Anil Agarwal y el ecologismo de los pobres
El premio Nobel de Berkeley, George Akerlof, dijo una vez que a los economistas como él, no bastaba con mostrarles que algo funcionaba en la práctica a menos que se les enseñara también el funcionamiento en la teoría
Esa observación explica mucho acerca de la economía, esa "ciencia triste", incluyendo que el economista del Massachussets Institute of Technology, Lester Thurow, pudiera escribir en 1980 en tono magistral: "Si miramos a los países que están interesados en el ecologismo, o a los individuos que dan su apoyo al ecologismo dentro de cada país, llama mucho la atención hasta qué punto el ecologismo es un tema de las clases medias altas. Los países pobres y los individuos pobres simplemente no se interesan por el ambiente".
No parece que Lester Thurow haya mirado con cuidado alrededor del mundo, pues siete años antes el Movimiento Chipko había anunciado con toda decisión la entrada de los pobres en el campo del ecologismo. Chipko no fue algo único. La década de los 1970 presenció toda una colección de movimientos populares en defensa de los derechos locales sobre los bosques, sobre el agua y los recursos pesqueros, y muchas protestas contra las grandes represas. Esos movimientos ocurrieron en la India, Brasil, Malasia, Ecuador y Kenia, entre los campesinos, pastores y pescadores, es decir, en comunidades clasificadas como "pobres" por los economistas.
Lester Thurow pudo escribir lo que escribió porque existía la teoría que el ambientalismo era un fenómeno de barrigas llenas. En Occidente, el surgimiento del movimiento verde en los años 1960 fue generalmente interpretado como una manifestación de lo que dio en llamarse "post-materialismo". Las sociedades de consumo del Atlántico Norte, dijo el politólogo Ronald Inglehart, habían seguido un camino que iba desde "dar la máxima prioridad al sustento y seguridad físicos hacia poner énfasis en la pertenencia a colectivos, la auto-expresión, y la calidad de la vida". Se pensaba - o mejor dicho, se teorizaba- que un interés civilizado en la protección de la Naturaleza era posible solamente si las necesidades de la vida estaban ya fácilmente cubiertas. Desde esta perspectiva, los pobres eran simplemente demasiado pobres para ser verdes. Sus horas se destinaban a la búsqueda desesperada de comida, agua, albergue, energía. ¿Cómo podían pues preocuparse por algo tan elevado como el medio ambiente?
Los movimiento como el Chipko Andolan desafiaron la hipótesis "post-materialista" en la práctica. Su decisiva refutación teórica fue obra de un periodista de agitación, Anil Agarwal, que murió en Dehradun el 2 de enero del 2002 a los 54 años. Agarwal fue un hombre de inteligencia y de pasión feroces, rasgos que pronto se vieron en su vida. Fue elegido presidente de la Gymkhana de estudiantes en el Indian Institute of Technology de Kanpur donde se graduó en ingeniería mecánica, viajó después a Europa pero regresó para sumarse al Hindustan Times como reportero científico al tiempo que muchos de sus compañeros de universidad emprendían la ruta bien conocida hacia los Estados Unidos. Su don de comunicar ideas complejas en un lenguaje claro fue ampliamente reconocido y empezó a escribir también para el New Scientist.
La historia que cambió la vida de Anil Agarwal empezó durante una visita al Valle de Alakananda a principios de 1973. El movimiento Chipko tenía apenas dos años, pero Agarwal se quedó impresionado por lo que ya se había logrado y aun más por su líder, Chandi Prasad Bhatt, un verdadero intelectual orgánico que había notado que la protesta no era suficiente, que debía ser seguida de la reconstrucción, de la acción voluntaria de los habitantes de los pueblos para repoblar las laderas barridas por décadas de explotación forestal comercial. Chandi Prasad Bhatt era entonces, y es ahora, una persona tímida y de hablar suave, que prefiere hablar en hindi o en garhwali que en inglés, y que por eso ha tenido menos celebridad que le correspondería como el verdadero fundador del ecologismo de la India. Nunca ha salido en las páginas en color de la prensa británica pero, en su hogar nativo, ha transformado muchas vidas, como las de las mujeres a quienes inspiró a plantar y proteger los árboles, y muchos habitantes de las ciudades que, siguiéndole a él, han logrado adaptar su ciencia y conocimiento al bien público.
Anil Agarwal volvió de su viaje a Garhwal con una crónica que (con una palabra crucial mal escrita) fue publicada en el New Scientist con el título "El fantasma de Gandhi protege los árboles del Himalaya". Seguramente fue la primera noticia del movimiento Chipko en la prensa internacional y, desde luego, fue un momento decisivo en la carrera de su autor. Fue a través de Chipko cómo Agarwal llegó a entender que los pobres tienen un enorme interés en la gestión responsable del ambiente natural. Esa percepción se convirtió en la fuerza directora de su trabajo en los próximos 25 años. A mitad de la década de 1970, Agarwal pasó una época en Londres, en el Instituto Internacional de Medio Ambiente y Desarrollo (IIED), bajo la tutela de Barbara Ward, autora junto con Rene Dubos de Una Sola Tierra que fue el texto "oficial" de la primera reunión de las Naciones Unidas sobre el medio ambiente. Después, aconsejado por el notable funcionario de la India Lovraj Kumar, decidió volver a la India, fundando entonces el Centre for Science and Environment (CSE) en Nueva Delhi.
Poco después, Agarwal fue a una reunión en Malasia, un viaje tan importante como el de Garhwal porque quienes le habían invitado a Penang recién habían publicado un breve informe, muy sugerente, con el título "El estado del medio ambiente en Malasia". Tan pronto como lo leyó, Agarwal resolvió publicar algo parecido pero más enjundioso, para la India. Los materiales existían, si uno los buscaba, ya que los conflictos de recursos naturales de la década de 1970 habían sido documentados con atención y simpatía por nuestros periodistas, en inglés y también en las lenguas de la India. La comunidad académica estaba por lo general ciega ante la degradación ambiental pero aquí y allá nacían las excepciones, notablemente la pareja formada por el ecólogo Madhav Gadgil y el antropólogo Kailash Malhotra que habían realizado un considerable estudio para el nuevo Departamento del Medio Ambiente donde documentaban el menguante acceso a la naturaleza que tenían los pueblos y aldeas de la India. Había también el trabajo sobre pesquerías de John Kurien y sobre las propiedades comunitarias de N. S. Jodha - dos economistas orientados, cosa rara, al trabajo de campo.
A partir de tales estudios aislados, y con ayuda de Ravi Chopra y Kalpana Sharma, Anil Agarwal y el CSE publicaron The State of India's Environment 1982: A Citizens' Report. Fue una sensación intelectual, el primer informe general sobre el uso y abuso de la naturaleza en la India. Sus méritos fueron tanto de contenido como de forma. El informe resultaba atractivo con muchas fotografías e ilustraciones, con recuadros de casos ejemplares o negativos, con pocos números y tablas aunque muy claros y efectivos. En una palabra, un triunfo. Dos años después, el CSE publicó un segundo informe, Second Citizens' Report, editado por Agarwal y por Sunita Narain, una joven activista efervescente que había llegado al ecologismo desde el grupo de estudiantes Kalpavriksh, de Delhi. La presentación era tan elegante como en el primero, el contenido más profundo y enriquecido además por dos ensayos sobre la política del medio ambiente escritos por Agarwal y Dunu Roy. Esos "Informes de Ciudadanos" fueron un despertador para un mundo académico adormecido e insular, para un Estado medio ciego, y para un público somnoliento. Fueron leídos, discutidos, produjeron actuaciones concretas, gozaron de una influencia mucho mayor que la que sus editores podía anticipar aunque no exagerada en proporción a su valor intrínseco. Una de las señales de la excelencia de esos Informes es la calidad de quienes decidieron traducirlos, como el gran novelista y erudito Shivram Karanth (que los tradujo al kannada) y el respetado ambientalista e historiador de Chipko, Anupam Mishra, que los tradujo al hindi.
En los meses entre la publicación de los dos primeros Informes, Anil Agarwal vino a Calcuta a dar una conferencia. Yo estaba en los momentos finales de redactar mi tesis doctoral sobre los bosques y las protestas sociales en el Himalaya. En el transcurso de esta investigación había entrevistado a Agarwal y había usado sus archivos sobre el movimiento Chipko que generosamente puso a mi disposición. Yo también había conocido a Chandi Prasad Bhatt y había sido cautivado por él., pero mi conversión a ese tipo de ecologismo estaba siendo interrumpida continuamente por mi ambiente particular en Calcuta, un medio intelectual y político donde la ecología era vista como una desviación burguesa que alejaba de la lucha de clases. La conferencia de Agarwal estaba dirigida precisamente a ese escéptico público. La charla tuvo lugar en la Sociedad Mahabodhi, un auditorio largo y de bajo techo que, como otros lugares similares en Calcuta, tenía poca luz. Pero ese salón oscuro estuvo gloriosamente iluminado por el conferenciante. Agarwal era un hombre de baja estatura, su cara se escondía tras unos anteojos de grueso marco, pero esos lentes no podían ocultar las chispas de energía y entusiasmo que él desprendía. Saltando encima del podio, nos dio un sermón a una colección de paganos, con un ejemplo tras otro de destrucción de la naturaleza y de sus impactos sobre los pobres. Los presentes, al principio incrédulos, poco a poco fueron convencidos tanto por la obvia integridad moral del orador como el sólido núcleo de su mensaje. Agarwal era un raro ejemplo de buen escritor y buen orador al mismo tiempo - en general, los indios que destacan en una forma de comunicación, no lo hacen en la otra. Sabía atraer la atención de los oyentes, con frecuencia mediante yuxtaposiciones agudas. Así, por ejemplo, su frase que la gestión de los recursos naturales de la India se basaba en "leyes del siglo XIX para realidades del siglo XXI", o su chiste ácido y lleno de significado al interpretar PNB no como Producto Nacional Bruto sino como Producto Natural Bruto. Recuerdo también lo que dijo cuando al gobierno de Maharashtra se le impidió por la Ley de Conservación de Bosques construir fuentes con agua para los peregrinos en ruta al santuario de Bhimashankar, aconsejando que la petición a Delhi se hiciera en términos de facilitar agua a elefantes migratorios (la ministra de Medio Ambiente era entonces la "fundamentalista-animalista" Maneka Gandhi).
Con el liderazgo de Agarwal, el CSE jugó un papel crítico en por lo menos cuatro campañas ecologistas. Para empezar, su experiencia con el movimiento Chipko informó su participación en la campaña en todo el país para conseguir unas gestión forestal democrática. Esa lucha logró un éxito parcial cuando en 1988 el Parlamento de la India aceptó que la estabilidad ecológica y las necesidades populares, y ya no la explotación comercial, serían los fundamentos de la nueva política forestal oficial. También inspirado en los mismos ideales de participación y control locales, el CSE desarrolló seminarios y produjo informes sobre la recolección y "producción" tradicional de agua recogidos en un valioso volumen con el título característicamente llamativo de Dying Wisdom, una sabiduría que muere.
La admiración por el trabajo de Anil Agarwal y del CSE se extendió fuera de la India, sobre todo por la publicación en 1989 de un panfleto de Anil Agarwal y Sunita Narain con el título Global Warming in an Unequal World. Allí distinguían entre las emisiones de gases de efecto invernadero de los pobres, "emisiones de supervivencia" como por ejemplo las de metano de los campos de arroz, y las "emisiones de lujo" de los ricos como el dióxido de carbono enviado a la atmósfera por la industria y circulación de automóviles. La doctrina impartida desde Washington era que los pobres eran también responsables del calentamiento global y que por tanto la India y China debían tomar medidas tan urgentes como Alemania o los Estados Unidos. Esa doctrina había sido expuesta recientemente en un informe del World Resources Institute que fue brutalmente analizado por Agarwal y Narain mostrando, en primer lugar, que el WRI se olvidaba del pasado, es decir, la responsabilidad histórica de los países industrializados por la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera y, en segundo lugar, que en sus recetas para el futuro, el WRI hacía el supuesto injusto e ilógico que el "sumidero" de carbono proporcionado por los océanos y la atmósfera debía ser asignado en proporción a la cantidad de gases de efecto invernadero actualmente emitidos por cada país. Un supuesto más justo y plausible era, según los autores de la India, asignar a cada ser humano una parte igual de los sumideros de carbono.
El informe del WRI, para decirlo brevemente, intentaba dar la culpa a las víctimas y premiar a los contaminadores. Eso era un ejemplo de lo que ocurría frecuentemente en las negociaciones ambientales internacionales, influidas por el "colonialismo ambiental". EL CSE en junio de 1992, en la Cumbre de la Tierra, sacó una declaración sobre la Democracia Global, denunciando que faltaban esfuerzos para crear nuevos niveles de poder político que permitieran participar a todos los ciudadanos del mundo en la gestión ambiental mundial. La realidad es que los gobiernos e instituciones del Norte pueden intervenir, por ejemplo, en el desarrollo de Bangladesh, usando su poder político y económico, mientras las gente de Bangladesh no puede intervenir en los procesos del Norte aunque todos sabemos que el cambio climático causado en buena parte por las emisiones del Norte va a sumergir bajo el agua a la mitad de ese país.
Pero por lo menos un ciudadano de la India sí fue capaz de intervenir en los debates ambientales globales. A veces, más de lo que se piensa. Así el Worldwatch Institute adoptó el concepto y la estructura de los informes del CSE en sus "Estados del Mundo" publicados anualmente desde 1987. Estos siguen el ejemplo de los Informes sobre la India del CSE, su división en secciones, el uso de recuadros como un recurso ilustrativo eficaz, y comparten el éxito de dirigirse a audiencias muy distintas, el público en general pero también quienes hacen política. La imitación es tan patente que uno se pregunta porqué Agarwal no pidió pago por derechos de propiedad intelectual.
Anil Agarwal era un hombre de baja estatura con una fuerza de voluntad casi heroica. Durante mucho tiempo combatió su asma crónica y, en 1994, se le diagnosticó una rara forma de cáncer que afectaba a los ojos y el cerebro. En sus intervalos más saludables, planeó y llevó a cabo su última campaña, contra los altos niveles de contaminación del aire en su ciudad, la capital de la India. El informe del CSE sobre esta cuestión llevó el título, corto e incisivo al estilo de la casa, de Muerte Lenta. Este informe, casi por sí mismo, tuvo tanta fuerza que obligó al gobierno a introducir nuevas medidas tanto sobre la circulación de vehículos como sobre las fábricas. La insistencia de Agarwal en que se introdujera gas natural comprimido como combustible para los autobuses fue tal vez excesiva, es posible que el diesel desulfurizado sea adecuado, pero no hay duda que, sin Agarwal y el CSE, los ciudadanos de Delhi estarían aún seguramente sujetos al antiguo régimen de contaminación que ni siquiera hubiera sido diagnosticado.
Durante 20 años Anil Agarwal fue el autor de la India más coherente y más influyente sobre temas ambientales. Al resumir su carrera, hay que notar varios rasgos. Primero, su habilidad para sintetizar los resultados de estudios científicos. Segundo, su ingenio para comunicar tales síntesis en una prosa accesible a todos. Tercero, la insistencia en que los ecologistas no debían simplemente reprender y denunciar sino que debían también ofrecer soluciones aunque las autoridades no estuvieran aún preparadas para adoptarlas.
Impresiona también la diversidad del trabajo de Agarwal, quien estudió y escribió sobre bosques, agua, biodiversidad, el cambio climático a nivel global y la contaminación de la atmósfera en una ciudad concreta. Todos esos escritos están unidos por una perspectiva común: Agarwal vio siempre los problemas ambientales desde el punto de vista de los pobres, y su obra ofrece una respuesta intelectual y moral contra aquellos que sostienen que los pobres son demasiado pobres para ser verdes. El mostró que en las economías rurales basadas en la biomasa del Tercer Mundo, los pobres tienen un vital interés en el manejo cuidadoso de los bosques, los suelos, los pastos y el agua. (Los ricos pueden cambiar fácilmente a otros combustibles y materiales de construcción). En su trabajo de los últimos años, mostró igualmente que, cuanto más próspero es un país o una comunidad, tanto más probable es que se proteja contra los efectos de la contaminación, al tiempo que pasa la carga a los menos favorecidos.
Si hubiera que recomendar a los lectores un solo ensayo de Agarwal, sería su World Conservation Lecture de 1985, que se publicó primero en The Environmentalist (1986) y fue reimpresa en una antología editada por mi (Social Ecology, Oxford U.P., 1994). Ahí Agarwal presenta una visión detallada de varios aspectos de la destrucción ambiental en la India, con referencia a distintas regiones y recursos naturales, y la compara con la distinta experiencia occidental. Llega a unas conclusiones muy claras. La "primera lección" -escribe- es que "la principal causa de la destrucción ambiental en el mundo es la demanda de recursos naturales generada por el consumo de los ricos, ya sean naciones ricas o individuos o grupos ricos en cada nación...". La "segunda lección" es que "son los pobres quienes son más afectados por la destrucción ambiental", y por tanto "la erradicación de la pobreza en un país como la India no es posible a menos que nuestro medio ambiente sea gestionada racionalmente y, viceversa, la continua destrucción ambiental lleva a una intensificación de la pobreza".
En ese ensayo de 1985, Agarwal toca un tema que ha sido después desarrollado por autoras feministas. Escribió así: "La destrucción del ambiente amenaza sobre todo a las culturas y ocupaciones marginales como los grupos tribales, los nómadas, los pescadores y artesanos que siempre han dependido muy directamente de su medio ambiente para su supervivencia. Pero el máximo impacto de la destrucción de los recursos de biomasa cae sobre las mujeres rurales, especialmente mujeres de familias pobres sin tierra. Desde el punto de vista de estas mujeres, puede argumentarse que el desarrollo ignora las necesidades de las mujeres y frecuentemente va contra ellas porque expresamente sirve para aumentar su carga de trabajo".
El proceso de degradación de los recursos naturales hacía más difícil y más peligroso para las mujeres recoger la leña u otro combustible para cocinar, recoger el agua, recoger el alimento para el ganado. Agarwal indicó también, y nadie lo había hecho, que existían especies de árboles "masculinos" favorecidos oficialmente para la reforestación y que aumentaban los ingresos en metálico de los hombres, y había árboles "femeninos" que facilitaban la vida a las mujeres pero que no eran auspiciados por los organismos oficiales. Así pues, Agarwal introdujo en su trabajo los aspectos de género antes que muchos otros, lo que no le ha sido reconocido, tal vez porque pertenecía al género equivocado.
Creo que fue Voltaire quien dijo que, mientras es conveniente adular a los vivos, de los muertos hay que decir toda la verdad. Anil Agarwal tuvo también defectos, como autor y como activista, defectos personales e intelectuales. Cuando preparó en el CSE los dos primeros Informes de Ciudadanos, él fue un catalizador de un amplio grupo de colaboradores pero más tarde Agarwal se distanció de muchas personas de los movimientos ecologistas que habían trabajado con él y para él. Tal vez eso haya sido debido a su enfermedad, pero también parecía a veces que el CSE sólo iba a participar en una campaña si tenía el papel protagonista. Un caso claro es la retirada del CSE de la campaña por la gestión democrática de los bosques, otro caso es la poca atención prestada en la revista quincenal del CSE, Down to Earth, a la campaña del movimiento en defensa del Narmada. Los historiadores futuros de ese movimiento social tan importante encontrarán más material en la prensa diaria que en esa revista especializada en temas ambientales.
Agarwal tenía un profundo prejuicio contra la burocracia, de la que desconfiaba y a la que incluso despreciaba, un rasgo compartido por algunos gandhianos y algunos marxistas. De hecho, Agarwal era un socialista gandhiano. Ese prejuicio iban sin embargo unido a una curiosa fascinación por los políticos más poderosos, y en varias ocasiones Agarwal se indentificó con primeros ministros del estado central o de los estados regionales, dejando de lado su actitud escéptica hacia el poder. En una entrevista reciente, Agarwal describió la burocracia como "tozuda y estúpida". Añadió: "no creo que la burocracia haga una buena gestión de los recursos naturales a menos que se la fuerce desde arriba". Esa reprimenda está fuera de lugar si vemos por ejemplo la reforma forestal en Bengala occidental iniciada por funcionarios locales sin instrucciones "desde arriba". Hay buenos y malos burócratas. Agarwal quería suprimir a toda esa clase, lo que es ingenuo en una sociedad compleja. Tal vez en el pasado, un raja benevolente hubiera podido devolver los bosques al pueblo. Desde luego, nuestros políticos debe volverse más sensibles al medio ambiente y a la gente, nuestros burócratas deben ser humanizados, lo que necesita mucha persuasión y mucha agitación. Pero un sistema de administración ambiental sostenible no puede lograrse dando la espalda a quienes ocupan el Estado, ya sea como funcionarios o electos.
Algunos ecologistas se sintieron heridos por algunos caprichos de Agarwal, y algunos autores sobre temas ambientales se sintieron obligados a disentir públicamente de algunos aspectos de su trabajo. Pero aunque dejaran de hablar con él, no por eso dejaron de leer lo que escribía y publicaba. Eso es una medida de la importancia que ha tenido. Espero haber insistido también lo suficiente en otras medidas de su gran importancia. Tuve el privilegio de haberle conocido y el honor de haber sido uno de sus compañeros de viaje en ese camino lleno de piedras, el camino de la India a la sustentabilidad.