¿Qué tan inocentes son los biocombustibles?
En una entrevista reciente, el señor Salgado, presiente de Abengoa Bioenergy SA, empresa española líder en el mercado del bioetanol, declara que atribuir a los biocombustibles responsabilidad en el alza del precio de los alimentos ha sido un error
Asimismo, señala que entre uno de los principales beneficios de estos carburantes se encuentra la reducción de emisiones de CO2 y el fortalecimiento del empleo rural. Los que efectivamente somos críticos con los mejor llamados “agrocombustibles” (porque no los asociamos a nada que tenga que ver con el término “bio”, al comportar profundos impactos sociales y ambientales) seguimos sin creer en la inocencia de estos carburantes.
Cuando apuntamos a su insostenibilidad social y ambiental nos referimos al hecho de que potencian al modelo agrícola industrial, resultado de la Revolución Verde, que tiene una responsabilidad certera tanto en la crisis ecológica global como en la crisis alimentaria. Parece olvidar que de acuerdo con datos recientes del World Ressources Institute, la agricultura industrial (directa e indirectamente) es responsable de más de 32 por ciento de las emisiones totales. Cifra que supera en mucho a las emisiones del transporte por carretera (que no llegan a 14 por ciento). Por otra parte, el alza del precio de los alimentos se debe a un conjunto de tres factores claves: la entrada masiva de fondos especulativos en los mercados agrarios (llegando a incrementarse entre un 20-60 por ciento en un año en función del tipo de alimento); el control corporativo de toda la cadena productiva por la agroindustria, que nunca había tenido beneficios tan elevados (las ventas de Bunge crecieron de 70 por ciento y aquellas de ADM 64 por ciento en 2008, por ejemplo); y el alza del precio del petróleo.
El modelo agrícola industrial, que es potenciado por los productores de agrocombustibles como Abengoa (a menos que nos equivoquemos y que produzcan su materia prima en y del aire), funciona gracias al petróleo. Este modelo requiere de grandes extensiones sin agricultores, que son expulsados violentamente (véase Paraguay, Indonesia, Argentina o Brasil). Es este modelo el que cuestionamos y ante el cual las organizaciones campesinas del sur y el norte reivindican la soberanía alimentaria.
Mónica Vargas Collazos, Ferrán García Moreno. Campaña “No te Comas el Mundo”