Agronegocio e incendios en tiempos de COVID - Boletín 876 de la RALLT
"Los impactos ambientales generados por el fuego provocan alteraciones significativas en el sistema natural, como pérdida de biomasa y de estructura vegetal, fragmentación de hábitats y pérdida de especies endémicas de la región, muerte de semillas y microorganismos como hongos y bacterias, que son los responsables del ingreso de nutrientes al suelo. A su vez, la biomasa en combustión genera transferencia de calor al sistema suelo, modificando los organismos y los procesos ligados al régimen térmico e hidrológico. Todo esto deriva en efectos a largo plazo y de largo alcance".
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BOLETÍN 876
En enero de 2021, varias organizaciones de América del Sur, convocadas por la Fundación Pro Defensa de la Naturaleza y sus Derechos, dirigieron un comunicado a David R. Boyd, Relator Especial de Naciones Unidas sobre los Derechos Humanos y el Medio Ambiente sobre los incendios en distintas regiones y ecosistemas sudamericanos, y su relación con el agronegocio. Las organizaciones firmantes mostramos cómo la expansión del monocultivo de la soja, la ganadería y la industria camaronera se hace a costa de bosques amazónicos y secos tropicales, humedales y otros ecosistemas naturales, convirtiéndose con ello en la principal causa de los incendios ocurridos el año 2020, en plena pandemia del COVID-19.
Entre los principales biomas afectados por los incendios se encuentran el bosque amazónico, los humedales del Pantanal, del delta del Paraná y de La Segua, el Gran Chaco boliviano, paraguayo y argentino, el bosque seco chiquitano, el Cerrado brasileño, las sierras cordobesas, entre otros. Los impactos ambientales generados por el fuego provocan alteraciones significativas en el sistema natural, como pérdida de biomasa y de estructura vegetal, fragmentación de hábitats y pérdida de especies endémicas de la región, muerte de semillas y microorganismos como hongos y bacterias, que son los responsables del ingreso de nutrientes al suelo. A su vez, la biomasa en combustión genera transferencia de calor al sistema suelo, modificando los organismos y los procesos ligados al régimen térmico e hidrológico. Todo esto deriva en efectos a largo plazo y de largo alcance.
Incendios con un origen claro y devastadores impactos
Los grandes complejos de soja, ganadería, madera e infraestructura asociada (puertos, carreteras, ferrocarriles) son los principales actores en la expansión de la frontera agrícola en esta región. Los actores de la cadena de la carne -que incluye a ganaderos, empresas multinacionales, la industria camaronera, las instituciones financieras internacionales, supermercados y cadenas de comida rápida- y los gobiernos locales y nacionales son los responsables directos o indirectos de esta destrucción.
Los grandes incendios acontecidos en 2019 -y en algunos lugares con más fuerza en 2020- han tenido un efecto en los derechos de diversas comunidades locales, entre las que se encuentran las comunidades quilombolas y los asentamientos de la reforma agraria (en el caso de Brasil), pueblos indígenas y comunidades de pescadores artesanales (en el caso de los humedales), comunidades campesinas, comunidades indígenas en aislamiento voluntario; pobladores ancestrales del Gran Chaco, donde el agronegocio avanza agresivamente sobre su territorio tradicional, haciendo uso del fuego.
Aunque el fuego ha sido usado siempre por las comunidades en sus prácticas agrícolas, ahora hay un cambio de escala e intención, pues se trata de transformar los ecosistemas naturales en monocultivos, pastos para la ganadería industrial o proyectos inmobiliarios.
El fuego en Brasil
En Brasil, la agroindustria sigue la línea de fuego, entrando en zonas de preservación ambiental y tierras indígenas, con protección legal. Los incendios allanan el camino a la industria para la transformación de reservas ecológicas y áreas con cultivos de subsistencia. En la última década, la región occidental del Estado amazónico de Pará (norte de Brasil) ha sufrido una fuerte presión por parte del agronegocio, siendo los incendios parte de las estrategias para su expansión. Los días 10 y 11 agosto de 2019, los hacendados declararon el "Día del Fuego": las llamas se abrieron paso en el Brasil bajo la responsabilidad de grandes agricultores, empresarios y acaparadores de tierras, rompiendo la convivencia histórica y el manejo de la selva amazónica por comunidades tradicionales.
Aunque los incendios continuaron en 2020, fue el Pantanal de Mato Grosso el más afectado ese año. Se consumieron 1,7 millones de hectáreas. Cinco grandes haciendas ganaderas fueron responsables de la quema de 117.783 Ha. Dos de estas haciendas venden ganado a grandes complejos agroindustriales que en 2009 habían firmado un acuerdo para no comprar ganado proveniente de áreas deforestadas. La Tierra Indígena Xingu, hogar de 16 etnias diferentes, es el territorio indígena que más sufrió por los incendios de 2020 en Brasil, con 102.918 hectáreas devastadas.
El Cerrado es el nuevo frente de expansión de los monocultivos de soja en Brasil, y ha sido también afectado por los incendios forestales. Tiene una importancia significativa para el planeta, principalmente porque es la sabana con mayor biodiversidad del mundo, ya que alberga el 5% de todas las especies del planeta, incluidos animales y plantas.
Pueblo indígena a punto de desaparecer y deforestación acelerada en el Gran Chaco
El Gran Chaco, la segunda área boscosa más grande de América del Sur, ha experimentado una fuerte aceleración en niveles de deforestación, impulsada por los monocultivos de soja y un sector ganadero en auge que busca continuamente nuevas tierras para la creación de pastizales, produciendo un fenómeno de "sabanización" que contribuye fuertemente a la generación de incendios antropogénicos estacionales en los últimos años.
Esta vasta región se caracteriza por una biodiversidad de extrema importancia y es habitada desde hace milenios por distintos pueblos indígenas, que han sufrido el impacto de este doble fenómeno de deforestación e incendios. Un caso particularmente dramático es el del pueblo Ayoreo, que ha vivido históricamente en aislamiento voluntario, como cazadores-recolectores en la zona.
Los fuertes incendios de 2019 en el Chaco paraguayo obligaron a al menos un grupo Ayoreo a emigrar a otra zona, aumentando drásticamente la posibilidad de encuentros no deseados con grupos no indígenas. Durante la última semana de septiembre 2020, se identificaron 276 focos de incendios dentro del territorio ancestral ayoreo, 91 de los cuales provenían de la estancia ganadera "Yaguareté Pora". Otros incendios se produjeron en cooperativas menonitas.
Expansión de la frontera agrícola destruye ecosistemas en Bolivia
En el año 2020 los incendios forestales en Bolivia alcanzaron cifras históricas. Al igual que en 2019, la Chiquitanía y el Chaco boliviano fueron los ecosistemas más afectados por el fuego, sumándose a las sabanas tropicales del Beni. La gran mayoría de estas áreas corresponden a áreas boscosas, y el 30% de ellas (1,6 millones de ha) se quemaron por primera vez.
En las zonas bajas de Bolivia, donde se producen masivamente los incendios, se impulsa desde hace décadas la ganadería y la producción agroindustrial de soja . Actualmente, 2/3 de los cultivos de Bolivia se dedican únicamente a la producción de soja para la exportación , lo que tiene fuertes implicaciones en la comprensión de la vida y el desarrollo rural del país. Entre los lugares más afectados por los incendios en el año 2019, están dos puntos estratégicos para las exportaciones soyeras: las áreas identificadas como "Ganadería Intensiva Chiquitania - Pantanal" y el Complejo Productivo "Plantaciones Comerciales".
Los incendios en Bolivia han afectado a 26 Territorios Indígenas Originario Campesino (TIOC) con 789.726 hectáreas incendiadas, siendo los más pueblos afectados los Chiquitanos, Ayoreos, Guarayos, Cayubaba, Baures, Sirionó y Araona. El 25% de los incendios afectaron al Parque Nacional Noel Kempff Mercado, el Área Protegida Municipal Reserva de Copaibo , el Santuario Ambue Ari y las reservas Kaa Iya, San Matías, Madidi, Aguaragüe o Iñao, y Kaa Iya del Gran Chaco.
Quema del campo argentino para cambiar el uso del suelo
Por su parte, en Argentina, el Servicio Nacional de Manejo del Fuego reportó que entre el 1 de enero y el 12 de noviembre de 2020 se quemaron unas 898.755 hectáreas . Las tres regiones más afectadas fueron Córdoba (con más de 315.944 has quemadas), Entre Ríos (286.326 has) y el Chaco (más de 85.000 has). El 95% de los incendios forestales fueron generados por causas antrópicas y entre las primeras causas se encuentra el uso del fuego para la preparación de áreas para la ganadería. En la zona oriental del Chaco argentino, los ganaderos queman para renovar sus pasturas. En la zona occidental los incendios se producen para incorporar tierra a la agricultura.
En las ciudades, los emprendimientos inmobiliarios, queman en áreas en las que no se puede construir.
Las reservas naturales como los parques naturales El Loro Hablador, Parque Provincial Fuerte Esperanza, Parque Nacional El Impenetrable, están muy amenazadas, porque hacia allá avanza la frontera agrícola. Este territorio es ocupado por comunidades indígenas Qom y Wichi.
La mayoría de los campos que se incendian tienen autorización del Estado para hacer un cambio en el uso del suelo, lo que significa pasar de la actividad forestal a la denominada silvopastorial: el manejo de monte con la incorporación de ganadería.
Los incendios ocurridos en las Sierras de Córdoba, -territorio ancestral de comunidades trashumantes Comechingona, quienes fueron desalojadas en los siglos XVI y XVII- están relacionados con el avance inmobiliario. Sus tierras fueron transformadas en estancias rurales, produciéndose fuertes cambios culturales, acompañados de desmonte y modificación del paisaje serrano, además de la quema del monte nativo. Organizaciones como la Coordinadora Ambiental de Bosque Nativo han denunciado el avance inmobiliario sobre zonas protegidas del territorio serrano. Sin embargo, en octubre 2020, los fuegos han destruido más de 2.000 km2 de bosques, avivados por la sequía histórica atribuida al cambio climático.
Deforestación e incendio de importantes humedales
En Entre Ríos, en la región del Delta del río Paraná, se quemaron 17.500 km2, afectando áreas constituidas por grandes pajonales, lagunas, arroyos internos y albardones con árboles. El territorio incendiado abarca áreas protegidas (reservas, sitios RAMSAR y Parques Nacionales). El Delta del Paraná, es el segundo delta más importante de Sudamérica y cumple funciones diversas y fundamentales, como el control de inundaciones, la retención de sedimentos y nutrientes, la estabilización de costas, la protección contra la erosión, la regulación del clima . Los pobladores locales son cazadores, pescadores, puesteros, productores de ganado y apicultores, y son quienes sufren en primera línea tanto de los incendios como de las inundaciones generadas por la deforestación. La utilización de la región del Delta como área ganadera ha representado una sobrecarga de animales, alterando de esta forma el equilibrio de los ecosistemas locales.
En Ecuador, el humedal La Segua es un sitio RAMSAR, donde ocurrieron dos incendios en 2020, ambos relacionados con la expansión camaronera. Aunque es un humedal pequeño, comparado con los casos analizados antes, su importancia radica en que está ubicado en una zona con déficit de agua, por lo que la destrucción de este cuerpo de agua tiene fuertes impactos negativos tanto en la vida de la gente, como de la flora y fauna asociada al humedal.
Las camaroneras han afectado mucho al humedal, pues han cerrado el curso del agua para servir a las 820 hectáreas ocupadas por las piscinas, impidiendo que el agua de los ríos Chone y Carrizal alimenten el ecosistema, y pueden ser responsables de los incendios recientes como parte de la expansión de la industria, porque el río se está secando.
En los últimos años, en el Ecuador la industria camaronera está penetrando en tierras agrícolas y humedales naturales como La Segua, después de haber devastado los manglares.
Hay muchos responsables por estos incendios y muchos afectados. Una forma de apoyar a quienes enfrentan esta problemática desde los consumidores es dejar de consumir aquellos productos que en algún tramo de su proceso productivo incluyan procesos de transformación y quema de ecosistemas naturales.
Fuente: Red por una América Latina Libre de Transgénicos (RALLT)