Pueblos indios, imperialismo y partidos políticos
Desde hace más de una década, la visibilidad de los pueblos indios se ha hecho notoria a través de sus rebeliones y movimientos por el reconocimiento de sus derechos colectivos en el marco constitucional, así como por su incidencia en la vida política de sus respectivas sociedades nacionales, alcanzando altos niveles de organización y legitimidad
Prueba de esta visibilidad es el Informe del Consejo Nacional de Inteligencia de Estados Unidos que da cuenta de las Tendencias globales para el año 2020, el cual considera a esos movimientos un peligro para su seguridad nacional y la de sus aliados gubernamentales en América Latina (http://www.cia.gov/nicglobaltrend2020).
El Informe del Consejo Nacional de Inteligencia es importante no por su capacidad de visualizar el futuro, pues, como ha quedado probado en estos años en Irak y en la supuesta "guerra contra el terrorismo", los cuerpos de inteligencia de Estados Unidos no pueden vislumbrar a ciencia cierta ni el presente.
El documento adquiere resonancia por la posibilidad de conocer y analizar las mentalidades de quienes afirman controlar el mundo, sus temores y prejuicios y, colateralmente, el avance logrado por los procesos autonómicos indígenas que se manifiestan en la gran preocupación que provoca en sus enemigos imperialistas.
Similares preocupaciones exteriorizaron los militares que participaron en la Conferencia de Ejércitos Americanos de 2002.
Uno de los documentos que circularon, Apreciación combinada de la situación subversiva en el continente, es muy claro en señalar que la "internacionalización de los conflictos étnicos constituye una amenaza latente a la integridad de los estados".
Los partidos políticos de todo el espectro ideológico, por su parte, están muy lejos de mantener esa visión estratégica imperialista sobre los pueblo indios, e incluso han tenido que adaptar sus discursos ante esta irrupción del movimiento indígena en la política nacional, incorporando conceptos de pluralidad y multiculturalismo, aunque sus acciones en el mundo real parten de matrices ideológicas de carácter histórico que limitan y determinan esos posicionamientos declarativos.
Un contexto general es el etnocentrismo y el racismo que han caracterizado los procesos de formación nacional en América Latina, donde la construcción de estados fue un proceso de "arriba abajo", originado en las oligarquías criollas que despreciaban a los pueblos indios, por lo que fueron considerados "fuera de la nación", e inclusive las cartas constitucionales no reflejaron la alteridad étnica lingüística cultural hasta la última década del siglo XX, bajo la presión del movimiento indígena en torno a la conmemoración, en 1992, de los 500 años de la invasión y conquista europeas de nuestro continente.
Estos antecedentes históricos son necesarios para entender las posiciones de los partidos frente al movimiento indígena.
Aun en el campo de la izquierda, los indígenas no han sido considerados sujetos de transformación, sino, más bien y en el mejor de los casos, "objetos víctimas", "aliados secundarios", siempre incapaces de decidir por sí mismos.
De aquí que se busquen actores externos (guerrillas centroamericanas, mestizos izquierdistas, políticos del viejo régimen, antropólogos radicales, etcétera) para identificar a los "verdaderos autores intelectuales" de la insurrección zapatista o de las autonomías.
Los partidos de la izquierda marxista cargan con el pecado original de las perspectivas eurocéntricas de sus creadores, quienes preocupados por la revolución mundial consideraron "pueblos sin historia" a todos aquellos que se alejaban del impetuoso desarrollo capitalista. Recor-demos sus calificativos a los mexicanos de "perezosos" y "los últimos de los hombres", al justificar la guerra de agresión y conquista de Estados Unidos contra México en 1846-1848; de acuerdo con esta interpretación, los mexicanos serían dirimidos de su atraso secular y los territorios arrebatados pasarían, a juicio de Engels, "de la penumbra de lo irracional a la luz del devenir histórico".
Más tarde, durante el siglo XX, se dejó sentir la carga de esa herencia en los movimientos socialistas que consideraron a la burguesía liberal y al proletariado moderno los únicos sujetos sociales posibles y necesarios de todo cambio real.
José Carlos Mariategui fue uno de los pocos pensadores marxistas que comprendió la importancia de los pueblos indios en una articulación socialista y revolucionaria con otros sectores sociales y culturales de nuestros ámbitos nacionales.
Lamentable-mente, esta tradición fue opacada por las corrientes neocolonialistas que prevalecieron en la mayoría de las organizaciones y partidos políticos de la izquierda, que no se interesaron en los movimientos indígenas hasta que no irrumpieron con la fuerza de las armas o de sus movilizaciones masivas en la política.
Con todo, una vez pasado el fragor de los combates o las tensiones sociales ocasionadas por el cerco indígena a los centros del poder económico y político, los partidos tienden a la rutina de sus mentalidades criollistas y la defensa de sus intereses, casi siempre contradictorios con los intereses de los pueblos y las comunidades y con sus prácticas colectivistas y de democracia directa basadas en las asambleas comunales y otras formas de escrutinio colectivo.
La Jornada, México, 6-5-05