Patentamiento de plantas
Los productores de semillas en Estados Unidos lograron que su gobierno adaptara su sistema de patentes para proteger la producción de plantas y variedades vegetales. Entonces han sido las propias corporaciones internacionales de semillas incentivadas por las atractivas ganancias en los países desarrollados las que han presionado para que los países en vías de desarrollo acepten algún esquema de protección de plantas y seres vivos
Desde siempre los agricultores han seleccionado sus propias semillas para volverlas a replantar, las escogen sobre la base de su productividad y resistencia a enfermedades o condiciones ecológicas locales. La separación de la producción de semillas de la actividad propiamente agrícola no solo fue efecto del avance tecnológico sino del interés de los gobiernos de expandir la frontera agrícola. Para ello, los gobiernos crearon entidades públicas especializadas que producían y regalaban la semilla a los agricultores y posteriormente incentivaron a empresas privadas a especializarse en esta actividad.
Dado sin embargo que la mayoría de las plantas se reproducen asexualmente o se autofecundan, no había nada inicialmente que impida que los agricultores replanten las semillas cosechadas y compitan con los productores de semillas, excepto en los híbridos en donde se rompía la estabilidad genética de la planta y se evitaba su reproducción natural. Por esta razón –en Europa– para evitar la competencia de los agricultores, las compañías de semillas propusieron normas que protegieran y dieran exclusividad a sus variedades, dando pie a la creación en 1961 de la Convención Internacional para la Protección de Variedades Vegetales, UPOV. Los productores de semillas en Estados Unidos lograron a su vez que su gobierno adaptara su sistema de patentes para proteger la producción de plantas y variedades vegetales.
Estos procesos de separación de la actividad agrícola del de producción de semillas ha sido más lento en los países en vías de desarrollo en donde el tema de la producción de plantas y variedades vegetales mantuvo el camino tradicional y los gobiernos ni se preocupaban de la materia. La mayoría de países en vías de desarrollo nunca evaluaron un sistema para proteger a sus productores de semillas, primero porque los agricultores tenían acceso libre a las semillas a través de sus prácticas tradicionales, y segundo porque no había empresas nacionales que se dedicaran a este negocio.
Han sido las propias corporaciones internacionales de semillas incentivadas por las atractivas ganancias en los países desarrollados las que han presionado para que los países en vías de desarrollo acepten algún esquema de protección de plantas y seres vivos. Ello permitiría que sus variedades tuvieran protección en estos países. Nuestros países ni siquiera se han dado cuenta. La creación de la OMC en 1994 incorporó una cláusula en el acuerdo de propiedad intelectual que obligaba a todos sus miembros a adoptar algún sistema de protección de variedades vegetales. Todos entonces incluyeron algún sistema de protección. El Perú adoptó por ejemplo un Régimen de Protección de Variedades Vegetales a nivel Andino, que en la práctica nunca implementó. Más recientemente, el Perú ha aceptado dentro del TLC con los Estados Unidos a hacer los mejores esfuerzos para instaurar un sistema de patentamiento de plantas.
¿Pero qué es realmente lo que está en juego? ¿Cuáles son los intereses nacionales y prioridades del Perú en este tema? ¿Qué tipo de protección nos conviene más? ¿Qué excepciones planteamos? ¿Cómo salvaguardamos a nuestros agricultores pobres del probable abuso de los protegidos por estos derechos? ¿Encarecerá la protección los insumos y restringirá los derechos ancestrales de los agricultores a rehusar, intercambiar y vender semilla? ¿Cómo balanceamos los derechos de unos versus los otros?
Estando en el INDECOPI tuvimos la iniciativa de formar un grupo plural integrado por miembros de diversas instituciones públicas, privadas y académicas para revisar este tema. La desesperación por firmar el TLC ni siquiera le dio tiempo al ministro Alfredo Ferrero para preguntar cuál podría ser el impacto que la incorporación de patentes en plantas podría traer para el Perú. La nueva administración del INDECOPI no se ha vuelto a interesar en el tema y el grupo que se formó no se ha vuelto a reunir. ¿Se piensa acaso esperar el último momento para encargar el tema a las transnacionales de semillas o sus abogados como aparentemente ha sucedido en el caso de los transgénicos?
Este artículo también lo puede leer en Actualidad Económica del Perú