SENASA, un estudio de la Universidad Nacional de La Plata, sobre el banco de alimentos de La Plata, también encontró frutas y verduras contaminadas en el 76,6 %, en esta oportunidad pudieron medir que una porción de ensalada mixta para una persona contiene 600 ugr de plaguicidas, a los que llamaron los condimentos no declarados (ref.3).
Con toda esta información, podemos concluir que 33,9 millones de kilos de venenos se utilizan por año en los cultivos de frutas y hortalizas en Argentina y que las personas que tienen una dieta sana y equilibrada ingieren casi 1000 ugr por día de agrotóxicos con sus alimentos.
¿Son peligrosos para la salud humana?
Sin duda que sí; si bien son utilizados para matar principalmente insectos, la dinámica celular e intracelular de estos funciona de manera muy similar a la de los humanos, los mecanismos que codifican el desarrollo embriológico y reproductivo son compartidos entre insectos y animales (lo que nos incluye), incluso conocemos que el 60 % de los genes que regulan el funcionamiento de células y órganos de nuestro cuerpo está presente en el genoma de una mosca de la fruta o una chinche del tomate.
El resultado letal inmediato (agudo) que se busca en agricultura (matar inmediatamente la mosca o la chinche) está directamente relacionado a la dosis y la característica de la molécula del veneno, pero muchos de sus otros efectos perjudiciales son independientes de la dosis, se ejercen por su sola presencia en nuestro organismo y a mediano y largo plazo (efectos subagudos y crónicos). Estos efectos son, entre otros, genotoxicidad y disrupción endocrina. El SENASA cree que podemos ingerir cotidianamente dosis mínimas o pequeñas sin ningún tipo de riesgo, lo que es falso y ellos lo saben.
Por ejemplo: Clorpirifós es el insecticida que el SENASA encuentra en todas las frutas y hortalizas sin excepción, es un organofosforado vinculado, en estudios de dos universidades norteamericanas (ref.4), a daño directo en el desarrollo cerebral de los niños cuando sus madres embarazadas han sido expuestas al mismo (¿ingestión?); sus consecuencias van desde trastornos del espectro autista hasta insuficiente desarrollo de la capacidad intelectual; es incomprensible que el SENASA permita esta exposición sin, al menos, advertir a las embarazadas argentinas. También está demostrada la capacidad del clorpirifós de dañar el material genético de las personas e inducir la generación de células mutantes que en condiciones especiales y personales desencadenan cáncer (ref.5).
Además, clorpirifós comparte con los otros fosforados (dimetoato, metamidofós) una potente y comprobada capacidad de disrupción endocrina, es decir, capacidad de alterar o interferir con el equilibrio del sistema endocrino de nuestro cuerpo, promoviendo hipotiroidismo y cáncer de tiroides; trastornos metabólicos, diabetes y cáncer de páncreas; trastornos reproductivos, esterilidad, abortos, prematurez, anomalías congénitas, cáncer de mama, cáncer de ovario y cáncer de testículos, entre otras enfermedades (ref.6).
Deltametrina y cipermetrina son los insecticidas que la industria presenta como los más inocuos (permetrinas), sin embargo, su carácter de disruptores endocrinos es inocultable y por esta razón la Unión Europea tiene prohibida su utilización en los países miembros después de que en los estudios de bioseguridad6, las ratas desarrollaran tumores (adenomas) en sus glándulas endocrinas.
Abamectina es otro veneno encontrado en nuestros vegetales comestibles y su toxicidad se vincula principalmente en que reduce los niveles de testosterona y daña los túbulos seminales de los testículos6. El otro grupo de insecticidas que ingerimos casi a diario está compuesto por neonicotinoides (tiametoxan e imidacloprid), los insecticidas más modernos y sistémicos (penetran dentro de la planta y circulan por su savia, lo que hace inútil “lavar” la fruta), más de 5000 veces más tóxicos que el viejo DDT; son tan tóxicos para la salud y el ambiente que a pesar de que Syngenta y Bayer los fabrican en Europa y a pesar de estar tan restringidos en ese continente (ref.7), principalmente los comercializan en todo el mundo y con la ayuda del SENASA argentino terminan en nuestra comida.
Como si estos enormes riesgos fueron insuficientes, nos encontramos con que los estudios del SENASA y de la UNLP muestran la presencia SIMULTÁNEA de varios de estos venenos en frutas y verduras, su toxicidad no es sólo la suma de las mismas, sino que ésta se multiplica por el efecto “coctel”, efecto conocido por los científicos pero no por el SENASA.
Es ofensivo escuchar como el vocero del SENASA, Ing. Alejandro Fernandez (ref.8), minimiza estos peligros mintiendo, poniéndose al borde mismo del delito y demostrando que sólo conoce los prospectos de propaganda de las empresas de pesticidas, pero más indignante es ver cómo médicos de consulta de los medios de comunicación, como el Dr. Daniel Lopez Rosetti, en Telefé Noticias, realiza también la misma defensa de la agricultura tóxica como si nadie pudiera acceder a la información y fuéramos todos estúpidos, ubicándose como cómplices de los peligros que se imponen -exponen a la población mientras protegen los intereses de la industria de agrotóxicos que año a año aumenta sus ventas en Argentina y contamina nuestro ambiente y afecta la salud colectiva.
¿Qué podemos hacer para evitar los venenos?
Dejar de consumir frutas y verduras no es para nada recomendable, es más, debemos aumentar su consumo, pero tendríamos que familiarmente proveernos de proveedores seguros, orgánicos generalmente; de no ser esto posible lavar con mucha agua los vegetales es lo indicado, de ninguna manera optar por alimentos procesados o ultraprocesados industrialmente, porque la calidad de los mismo disminuye notablemente.
Producir alimentos a base de venenos es un procedimiento inaceptable que en los últimos 25 años se naturalizó (de la mano de los cultivos de granos transgénicos), porque los empresarios y el SENASA no los consideran como comida sino solamente como mercancías que significan dinero y no los alimentos que necesitan los niños, los hombres y las mujeres de este país para poder vivir y crecer sanos.
Debemos exigir al Estado que defienda nuestro derecho a una alimentación sana y segura y que el SENASA deje de defender los intereses de las corporaciones.
Referencias:
1- Naturaleza de derechos. Abril 2017. Heladeras Fumigadas Argentinas. Informe de datos del SENASA sobre Agrotóxicos en Vegetales. 2011-2016. Ver desde aquí
2- Reduas 2013. El consumo de agrotóxicos en Argentina aumenta continuamente. Análisis de los datos del mercado de pesticidas en Argentina. Ver desde aquí
3- ALONSO LUCAS; CONSTANZA BERNASCONI; ETCHEGOYEN AGUSTINA; DAMIAN MARINO; LETICIA PELUSO. Plaguicidas, los condimentos no declarados. Jornada; XXIII Jornadas de Jovenes Investigadores del Grupo Montevideo, UNLP; 2015.
4- Reduas 2011. Clorpirifós, el Insecticida organofosforado más utilizado en la Argentina. Ver desde aquí
5- Li D, Huang Q, Lu M, Zhang L, Yang Z, Zong M, Tao L. The organophosphate insecticide chlorpyrifos confers its genotoxic effects by inducing DNA damage and cell apoptosis. Chemosphere. 2015 Sep;135:387-93. doi: 10.1016/j. chemosphere. 2015.05.024.
6- . Pesticide Action Network Europe. Evaluación del impacto de pesticidas disruptores endocrinos. Ver desde aquí
7- Reglamento de Ejecución (UE) n ° 485/2013 Ver desde aquí
8- Ing. Alejandro Fernandez, SENASA. ¿Frutas y verduras tóxicas? 2017. TN. Ver desde aquí
Fuente: Al revés