Argentina: soja: ¿el grano de la discordia?, por Walter A. Pengue
Mientras en las economías más desarrolladas del mundo, se discute plenamente la importancia de la diversificación, la industrialización, el valor agregado y los servicios que brindan más y mejores empleos a sus ciudadanos, la economía argentina ha retrocedido décadas hacia una reprimarización, apoyada básicamente en la monocultura y su dependencia en la exportación de materias primas
La uniformidad productiva genera impactos ecológicos, sociales y tecnológicos. Qué modelo agropecuario necesita el país
Desde los años noventa, la soja se instaló en el centro del sistema agroproductivo, bajo importantes transformaciones, que sostenidas en un modelo tecnológico intensivo contribuyó a delimitar un nuevo perfil del país agropecuario, que creyó encontrar en la creciente especialización, ventajas comerciales relevantes.
Condiciones agroclimáticas, variedades adaptadas, disponibilidad de mano de obra, estructura portuaria y agroindustrial, simplificación técnica y de manejo, favorable paridad cambiaria para la importación y la apertura irrestricta de la economía, facilitaron la capitalización del campo y el desplazamiento hacia la agricultura continua tanto en la Región Pampeana como en áreas más marginales.
La llegada a mediados de la década de la soja transgenica y de la siembra directa (un paquete tecnológico que permitió acelerar los ciclos agroproductivos, sostenido en el uso de herbicidas y que ciertamente tiende a una disminución de los niveles de erosión del suelo) simplificó más el proceso que logra récord tras récord de producción (ver Un Cultivo en Alza) haciendo que hoy en día lleguemos a 13.750.000 has con una producción promedio de 34 millones toneladas.
Publicado en la Revista NOTICIAS, Año XXII, Nº 1413, Enero 24, 2004.
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