México: peligros en los cultivos y en los bosques
No lo podían creer: después de largos años de pedir la intervención de las instancias oficiales relacionadas con el sector agrario y con la protección de la salud, al fin el Senado de la República, secretarios de Estado, dirigentes agrarios, todos a una exigían elaborar un “programa integral” de apoyo a los productores de tabaco. Debía intervenir también el licenciado Calderón para que fuera exitoso
Luego de innumerables denuncias, de estudios puntuales en los que se demostraban los daños que sufren miles de personas en las plantaciones tabacaleras de Nayarit, Veracruz y Chiapas, las autoridades intervendrían coordinadamente en favor de un importante sector de la población, del cual forman parte varios grupos indígenas.
Mas pronto el gozo se vino al pozo: tanta unanimidad y urgencia no eran para evitar el uso indiscriminado de sustancias tóxicas y peligrosas en los cultivos de tabaco y así proteger la salud de los jornaleros agrícolas que trabajan allí y la de sus familias. Ni para garantizar el buen estado de los recursos naturales, en especial del agua, la flora y la fauna. Tanta preocupación se debía a la urgencia de allanar el camino, restar oposición a las medidas que limitan la venta y el consumo de cigarrillos en lugares públicos, aprobadas recientemente por los legisladores federales y los de la ciudad de México. Con dichas medidas se espera disminuir el número de fumadores, lo que ocasionaría, dicen, menos producción de tabaco y menos empleo agrícola.
Para evitar lo anterior proponen una “reconversión productiva”. Bienvenida tal reconversión, pero si los fumadores activos y pasivos están expuestos a muchas enfermedades y ahora desde el gobierno se busca proteger su salud, muchísima más atención merecen los jornaleros y sus familias que se enferman contra su voluntad por los efectos de diversos compuestos químicos de reconocida peligrosidad.
Peligroso resulta también cuidar los bosques. Recientemente varios policías que se dedican a esa tarea sufrieron las agresiones de los talamontes. Así ocurrió en el Parque Nacional La Malinche, en Tlaxcala, donde la fuerza pública tuvo que repeler la acción de 50 personas armadas que salieron en defensa de dos talamontes sorprendidos /in fraganti. /Dos policías resultaron heridos.
Hace 70 años, ese parque tenía 46 mil hectáreas boscosas y abundante fauna. Hoy, apenas 16 mil y la tala sigue. También el comandante de la policía del municipio de Ocuilan, en el estado de México, fue atacado por talamontes que forman parte de un grupo que lleva años devastando los bosques de la zona, limítrofe con el estado de Morelos, en la cual se enclavan las lagunas de Zempoala. El comandante recibió varias heridas causadas con una motosierra.
Quienes destruyen el bosque están en ocasiones mejor armados, organizados y equipados que los encargados de combatir una actividad ilegal que causa severos daños al país. Recordemos hoy a Aldo Zamora, el joven campesino asesinado por talamontes que actúan en la región de Zempoala. La familia de Aldo tenía años denunciando ante las autoridades del estado de México a los destructores del bosque. Sus denuncias fueron escuchadas después de que lo asesinaron y los medios publicaron las amenazas de muerte contra su padre, don Ildefonso, militante ecologista. El licenciado Calderón dijo que no descansaría hasta detener a los asesinos de Aldo, los cuales siguen prófugos. Ante la falta de vigilancia, en Zempoala y en otras regiones del país reinan los talamontes.
Ante el cúmulo de tropelías por doquier en este adolorido México, los ecos entrañables de la enseñanza primaria vuelven a nosotros convertidos en reivindicaciones de la hora. Uso este lenguaje como propio para recordar a don Vicente Guerrero, quien ante la exhortación de su progenitor para que se rindiera contestó: “Señor, usted es mi padre, pero la patria es primero”. ¿Cómo no evocar a Guerrero cuando don Juan Camilo Mouriño nos cuenta que “resulta mezquino que se me acuse de beneficiarme económicamente de la política, cuando fue justamente la política lo que me motivó a renunciar a un patrimonio legítimo, producto del esfuerzo personal y familiar”?