Uruguay “no tan natural”
Un equipo de APM recorre el núcleo de la región sojera sudamericana. Fray Bentos y Gualeguaychú. Lo que se esconde detrás de la polémica
Las papeleras que separan a Montevideo de Buenos Aires
A medida que se abandona el paisaje urbano del Gran Buenos Aires, rápidamente los cultivos de soja dominan el paisaje rural. Avanzando hacia el norte, en la provincia de Entre Ríos, se abandona un paisaje no menos monótono por otro manchado de miles de eucaliptos clonados. Los bosques rompen la llanura de desiertos verdes para sumergirnos en una sucesión interminable de árboles idénticos.
Son los eucaliptos de la discordia entre dos países hermanos. Uruguay ha plantado tantos o más que los que se observan en la ruta argentina. Ha plantado en territorio que era apto para la agricultura y la ganadería con la intención de exportar los palos que sirven a la fabricación de papel. Aparentemente, un objetivo loable, con el que se evita el empleo de ejemplares autóctonos para la elaboración de la pulpa y, mientras tanto, se contribuye con la captura de dióxido de carbono que causa el efecto invernadero.
Pero el plan terminó siendo otro. No sabemos si se perpetró con premeditación o si fue porque el precio internacional de los palos pelados de eucaliptos bajaron a la mitad, pero ya no es negocio exportarlos sin un valor agregado.
Mientras la población de Gualeguaychú, que se opone a la construcción de las papeleras, mediante la táctica de cortar el paso a los turistas en las rutas que llevan a Uruguay, se tomó un descanso el día de la inauguración del Carnaval, la construcción de las papeleras continuó a paso sostenido.
En Fray Bentos, el temor de la población aumenta a medida que ve crecer la enorme chimenea de la empresa finlandesa Botnia, que ya tiene 90 metros y deberá llegar a los 140. Es que, a pesar de que la campaña publicitaria turística del gobierno promueve un “Uruguay natural”, es un tanto inquietante el tamaño de semejante chimenea. Hasta desde la costa argentina, en el balneario Ñandubaysal, se la ve como un cigarrillo gigante parado en el medio de un paisaje verde.
Recientemente, la Red de Acción en Plaguicidas y sus Alternativas de América Latina (RAP-AL Uruguay) difundió un informe en el que se denuncia a la Corporación Financiera Internacional (CFI), organismo del Banco Mundial encargado de otorgar créditos para emprendimientos de privados, por minimizar en sus estudios de impacto ambiental las emisiones de “dioxinas” y “furanos” (dos peligrosos contaminantes orgánicos).
Los estudios tampoco contemplan informes de los gobiernos de España y Finlandia acerca del monitoreo que deberían realizar sobre las emisiones de estos contaminantes por parte de las empresas Ence y Botnia en sus respectivos países.
Los consultores sólo hacen mención a experimentos en escala de laboratorio, sin tener en cuenta el volumen de producción de los dos proyectos que planean producir 500.000 y 1 millón de toneladas anuales de celulosa.
La participación de la población de Gualeguaychú en los cortes de rutas convocados por la Asamblea Ambiental es amplia. También las exteriorizaciones cotidianas, con sus vehículos particulares o de trabajo con inscripciones en sus parabrisas rechazando a las papeleras, o en sus remeras y en grandes carteles en los caminos.
“No somos piqueteros”, suelen marcar algunos, distanciándose de los cortes de ruta de los movimientos sociales de desocupados; señalando que de las manifestaciones participan la familia y la gente trabajadora. Una visión algo estrábica, si tenemos en cuenta que muchos de los manifestantes dependen de la producción de soja, el monocultivo que ya llega al 65 por ciento de la producción nacional de granos y que ha desplazado a muchos pequeños productores agropecuarios y de servicios conexos del mercado de trabajo.
Ellos han engrosado los cordones de miseria de los centros urbanos en una procesión que lleva más de 20 años. Muchos de ellos hoy son militantes de “movimientos piqueteros” y son uno de los protagonistas principales de la historia de la “República de la Soja” (término a que hacía referencia y que dibujaba un mapa que abarcaba parte de Argentina, Uruguay, Paraguay, Brasil y Bolivia, una publicidad en el diario argentino Clarín de la multinacional biotecnológica Syngenta).
Lo del eucalipto no es muy diferente, es un monocultivo más, sujeto a las mismas lógicas del mercado internacional. A los bosques de eucaliptos, como de cualquier otro monocultivo, se los llaman “los bosques del silencio”, porque en ellos ni los pájaros los habitan.
Cuando se depende de un “commodity” (producto primario comercializable que cotiza internacionalmente) como los granos de soja o los palos de eucaliptos, producidos únicamente con el fin de exportación, se pierde soberanía. En este caso, la proyección de producción de las papeleras en Uruguay supera en cuatro veces las necesidades del mercado argentino.
No se está lejos de que esta escena se repita de este lado del río Uruguay, teniendo en cuenta las grandes superficies de eucaliptos plantadas en las provincias de Entre Ríos, Corrientes y Misiones, según vamos recorriendo. En cualquier momento va a hacer falta la construcción de nuevas papeleras en Argentina.
Grande es el temor expresado por los trabajadores del paso fronterizo del puente que une a ambas ciudades. La enorme chimenea los amenaza directamente, los vientos soplan permanentemente en su dirección. En ese paso trabajan más de 1.000 personas, entre aduaneros, gendarmes, personal de prefectura y migraciones, entre otros.
Algunos pobladores de Gualeguaychú están recelosos de sus vecinos de Fray Bentos, pero la menor participación de sus habitantes en las movilizaciones en contra de las papeleras tienen explicaciones particulares. La desocupación llega al 20 por ciento de la población económicamente activa. Muchos de sus jóvenes emigraron buscando oportunidades, la mayoría de los que se quedaron son empleados estatales. Estos temen que el gobierno pueda tomar algún tipo de represalia si exteriorizan sus temores ante un gobierno que defiende con uñas y dientes el emprendimiento papelero.
Quizá sean los pobladores de Fray Bentos los más afectados, la toma de agua de la empresa sanitaria del Estado se encuentra a escasos metros de la principal papelera en construcción, en el barrio J3, y existen muchas dudas de que la calidad del agua domiciliaria se mantenga en el futuro. Además, Fray Bentos tiene tanto potencial turístico como Gualeguaychú, en el propio casco urbano como en la zona conocida como “Las Cañas”, con playas repletas de veraneantes que difícilmente vuelvan a bañarse en sus aguas si se termina la construcción de las papeleras.
Estas han trabajado aceitadamente para convencer a la población, poniendo en marcha todo el poder de su mercadotecnia social, difrazado ahora con el nombre de Responsabilidad Social Empresaria (RSE). Ellas han prometido trabajo a cientos de pobladores desocupados que esperan la llegada del “progreso”. Han hecho campañas en las escuelas promoviendo “El día del árbol” y “El día del espacio verde”. Han donado dinero a los clubes y sociedades de fomento. Les han regalado útiles juguetes y bicicletas a los niños.
Toda esta campaña ha tenido, sin embargo, un escaso éxito: cuando las papeleras convocaron a la población para una marcha a favor de ellas, sólo juntaron 50 personas.