Rechazo al algodón transgénico
El sector algodonero y los apicultores rechazan la presencia de transgénicos "porque la coexistencia no es posible" ante la amenaza de la probable autorización de la variedad GHB614 modificada genéticamente.
El pasado 28 de diciembre 2011 se hizo pública la solicitud 'Bayer CropScience' por la cuál se requería la autorización de algodón genéticamente modificado de referencia GHB614.
COAG-Cádiz rechaza frontalmente esta petición de Bayer y espera que sea denegada por innecesaria, por peligrosa y porque supone un paso atrás y un obstáculo en el camino emprendido por el sector del algodón en Andalucía, además de alejarse de las demandas del "mercado de calidad" que ya está publicitando el algodón sin OGMs.
No podemos obviar el impacto que están produciendo los cultivos transgénicos en muchos países (EE.UU., Argentina, India,...), constituyendo un ataque directo contra la biodiversidad y la soberanía alimentaria, así como contra la independencia de los agricultores y los ganaderos y la ciudadanía en general, dejando nuestro futuro en unas pocas manos.
Es incierto que cultivar con OGMs es más barato, y además, no implica producir mayor cantidad de fibra, como han demostrado diferentes estudios en España o EE.UU. Los cultivos transgénicos no solucionan los problemas de los productores, antes al contrario, contribuyen a crear otros nuevos: caída de la renta (obligación de entregar lo cosechado con condiciones para proteger la patente), aumento de los insumos (herbicida específico), aparición de nuevas plagas, fortalecimiento de plagas secundarias, rápida aparición de resistencias en las plagas principales, transferencia de la resistencia a herbicidas totales a las malas hierbas, destrucción de la biodiversidad con la creación de "desiertos verdes"... A todo ello, hay que sumar las pruebas, cada vez más claras, de los daños en la salud de los consumidores.
Por otro lado, un algodón transgénico resistente al glifosato sólo nos puede llevar a una situación como la de los Estados Unidos, donde las malas hierbas se han hecho resistentes y afectan ya a cerca de 4 millones de hectáreas de este cultivo, según los datos del Consejo Nacional del Algodón. Esto ha obligado a los agricultores a utilizar "bombas químicas" con herbicidas de alta toxicidad, prohibidos en muchos países, o a volver a técnicas de laboreo y escarda manual muy costosas.
Los algodoneros están haciendo un gran esfuerzo para conseguir un manejo más eficiente y más respetuoso con el medio ambiente, siguiendo las demandas de la UE, y no necesitan para nada un algodón transgénico. Desde el año 2006, alrededor del 80% de la superficie de algodón se cultiva en producción integrada, con el apoyo del programa agroambiental de la Junta de Andalucía. Esto ha supuesto el abandono del acolchado plástico, una disminución del uso de agua (30%) y fertilizantes (40%) y una reducción importantísima en los tratamientos con plaguicidas y herbicidas, hechos que no son gratuitos y que han sido puestos en conocimiento por la Comisión Europea.
El algodón está manteniendo la actividad de las explotaciones familiares en las zonas productoras, ante la falta de alternativas agrícolas viables. Por ello, debe evitarse que con la próxima reforma de la PAC (2014-2020) se pueda perder una parte importante de los apoyos al sector. Esto implica valorar la especificidad del algodón y establecer una zona agronómica específica, que permita mantener ligado al cultivo, sin OGMs, tanto los derechos de pago único como las ayudas acopladas, gracias a las cuales hemos llegado a nuestra realidad actual.
De los veintisiete estados miembros de la UE, solamente siete explotan comercialmente los cultivos genéticamente modificados. El resto los han prohibido, mediante cláusulas de salvaguardia (Austria, Francia, Grecia, Hungría, Alemania y Luxemburgo) u otros mecanismos o han introducido restricciones sobre los transgénicos en todo su territorio o parte del mismo. A este respecto, es significativo que Grecia, el principal productor de algodón de la UE, también rechace abiertamente los OGMs.
Parece paradójico que mientras la Administración alemana retira las mieles con polen transgénico de las estanterías de los supermercados y los consumidores centroeuropeos rechazan masivamente el consumo de OGMs, las multinacionales como Bayer o Monsanto vienen a proponernos que cultivemos más transgénicos y sigamos dispersándolos por nuestros campos.
La presencia de polen OGM en las mieles o la imposibilidad, debido a la contaminación transgénica, de obtener pienso ecológico en nuestro país para alimentar a la ganadería ecológica, son ejemplos claros que vienen a demostrar que la coexistencia es imposible.
COAG-Cádiz solicita que se tomen las medidas necesarias para evitar la presencia de OGMs en otros productos, incluyendo la prohibición del cultivo de OGMs en amplios territorios. Dado que la libertad de producir transgénicos elimina la libertad de otros a producir sin transgénicos, la Administración Central y la Autonómica pueden y deben paralizar el cultivo de OGMs y apostar por unos productos agrícolas y ganaderos diferenciados, sin OGMs, dirigidos a nuestros consumidores y a los mercados europeos de calidad.