ANAMURI: “Es una victoria tener un día para recordar nuestra lucha”
Desde el año 2002, cada 26 de agosto en Chile se conmemora el día de las Asalariadas Agrícolas, con acciones de lucha y reivindicación en todo el país. Esta fecha, fruto de la lucha de las mujeres asalariadas agrícolas y campesinas, fue impulsada por la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas de Chile, ANAMURI, fundada el 13 de junio de 1998.
ANAMURI representa la diversidad y heterogeneidad del mundo rural de hoy y del feminismo campesino. Sus bases están constituidas por mujeres campesinas y asalariadas de los sectores rurales y periurbanos, por organizaciones de mujeres de pueblos originarios: Aymara, Quechua, Licarantay, Colla, Diaguita, Mapuche y por sectores de las comunidades afrodescendientes. Representan mayoritariamente los intereses de las mujeres que trabajan en el sector silvo-agropecuario y agrícola, y las trabajadoras del mar.
El 10 de septiembre el 2019, días antes de la revuelta del pueblo chileno, la organización dio un paso histórico para el movimiento sindical del país, con la creación del “Sindicato Nacional de Trabajadoras Eventuales de la Agro exportación y del Mar”, para representar a las trabajadoras invisibilizadas en los rubros de la agro exportación de temporada, pesqueras y recolectoras de orilla de mar.
En un contexto de una grave crisis social y sanitaria provocada por el COVID19, que profundiza aún más el desamparo estatal hacia el pueblo chileno, las compañeras de ANAMURI continúan con sus acciones en los territorios, sosteniendo la situación de las trabajadoras asalariadas y campesinas, con asistencia legal y gremial ante el incumplimiento de las empresas agro-exportadoras sobre las normas de protección sanitaria para sus trabajadoras. La situación de pandemia llevó a todas las organizaciones territoriales a generar novedosas formas de comunicación y nuevas prácticas de resistencia ante el imparable avance de un modelo extractivista que no sabe de cuarentenas ni de confinamiento.
A pocas semanas de cumplirse un año de la creación del Sindicato, y en el día de las Asalariadas Agrícolas, conversamos con una de las fundadoras de ANAMURI, Alicia Muñoz, sobre el sentido histórico de la fecha, la formalización de su organización gremial, y los desafíos de la coyuntura actual para la organización.
¿Por qué toman el 26 de agosto como el día de las asalariadas agrícolas?
En los noventa nos preguntamos por qué en Chile no había una organización para nosotras las mujeres rurales e indígenas. Cuando nace Anamuri en 1998 no sabíamos si iba a sobrevivir en el tiempo. Cuando pasamos el quinto año “Pancha” (Francisca Rodriguez) me dijo “ya Alicia, nos podemos morir, está organización ya echó raiz”. Hemos intentado visibilizar un trabajo oculto desde el punto de vista de las trabajadoras. Antes nos llamaban las “temporeras” a modo de estigma; nos consideraban sólo en estadísticas y en números, hasta éramos objetos de estudio de algunxs. Pero somos trabajadoras. El año 2002 hicimos una asamblea donde llegamos al consenso de que con nuestras manos empieza la exportación, exigiendo por ello contratos dignos, una previsión y un acceso a la salud digna. Esas fueron nuestras primeras demandas. Viajamos a Santiago y nos dirigimos a Ricardo Lagos, presidente de ese entonces, y lo invitamos a ver nuestro trabajo (es algo que había prometido en su campaña). Convocamos a una primera asamblea nacional de las asalariadas, teníamos muchas ilusiones, nos enamoramos del proceso: capacitamos a muchas compañeras y compartimos nuestros saberes.
No era posible que siguiéramos trabajando y desconociéramos, por ejemplo, adónde iba el descuento previsional que nos hacían por AFP. Discutíamos para que nuestro trabajo sea en condiciones sanas, óptimas, dignas. El 26 de agosto llegó el presidente y se encontró con una tremenda asamblea, inolvidable para nosotras, fue el hito más grande: primera vez que llega un gobierno a sentarse y escuchar a las mujeres. Hicimos comisiones para trabajar demandas bien concretas. Desde las 7 de la mañana estuvimos discutiendo hasta las 4 de la tarde. Éramos 1500 mujeres en un salón inmenso. Le dijimos al presidente que teníamos mucha rabia con él porque llegó tarde y su seguridad nos decía que no tenía mucho tiempo, cuando el día anterior se había juntado seis horas con los representantes del “agro”.
Una vez entregadas las demandas le dijimos que íbamos a ser un seguimiento a esto. En la asamblea estuvieron todos los ministerios presentes, de trabajo, salud, educación… era un acontecimiento ver a tantas mujeres reunidas. Les dijimos que no queríamos trabajar más con contratistas porque ellos se quedaban con la mitad del sueldo. Acordamos con el presidente juntarnos el 26 de agosto del 2003, un año después, para evaluar los avances de esta primera asamblea. Pero sólo fueron promesas. Nuestras demandas las asumió el gobierno de Michelle Bachelet pero las redujo a una pensión para amas de casa y nosotras no somos sólo eso, somos, sobre todo, trabajadoras asalariadas. No pedíamos sólo una jubilación. No nos entendían ni los investigadores, académicos, políticos. Esta fue una de nuestras grandes desilusiones.
Todos los años a partir de entonces, cada 26 de agosto, nos juntábamos a hacer un recuento y a marchar hacia los ministerios. Dejábamos nuestras cartas también a los empresarios. Todas las demandas incumplidas. Este día quedó, entonces, para homenajearnos a nosotras mismas, fijarnos un recordatorio de festejo y de lucha.
Hicimos en el segundo año una marcha del puerto de Valparaíso al parlamento. Entramos e hicimos que lxs parlamentarixs se comprometieran, sobre todo los que por lugar de procedencia están involucrados en el tema agrícola y de producción de exportación. Cada año fue una marcha, fue dejar un petitorio al ministerio, a los empresarios y a la opinión pública.
Cadal 26 de agosto ahora se identifica en todo el país que es el día de la trabajadora asalariada agrícola. Es una victoria para aquellas trabajadoras que alguna vez tuvimos jornadas de 12 o 14 horas tengamos un día de reivindicación de nuestra lucha.
¿Qué cosas significativas consideras que lograron durante ese tiempo hasta la conformación del sindicato?
Instalamos otra forma de visibilizar la violencia del trabajo y el poder dinero. En el 2009 creamos los tribunales éticos, que fueron un aporte tremendo. A través de ellos mucha gente se enteró de que eran terribles las discriminaciones o los accidentes en el trabajo. Denunciábamos el uso de los plaguicidas, mujeres quemadas por recoger las habas, el nacimiento de niños y niñas con malformación, etc. Desde el 2009 cada 25 de noviembre, el día de no más violencia hacia las mujeres, nosotras incluimos la no violencia en el trabajo. Hoy llegamos a la conclusión de que necesitamos avanzar a una etapa superior, que sería la instalación del sindicato al interior de Anamuri, nacional. Un sindicato en el que cualquier mujer diga “estoy en el sindicato de Anamuri, puedo ir a la dirección del trabajo de mi región y reclamar algún maltrato por despido injustificado o por no reconocer las licencias prenatales”, etc. Planteamos este sindicato y todas estuvieron encantadas.
¿Cómo las interpeló el contexto de revueltas de octubre del año pasado?
Con mucho gusto recibimos la revolución social. Ha sido para nosotras la esperanza de cambiar las cosas en el país, donde se instalaron públicamente las demandas de esas enormes masas que salimos a las calles. Sobre todo la demanda de una nueva constitución. Eso ya no se puede soltar, no hay marcha atrás. Nosotras trabajamos para fortalecer las organizaciones. Sobre todo durante las revueltas y también en este contexto adverso como en la pandemia que nos toca vivir en el presente.
¿De qué manera las afectó la pandemia, qué retos para consolidar el sindicato implica trabajar en este contexto?
Nos tuvimos que familiarizar con las pantallas. Las usamos todos los días para trabajar en el fortalecimiento de la organización en lo que va de la pandemia. Si algo le podemos agradecer al capitalismo es esta tecnología que nos permite comunicarnos con gente de otras geografías. Nos hemos podido juntar igual a través de estos dispositivos, los celulares, para darnos fuerza. Nos proponemos hacer un catastro en nuestra comunidad para saber cuántas mujeres la están pasando mal, qué necesitan, si no tienen para el gas u otros recursos básicos. Nos planteamos una organización a partir de la solidaridad entre mujeres. Nos llamamos, nos informamos y sabemos cómo estamos, sobre todo entre marzo y mayo que fue el período del término de la cosecha de la fruta, donde estaban todas muy hacinadas. A los empresarios les interesaba sacar la fruta antes que la cuarentena se pusiera peor y obligaron a trabajar a muchas como en los peores años. En ese período hubo muchos contagios. Hablamos con nuestrxs abogados y abogadas y sacamos una declaración pública. Los que hacían desde el gobierno era elegir quiénes vivían y quiénes no. Este gobierno es suicida, no le importa la vida de nadie: mientras su sector empresarial está bien, el sector de trabajadoras que mueve el país no les importa. Las transnacionales se reparten las ganancias públicamente y eso es indignante. Nosotras creemos que este gobierno es una vuelta a los años de la dictadura, pero con formas irreverentes, porque todas y todos lo estamos viendo. La dictadura trabajaba a escondidas, pero hoy es todo evidente. No se esconden para mentir.
La formación del sindicato tiene como novedad la inclusión de las recolectoras de orillas de mar…
Nosotras tenemos un proyecto de vida que tiene que ver con la soberanía alimentaria. Ellas también trabajan y llevan alimento a todos los hogares. Las recolectoras de orilla de mar y las recolectoras de frutas y hortalizas son rubros que se tienen que enlazar en la organización para pelear derechos y dignificar dichos trabajos. A las trabajadoras del mar les dicen “orilleras”, aún en la opinión pública no se las reconoce como trabajadoras. Es un trabajo oculto que no tiene visibilidad. Por eso este sindicato tiene una doble tarea: además de visibilizar la problemática, le damos dignidad a las trabajadoras al hacer que existan leyes que reconozcan este trabajo. También estamos haciendo alianzas con el sector de las trabajadoras de casas particulares, que siempre vienen del campo, de comunidades indígenas y de los sectores más pobres del país. Esas mujeres van a trabajar a casa de los ricos donde les pagan una miseria y tampoco tienen derechos garantizados.
¿Algo para añadir como cierre?
Alguien nos dijo alguna vez que deberíamos ser como las gallinas, que ponen un huevo y cacarean… Nosotras hacemos muchísimas cosas, pero no tenemos prensa o no somos de interés para los medios. Quizás es un error, pero intentamos mejorar en las tareas de difusión.
Fuente: Fundación Rosa Luxemburgo