"Que la agricultura familiar campesina e indígena pueda alimentar de forma segura y sana a sus propios territorios y al país se vuelve un imperativo ético, socio-ecólogico, de salud (físico y mental) e, incluso, de sobrevivencia. Este imperativo se relaciona, ineludiblemente, con que los territorios puedan desarrollar sus procesos endógenos de construcción de soberanía alimentaria a través de sistemas agroecológicos".