Las mujeres han sido tradicionalmente las responsables de preservar los recursos naturales de su entorno: huertos familiares, plantas medicinales, productos ornamentales, etc. Todos ellos conforman la biodiversidad de un ecosistema: motor de vida y garante de la seguridad alimentaria de toda la ciudadanía. En América Latina y El Caribe, los conocimientos tradicionales de estas mujeres sirven hoy en día para desarrollar técnicas agrícolas que mejoran la resiliencia de los cultivos ante el cambio climático.