Pueblos indígenas: entre agresiones y resistencias
Noticias recientes refieren la acuciante y contrastante realidad en la que viven los pueblos indígenas en América Latina
Una está relacionada con José María Aznar, quien se atreve a convocar al combate contra los movimientos indígenas que él considera terroristas, plagiando las tesis de los círculos de inteligencia imperialista que en uno sus informes periódicos en torno a los peligros que se ciernen sobre Estados Unidos identificaron a esos pueblos como amenazas contra la estabilidad del mercado y la explotación capitalista, esto es, contra su "seguridad nacional". (Informe del Consejo Nacional de Inteligencia de Estados Unidos. Tendencias Globales para el año 2020.)
En su libro, América Latina: una agenda de libertad (sic), este dirigente de la ultraderecha española con pretensiones de neoconquistador se queja del apoyo "irritante" que sectores de las izquierdas europea y estadunidense brindan a los movimientos indígenas latinoamericanos; compara a éstos erróneamente con los del nacionalismo europeo, y receta el más crudo integracionismo educativo y cultural para solucionar el problema indígena.
Con mucha frecuencia los especialistas latinoamericanos establecen las diferencias de forma y contenido entre los movimientos autonómicos indígenas y los nacionalismos europeos, sobre todo en lo que respecta a sus expresiones más exacerbadas: no existe un solo movimiento de los pueblos indios que haya utilizado el terrorismo, planteado la creación de un Estado propio, convocado a la "limpieza étnica" o llevado a guerras como la del antiguo Estado multinacional de Yugoslavia o la de Chechenia actual, en la Federación Rusa. Precisamente porque la autonomía es la demanda que sintetiza la defensa de sus derechos colectivos a la tierra y al territorio, a sus derechos económicos, políticos, sociales y culturales, el objetivo de sus luchas no es la ruptura de los actuales estados nacionales si no su refundación sobre bases democráticas y de reconocimiento de la diversidad étnico-nacional.
Las afirmaciones de Aznar no sólo son producto de su ignorancia sobre la situación de las etnorregiones en América Latina, sino también de la necesidad de acomodar la realidad indígena a sus atrasadas tesis políticas sobre la cuestión nacional en el propio Estado español y adecuarse a las que patrocinan los partidos de la derecha latinoamericana y de aquellos que en Europa confunden y equiparan los movimientos autonómicos indios con el indigenismo.
Otro acto relacionado con la cuestión étnico-nacional tiene que ver con los intentos del presidente espurio de México, Felipe Calderón, por darle un segundo aire al Plan Puebla-Panamá, proyecto que ataca directamente los territorios, recursos naturales y las condiciones de vida de los pueblos indígena-campesinos de México y Centroamérica mediante la construcción de carreteras, represas, corredores ferroviarios de carga, plantas maquiladoras, agroindustrias, plantaciones de monocultivo, complejos turísticos, inversiones petroleras, negocios de alta tecnología en telecomunicaciones de fibra óptica; todo ello para beneficio de las empresas trasnacionales y sus socios locales, y a partir de una estrategia de mayor represión y militarización bajo la excusa calderonista de combate al crimen organizado y el terrorismo.
El más reciente suceso es la tercera Cumbre Continental de Pueblos y Nacionalidades Indígenas del Abya Yala, realizada en Guatemala el mes pasado, en cuya declaración final se ratifican los principios milenarios de complementariedad, reciprocidad y dualidad, y la lucha por el derecho al territorio, la madre naturaleza, la autonomía y libre determinación de los pueblos indígenas.
Conscientes de los peligros que la nueva forma de expresión de la globalización capitalista representa para la humanidad en su conjunto, la tercera cumbre se pronunció por: "Afianzar el proceso de alianzas entre los pueblos indígenas, de pueblos indígenas y los movimientos sociales del continente y del mundo que permitan enfrentar las políticas neoliberales y todas las formas de opresión".
Refutando las tesis de Aznar sobre la supuesta afectación y daño que hacen los movimientos indígenas a la integración nacional de los países latinoamericanos, la cumbre se pronuncia por un proceso nacionalitario y de "unidad nacional" diametralmente opuesto a la lógica de los grupos dominantes ya que se proponen: "Consolidar los procesos impulsados para fortalecer la refundación de los estados-nación y la construcción de los estados plurinacionales y sociedades interculturales mediante las Asambleas Constituyentes con representación directa de los pueblos y nacionalidades indígenas". También resolvieron: "Avanzar en el ejercicio del derecho a la autonomía y libre determinación de los pueblos indígenas, aun sin el econocimiento legal de los estados-nación".
La tercera cumbre ratificó el rechazo a los tratados de libre comercio que vulneran la soberanía de los pueblos y reafirmó su decisión de defender la soberanía alimentaria y la lucha contra los transgénicos, advirtiendo a los pueblos indígenas "sobre las políticas del Banco Interamericano de Desarrollo, el Banco Mundial y entidades afines para penetrar en las comunidades con acciones asistencialistas y de cooptación que apuntan a la desarticulación de las organizaciones autónomas y legítimas". Es trascendental que la cumbre decidiera constituir la Coordinadora Continental de las Nacionalidades y los Pueblos Indígenas del Abya Yala para enfrentar con éxito las formas de reconquista que proponen los nuevos cruzados de la globalización capitalista.