Actividades extractivas
"Los pueblos reaccionan, no porque son caprichosos o porque reciben las reaccionarias propagandas de quienes quiere atacar a YPF o al Gobierno, sino porque procesan sus propias experiencias y vivencias (la muerte de los hijos, envenenamientos, la prepotencia de las corporaciones). Scaletta nos presenta argumentos presuntamente científicos para demostrar que la contaminación que puede ocurrir con el fracking no ha de realizarse, y que son falsas todas las presunciones al respecto."
Norma Giarracca * y Miguel Teubal **
El domingo 1º de septiembre, Claudio Scaletta escribió en Cash una nota titulada “Fracking...” donde sienta una posición favorable a esta nueva tecnología de extracción de gas así como a la megaminería y a la expansión sojera. Sostiene que “...en todos estos casos las propuestas de las vertientes ecologistas son siempre reaccionarias: no hacer fracking, desterrar la megaminería y rechazar los instrumentos de la revolución biotecnológica”.
Nunca nos consideramos miembros de una vertiente ecologista ni ambientalista, aunque como interesados en los cambios paradigmáticos de los epistemas del pensamiento social abordamos el significativo aporte de la Ecología Política, que marcó un antes y un después tal como en el siglo XIX lo había hecho la Economía Política. Somos cientistas sociales, trabajamos los problemas “en campo”, logramos combinar el análisis de las variables macro económicas-institucionales con el trabajo etnográfica que supone el “estar ahí”. Hemos estado registrando lo que ocurre con las poblaciones como consecuencias de la implementación de las políticas públicas; no hablamos teóricamente o desde nuestras propias cosmovisiones sino que ellas se van moldeando a medida que vamos comprobando el bienestar o maltrato que se le causa a la mayoría de las poblaciones fuera de los círculos del poder económico.
Desde 1984 hemos registrado poblaciones ligadas a producciones en expansión, en retroceso, nuevas lógicas productivas, así como los derroteros y resistencias de pueblos originarios, comunidades campesinas, productores medios, agroindustrias y los rechazos de poblados enteros a las corporaciones que cargan sus actividades extractivas. Es allí, y a través de los años, donde se registran las consecuencias sociales, territoriales, de condiciones de vida, de salud y todo lo que realmente importa de las transformaciones impuestas por la geopolítica internacional a través del Banco Mundial y sus “aconsejadas” políticas públicas. El resultado, en general, es un país que camina a la destrucción de gran parte de su territorio y a un gran sufrimiento social. Además es evidente que todos comemos mucho peor que antes, tanto porque se complicó el acceso a la alimentación por los precios de los productos como por la calidad de la comida (véase Malcomidos, de Soledad Barruti), bebemos aguas contaminadas, las provincias van camino a un deterioro ambiental como jamás habíamos registrado. Vimos enriquecerse a una parte de los chacareros que adoptaron la soja, pero previo a ello también los vimos suicidarse por las políticas de arrinconamiento, de endeudamiento, para que les quedara como única alternativa la que proponían el gobierno y Monsanto con Felipe Solá en la entonces Secretaría de Agricultura. Comprobamos las políticas de arrinconamiento del gobernador de La Rioja para imponer la minería (que no lo consiguió), la constante negación de plebiscitar la instalación de estas actividades y los manejos espurios de mayorías automáticas para votar rechazo o aceptación (con poca diferencia) de proyectos o lo que fue la Legislatura de Neuquén. Pero los pueblos reaccionan, no porque son caprichosos o porque reciben las reaccionarias propagandas de quienes quiere atacar a YPF o al Gobierno, sino porque procesan sus propias experiencias y vivencias (la muerte de los hijos, envenenamientos, la prepotencia de las corporaciones).
Scaletta nos presenta argumentos presuntamente científicos para demostrar que la contaminación que puede ocurrir con el fracking no ha de realizarse, y que son falsas todas las presunciones al respecto. Existen argumentos científicos que se han acumulado en contra del fracking y que denotan sus efectos. Lo que cabe es, en este caso, cuando tenemos una biblioteca a favor y otra en contra, es admitir el principio precautorio: hay muchas cosas que no se conocen, y por ello debemos actuar con precaución. Especialmente cuando se trata de “tecnologías de punta” que no han sido probadas, o que han demostrado en muchos casos tener efectos negativos.
Cuando Scaletta sostiene que en el capitalismo avanzado no hay actividad económica sin impacto ambiental, nosotros agregamos que en los socialismos residuales tampoco, pues no se trata de los sistemas económicos sino de ciertas lógicas impuestas por el mundo “moderno” occidental, en sus distintas variantes. La matriz “moderna/colonial”, hoy defensora del “extractivismo”, presenta el “desarrollo” de época como único camino, niega que pueden existir otros mundos, otros modos de resolver la vida material de las personas.
El rasgo más radical en la historia del peronismo hasta 1974 fue precisamente ese componente “decolonial” que remata Juan Perón en 1972, con la Declaración Ambiental a los Pueblos y Gobiernos del mundo: “Hoy, cuando aquellas pequeñas naciones han crecido en número y constituyen el gigantesco y multitudinario Tercer Mundo, un peligro mayor –que afecta a toda la humanidad y pone en peligro su misma supervivencia– nos obliga a plantear la cuestión en nuevos términos, que van más allá de lo estrictamente político, que superan las divisiones partidarias o ideológicas, y entran en la esfera de las relaciones de la humanidad con la naturaleza”, decía el viejo líder, que hoy algunos tildarían de “ecologista reaccionario”.
Una última observación: la aceptación mayoritaria de las represiones que necesitan estas actividades y sus corporaciones para establecerse puede configurar un camino sin retorno, como muchas otras veces transitamos. Nuestro violento pasado nos conduce a ser muy cuidadosos en este punto
* Socióloga, titular de Sociología Rural.
** Economista, investigador Superior Conicet. Instituto Gino Germani-UBA.
Fuente: Pagina12