Bernarda Pesoa: “Todas somos políticas”
Bernarda Pesoa es del pueblo Qom y vive en Paraguay. Ella integra la Coordinadora Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (CONAMURI) y es lideresa comunitaria de Santa Rosa. Defensora de la vida en comunidad, Bernarda resiste -junto a sus compañeras- al avance del agronegocio en sus territorios.
“Paraguay es un país muy verde, un verde que a primera vista resulta tentador. Sin embargo, estas impresiones engañan: se trata de un territorio invadido por el agronegocio” decíamos en nuestra primera visita a los cinco campesinos criminalizados por defender su territorio en la Cárcel de Tacumbú de Paraguay. Allí los montes han sido y siguen siendo deforestados progresivamente para dar lugar a la producción ganadera a gran escala. Asimismo, hay grandes plantaciones de monocultivos de soja y maíz con uso de semillas transgénicas, al igual que la introducción de tecnología mecánica y la aplicación de agrotóxicos. En manos de unos pocos se concentra el 77% de las áreas productivas, en cambio, el 40% de los pequeños agricultores familiares e indígenas poseen tan solo el 1% de las tierras. Para dimensionar estos números, no es un dato menor saber que Paraguay es, con un 43%, el país con mayor población rural de América Latina.
Este modelo se profundizó a partir del golpe constitucional en 2012, mediante el cual se destituyó al presidente electo Fernando Lugo. En este marco, se produjo la masacre de Curuguaty, que consistió en un violento desalojo de tierras pertenecientes al Estado paraguayo, en la que murieron once campesinos y seis policías, además de un número indeterminado de personas heridas. El poder oligárquico y terrateniente utilizó este hecho para impulsar el juicio político al presidente electo Fernando Lugo, acusándolo de mal empeño de sus funciones políticas, y, en especial, vinculándolo con la masacre como responsable político. Además, validó su política golpista al criminizalizar a los y las campesinas que sostuvieron la ocupación de las tierras fiscales de Marina Cué, condenándolos a una pena de prisión de hasta 35 años. Así, se generalizó el miedo en todo el territorio paraguayo.
Sin embargo, a pesar del contexto de extrema criminalización, las fumigaciones y el avance sobre los territorios campesinos, la lucha por la tierra y la soberanía alimentaria continúa. Las organizaciones campesinas e indígenas y los distintos movimientos sociales se mantienen en pie. Entre ellas, CONAMURI lleva más de 20 años defendiendo sus territorios del avance del agronegocio. Se trata de una Organización de Mujeres Campesinas e Indígenas que trabaja con mujeres de la clase trabajadora del campo, organizadas en comités de producción y pequeñas asociaciones. Una respuesta organizada a la necesidad de crear espacios para las mujeres campesinas e indígenas para la defensa de sus derechos y territorios.
Conocimos a Bernarda en el Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans de Rosario en el año 2016. Había pasado el primer Ni Una Menos entonces los talleres y asambleas se habían masificado. Junto a ella participamos de una reunión de referentas y lideresas de diferentes países, cada oradora se tomaba su tiempo para argumentar y posicionar su mirada en cada discusión.
Bernarda escuchaba paciente, dejó que todas intervengan dos o tres veces antes de tomar la palabra: “Sus propuestas e inquietudes son muy importantes -dijo a las presentes cuando fue su turno- pero sólo son conflictos de la ciudad. Si queremos hacer un cambio, una revolución feminista, la tenemos que pensar con las compañeras que resisten en sus territorios, en sus comunidades. Las que producen sus alimentos. Las que frenan el agronegocio con sus cuerpos para que en la ciudad no se envenenen”.
Nos volvimos a ver durante el Primer Encuentro de Mujeres Trabajadoras de la Tierra realizado por la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Tierra (UTT), en 2019, conversamos con ella sobre su trabajo como lideresa comunitaria, su mirada sobre la defensa de la tierra que realizan cotidianamente las mujeres de Latinoamérica y su opinión sobre la necesidad de que los Encuentros en nuestro país se llamen “Plurinacionales” y contemplen a todos los pueblos e identidades. Un recorrido por los caminos de Nuestra América, de la mano de una mujer que habla como piensa y que actúa como habla.
La Defensora de la vida en comunidad nos cuenta sobre la organización a la que pertenece, CONAMURI, “una organización de mujeres campesinas e indígenas donde trabajamos con 800 mujeres, en diferentes comunidades y asentamientos”. El principal trabajo de Conamuri es directamente con mujeres “para el fortalecimiento del liderazgo de ellas. También trabajamos sobre la formación con los jóvenes en temas de agroecología y en la escuela de mujeres para que tengan su espacio político dentro del proceso de lucha”.
“Sabemos bien que muchas mujeres a veces no descubrimos que somos políticas. Todas somos políticas. Todo lo que hacemos es política: dentro de la casa, dentro de las organizaciones… Y la organización hace que las personas alcen sus voces para reclamar sus derechos, para el buen vivir de todos y de todas”.
–¿Cuál es la situación actual en Paraguay desde el punto de vista de las comunidades?
– Nosotras luchamos en contra de los antirracistas, los antisociales, luchamos en contra de las grandes empresas trasnacionales. En Paraguay hay muchas transnacionales, que son las mineras, los sojeros. Nos están atacando en forma jurídica porque traen sus títulos y te desalojan así. A un pueblo que vive desde hace más de 30 años en su comunidad, vienen, traen un título de propiedad con la policía, con los fiscales y desalojan a pueblos indígenas y a pueblos campesinos. Entonces, la lucha no es chiquita, es muy amplia, y la sufren las mujeres, los niños y los ancianos y mucho más las embarazadas. Las embarazadas sufren la desnutrición, malformaciones de sus bebés por culpa de la fumigación. Muy fuerte está la fumigación porque usan avionetas para derramar el veneno en sus sojales y contaminan nuestros cultivos nativos, que es el maíz, el arroz orgánico, yerba orgánica; y a veces eso contamina el aire. Entonces toda esta lucha la llevan adelante las mujeres porque somos las que quedamos en las comunidades.
Desalojos a comunidades campesinas e indígenas
Durante 2020 la Cámara del Senado de Paraguay aprobó la Ley Zavala-Riera que modifica el artículo 142 del Código Penal con el objetivo de incrementar las penas ante lo que desde el gobierno se considera como “invasión del inmueble ajeno”. Esta normativa funciona como un aval indiscriminado para la expansión del agronegocio que, en complicidad con el Estado paraguayo, avanza sobre los territorios de las comunidades indígenas y campesinas a través de un mecanismo criminal que ya provocó denuncias internacionales como la que hiciera la comunidad indígena de Hugua Poty, ante la delegación paraguaya de las Naciones Unidas.
–¿Y es por eso que las mujeres son las defensoras de la tierra?
– Las mujeres son las defensoras de los Derechos Humanos, las defensoras ambientales, territoriales. Desde el principio las mujeres son las que defienden la vida. Uno es la vida, principalmente la vida, luego el ambiente. Así también, durante las negociaciones que se llevan a cabo en las comunidades, a veces no les preguntan a las mujeres porque primero tienen que pensar si están bien o están mal. Entonces, directamente se negocia a espalda de las mujeres. Por eso es muy importante que seamos nosotras las protagonistas y las voceras de las comunidades y territorios en las que vivimos. Es muy importante conocer nuestros derechos: primero hay que formarnos y escuchar a los demás. Después de ahí aprendemos muchas cosas y de paso ahí hacemos nuestras políticas. Y no olvidar la confianza entre las hermanas, la confianza mutua que hay que tener siempre en las organizaciones.
–¿Cómo es el día de una lideresa en tu comunidad? ¿Cuáles son las tareas que tenés?
– A veces te convierte en una madre matriarca, a veces te convierte en una enfermera, que llevas al enfermo al hospital porque tenés que estar ahí presente, buscas los medicamentos. No podés dormir bien porque es una lucha permanente. Cuando llego a casa me vienen todos los vecinos y vecinas, me preguntan cómo estoy y yo también les pregunto, si hay algún problema me contacto directo con los responsables para que podamos resolver cualquier problema.
Es una comunidad entre familias, no importa si no son nuestros parientes, es como una casa grande. Es muy bonito ser lideresa porque ahí descubrís la solidaridad, la hermandad. Y descubrís que la importancia de una lideresa es que tenga una visión más política, de que todos tenemos que estar bien, tanto la salud, la educación, la alimentación, dentro de las viviendas dignas. También he luchado bastante por el derecho de las madres solteras. Entonces, todo eso conjunto te convierte en una matriarca grande preocupada, pero me siento feliz con mi gente.
– En este momento estamos dando el debate de que los Encuentros dejen de llamarse Nacionales y que empiecen a llamarse Plurinacionales para que contemplen a todos los pueblos y a todas las identidades ¿Cuál es tu mirada sobre eso?
– Yo creo que hay que fortalecer dentro del Abya Yala, porque fue construida por los pueblos indígenas. Y dentro del Abya Yala a veces se debate, a veces no, el feminismo. Porque existen feminismos comunitarios, feminismos colectivos, que los llamamos nosotras también, y hay movimientos feministas más políticos. Entonces, hay que llevarlo en forma paralela para que nosotras podamos participar como mujeres indígenas y ustedes que no son indígenas. Que igual vamos a estar luchando. Y dentro de la sabiduría alcanzada nuestra, como pueblo indígena, la compartimos con ustedes y ustedes los conocimientos suyos. Y ahí se va a fortalecer muy bien. Anhelamos bastante que el Encuentro sea Plurinacional.
Esta entrevista hace parte de la serie “Defensoras. La vida en el centro”, un trabajo conjunto de Marcha Noticias y Acción por la Biodiversidad, editado por Chirimbote, con apoyo de la Fundación Siemenpuu.
*La entrevista fue realizada por Camila Parodi y Nadia Fink en el año 2019.
Edición: Laura Salomé Canteros, Camila Parodi y Nadia Fink
Ilustración: Ximena Astudillo