Occidente se desentiende del hambre en el mundo
La cumbre de la FAO empieza con la ausencia de jefes de Estado de países desarrollados y pocos compromisos nuevos para reducir la hambruna que padecen más de 1.000 millones de personas
Los países más ricos del mundo se resisten a ayudar de una vez por todas a los más de mil millones de personas que pasan hambre o padecen las enfermedades derivadas de la desnutrición.
La cumbre mundial sobre Seguridad Alimentaria, convocada por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), arrancó ayer en Roma con compromisos vagos sobre la mesa y con ausencias destacadas, como la del presidente estadounidense Barack Obama y el español José Luis Rodríguez Zapatero. Entre los 60 jefes de Estado o de Gobierno presentes ayer en Roma, la mayoría eran líderes de países emergentes o pobres.
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, puso ayer el dedo en la llaga al constatar que "la mitad de los recursos que los líderes mundiales han invertido para salvar a los bancos" bastaría para eliminar el hambre en el mundo, "lo que demuestra que sigue siendo marginal en las prioridades políticas globales". "Es como si fuera invisible", agregó.
El mandatario brasileño hizo hincapié en que "frente a la amenaza de un colapso financiero internacional, causado por la especulación irresponsable y por la omisión de los estados en la regulación y la fiscalización del sistema, los líderes mundiales no han dudado en gastar cientos de miles de millones de dólares para salvar la caída de los bancos".
Las actuales cifras muestran que el número de hambrientos crece en lugar de disminuir: en 2000 pasaban hambre 800 millones de personas. La presidenta chilena, Michelle Bachelet, dijo en la cumbre que en la actualidad son más de 1.000 millones de personas.
Cada día, precisó el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, mueren 17.000 niños por hambre. Para evitarlo, la FAO pide 44.000 millones de dólares anuales, destinados al desarrollo agrícola (frente a los 7.900 actuales). En la declaración final no se ve ni rastro de este dinero. El director general de la FAO, Jacques Diouf, lo comparó con la cantidad anual que los países ricos destinan en ayudas a sus agricultores: 365.000 millones de dólares al año .
La única excepción a la ausencia generalizada de jefes de Estado y de Gobierno de países desarrollados era la del anfitrión, el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, que gracias a su asistencia a la cumbre se libró de tener que comparecer en un juicio contra él por el caso Mediaset. Pero Italia, a diferencia de EEUU y España, llega marcada por el hecho de haber reducido este año en un 50% la ayuda al desarrollo.
La ausencia de primeras espadas se explica por lo poco lucido de las conclusiones, que no incluyen dinero nuevo para ayudar a los 1.020 millones de personas que en la actualidad pasan hambre en el mundo. Ni siquiera están garantizados los 20.000 millones que prometió el G-8 en julio y que "pueden acabar siendo un espejismo", denuncia Intermón Oxfam.
Cinco líneas de acción
La declaración final incluye cinco líneas de acción, que van desde una mayor coordinación de los esfuerzos en el ámbito multilateral hasta la elaboración de planes de ayuda plurianuales, así como el compromiso de reducir a la mitad el hambre en el mundo en 2015 respecto al año 2000. Pero este objetivo ya se considera inalcanzable si no hay un cambio real de actitudes. Y no es ningún compromiso nuevo. Es uno de los Objetivos de Desarrollo del Milenio firmados en 2000 por los dirigentes del mundo reunidos en una cumbre de la ONU.