Apuntes sobre lucha por la defensa del territorio paĩ tavyterã en Yvy Pyte
"Muchos paraguayos no-indígenas ven como un desperdicio que tanto bosque y, sobre todo, tanta tierra estén en manos indígenas. “¿Para qué quieren tanta tierra?”, piensan. Es porque no entienden que para los paĩ tavyterã no puede haber vida si no hay bosque. De acuerdo a la comprensión paĩ tavyterã, las raíces de los árboles (yvyrarapo) son yvy rajygue (tendones de la tierra); al cavar la tierra se encuentran las raíces yvy kangue’eñói (huesos de la tierra). Es decir, las raíces de los árboles son las que sostienen la tierra".
Es Martes Santo y quiero aprovechar el tiempo para reparar el portón de la casa. Le llamo al señor que suele hacerme esos trabajos y me dice, contundente: “Después de este arete guasu podemos hacer”. Pensé: “Mirá un poco, la gente sigue respetando la semana del arete”. El silencio y la quietud se vuelven sagrados en estos días para el pueblo.
Ese mismo día a la tarde me comunico por teléfono con Luis Arce, líder paĩ tavyterã que viene siendo para mí un gran pedagogo con respecto a los conocimientos indígenas.
—Campesino kuéra oike pe yvy oĩva Yvy Pytépe, arroyo Ypanemi riremi —me contó Luis. Lo que se traduce como: “Campesinos ingresaron a las tierras que están en Yvy Pyte [1], pasando el arroyo Ypanemi”.
Es sobre este hecho, que parece destinado a repetirse constantemente, que me propongo reflexionar.
¿Cómo es que el Estado paraguayo, que está en obligación de respetar sus derechos, sabe perfectamente que la comunidad paĩ de Yvy Pyte tiene presencia en ese lugar desde tiempos inmemoriales, que jamás ha abandonado esas tierras, y sin embargo las tensiones continúan, porque supuestamente no se puede determinar con claridad de qué lado están los títulos de propiedad?
Después de la conversación con Luis comenzó todo un engranaje de acciones en torno a las tierras, las posiciones, las denuncias, las comunicaciones, la reiteración de los pedidos, los papeles… Papeles que siempre me remiten al libro Auditores Campesinos [2] de Kregg Hetherintong (2014), que es para mí un material de consulta constante, ya que me ayuda a pensar sobre la compleja relación entre tierra, derechos, Estados y la gente.
Era la primera vez que me tocaba estar en medio de un posible conflicto entre indígenas y campesinos. Y bueno, la verdad es que cuando uno piensa en la relación entre estos, se tiende a recurrir a los viejos y hegemónicos marcos de referencia, según los cuales los indígenas son representados como “profundos” y poseedores de una admirable cultura, y por tanto, por encima del campesino. Mientras que a los campesinos se los ve como aprovechadores, oportunistas y sigue una larga y compleja lista de prejuicios que construyen una figura para nada romántica. Aunque la antropóloga Regina Kretschmer [3] aclara que entre los campesinos también hay romantización. De cualquier manera, entre campesinos e indígenas se tiende a romantizar siempre más a los segundos.
El hecho me resultó bastante complejo. Me dije: “Bueno, conozco algo de ambas dinámicas, por lo que sería interesante la tarea de repensar esa forma tan hegemónica de ver la realidad, de los buenos contra los malos”. Así es que decidí zambullirme de lleno en el ejercicio etnográfico. Ponerme al servicio de la lucha indígena, sin dejar por ello de escuchar lo que los campesinos que ingresaron oike akue (sin permiso) tenían para decir.
Ojeike ore yvýpe
Días después, empecé el trabajo. Acompañé a Andrés Brítez, líder de Yvy Pyte, a la Fiscalía de Pedro Juan Caballero, para hacer la denuncia de Invasión de Inmueble.
Antes de contar lo ocurrido en la fiscalía, debo hacer un paréntesis para referir un hecho precedente. Desde octubre del año anterior (2020), hombres y mujeres indígenas habían comenzado a movilizarse para proteger la otra parte de sus tierras que fueron invadidas —una buena parte de estas tierras está titulada, pero quedan pendientes otras fracciones—, para lo cual llevaron a cabo una serie de cierres de ruta (mboty tape), denuncias ante el INDI (Instituto Paraguayo del Indígena), colaboraciones con organizaciones aliadas a Yvy Pyte. La intención era generar presión y lograr que los funcionarios de la institución viajaran hasta la comunidad y participaran en una Asamblea Comunitaria, en la cual el INDI se había comprometido de palabra a encaminar la mensura judicial [4] para regularizar el área de posesión y unificar los títulos. Desde entonces, estoy acompañando y observando, una tras otra, las tensiones territoriales.
Entonces, entramos con Andrés a la fiscalía de Pedro Juan. Primero fuimos junto al asistente fiscal para preguntar sobre el caso de invasión denunciado en octubre del año 2020. Este nos explicó que faltaba una firma para pasar al siguiente paso, es decir, para empezar con las averiguaciones. O sea, transcurrieron cuatro meses y la fiscalía no movió un solo expediente. Fuimos a preguntar por el expediente y nos entregaron días después la nota de averiguación que la fiscalía deberíahaber ingresado —motu proprio— a la mesa de entrada del INDI, pero como el sistema y la comunicación no están informatizados ni dinamizados, todo se tiene que hacer a mano.
A raíz de las conversaciones y negociaciones con el asistente fiscal, me permitieron retirar de la fiscalía de Pedro Juan Caballero los papeles para entregarlos al INDI. Es genial cuando estas cosas ocurren, porque queda la sensación de que una se está moviendo en la corriente sobre la cual varios trabajos antropológicos se han realizado; o sea, medio que te confirma que estás en esa corriente [5].
Cuando fuimos a hacer la denuncia, Andrés tenía anotada en su bloc de notas una palabra que le costaba pronunciar: innominado. Yo le explicaba que significa “desconocido”, que no sabemos los nombres. Le sugerí también que usáramos “desconocidos invaden”, si le parecía mejor. Pero, cuando llegó a la mesa de entrada, habló en guaraní:
—Ojeike ore yvýpe (Entraron a nuestras tierras) —dijo.
—Sí, innominados… —respondió la doctora.
En ese momento, para Andrés, la palabra “innominado” adquiría sentido, era la clave que le daba acceso al tecnicismo para la defensa de su tierra. Cuando escuchó en boca de ella esa palabra y entendió que era la que se usaría, afirmó con un contento “heeẽ”. Después, ella le preguntó:
—¿Indígena, piko?
—Nahániri (No) —respondió Andrés.
—¿Paraguayo? —insistió la doctora.
A lo que él respondió:
—Paraguayos somos todos.
Entonces, intervine yo, diciendo:
—No-indígenas.
Quedó por suerte como “innominados”... y no se dijo campesinos.
Yvy Pyte me suena a lo que el documentalista José Elizeche define como “mostrar lo que ocurre, con los dispositivos abiertos”, porque siempre que se hace una asamblea o reunión para tratar temas, la gente de este lugar no tiene ningún reparo en explicitar diversos problemas, abiertamente plantean quiénes están en tensión. Una vez me pasó que tuve que entrar en medio de los evangélicos y quienes están con el teko paĩ tavyterã (manera de vivir paĩ), en la conversación se desataron tensiones campales, si se permite la expresión. Pero con todo y eso, para mí, Yvy Pyte es siempre un motivo de admiración y aprecio, porque desafía diversas lógicas y porque siempre hay algo que aprender con ellos sobre cómo se va gestando la política de defensa formal de tierras. Además, ahí se encuentra Simorio González Báez, uno de los grandes referentes del conocimiento paĩ tavyterã.
Entre la llamada de Luis Arce y la denuncia de Andrés Brítez transcurrieron los días de Semana Santa. Amasando chipa y reposando en la hamaca, pensé en que algo no cuadraba del todo. Las calles guardaban silencio y la quietud del arete guasu era casi palpable, sin embargo, a los supuestos campesinos se les había ocurrido pasar por alto el recogimiento para entrar a la propiedad a deforestar, incendiar, clavar las tablas de una casa y pintarlas. Comencé a sospechar que los supuestos campesinos no fuesen en realidad tales, o quizá sí, pero el contexto del arete me permitía ponerlo en duda.
Desde el otro lado
Nueve días después del hecho, acompañé al equipo de trabajo de la Asociación Paĩ Reta Joaju a Jasuka Venda. Dijeron que podíamos pasar de camino por Yvy Pyte para mirar y conversar porandu (palabra muy importante que significa “pregunta”, pero el sufijo “ndu” tiene que ver también con la escucha).
El viernes 7 de abril llegamos a donde se encontraban Andrés y Laurio, líderes de Yvy Pyte. Vimos el fuego antes de llegar, desde el camino. Al principio me invadieron la incertidumbre y una sensación de desprotección, pero como estaba con Silvino Mendoza y otros referentes de la Asociación Paĩ Reta Joaju, pronto pude tranquilizarme. Ya no sentí miedo. Llegamos en paz y pedí a los espíritus del bosque que me ayudaran a estar en silencio y a escuchar con atención.
Desde el vehículo alcanzamos a divisar a un grupo de hombres armados que entraban al bosque. Del otro lado, un hombre amable llamado Nasario se acercó a recibirnos, pero estaba también armado. Al ver el arma de grueso calibre que cargaba en la espalda y también sus zapatos, que estaban bastante usados pero eran de una conocida y costosa marca, pensé: “Este no es campesino”. Al menos, a simple vista, no aparentaba serlo. Luego estaba el arma… El arma como símbolo de intimidación y de impunidad; al ver un civil armado, una piensa en esas representaciones.
Llegamos con Silvino, Marcelino, Elisa, Eladio y Freddy, que son verdaderos maestros en el arte del respeto. Nos recibió Nasario. Yo estaba con la cámara en mano, porque sentí que podía hacer algunas fotografías. Pedí permiso y el hombre del rifle asintió, no parecía preocupado. Eran su fusil y mi cámara.
Cuando llegué a casa ese mismo día y me dediqué a revisar las fotos, pensé en el concepto de “lugar de enunciación”, que se utiliza con frecuencia en el análisis fotográfico. Antes de esta reciente experiencia, pensaba que las fotos deben tomarse siempre desde la perspectiva de quien uno apoya en el contexto de un conflicto social, pero en ese momento se me presentó la oportunidad de cambiar de posición y ubicarme en el lado contrario, para mostrar desde allí a qué se enfrentaban los referentes indígenas. Desde donde estaba podía mirarlos de frente, lo que implicaba estar a espaldas de Nasario. Comprendí que el lugar de enunciación puede variar según las implicancias del momento.
Este ejercicio de desplazamiento me permitió abrir otras posibilidades de observación de la realidad. Por ejemplo, la forma de actuar de las instituciones, ¿es frágil por falta de opción o está intencionadamente fragilizada desde una lógica de poder? Cuando técnicos del INDI o de la Fiscalía van a ir a inspeccionar una determinada situación de conflicto en una comunidad —o prometen que lo harán—, pareciera que todo el mundo de pronto se siente contenido y en calma. ¿Por qué siguen teniendo ese peso, si es sabido que después de dichas inspecciones no dan curso a ningún proceso?
Cuando pregunté a uno de los técnicos del INDI qué haría falta para que comenzaran a tomarse acciones, su respuesta fue “insistir”. El problema es que vienen “insistiendo” desde hace años, sin resultados visibles. Las instituciones están envueltas en una suerte de performance de la inacción: movilizar recursos, procesos, conciencias, a paso de tortuga. La inacción es una acción en sí misma, sin otro objeto que el constante aplazamiento.
Ni bien acabé de tomar las fotos, Nasario me pidió que lo grabara explicando por qué aquel importantísimo lugar debía ser considerado el centro del Paraguay. En el mismo video declaraba que ellos estaban ahí para ayudar, para ver si podían gestionar la apertura de escuelas, para vender productos sacados del monte y beneficiar a la comunidad. Cuando habló de ayudar me di cuenta que llegaron con la escena montada, sin ninguna comunicación previa con las autoridades indígenas como suele hacerse. “Toda ayuda proviene de un lugar de poder”, recordé la frase de Jennifer Tucker. Marcelino y Silvino lo escuchaban con mucho respeto.
Junto a Nasario, estaba Gladys Carrillo, quien alega que aquellas tierras pertenecen a su familia: los Carrillo. Eladio anotaba nombres, la señora Gladys también lo hacía, era un tiro cruzado de nombres y anotaciones. Yo me limitaba a observar. Nasario estaba preocupado porque había una señora (la señora era yo) sin una silla, así es que decidió sacarle la suya a un indígena que estaba allí sentado para ofrecérmela. Cuando le dije que no me sentaría, en lugar de devolverle la silla al indígena se sentó él mismo. Ese gesto me hizo pensar en la proyección simbólica que tiene el “sacarle la silla a alguien” y suponer cuál era su intención: desplazar a los indígenas.
En mi imaginario, sentarse implica diálogo y diálogo, negociación, acuerdos. Yo, en ese momento, no quería dialogar ni acordar.
—Estoy bien así, parada —dije.
Marcelino, Silvino y Eladio mantuvieron toda la calma del mundo. Valoro esa habilidad. ¡Y de habilidad estamos hablando! Entendí que ellos no necesitaban enfrentarse al hombre para defender sus ideas, tampoco criticar la postura del otro. Así como no puede haber buena escritura sin buena lectura, difícilmente se puede llegar a ser un buen orador sin capacidad de escucha. La oralidad se fundamenta en la escucha, es así como se reconocen las contradicciones y sutilezas en el discurso del interlocutor.
Pokokave’y, el bosque intocable
Expresaba también Nasario ante la cámara sus buenas intenciones de reforestar, de plantar aguacates y mangos, que son árboles que dan frutos en abundancia y permanecen erguidos por cientos de años. Si bien sus ideas sobre la conservación del bosque son radicalmente distintas al concepto de pokokave’y que manejan los paĩ tavyterã, mis compañeros indígenas no perdieron jamás la serenidad y el alto sentido de diplomacia que los caracteriza. Es sorprendente ver cómo se mantienen firmes en sus valores sin necesidad de oponerse.
El pokokave’y es la forma milenaria según la cual los paĩ preservan los bosques. Consideran ellos que para que el sotobosque pueda regenerarse hay que dejarlo en absoluto reposo, sin ninguna intervención humana. Cuando un bosque es definido como pokokave’y, se prohíbe terminantemente que sea tocado.
Muchos paraguayos no-indígenas ven como un desperdicio que tanto bosque y, sobre todo, tanta tierra estén en manos indígenas. “¿Para qué quieren tanta tierra?”, piensan. Es porque no entienden que para los paĩ tavyterã no puede haber vida si no hay bosque. De acuerdo a la comprensión paĩ tavyterã, las raíces de los árboles (yvyrarapo) son yvy rajygue (tendones de la tierra); al cavar la tierra se encuentran las raíces yvy kangue’eñói (huesos de la tierra). Es decir, las raíces de los árboles son las que sostienen la tierra [7]. Es por eso que para ellos es tan importante mantener árboles como el yvyra pytã y el cedro, porque cumplen esa importante función. Probablemente, la poca agua que se genera en toda la zona proviene de los bosques paĩ tavyterã. Bosques que a su vez están cumpliendo la función de contener las erosiones tan extendidas en las estancias ganaderas que rodean las comunidades indígenas del Amambay.
Coronel Carrillo tiémpo
Días después del trabajo en Yvy Pyte, volví a encontrarme con Laurio en Pedro Juan Caballero. Estaba allí para enviar por encomienda un pedido de verificación de las tierras al INDERT (Instituto Nacional de Desarrollo Rural y de la Tierra), porque el tiempo durante el cual el INDI dejó de lado la solicitud de mensura para regularizar el área de posesión (pedido de reiteración entregado en octubre de 2020) fue aprovechado por los Carillo y Nasario para gestionar ante el INDERT el reclamo de dichas tierras.
Ese día, Laurio me contó más sobre la historia de esa fracción de tierra.
—Coronel Carrillo tiémpo ojepe’apáma va’ekue yvyra porã upégui (En tiempos del coronel Carrillo se había sacado buena parte de la madera de ese lugar)—me dijo.
“¿Quién había sido este coronel Carrillo? ¡Qué casualidad que haya tenido el mismo apellido que Gladys, que estaba en posesión irregular! ¿Serían parientes?”, me preguntaba. Averiguando un poco más, me enteré que, efectivamente, el coronel Carrillo había sido un militar que formó parte de uno de los primeros consejos directivos de la época en que se constituyó el INDI. Más allá de la similitud del apellido, no tengo ninguna certeza acerca del vínculo entre el coronel y la familia que está ahora ocupando el lugar.
Aún así, este detalle permite entrar en la historia de Yvy Pyte y su relación con la conformación del INDI y, en este caso, en la relación entre el coronel Carrillo y el general Marcial Samaniego.
Primero, me parece interesante mencionar la conocida trayectoria de trabajo del general Samaniego en relación a los cantos ancestrales 4 de los paĩ tavyterã,cuyo legado se encuentra en los número del suplemento antropológico del Centro de Estudios Antropológicos de la Universidad Católica (CDEAUC).
Fue debido a su acercamiento a la comunidad paĩ, al finalizar la Guerra del Chaco, que el general Samaniego pudo realizar estos trabajos. Durante los años 1940, 50, 60 y 70, permaneció en comunicación con Yvy Pyte. En aquel tiempo, el INDI aún no estaba conformado y se sabe que la formalización de Yvy Pyte, mediante la intervención del general Samaniego, quien fue por muchos años ministro de Defensa de Paraguay, se debió a su pretensión de crear una suerte de reserva para los paĩ tavyterã y para todos los indígenas de Amambay, ya que en ese entonces todavía no existían comunidades indígenas formalizadas. Por esta razón, originalmente, Yvy Pyte abarcaría alrededor de 14.000 hectáreas de tierra.
Tengo la sospecha de que las 14.000 hectáreas mensuradas inicialmente, que luego bajaron a 13.000 y que, finalmente, se plantea que fueron formalizadas unas 11.000, no reflejan los lindes demarcados por los paĩ tavyterã en aquellos tiempos. Además, sospecho que las tierras públicas en torno a Yvy Pyte, en realidad, formaban parte de la demarcación inicial pero no fueron otorgadas a los paĩ, debido a la insuficiente capacidad del Estado.
Es por situaciones como esta que los líderes tekoaruvicha kuéra y mboruvicha kuéra hablan hasta hoy, de forma enfática, sobre la importancia de asegurar sus tierras. Yvy Pyte también es conocido como Jasuka Venda Oka Rusu (extensión de Jasuka Venda, lugar en que se originó el mundo), tratándose de un lugar sumamente relevante para el pueblo paĩ Tavyterã, donde han vivido sus antepasados desde hace casi tantos milenios cuanto tiene el mundo.
Yvy Pyte se posicionó como lugar de referencia cuando el Estado comenzó este proceso, que luego desembocó en la conformación del INDI. Por supuesto que otros actores claves intervinieron, pero no voy a entrar en dichos detalles aquí. Lo que puedo decir, a partir de esta experiencia, es que el hecho de que se continúe buscando regularizar el área de posición es un claro indicio de que el Estado hasta hoy no reconoce ni cumple con su obligación de proteger a esta comunidad. Es por eso que Andrés dice que seguirán con los trámites:
—¡Ore mba’era... ore mba’e voi ko! (Para nosotros lo que es nuestro).
Pedro Juan Caballero, 16 de abril de 2021
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Notas:
1 Este territorio indígena está ubicado en el departamento del Amambay, al norte de Asunción (capital del país) a unos 600 km. por carretera.
2 Hetherington, K. (2015). Auditores Campesinos: Transparencia, democracia y tierra en el Paraguay neoliberal. Servilibro. Disponible en https://www.academia.edu/12528288/Auditores_Campesinos_Transparencia_democracia_y_tierra_en_el_Paraguay_Neoliberal
3 Kretschmer, R. (12 de marzo de 2020). Entrevista personal sobre tesis doctoral “Ocupaciones de tierra: marcas del conflicto rural en Paraguay”.
4 Pedido de reiteración de la mensura judicial, para unificar y regularizar el área de posesión, fue presentado al INDI, luego de la asamblea. Nota número 2710 de fecha 26 de octubre de 2021.
5 Varios de estos trabajos están inspirados en la Teoría de Actor Red (TAR) de Bruno Latour (2005) por ser una herramienta conceptual y metodológica para el estudio de los fenómenos de características sociotécnicas.
6 Agradezco a Tarcicia Ramos Reyes por haber compartido estos conocimientos. Fue en el encuentro intergeneracional que tuvo lugar en el marco de la ceremonia del Kuñangue, en Avati Kyry, Jasuka Venda, marzo, 2021.
7 Samaniego, Marcial: ''Mitología de los Avá Guaraní de Yvypyté'', Revista de Turismo, Asunción, Feb. 1944, reproduzido en parte en 1. Citado en Cadogan, L. (1962). Aporte a la etnografía de los Guaraní del Amambái, Alto Ypané. Revista de Antropología, 43-91. Disponible en https://www.jstor.org/stable/41615714?seq=1
Sofía Espíndola. Grupo de Estudios de Prácticas y Saberes Ancestrales y Populares Ary Ojeasojavo.
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